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OBRAS COMPLETAS de Miguel de Cervantes. Ediciones publicadas por Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla. Madrid: Gráficas Reunidas, 1914-1944

NOVELAS EJEMPLARES/Tomo III/El casamiento engañoso

N O V E L A del Casamiento engañoso.

Salia del hospital de la Resurreccion,
que esta en Valladolid, fuera de la puerta del
Campo, vn soldado, que, por seruirle su
espada de baculo, y por la flaqueza de sus pier-
nas y amarillez de su rostro, mostraua bien      5
claro que, aunque no era el tiempo muy calu-
roso, deuia de auer sudado en veynte dias todo
el humor que quiza grangeó en vna hora.
Yua haziendo pinitos y dando traspies, como
conualeciente; y, al entrar por la puerta de la      10
ciudad, vio que hazia el venia vn su amigo, a
quien no auia visto en mas de seys meses, el
qual, santiguandose, como si viera alguna mala
vision, llegandose a el le dixo:
"¿Que es esto, señor alferez Campuçano?      15
¿Es possible que esta vuessa merced en esta
tierra? Como quien soy, que le hazia en Flan-
des, antes terciando alla la pica, que arrastran-
do aqui la espada. ¿Que color, que flaqueza es
essa?"      20
A lo qual respondio Campuçano:
"A lo si estoy en esta tierra, o no, señor li-

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cenciado Peralta, el verme en ella, le responde;
a las demas preguntas no tengo que dezir, sino
que salgo de aquel hospital, de sudar catorze
cargas de bubas que me echó acuestas vna
muger, que escogi por mia, que non deuiera."      5
"¿Luego casose vuessa merced?", replicó Pe-
ralta.
"Si señor", respondio Campuçano.
"Seria por amores", dixo Peralta, "y tales
casamientos traen consigo aparejada la execu-      10
cion del arrepentimiento."
"No sabre dezir si fue por amores", respon-
dio el alferez, "aunque sabre afirmar que fue
por dolores, pues de mi casamiento, o cansa-
miento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma,      15
que los del cuerpo, para entretenerlos, me cues-
tan quarenta sudores, y los del alma no hallo
remedio para aliuiarlos siquiera. Pero porque
no estoy para tener largas platicas en la calle,
V. m. me perdone, que otro dia, con mas como-      20
didad, le dare cuenta de mis sucessos, que son
los mas nueuos y peregrinos que v. m. aura
oydo en todos los dias de su vida.
"No ha de ser assi", dixo el licenciado, "sino
que quiero que venga conmigo a mi posada,      25
y alli haremos penitencia juntos, que la olla es
muy de enfermo; y aunque esta tassada para
dos, vn pastel suplira con mi criado; y si la
conualecencia lo sufre, vnas lonjas de jamon
de Rute nos haran la salua, y sobre todo la      30
buena voluntad con que lo ofrezco, no solo
esta vez, sino todas las que v. m. quisiere."

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Agradecioselo Campuçano, y aceptó el com-
bite y los ofrecimientos. Fueron a S. Lloren-
te, oyeron missa, lleuole Peralta a su casa,
diole lo prometido, y ofrecioselo de nueuo,
y pidiole, en acabando de comer, le contasse      5
los sucessos que tanto le auia encarecido.
No se hizo de rogar Campuçano, antes co-
menço a dezir desta manera:
"Bien se acordará v. m., señor licenciado Pe-
ralta, como yo hazia en esta ciudad camarada      10
con el capitan Pedro de Herrera, que aora esta
en Flandes."
"Bien me acuerdo", respondio Peralta.
"Pues vn dia", prosiguio Campuçano, "que
acabauamos de comer en aquella posada de la      15
Solana donde viuiamos, entraron dos muge-
res de gentil parecer, con dos criadas: la vna se
puso a hablar con el capitan en pie, arrimados
a vna ventana, y la otra se sento en vna silla
junto a mi, derribado el manto hasta la barba,      20
sin dexar ver el rostro mas de aquello que con-
cedia la raridad del manto; y aunque le supli-
qué que por cortesia me hiziesse merced de
descubrirse, no fue possible acabarlo con ella,
cosa que me encendió mas el desseo de verla.      25
Y para acrecentarle mas, o ya fuesse de indus-
tria, [o] acaso, sacó la señora vna muy blanca
mano, con muy buenas sortijas. Estaua yo en-
tonces bizarrissimo, con aquella gran cadena

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que v. m. deuio de conocerme, el sombrero con
plumas y cintillo, el vestido de colores, a fuer
de soldado, y tan gallardo a los ojos de mi lo-
cura, que me daua a entender que las podia
matar en el ayre.      5
"Con todo esto le rogue que se descubriesse,
a lo que ella me respondio: «No seays impor-
tuno; casa tengo; hazed a vn page que me siga,
que aunque yo soy mas honrada de lo que pro-
mete esta respuesta, todavia, a trueco de ver      10
si responde vuestra discrecion a vuestra gallar-
dia, holgaré de que me veays.»
"Besele las manos por la grande merced
que me hazia, en pago de la qual le prometi
montes de oro.      15
"Acabó el capitan su platica. Ellas se fueron;
siguiolas vn criado mio. Dixome el capitan que
lo que la dama le queria, era que le lleuasse
vnas cartas a Flandes a otro capitan, que dezia
ser su primo, aunque el sabia que no era sino      20
su galan.
"Yo quedé abrasado con las manos de nieue
que auia visto, y muerto por el rostro que
desseaua ver, y assi, otro dia, guiandome mi
criedo, dioseme libre entrada. Hallé vna casa      25
muy bien adereçada, y vna muger de hasta
treynta años, a quien conoci por las manos.
No era hermosa en estremo; pero eralo de
suerte, que podia enamorar comunicada, por-
que tenia vn tono de habla tan suaue, que se      30

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entraua por los oydos en el alma. Passé con
ella luengos y amorosos coloquios; blasoné,
hendi, ragé, ofreci, prometi, y hize todas las
demonstraciones que me parecio ser necessa-
rias para hazerme bienquisto con ella. Pero      5
como ella estaua hecha a oyr semejantes o
mayores ofrecimientos y razones, parecia que
les daua atento oydo, antes que credito alguno.
Finalmente, nuestra platica se passó en flores
quatro dias, que continué en visitalla, sin      10
que llegasse a coger el fruto que desseaua; en
el tiempo que la visité, siempre hallé la casa
desembaraçada, sin que viesse visiones en ella
de parientes fingidos, ni de amigos verdaderos;
seruiala vna moça, mas taymada que simple.      15
"Finalmente, tratando mis amores como sol-
dado que esta en vispera de mudar, apuré a mi
señora doña Estefania de Cayzedo--que este
es el nombre de la que assi me tiene--y res-
pondiome: «Señor alferez Campuçano, simplici-      20
»dad seria si yo quisiesse venderme a v. m.
»por santa; pecadora he sido, y aun aora lo soy;
»pero no de manera que los vezinos me mur-
»muren, ni los apartados me noten, ni de mis
»padres, ni de otro pariente heredé hazienda      25
»alguna; y con todo esto vale el menage de
»mi casa, bien validos, dos mil y quinientos
»escudos, y estos en cosas que, puestas en
»almoneda, lo que se tardare en ponellas

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»se tardará en conuertirse en dineros. Con esta
» hazienda busco marido a quien entregarme,
»y a quien tener obediencia: a quien, junta-
»mente con la enmienda de mi vida, le entre-
»garé vna increyble solicitud de regalarle y      5
»seruirle, porque no tiene principe cozinero
»mas goloso, ni que mejor sepa dar el punto
»a los guisados, que le se dar yo, quando,
»mostrando ser casera, me quiero poner a ello.
»Se ser mayordomo en casa, moça en la cozi-      10
»na, y señora en la sala; en efeto, se man-
»dar, y se hazer que me obedezcan. No des-
»perdicio nada, y allego mucho; mi real no
»vale menos, sino mucho mas, quando se
»gasta por mi orden. La ropa blanca que ten-      15
»go, que es mucha y muy buena, no se sacó
»de tiendas, ni lenceros; estos pulgares y los
»de mis criadas la hilaron; y si pudiera texer-
»se, en casa se texiera. Digo estas alabanças
»mias, porque no acarrean vituperio, quando      20
»es forçosa la necessidad de dezirlas. Final-
»mente, quiero dezir que yo busco marido que
»me ampare, me mande y me honre, y no
»galan que me sirua y me vitupere. Si vuessa
»merced gustare de aceptar la prenda que se      25
»le ofrece, aqui estoy moliente y corriente, su-
»jeta a todo aquello que vuessa merced orde-
»nare, sin andar en venta, que es lo mismo
»andar en lenguas de casamenteros, y no ay
»ninguno tan bueno para concertar el todo,      30
»como las mismas partes.»

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"Yo, que tenia entonces el juyzio, no en la
cabeça, sino en los carcañares, haziendoseme
el deleyte en aquel punto mayor de lo que en
la imaginacion le pintaua, y ofreciendoseme
tan a la vista la cantidad de hazienda, que ya      5
la contemplaua en dineros conuertida, sin hazer
otros discursos de aquellos a que daua lugar
el gusto, que me tenia echados grillos al en-
tendimiento, le dixe que yo era el venturoso y
bien afortunado en auerme dado el cielo, casi      10
por milagro, tal compañera para hazerla seño-
ra de mi voluntad y de mi hazienda, que no
era tan poca, que no valiesse, con aquella ca-
dena que traia al cuello, y con otras joyuelas
que tenia en casa, y con deshazerme de algu-      15
nas galas de soldado, mas de dos mil ducados,
que juntos con los dos mil y quinientos suyos,
era suficiente cantidad para retirarnos a viuir
a vna aldea, de donde yo era natural, y a
donde tenia algunas rayzes, hazienda tal, que      20
sobrelleuada con el dinero, vendiendo los fru-
tos a su tiempo, nos podia dar vna vida alegre
y descansada.
"En resolucion, aquella vez se concerto nues-
tro desposorio, y se dio traza como los dos      25
hiziessemos informacion de solteros; y en los
tres dias de fiesta, que vinieron luego juntos
en vna Pasqua, se hizieron las amonestaciones,
y al quarto dia nos desposamos, hallandose
presentes al desposorio dos amigos mios, y vn      30
mancebo que ella dixo ser primo suyo, a quien

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yo me ofreci por pariente con palabras de mu-
cho comedimiento, como lo auian sido todas las
que hasta entonces a mi nueua esposa auia
dado, con intencion tan torzida y traydora,
que la quiero callar, porque aunque estoy di-      5
ziendo verdades, no son verdades de confes-
sion, que no pueden dexar de dezirse.
"Mudó mi criado el baul de la posada a casa
de mi muger; encerre en el, delante della, mi
magnifica cadena; mostrele otras tres o quatro,      10
si no tan grandes, de mejor hechura, con otros
tres o quatro cintillos de diuersas suertes; hizele
patentes mis galas y mis plumas, y entreguele
para el gasto de casa hasta quatrocientos reales,
que tenia. Seys dias gozé del pan de la boda, es-      15
paciandome en casa, como el yerno ruyn en la
del suegro rico. Pisé ricas alhombras, ahagé sa-
banas de olanda, alumbra[ua]me con cande-
leros de plata: almorçaua en la cama, leuanta-
uame a las onze, comia a las doze, y a las dos      20
sesteaua en el estrado; baylauanme doña Es-
tefania y la moça el agua delante. Mi moço, que
hasta alli le auia conocido pereçoso y lerdo, se
auia buelto vn corço. El rato que doña Estefania
faltaua de mi lado, la auian de hallar en la coci-      25
na toda solicita en ordenar guisados que me
despertassen el gusto y me auiuassen el ape-
tito. Mis camisas, cuellos, y pañuelos eran vn
nueuo Aranjuez de flores, segun olian, bañados

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en la agua de angeles y de azahar, que sobre
ellos se derramaua. Passaronse estos dias bolan-
do, como se passan los años que estan debaxo
de la jurisdicion del tiempo, en los quales dias,
por verme tan regalado y tan bien seruido, yua      5
mudando en buena la mala intencion con que
aquel negocio auia començado. Al cabo de los
quales, vna mañana, que aun estaua con doña
Estefania en la cama, llamaron con grandes
golpes a la puerta de la calle.      10
"Assomose la moça a la ventana, y, qui-
tandose al momento, dixo: "¡O que sea ella
la bien venida! ¿Han visto, y como ha venido
mas presto de lo que escriuio el otro dia?"
"¿Quien es la que ha venido, moça?" le pre-      15
gunté.
"¿Quien?" respondio ella; "es mi señora
doña Clementa Bueso, y viene con ella el señor
don Lope Melendez de Almendarez, con
otros dos criados, y Hortigosa, la dueña que      20
lleuó consigo."
"Corre moça, bien aya yo, y abrelos", dixo
a este punto doña Estefania, "y vos, señor,
por mi amor, que no os alboroteys, ni res-
pondays por mi a ninguna cosa que contra mi      25
oyeredes."
"¿Pues quien ha de deziros cosa que os
ofenda, y mas estando yo delante? dezidme;
¿que gente es esta, que me parece que os ha
alborotado su venida?"      30
"No tengo lugar de responderos" dixo doña
Estefania, "solo sabed que todo lo que aqui

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passare es fingido, y que tira a cierto designio
y efeto, que despues sabreys."
"Y aunque quisiera replicarle a esto, no me
dio lugar la señora D. Clementa Bueso, que se
entró en la sala vestida de raso verde prensa-      5
do, con muchos passamanos de oro, capotillo
de lo mismo, y con la misma guarnicion; som-
brero con plumas verdes, blancas, y encarna-
das, y con rico cintillo de oro, y con vn delga-
do velo cubierta la mitad del rostro. Entró con      10
ella el señor don Lope Melendez de Almenda-
rez, no menos bizarro que ricamente vestido
de camino.
"La dueña Hortigosa fue la primera que
habló, diziendo: "¡Iesus!, ¿que es esto? ¿ocu-      15
pado el lecho de mi señora doña Clementa,
y mas con ocupacion de hombre? ¡Milagros
veo oy en esta casa; a fe que se ha ydo bien
del pie a la mano la señora doña Estefania,
fiada en la amistad de mi señora!"      20
"Yo te lo prometo, Hortigosa", replicó doña
Clementa; "pero yo me tengo la culpa, que
jamas escarmiente yo en tomar amigas que
no lo saben ser, si no es quando les viene a
cuento."      25
"A todo lo qual respondio doña Estefania:
«No reciba vuessa merced pesadumbre, mi
»señora doña Clementa Bueso, y entienda que
»no sin misterio vee lo que vee en esta su
»casa, que quando lo sepa, yo se que quedaré      30

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»desculpada, y vuessa merced sin nin-
»guna quexa.»
"En esto ya me auia puesto yo en calças y
en jubon, y tomandome doña Estefania por la
mano, me lleuó a otro aposento, y alli me      5
dixo que aquella su amiga queria hazer vna
burla a aquel don Lope, que venia con ella, con
quien pretendia casarse, y que la burla era darle
a entender que aquella casa, y quanto estaua
en ella, era todo suyo, de lo qual pensaua hazer-      10
le carta de dote, y que, hecho el casamiento,
se le daua poco que se descubriesse el engaño,
fiada en el grande amor que el don Lope la
tenia, y luego se me boluera lo que es mio, y no
se le tendra a mal a ella, ni a otra muger algu-      15
na, de que procure buscar marido honrado, aun-
que sea por medio de qualquier embuste. Yo le
respondi que era grande estremo de amistad
el que queria hazer, y que primero se mirasse
bien en ello, porque despues podria ser tener      20
necessidad de valerse de la justicia para cobrar
su hazienda. Pero ella me respondio con tantas
razones, representando tantas obligaciones que
la obligauan a seruir a doña Clementa, aun en
cosas de mas importancia, que mal de mi gra-      25
do, y con remordimiento de mi juyzio, huue de
condecender con el gusto de doña Estefania,
assegurandome ella que solos ocho dias podia
durar el embuste, los quales estariamos en casa

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de otra amiga suya. Acabamonos de vestir ella
y yo, y luego, entrandose a despedir de la seño-
ra doña Clementa Bueso, y del señor don Lope
Melendez de Almendarez, hizo a mi criado que
se cargasse el baul y que la siguiesse, a quien      5
yo tambien segui, sin despedirme de nadie.
"Paró doña Estefania en casa de vna ami-
ga suya, y antes que entrassemos dentro es-
tuuo vn buen espacio hablando con ella, al
cabo del qual salio vna moça, y dixo que en-      10
trassemos yo y mi criado. Lleuonos a vn apo-
sento estrecho, en el qual auia dos camas tan
juntas, que parecian vna, a causa que no auia
espacio que las diuidiesse, y las sabanas de
entrambas se besauan. En efeto, alli estuuimos      15
seys dias, y en todos ellos no se passó hora
que no tuuiessemos pendencia, diziendole la
necedad que auia hecho en auer dexado su
casa y su hazienda, aunque fuera a su misma
madre. En esto yua yo y venia por momentos,      20
tanto, que la huespeda de casa, vn dia que
doña Estefania dixo que yua a ver en que ter-
mino estaua su negocio, quiso saber de mi que
era la causa que me mouia a reñir tanto con
ella, y que cosa auia hecho que tanto se la      25
afeaua, diziendole que auia sido necedad no-
toria mas que amistad perfeta.
"Contele todo el cuento, y quando llegué a
dezir que me auia casado con doña Estefania,
y la dote que truxo, y la simplicidad que auia      30
hecho en dexar su casa y hazienda a doña
Clementa, aunque fuesse con tan sana inten-

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cion como era alcançar tan principal marido
como don Lope, se començo a santiguar y a
hazerse cruzes con tanta priessa y con tanto
"¡Iesus, Iesus, de la mala hembra!" que me puso
en gran turbacion, y al fin me dixo: «Señor alfe-      5
»rez, no se si voy contra mi conciencia en des-
»cubriros lo que me parece que tambien la car-
»garia si lo callasse; pero a Dios y auentura,
»sea lo que fuere, viua la verdad y muera la
»mentira. La verdad es, que doña Clementa      10
»Bueso es la verdadera señora de la casa y de
»la hazienda de que os hizieron la dote; la men-
»tira es todo quanto os ha dicho doña Estefa-
»nia, que ni ella tiene casa, ni hazienda, ni otro
»vestido del que trae puesto. Y el auer tenido      15
»lugar y espacio para hazer este embuste, fue
»que doña Clementa fue a visitar vnos parien-
»tes suyos a la ciudad de Plasencia, y de alli
»fue a tener nouenas en nuestra Señora de
»Guadalupe, y en este entretanto dexó en su      20
»casa a doña Estefania, que mirasse por ella,
»porque, en efeto, son grandes amigas, aunque,
»bien mirado, no ay que culpar a la pobre se-
Ȗora, pues ha sabido grangear a vna tal per-
»sona como la del señor alferez por marido.»      25
"Aqui dio fin a su platica, y yo di principio a
desesperarme, y sin duda lo hiziera, si tantico
se descuydara el angel de mi guarda en soco-
rrerme, acudiendo a dezirme en el coraçon que
mirasse que era christiano, y que el mayor      30

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pecado de los hombres era el de la desespera-
cion, por ser pecado de demonios. Esta consi-
deracion, o buena inspiracion, me conortó algo;
pero no tanto, que dexasse de tomar mi capa
y espada, y salir a buscar a doña Estefania, con      5
prosupuesto de hazer en ella vn exemplar
castigo. Pero la suerte, que no sabre dezir si mis
cosas empeoraua o mejoraua, ordenó que en
ninguna parte donde pense hallar a doña Este-
fania, la hallasse. Fuyme a San Llorente, enco-      10
mendeme a nuestra Señora, senteme sobre vn
escaño, y con la pesadumbre me tomó vn sue-
ño tan pesado, que no despertara tan presto, si
no me despertaran. Fuy lleno de pensamientos
y congoxas a casa de doña Clementa, y hallela      15
con tanto reposo como señora de su casa; no
le ossé dezir nada, porque estaua el señor
don Lope delante; bolui en casa de mi hues-
peda, que me dixo auer contado a doña Es-
tefania como yo sabia toda su maraña y em-      20
buste, y que ella le preguntó que semblante
auia yo mostrado con tal nueua, y que le auia
respondido que muy malo, y que, a su pare-
cer, auia salido yo con mala intencion y con
peor determinacion a buscarla. Dixome, final-      25
mente, que doña Estefania se auia lleuado
quanto en el baul tenia, sin dexarme en el
sino vn solo vestido de camino. Aqui fue ello,
aqui me tuuo de nueuo Dios de su mano; fuy
a ver mi baul, y hallele abierto, y como sepul-      30

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tura que esperaua cuerpo difunto, y a buena
razon auia de ser el mio, si yo tuuiera enten-
dimiento para saber sentir y ponderar tamaña
desgracia."
"Bien grande fue", dixo a esta sazon el li-      5
cenciado Peralta, "auerse lleuado doña Estafa-
nia tanta cadena y tanto cintillo, que, como
suele dezirse, todos los duelos, &c."
"Ninguna pena me dio essa falta", respon-
dio el alferez, "pues tambien podre dezir:      10
«Pensose don Simueque que me engañaua con
»su hija la tuerta, y, por el Dio, contrecho soy
»de vn lado»."
"No se a que proposito puede vuessa merced
dezir esso", respondio Peralta.      15
"El proposito es", respondio el alferez, "de
que toda aquella balumba y aparato de cade-
nas, cintillos y brincos, podia valer hasta diez
o doze escudos."
"Esso no es possible", replicó el licenciado,      20
"porque la que el señor alferez traia al cuello
mostraua pesar mas de dozientos ducados."
"Assi fuera", respondio el alferez, "si la ver-
dad respondiera al parecer; pero como no es
todo oro lo que reluze, las cadenas, cintillos,      25
joyas y brincos, con solo ser de alquimia se
contentaron; pero estauan tan bien hechas,
que solo el toque o el fuego podia descubrir
su malicia."
"Dessa manera», dixo el licenciado, "entre      30

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vuessa merced y la señora doña Estefania,
pata es la trauiessa."
"Y tan pata", respondio el alferez, "que po-
demos boluer a barajar; pero el daño esta,
señor Licenciado, en que ella se podra des-      5
hazer de mis cadenas, y yo no de la falsia de
su termino; y, en efeto, mal que me pese, es
prenda mia."
"Dad gracias a Dios, señor Campuçano",
dixo Peralta, "que fue prenda con pies y que      10
se os ha ydo, y que no estays obligado a
buscarla."
"Assi es", respondio el alferez; "pero con
todo esso, sin que la busque, la hallo siempre
en la imaginacion, y, adonde quiera que estoy,      15
tengo mi afrenta presente."
"No se que responderos", dixo Peralta, "si
no es traeros a la memoria dos versos de Pe-
trarcha, que dizen:
Che qui prende dicleto di far fiode,      20
non si de lamentar si altri l' ingana .
"Que responden en nuestro castellano: que
el que tiene costumbre y gusto de engañar a
otro, no se deue quexar quando es engañado.»
"Yo no me quexo", respondio el alferez,      25
"sino lastimome; que el culpado, no por cono-
cer su culpa dexa de sentir la pena del castigo.
Bien veo que quise engañar y fuy engañado,
porque me hirieron por mis propios filos: pero
no puedo tener tan a raya el sentimiento, que      30

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EL CASAMIENTO ENGAÑOSO l47


no me quexe de mi mismo. Finalmente, por
venir a lo que haze mas al caso a mi historia,
que este nombre se le puede dar al cuento
de mis sucessos, digo que supe que se auia
lleuado a doña Estefania el primo que dixe      5
que se halló a nuestros desposorios, el qual, de
luengos tiempos atras, era su amigo a todo
ruedo. No quise buscarla, por no hallar el mal
que me faltaua. Mudé posada, y mudé el pelo
dentro de pocos dias: porque començaron a      10
pelarseme las cejas y las pestañas, y poco
a poco me dexaron los cabellos, y antes de
edad me hize caluo, dandome vna enfermedad
que llaman lupicia, y, por otro nombre mas
claro, la pelarela. Halleme verdaderamente      15
hecho pelon, porque ni tenia barbas que pey-
nar, ni dineros que gastar. Fue la enfermedad
caminando al paso de mi necessidad, y como
la pobreza atropella a la honra, y a vnos lleua
a la horca, y a otros al hospital, y a otros les      20
haze entrar por las puertas de sus enemigos
con ruegos y sumissiones, que es vna de las
mayores miserias que puede suceder a vn des-
dichado, por no gastar en curarme los vestidos
que me auian de cubrir y honrar en salud, lle-      25
gado el tiempo en que se dan los sudores en
el hospital de la Resurreccion, me entré en
el, donde he tomado quarenta sudores. Dizen
que quedaré sano, si me guardo: espada tengo,
lo demas, Dios lo remedie."      30

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l48 NOVELAS EXEMPLARES


Ofreciosele de nueuo el licenciado, admi-
randose de las cosas que le auia contado.
"Pues de poco se marauilla vuessa mer-
ced, señor Peralta", dixo el alferez, "que
otros sucessos me quedan por dezir, que ex-      5
ceden a toda imaginacion, pues van fuera de
todos los terminos de naturaleza; no quiera
vuessa merced saber mas, sino que son de
suerte, que doy por bien empleadas todas mis
desgracias, por auer sido parte de auerme pues-      10
to en el hospital, donde vi lo que aora dire, que
es lo que aora, ni nunca, vuessa merced po-
dra creer, ni aura persona en el mundo
que lo crea."
Todos estos preambulos y encarecimientos      15
que el alferez hazia, antes de contar lo que
auia visto, encendian el desseo de Peralta, de
manera que, con no menores encarecimientos,
le pidio que luego luego le dixesse las ma-
rauillas que le quedauan por dezir.      20
"Ya vuessa merced aura visto", dixo el alfe-
rez, "dos perros que con dos lanternas andan
de noche con los hermanos de la capacha,
alumbrandoles quando piden limosna."
"Si he visto", respondio Peralta.      25
"Tambien aura visto, o oydo, vuessa mer-
ced", dixo el alferez, "lo que dellos se cuenta,
que, si acaso echan limosna de las ventanas
y se cae en el suelo, ellos acuden luego a

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EL CASAMIENTO ENGAÑOSO l49


alumbrar y a buscar lo que se cae, y se paran
delante de las ventanas donde saben que tie-
nen costumbre de darles limosna; y con yr
alli con tanta mansedumbre, que mas parecen
corderos que perros, en el hospital son vnos      5
leones, guardando la casa con grande cuydado
y vigilancia."
"Yo he oydo dezir", dixo Peralta, "que todo
es assi, pero esso no me puede ni deue causar
marauilla.»      10
"Pues lo que aora dire dellos es razon que
la cause, y que, sin hazerse cruzes, ni alegar
impossibles ni dificultades, vuessa merced se
acomode a creerlo. Y es que yo ohi y casi
vi con mis ojos a estos dos perros, que el vno      15
se llama Cipion, y el otro Bergança, estar vna
noche, que fue la penultima que acabé de
sudar, echados detras de mi cama, en vnas
esteras viejas, y a la mitad de aquella noche,
estando a escuras y desuelado, pensando en      20
mis passados sucessos y presentes desgracias,
ohi hablar alli junto, y estuue con atento oydo
escuchando, por ver si podia venir en cono-
cimiento de los que hablauan y de lo que
hablauan; y a poco rato vine a conocer, por      25
lo que hablauan, los que hablauan, y eran los
dos perros, Cipion y Bergança."
Apenas acabó de dezir esto Campuçano,
quando, leuantandose el licenciado, dixo:
"Vuessa merced quede mucho en buenora,      30
señor Campuçano, que hasta aqui estaua en
duda si creeria o no lo que de su casamiento

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150 NOVELAS EXEMPLARES


me auia contado; y esto que aora me cuenta,
de que oyo hablar los perros, me ha hecho
declarar por la parte de no creelle ninguna
cosa. ¡Por amor de Dios, señor alferez, que no
cuente estos disparates a persona alguna, si ya      5
no fuere a quien sea tan su amigo como yo!"
"No me tenga vuessa merced por tan igno-
rante", replicó Campuçano, "que no entienda
que, si no es por milagro, no pueden hablar los
animales; que bien se que si los tordos, pica-      10
zas y papagayos hablan, no son sino las pala-
bras que aprenden y toman de memoria, y
por tener la lengua estos animales comoda
para poder pronunciarlas; mas no por esto pue-
den hablar y responder con discurso concerta-      15
do, como estos perros hablaron, y assi muchas
vezes, despues que los ohi, yo mismo no he
querido dar credito a mi mismo, y he querido
tener por cosa soñada lo que realmente estan-
do despierto, con todos mis cinco sentidos, ta-      20
les quales nuestro Señor fue seruido darme-
los, ohi, escuché, noté y, finalmente, escriui
sin faltar palabra por su concierto; de donde
se puede tomar indicio bastante que mueua
y persuada a creer esta verdad que digo. Las      25
cosas de que trataron fueron grandes y di-
ferentes, y mas para ser tratadas por varo-
nes sabios, que para ser dichas por bocas de
perros. Assi que, pues yo no las pude inuen-
tar de mio, a mi pesar, y contra mi opinion,      30

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EL CASAMIENTO ENGAÑOSO l5l


vengo a creer que no soñaua y que los perros
hablauan."
"¡Cuerpo de mi", replicó el licenciado, "si
se nos ha buelto el tiempo de Maricastaña,
quando hablauan las calabaças, o el de Ysopo,      5
quando departia el gallo con la zorra, y vnos
animales con otros!"
"Vno dellos seria yo, y el mayor", replicó el
alferez, "si creyesse que esse tiempo ha buel-
to. Y aun tambien lo seria, si dexasse de creer      10
lo que ohi, y lo que vi, y lo que me atreuere a
jurar con juramento que obligue y aun fuerce
a que lo crea la misma incredulidad. Pero pues-
to caso que me aya engañado, y que mi verdad
sea sueño, y el porfiarla disparate, ¿no se hol-      15
gara vuessa merced, señor Peralta, de ver es-
critas en vn coloquio las cosas que estos pe-
rros, o sean quien fueren, hablaron?"
"Como vuessa merced", replicó el licencia-
do, "no se canse mas en persuadirme que oyo      20
hablar a los perros, de muy buena gana oyre
esse coloquio, que por ser escrito y notado del
buen ingenio del señor alferez, ya le juzgo por
bueno."
"Pues ay en esto otra cosa", dixo el alferez,      25
"que, como yo estaua tan atento, y tenia deli-
cado el juyzio, delicada, sotil, y desocupada
la memoria, merced a las muchas passas y
almendras que auia comido, todo lo tomé de
coro, y casi por las mismas palabras que auia      30

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l52 NOVELAS EXEMPLARES


oydo lo escriui otro dia, sin buscar colores re-
toricas para adornarlo, ni que añadir, ni quitar,
para hazerle gustoso. No fue vna noche sola la
platica, que fueron dos consecutiuamente, aun-
que yo no tengo escrita mas de vna, que es la      5
vida de Bergança, y la del compañero Cipion
pienso escriuir, que fue la que se conto la no-
che segunda, quando viere, o que esta se crea,
o a lo menos no se desprecie. El coloquio tray-
go en el seno: puselo en forma de coloquio,      10
por ahorrar de «dixo Cipion», «respondio Ber-
gança », que suele alargar la escritura."
Y, en diziendo esto, sacó del pecho vn car-
tapacio, y le puso en las manos del licenciado,
el qual le tomó riyendose, y como haziendo      15
burla de todo lo que auia oydo y de lo que
pensaua leer.
"Yo me recuesto", dixo el alferez, "en esta
silla, en tanto que vuessa merced lee, si quiere,
essos sueños o disparates, que no tienen otra      20
cosa de bueno, si no es el poderlos dexar
quando enfaden."
"Haga vuessa merced su gusto", dixo Pe-
ralta, "que yo con breuedad me despedire des-
ta letura."      25
Recostose el alferez, abrió el licenciado el
cartapacio, y en el principio vio que estaua
puesto este titulo: