PEDRO DE URDEMALAS, Part 5 of 9
PEDRO:               Tu fama a la de Leandro
                 exceda, y jamás se tizne
                 tu pecho de otro Alejandro;
                 antes, cante dél un cisne
                 en las aguas de Meandro;
                     a los hiperbóreos montes
                 pase, al cielo te remontes,
                 y allá te subas con ella,
                 y otra no encierren cual ella
                 nuestros corvos horizontes.

[Vanse] los dos. Salen MALDONADO y BELICA
MALDONADO: Mira, Belica: éste es hombre que te sacará del lodo, de grande ingenio y gran nombre, tan discreto y presto en todo, que es forzoso que te asombre. Quiérese volver gitano por tu amor, y dar de mano a otra cualquier pretensión: considera si es razón que le muestres pecho llano. Él será el mejor cuatrero, según que me lo imagino, que habrá visto el mundo entero, solo, raro y peregrino en las trazas de embustero; porque en una que ahora intenta ha sacado en limpia cuenta que ha de ser único en todas. BELICA: Fácilmente te acomodas a tu gusto y a mi afrenta. ¿No se te ha ya traslucido que el que a grande no me lleve no es para mí buen partido? MALDONADO: No hay cosa en que más se pruebe que careces de sentido, que en esa tu fantasía, fundada en la lozanía de tu juventud gallarda, que en marchitarse no tarda lo que el sol corre en un día. Quiero decir que es locura manifiesta, clara y llana, pensar que la hermosura dura más que la mañana, que con la noche se oscura; y a veces es necedad el pensar que la beldad ha de ofrecer gran marido, siendo por mejor tenido el que ofrece la igualdad. Así que, gitana loca, pon freno al grande deseo que te ensalza y que te apoca, y no busques por rodeo lo que en nada no te toca. Cásate, y toma tu igual, porque es el marido tal que te ofrezco, que has de ver que en él te vengo a ofrecer valor, ser, honra y caudal.
[Sale] PEDRO, ya como gitano
PEDRO: ¿Qué hay, amigo Maldonado? MALDONADO: Una presunción, de suerte que a mí me tiene admirado: veo en lo flaco lo fuerte, en un bajo un alto estado; veo que esta gitanilla, cuanto su estado la humilla, tanto más levanta el vuelo, y aspira a tocar el cielo con locura y maravilla. PEDRO: Déjala, que muy bien hace, y no la estimes en menos por eso: que a mí me aplace que con soberbios barrenos sus máquinas suba y trace. Yo también, que soy un leño, príncipe y papa me sueño, emperador y monarca, y aún mi fantasía abarca de todo el mundo a ser dueño. MALDONADO: Con la viuda, ¿cómo fue? PEDRO: Está en un punto la cosa, mejor de lo que pensé. Ella será generosa, o yo Pedro no seré. Pero, ¿qué gente es aquesta tan de caza y tan de fiesta? MALDONADO: El rey es, a lo que creo. BELICA: Hoy subirá mi deseo de amor la fragosa cuesta:
[Sale] el REY con un criado, SILERIO, y todos de caza
hoy a todo mi contento he de apacentar mis ojos, y al alma dar su sustento, gozando de los despojos que me ofrece el pensamiento y la vista. MALDONADO: Yo imagino que tu grande desatino en gran mal ha de parar. BELICA: Mal se puede contrastar a las fuerzas del destino. REY: ¿Vistes pasar por aquí un ciervo, decid, gitanos, que va herido? BELICA: Señor, sí; atravesar estos llanos, habrá poco que le vi; lleva en la espalda derecha hincada una gruesa flecha. REY: Era un pedazo de lanza. BELICA: El huir y hacer mudanza de lugares no aprovecha al que en las entrañas lleva el hierro de amor agudo, que hasta en el alma se ceba. MALDONADO: Ésta dará, no lo dudo, de su locura aquí prueba. REY: ¿Qué decís, gitana hermosa? BELICA: Señor, yo digo una cosa: que el Amor y el cazador siguen un mismo tenor y condición rigurosa. Hiere el cazador la fiera, y, aunque va despavorida, huyendo en larga carrera, consigo lleva la herida, puesto que huya dondequiera; hiere Amor el corazón con el dorado harpón, y el que siente el parasismo, aunque salga de sí mismo, lleva tras sí su pasión. REY: Gitana tan entendida muy pocas veces se ve. BELICA: Soy gitana bien nacida. REY: ¿Quién es tu padre? BELICA: No sé. MALDONADO: Señor, es una perdida: dice dos mil desvaríos, tiene los cascos vacíos, y llena la necedad de una cierta gravedad que la hace tomar bríos sobre su ser. BELICA: Sea en buen hora; loca soy por la locura que en vuestra ignorancia mora. SILERIO: ¿Sabéis la buenaventura? BELICA: La mala nunca se ignora de la humilde que levanta su deseo a alteza tanta, que sobrepuja a las nubes. SILERIO: Pues, ¿por qué tanto la subes? BELICA: No es mucho: a más se adelanta. REY: ¡Donaire tienes! BELICA: Y tanto, que, fïada en mi donaire, mis esperanzas levanto sobre la región del aire. SILERIO: ¡Risa causas! REY: Y aun espanto. ¡Vamos! ¡Mal haya quien tiene quien sus gustos le detiene! SILERIO: Por la reina dice aquesto. BELICA: No es bien el que viene presto, si para partirse viene.
[Vanse] el REY y SILERIO
PEDRO: Mira, Belica: yo atino que en poner en ti mi amor haré un grande desatino, y así, me será mejor llevar por otro camino mis gustos. Voy, Maldonado, a efetuar lo trazado, para que la viuda estrecha se vea una copia hecha del cuerno que está nombrado; voime a vestir de ermitaño, con cuyo vestido honesto daré fuerzas a mi engaño. MALDONADO: Ve donde sabes, que puesto te dejé el vestido extraño.
[Vase] PEDRO. Sale el ALGUACIL, comisario de las danzas
ALGUACIL: ¿Quién es aquí Maldonado? MALDONADO: Yo, mi señor. ALGUACIL: Guárdeos Dios. BELICA: Alguacil y bien crïado, ¡milagro! Nunca sois vos de la aldea. MALDONADO: Has acertado, porque es de Corte, sin duda. ALGUACIL: Es menester que se acuda con una danza al palacio del bosque. MALDONADO: Dennos espacio. ALGUACIL: Sí harán: que el rey se muda del monesterio do está, de aquí a dos días, a él. MALDONADO: Como lo mandas se hará. BELICA: ¿Viene la reina con él? ALGUACIL: ¿Quién lo duda? Sí vendrá. BELICA: ¿Y es todavía celosa, como suele, y rigurosa? ALGUACIL: Dicen que sí: no sé nada. BELICA: ¿No la hacen confïada el ser reina y ser hermosa? ALGUACIL: Turba el demasiado amor a los sentidos más altos, de más prendas y valor. BELICA: A Amor son los sobresaltos muy anejos, y el temor. ALGUACIL: Tan moza, ¿y eso sabéis? Apostaré que tenéis el alma en su red envuelta. Voime, que he de dar la vuelta por aquí. No os descuidéis, Maldonado, en que sea buena la danza, porque no hay pueblo que hacer la suya no ordena. MALDONADO: Todo mi aprisco despueblo; ella irá de galas llena.
[Vase] el ALGUACIL. Salen SILERIO, el criado del rey, [e] INÉS, la gitana
SILERIO: ¿Que tan arisca es la moza? INÉS: Eslo, señor, de manera que de nonada se altera, y se enoja y alboroza; cierta fantasía reina en ella, que nos enseña, o que lo es, o que se sueña que ha de ser princesa o reina; no puede ver a gitanos y usa con ellos de extremos. SILERIO: Pues agora le daremos do pueda llenar las manos, pues la quiere ver el rey con amorosa intención. INÉS: En las leyes de afición no guarda ninguna ley. Aunque quizá, como es alta y subida en pensamientos, hallará que a sus intentos un rey no podrá hacer falta. Yo, a lo menos, de mi parte haré lo que me has mandado, y le daré tu recado, no más de por contentarte. SILERIO: Pudiérase usar la fuerza antes aquí que no el ruego. INÉS: Gusto con desasosiego, antes mengua que se esfuerza. Mas llevaremos la danza, y hablarémonos después; que la escala de interés hasta las nubes alcanza. SILERIO: Encomiéndote otra cosa, que importa más a este efeto. INÉS: ¿Qué encomiendas? SILERIO: El secreto; porque es la reina celosa; y con la menor señal que vea de su disgusto, turbará del rey el gusto, y a nosotros vendrá mal. INÉS: Váyase, que viene allí nuestr[o] conde. SILERIO: Sea en buen hora, y humíllese esa señora; yo haré lo que fuere en mí.
Vase SILERIO. Entran MALDONADO y PEDRO, de ermitaño
PEDRO: Aunque yo pintara el caso, no me saliera mejor. MALDONADO: Brunelo, el grande embaidor, ante ti retire el paso. Con tan grande industria mides lo que tu ingenio trabaja, que te ha de dar la ventaja, fraudador de los ardides. Libre de deshonra y mengua saldrás en toda ocasión, siendo en el pecho Sinón, Demóstenes en la lengua. INÉS: Señor conde, el rey aguarda nuestra danza aquesta tarde. PEDRO: Haga, pues, Belica alarde de mi rica y buena andanza; púlase y échese el resto de la gala y hermosura. INÉS: Quizá forjas su ventura, famoso Pedro, en [a]questo. A ensayar la danza vamos, y a vestirnos de tal modo, que se admire el pueblo todo. PEDRO: Bien dices, y ya tardamos.
[Vanse] todos. Salen el REY y SILERIO
SILERIO: Digo, señor, que vendrá en la danza ahora, ahora. REY: Mi deseo se empeora, pasa de lo honesto ya; más me pide que pensé, y ya acuso la tardanza, pues la propincua esperanza fatiga, y crece la fe. A los ojos la hurtarás de la reina. SILERIO: Haré tu gusto. REY: Dirás cómo desto gusto, y aun otras cosas dirás, con que acuses mi deseo allá en tu imaginación. SILERIO: Si Amor guardara razón, fuera aquéste devaneo; pero, como no la guarda, ni te culpo, ni desculpo. REY: Conozco el mal, y me culpo, aunque con disculpa tarda y floja. SILERIO: La reina viene. REY: Mira que estés prevenido, y tan sagaz y advertido como a mi gusto conviene; porque esta mujer celosa tiene de lince los ojos. SILERIO: Hoy gozarás los despojos de la gitana hermosa.

Last updated: October 24, 1997

Pedro de Urdemalas, part 6

Return to the "home page" for COMEDIA

James T. Abraham, dh62258@goodnet.com or Vern G. Williamsen, vwilliam@u.arizona.edu