PEDRO DE URDEMALAS, Part 2 of 9
[CRESPO]:                  ¿Qué respondéis a esto,
                      sol que entre nubes se cubrió a deshora?
CLEMENTE:             Su proceder honesto
                      la tendrá muda, por mi mal, agora;
                      pero señales puede
                      hacer con que su intento claro quede.
[CRESPO]:                  ¿Sois su esposa, doncella?
PEDRO:                La cabeza bajó: señal bien clara
                      que no lo niega ella.
SANCHO:               Pues, ¿en qué, Martín Crespo, se
repara?
[CRESPO]:             En que de mi capilla
                      se saque la sentencia, y en oílla.
                           Pedro, sácala al punto.
PEDRO:                Yo sé que ésta saldrá pintiparada,
                      porque, a lo que barrunto,
                      siempre fue la verdad acreditada,
                      por atajo o rodeo;
                      y esta sentencia lo dirá que leo.

Saca un papel de la capilla, y léele PEDRO
"Yo, Martín Crespo, alcalde, determino que sea la pollina del pollino." REDONDO: Vaso de suertes es vuestra capilla, y ésta que ha sido agora pronunciada, aunque es para entre bestias, maravilla, y aun da muestras de ser cosa pensada. CLEMENTE: El alma en Dios, y en tierra la rodilla, la vuestra besaré, como a estremada coluna que sustenta el edificio donde moran las ciencias y el jüicio. [CRESPO]: Puesto que redundará esta sentencia, hijo, en haberos dado el alma mía, porque no es otra cosa mi Clemencia, me fuera de gran gusto y alegría. Y alégrenos agora la presencia vuestra, que está en razón y en cortesía, pues ya lo desleído y sentenciado será, sin duda alguna, ejecutado. CLEMENCIA: Pues, con ese seguro, padre mío, el velo quito y a tus pies me postro. Mal haces en usar deste desvío, pues soy tu hija, y no espantable monstro. Tú has dado la sentencia a tu albedrío, y, si es injusta, es bien que te dé en rostro; pero, si justa es, haz que se apruebe, con que a debida ejecución se lleve. [CRESPO]: Lo que escribí, escribí; bien dices, hija: y así, a Clemente admito por mi hijo, y el mundo deste proceder colija que más por ley que por pasión me rijo. SANCHO: No hay alma aquí que no se regocija de vuestro no pensado regocijo. TARUGO: Ni lengua que a Martín Crespo no alabe por hombre ingeniosísimo y que sabe. PEDRO: Nuestro amo, habéis de saber que es merced particular la que el cielo quiere hacer cuando se dispone a dar al hombre buena mujer; y corre el mismo partido ella, si le da marido que sea en todo varón, afable de condición, más que arrojado, sufrido. De Clemencia y de Clemente se hará un junta dichosa, que os alegre y os contente, y quien lleve vuestra honrosa estirpe de gente en gente, y esta noche de San Juan las bodas celebrarán, con el suyo y vuestro gusto. [CRESPO]: Señales de hombre muy justo todas tus cosas me dan; pero la boda otro día se hará: que es noche ocupada de general alegría aquésta. CLEMENTE: No importa nada, siendo ya Clemencia mía: que el gusto del corazón consiste en la posesión mucho más que en la esperanza. PEDRO: ¡Oh, cuántas cosas alcanza la industria y sagacidad! [CRESPO]: Vamos, que hay mucho que hacer esta noche. TARUGO: Sea en buen hora. CLEMENTE: Ni qué esperar ni temer me queda, pues por señora y esposa te vengo a ver. TARUGO: ¡Bien escogistes, Clemencia! CLEMENCIA: Al que ordenó la sentencia las gracias se den, y al cielo. PEDRO: De que he encargado, recelo, algún tanto mi conciencia.
[Vanse] todos, y, al entrarse, sale PASCUAL y tira del sayo a PEDRO, y quédanse los dos en el teatro, y tras PASCUAL [sale] un SACRISTÁN
PASCUAL: Pedro amigo. PEDRO: ¿Qué hay, Pascual? No pienses que me descuido del remedio de tu mal; antes, en él tanto cuido, que casi no pienso en al. Esta noche de San Juan ya tú sabes cómo están del lugar las mozas todas esperando de sus bodas las señales que les dan. Benita, el cabello al viento, y el pie en una bacía llena de agua, y oído atento, ha de esperar hasta el día señal de su casamiento; sé tú primero en nombrarte en su calle, de tal arte, que claro entienda tu nombre. PASCUAL: Por excelencia, el renombre de industrioso pueden darte. Yo lo haré así: queda en paz; mas, después de aquesto hecho, tú lo que faltare haz, ansí no abrasa tu pecho el fuego de aquel rapaz. [PEDRO]: Así será; ve con Dios.
Vase PASCUAL
SACRISTÁN: Por ligero que seáis vos, yo os saldré por el atajo, y buscaré sin trabajo la industria de ambos a dos.
[Vase el SACRISTÁN. Sale MALDONADO, conde de gitanos; y adviértase que todos los que hicieren figura de gitanos, han de hablar ceceoso
MALDONADO: Pedro, ceñor, Dioz te guarde. ¿Qué te haz hecho, que he venido a buzcarte aquezta tarde, por ver ci eztás ya atrevido, o todavía cobarde? Quiero decir, ci te agrada el cer nueztra camarada, nueztro amigo y compañero, como me haz dicho. PEDRO: Sí quiero. MALDONADO: ¿Reparaz en algo? PEDRO: En nada. MALDONADO: Mira, Pedro: nueztra vida ez zuelta, libre, curioza, ancha, holgazana, estendida, a quien nunca falta coza que el deceo buzque y pida. Danoz el herbozo zuelo lechoz; círvenoz el cielo de pabellón dondequiera; ni noz quema el zol, ni altera el fiero rigor del yelo. El máz cerrado vergel laz primiciaz noz ofrece de cuanto bueno haya en él; y apenaz ce vee o parece la albilla o la mozcatel, que no eztá luego en la mano del atrevido gitano, zahorí del fruto ajeno, de induztria y ánimo lleno, ágil, prezto, zuelto y zano. Gozamoz nuestroz amorez librez del dezazociego que dan loz competidorez, calentándonoz zu fuego cin celoz y cin temorez. Y agora eztá una mochacha que con nadie no ce empacha en nueztro rancho, tan bella, que no halla en qué ponella la envidia ni aun una tacha. Una gitana, hurtada, la trujo; pero ella es tal, que, por hermoza y honrada, muestra que es de principal y rica gente engendrada. Ezta, Pedro, cerá tuya, aunque máz el yugo huya, que rinde la libertad, cuando de nueztra amiztad lo acordado ce concluya. PEDRO: Porque veas, Maldonado, lo que me mueve el intento a querer mudar de estado, quiero que me estés atento un rato. MALDONADO: De muy buen grado. PEDRO: Por lo que te he de contar, vendrás en limpio a sacar si para gitano soy. MALDONADO: Atento eztaré y eztoy; bien puedez ya comenzar.

PEDRO: Yo soy hijo de la piedra, que padre no conocí: desdicha de las mayores que a un hombre pueden venir. No sé dónde me criaron; pero sé decir que fui destos niños de dotrina sarnosos que hay por ahí. Allí, con dieta y azotes, que siempre sobran allí, aprendí las oraciones, y a tener hambre aprendí; aunque también con aquesto supe leer y escribir, y supe hurtar la limosna, y desculparme y mentir. No me contentó esta vida cuando algo grande me vi, y en un navío de flota con todo mi cuerpo di, donde serví de grumete, y a las Indias fui y volví, vestido de pez y anjeo, y sin un maravedí. Temí con los huracanes, y con las calmas temí, y espantóme la Bermuda cuando su costa corrí. Dejé el comer del bizcocho con dos dedos de hollín, y el beber vino del diablo antes que de San Martín. Pisé otra vez las riberas del rico Guadalquivir, y entreguéme a sus crecientes, y a Sevilla me volví, donde al rateruelo oficio me acomodé bajo y vil de mozo de la esportilla, que el tiempo lo pidió ansí; en el cual, sin ser yo cura, muy muchos diezmos cogí, haciendo salva a mil cosas que me condenan aquí. En fin: por cierta desgracia, el oficio tuvo fin, y comenzó el peligroso que suelen llamar mandil. En él supe de la hampa la vida larga y cerril, formar pendencias del viento, y con el soplo herir. Mi amo, que era tan bravo como ligero pasquín, dio asalto a una faldriquera a lo callado y sotil; con las manos en la masa le cogió un cierto alguacil, y él quiso ser en un potro confesor y no martir; mártir, digo, Maldonado. MALDONADO: En eso, ¿qué me va a mí? Pronunciad como os dé gusto, pues que no habláis latín. PEDRO: Palme[ó]le las espaldas contra su gusto el bochín, de lo cual quedó mohíno, según que dijo un malsín. A las casas movedizas le llevaron, y yo vi arañarse la Escalanta y llorar la Becerril. Yo, viéndome sin el fieltro de mi andaluz paladín, de mandil a moch[i]lero un salto forzoso di. Deparóme la fortuna un soldado espadachín de los que van hasta el puerto, y se vuelven desde allí. Las boletas rescatadas, las gallinas que cogí, si no las perdona el cielo, ¡desventurado de mí! Diome en rostro aquella vida, porque della conocí que el soldado churrullero tiene en las gurapas fin, y a gentilhombre de playa en un punto me acogí, vida de mil sobresaltos y de contentos cien mil. Mas, por temor de irme a Argel, presto a Córdoba me fui, adonde vendí aguardiente, y naranjada vendí. Allí el salario de un mes en un día me bebí, porque, si hay agua que sepa, la ardiente es doctor sotil. Arrojárame mi amo con un trabuco de sí, y en casa de un asturiano por mi desventura di. Hacía suplicaciones, suplicaciones vendí, y en un día diez canastas todas las jugué y perdí. Fuime, y topé con un ciego, a quien diez meses serví, que, a ser años, yo supiera lo que no supo Merlín. Aprendí la jerigonza, y a ser vistoso aprendí, y a componer oraciones en verso airoso y gentil. Murióseme mi buen ciego, dejóme cual Juan Paulín, sin blanca, pero discreto, de ingenio claro y sotil. Luego fui mozo de mulas, y aun de un fullero lo fui, que con la boca de lobo se tragara a San Quintín; gran jugador de las cuatro, y con la sola le vi dar tan mortales heridas, que no se pueden decir. Berrugeta y ballestilla, el raspadillo y hollín jugaba por excelencia, y el Mase Juan hi de ruin. Gran saje del espejuelo, y del retén tan sotil, que no se le viera un lince con los antojos del Cid. Cayóse la casa un día, vínole su San Martín, pusiéro[n]le un sobreescrito encima de la nariz. Dejéle, y víneme al campo, y sirvo, cual ves, aquí, a Martín Crespo, el alcalde, que me quiere más que a sí. Es Pedro de Urde mi nombre: mas un cierto Malgesí, mirándome un día las rayas de la mano, dijo así: "Añadidle Pedro al Urde un malas; pero advertid, hijo, que habéis de ser rey, fraile y papa, y matachín. Y avendráos por un gitano un caso que sé decir que le escucharán los reyes y gustarán de le oír. Pasaréis por mil oficios trabajosos; pero al fin tendréis uno do seáis todo cuanto he dicho aquí." Y, aunque yo no le doy crédito, todavía veo en mí un no sé qué que me inclina a ser todo lo que oí; pues, como deste pronóstico el indicio veo en ti, digo que he de ser gitano, y que lo soy desde aquí. MALDONADO: ¡Oh Pedro de Urdemalaz generozo, coluna y cer del gitanezco templo! Ven, y daraz principio al alto intento que te incita, te mueve, impele y lleva a ponerte en la lizta gitanezca; ven a adulcir el agrio y tierno pecho de la hurtada mochacha que te he dicho, por quien zeráz dichoso zobremodo. PEDRO: Vamos, que yo no pongo duda en eso, y espero deste asumpto un gran suceso.

[Vanse]. Pónese BENITA a la ventana en cabello
BENITA: Tus alas, ¡oh noche!, extiende sobre cuantos te requiebran, y a su gusto justo atiende, pues dicen que te celebran hasta los moros de aliende. Yo, por conseguir mi intento, los cabellos doy al viento, y el pie izquierdo a una bacía llena de agua clara y fría, y el oído al aire atento. Eres noche tan sagrada, que hasta la voz que en ti suena dicen que viene preñada de alguna ventura buena a quien la escucha guardada. Haz que a mis oídos toque alguna que me provoque a esperar suerte dichosa.
[Sale] el SACRISTÁN
SACRISTÁN: Prenderá a la dama hermosa, sin alguna duda, el Roque. Roque ha de ser el que prenda en este juego a la dama, puesto que ella se defienda; que su ventura le llama a gozar tan rica prenda.

Last updated: October 23, 1997

Pedro de Urdemalas, part 3

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