PEDRO DE URDEMALAS, Part 3 of 9
BENITA:              Roque dicen, Roque oí.
                 Pues no hay otro Roque aquí
                 que el necio del sacristán.
                 Veamos si nombrarán
                 Roque otra vez.
SACRISTÁN:                        Será así,
                     porque es el Roque tal pieza,
                 que no hay dama que se esquive
                 de entregalle su belleza;
                 y, aunque en estrecheza vive,
                 es muy rico en su estrecheza.
BENITA:              ¡Ce!, gentilhombre, tomad
                 este listón y mostrad
                 quién sois mañana con él.
SACRISTÁN:       Seréos en todo fiel,
                 extremo de la beldad;

Estándole dando un listón BENITA al SACRISTÁN, [sale] PASCUAL, y ásele del cuello y quítale la cinta
que cualquiera que seáis de las dos que en esta casa vivís, sé os aventajáis a Venus. PASCUAL: ¿Que aquesto pasa? ¿Que esta cuenta de vos dais? Benita, ¿que a un sacristán, vuestros despojos se dan? Grave fuera aquesta culpa, si no tuviera disculpa en ser noche de San Juan. Vos, bachiller graduado en letras de canto llano, ¿de quién fuistes avisado para ganar por la mano el juego mal comenzado? ¿Así a maitines se toca con vuestra vergüenza poca? ¿Así os hacen olvidar del cantar y repicar los picones de una loca?
[Sale] PEDRO
PEDRO: ¿Qué es esto, Pascual amigo? PASCUAL: El sacristán y Benita han querido sea testigo de que ella es mujer bendita y él de embustes enemigo; mas porque no se alborote, y vea que al estricote le trae su honra su intento, por testigos le presento esta cinta y este zote. SACRISTÁN: Por las santas vinajeras, a quien dejo cada día agostadas y ligeras, que no fue la intención mía de burlarme con las veras. Hoy a los dos os oí lo que había de hacer allí Benita, en cabello puesta, y, por gozar de la fiesta, vine, señores, aquí. Nombréme, y ella acudió al reclamo, como quien, del primer nombre que oyó, de su gusto y de su bien indicio claro tomó; que la vana hechicería que la noche antes del día de San Juan usan doncellas, hace que se muestren ellas de liviana fantasía. PASCUAL: ¿Para qué te dio esta cinta? SACRISTÁN: Para que me la pusiese, y conocer por su pinta quién yo era, cuando fuese ya la luz clara y distinta. BENITA: ¿Para qué a tantas preguntas te alargas, Pascual? ¿Barruntas mal de mí? Mas no lo dudo, porque, en mi daño, de agudo siempre he visto que despuntas. PASCUAL: Así con esa verdad se te arranque el alma, ingrata, sospechosa en la amistad, que con más llaneza trata que vio la sinceridad. Los álamos de aquel río, que con el cuchillo mío tienen grabado tu nombre, te dirán si yo soy hombre de buen proceder vacío. PEDRO: Yo soy testigo, Benita, que no hay haya en aquel prado donde no te vea escrita, y tu nombre coronado que tu fama solicita. PASCUAL: ¿Y en qué junta de pastores me has visto que los loores de Benita no alce al cielo, descubriendo mi buen celo y encubriendo mis amores? ¿Qué almendro, guindo o manzano has visto tú que se viese en dar su fruto temprano que por la mía no fuese traído a tu bella mano antes que las mismas aves le tocasen? Y aun tú sabes que otras cosas por ti he hecho de tu honra y tu provecho, dignas de que las alabes. Y en los árboles que ahora vendrán a enramar tu puerta, verás, crüel matadora, cómo en ellos se vee cierta la gran fe que en mi alma mora. Aquí verás la verbena, de raras virtudes llena, y el rosal, que alegra al alma, y la vitoriosa palma, en todos sucesos buena. Verás del álamo erguido pender la delgada oblea, y del valle aquí traído, para que en tu puerta sea sombra al sol, gusto al sentido. BENITA: No hayas miedo me provoque tu arenga a que yo te toque la mano, encuentro amoroso, porque no ha de ser mi esposo quien no se llamare Roque. PEDRO: Tú tienes mucha razón; pero el remedio está llano con toda satisfación, porque nos le da en la mano la santa Confirmación. Puede Pascual confirmarse, y puede el nombre mudarse de Pascual en Roque, y luego, con su gusto y tu sosiego, puede contigo casarse. BENITA: Dese modo, yo lo aceto. SACRISTÁN: ¡Gracias a Dios que me veo libre de tan grande aprieto! PEDRO: Que has hecho un gallardo empleo, Benita, yo te prometo, porque aquel refrán que pasa por gente de buena masa, que es discreto determino: "Al hijo de tu vecino, límpiale y métele en casa". BENITA: Ponte ese listón, Pascual, y en parte do yo le vea. PASCUAL: Pienso hacer dél el caudal que hace de su librea Iris, arco celestial. Espérate, que ya suena la música que se ordena para el traer de los ramos. PEDRO: Con gusto aquí la esperamos. BENITA: Ella venga en hora buena.
Suena dentro todo género de música y su gaita zamorana. Salen todos los que pudieren con ramos, principalmente CLEMENTE, y los MÚSICOS entran cantando esto
[MÚSICOS]: Niña, la que esperas en reja o balcón, advierte que viene tu polido amor. Noche de San Juan, el gran Precursor, que tuvo la mano más que de reloj, pues su dedo santo tan bien señaló, que nos mostró el día que no anocheció; muéstratenos clara, sea en ti el albor tal, que perlas llueva sobre cada flor; y en tanto que esperas a que salga el sol, di[r]ás a mi niña en suave son: Niña, la que esperas, en reja o balcón, advierte que viene tu polido amor. Dirás a Benita que Pascual, pastor, guarda los cuidados de tu corazón; y que de Clemencia el que es ya señor, es su humilde esclavo, con justa razón; y a la que desmaya en su pretensión, tenla de tu mano, no la olvides, non, y dile callando, o en erguida voz, de modo que oiga la imaginación: Niña, la que esperas en reja o balcón, advierte que viene tu polido amor. CLEMENTE: Ello está muy bien cantado. ¡Ea!, enrámese este umbral por el uno y otro lado. ¿Qué haces aquí, Pascual, de los dos acompañado? Ayúdanos, y a Benita con servicios solicita, enramándole la puerta: que a la voluntad ya muerta el servirla resucita. Ese laurel pon aquí, ese sauce a esotra parte, ese álamo blanco allí, y entre todos tenga parte el jazmín y el alhelí. Haga el suelo de esmeraldas la juncia, y la flor de gualdas le vuelva en ricos topacios, y llénense estos espacios de flores para guirnaldas. BENITA: Vaya otra vez la música, señores, que la escucha Clemencia; y tú, mi Roque,
Quítase de la ventana
haz que suene otra vez. PASCUAL: A mí me place, confirmadora dulce hermosa mía. Vuélvanse a repicar esas sonajas, háganse rajas las guitarras, vaya otra vez el floreo, y solenícese esta mañana en todo el mundo célebre, pues que lo quiere así la gloria mía. CLEMENTE: Cántese, y vamos, que se viene el día. [MÚSICOS]: A la puerta puestos de mis amores, espinas y zarzas se vuelven flores. El fresno escabroso y robusta encina, puestos a la puerta do vive mi vida, verán que se vuelven, si acaso los mira, en matas sabeas de sacros olores, y espinas y zarzas se vuelven flores; do pone la vista o la tierna planta, la yerba marchita verde se levanta; los campos alegra, regocija al alma, enamora a siervos, rinde a señores, y espinas y zarzas se vuelven flores.
[Vanse] cantando. Salen INÉS y BELICA, gitanas, que las podrán hacer las que han hecho BENITA y CLEMENCIA
INÉS: Mucha fantasía es ésa; Belilla, no sé qué diga: o tú te sueñas condesa, o que eres del rey amiga. BELICA: De que sea sueño me pesa. Inés, no me des pasión con tanta reprehensión; déjame seguir mi estrella. INÉS: Confïada en que eres bella, tienes tanta presunción. Pues mira que la hermosura que no tiene calidad, raras veces aventura. BELICA: Confírmase esa verdad muy bien con mi desventura. ¡Oh cruda suerte inhumana! ¿Por qué a una pobre gitana diste ricos pensamientos? INÉS: Aquél fabrica en los vientos que a ver quién es no se allana. Huye desas fantasías; ven, y el baile aprenderás que comenzaste estos días. BELICA: Inés, tú me acabarás con tus extrañas porfías; pero engáñaste en pensar que tengo yo de guardar tu gusto cual justa ley, y sólo ha de ser el rey el que me ha de hacer bailar. INÉS: Desa manera, Belilla, que vengáis al hospital no será gran maravilla: que hacer de la principal no es para vuestra costilla. ¡Acomodaos, noramala, a la cocina y la sala, a bailar aquí y allí! BELICA: Aqueso no es para mí. INÉS: ¿Pues qué? ¿El donaire y la gala, el rumbo, el cer del tuzón, derribando por el zuelo el gitanezco blazón, levantado hasta el cielo por nuestra honezta intención? Antes te vea yo comida de rabia, y antes rendida a un gitano que te dome, o a un verdugo que te tome de las espaldas medida. ¿Esto por ti se ha de ver? ¿Que no sea con gitano gitana, mala mujer? Chico hoyo hagas temprano, si es que tan mala has de ser. BELICA: Mucho te alargas, Inés, y, como simple, no ves dónde mi intención camina. INÉS: Pues esta simple adivina lo que tú verás después.
Salen PEDRO y MALDONADO
MALDONADO: Ésta que ves, Pedro hermano, es la gitana que digo, de parecer sobrehumano, cuya posesión me obligo de entregártela en la mano. Acaba, muda de traje, y aprende nuestro lenguaje; y, aun sin aprenderle, entiendo que has de ser gitano, siendo cabeza de tu linaje. INÉS: ¡Danoz una limoznica, caballero atán garrido! MALDONADO: ¡Deso el labrador se pica! ¡Qué mal que le has conocido, Inés! INÉS: Pide tú, Belica. PEDRO: Si ella pide, no habrá cosa, por grande y dificultosa que sea, que yo no haga, sin esperar otra paga que el servir a una hermosa. MALDONADO: ¿No le rezpondes, ceñora? INÉS: Ceñor conde, vez do viene la viuda tan guardadora, que, puesto que mucho tiene, máz guarda y máz atezora.
[Sale] una VIUDA labradora, que la lleva un ESCUDERO labrador de la mano
INÉS: Limozna, ceñora mía, por la bendita María y por zu Hijo bendito. VIUDA: De mí nunca lleva el grito limosna, ni la porfía. Mejor estará el servir a vosotras, que os está tan sin vergüenza el pedir. ESCUDERO: Va el mundo de suerte ya, que no se puede sufrir. Es vagamunda esta era; no hay moza que servir quiera, ni mozo que por su yerro no se ande a la flor del berro: él sandio, y ella altanera. Y esta gente infrutuosa, siempre atenta a mil malicias, doblada, astuta y mañosa, ni a la Iglesia da primicias, ni al rey no le sube en cosa. A la sombra de herreros usan muchos desafueros, y, con perdón sea mentado, no hay seguro asno en el prado de los gitanos cuatreros. VIUDA: Dejadlos, y caminad, Llorente, que es algo tarde.
[Vanse el ESCUDERO], Llorente y la VIUDA
BELICA: Tómame esa caridad. No hagáis sino hacer alarde de vuestra necesidad de[l]ante de aquesta gente, que no faltará un Llorente como otro Gil que os persiga, y, sin que os dé nada, diga palabras con que os afrente. MALDONADO: ¿Veisla, Pedro? Pues es fama que tiene diez mil ducados junto a los pies de su cama, en dos cofres barreados a quien sus ángeles llama. Requiébrase así con ellos, que pone su gloria en ellos, y así, en vellos se desalma: que han de ser para su alma lo que a Absalón sus cabellos. Sólo a un ciego da un real cada mes, porque le reza las mañanas a su umbral oraciones que endereza al eterno tribunal, por si acaso sus parientes, su marido y ascendientes están en el purgatorio, haga el santo consistorio de su gloria merecientes; y con sola esta obra piensa irse al cielo de rondón, sin desmán y sin ofensa. PEDRO: Que yo la saque de [h]arón mi agudo ingenio dispensa. Informarte has, Maldonado, de todos los que han pasado deste mundo sus parientes, amigos y bien querientes, hasta el siervo o paniaguado, y tráemelo por escrito, y verás cuán fácilmente de su miseria la quito; y, a lo que soy suficiente, a este embuste lo remito. MALDONADO: Desde su tercer abuelo hasta el postrer netezuelo que de su linaje ha muerto, te trairé el número cierto, sin que te discrepe un pelo. PEDRO: Vamos, y verás después lo que haré en aqueste caso por el común interés. MALDONADO: ¿Dó encaminarás el paso, Belica? BELICA: Do querrá Inés. PEDRO: Doquiera que le encamines, tendrá por honrosos fines tu extremado pensamiento. BELICA: Aunque fabrique en el viento, Pedro, no te determines a burlar de mi deseo, que de lejos se me muestra una esperanza en quien veo cierta luz tal, que me adiestra y lleva al bien que deseo. PEDRO: De tu rara hermosura se puede esperar ventura que la iguale. Ven, gitana, por quien nuestra edad se ufana y en sus glorias se asegura.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Last updated: October 23, 1997

Pedro de Urdemalas, part 4

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