PEDRO DE URDEMALAS, Part 6 of 9
[Sale] la REINA
REINA: Señor, ¿sin mí? ¿Cómo es esto? No sé qué diga, en verdad. REY: Alegra la soledad deste fresco hermoso puesto. REINA: ¿Y enfada mi compañía? REY: Eso no es bien que digáis, pues con ella levantáis al cielo la suerte mía. REINA: Cualquiera cosa me asombra y enciende, y crece el deseo si no os veo, o si no veo de vuestro cuerpo la sombra; y, aunque esto es impertinencia, si conocéis que el amor me manda como señor, con gusto tendréis paciencia. SILERIO: Las danzas vienen, señores, que dellas el son se ofrece.
Suena el tamboril
REY: Verémoslas, si os parece, entre estas rosas y flores: que el sitio es acomodado, espacioso y agradable. REINA: Sea ansí.
[Salen] CRESPO, el alcalde, y TARUGO, el regidor
[CRESPO]: ¿Que no le hable? Tenéislo muy mal pensado. Voto a tal, que he de quejarme al rey de aquesta solencia. TARUGO: Aquí está su reverencia, Crespo. [CRESPO]: ¿Queréis engañarme? ¿Cuál es? REY: Yo soy. ¿Qué os han hecho, buen hombre? [CRESPO]: No sé qué diga. Han burlado mi fatiga, y nuestra danza deshecho, vuestros pajes, que los vea erguidos en Peralvillo. Sé sentillo, y no decillo; ¿qué más mal queréis que sea? Veinte y cuatro doncellotes, todos de tomo y de lomo, venían. Yo no sé cómo no os da el rey dos mil azotes, pajes, que sois la canalla más mala que tiene el suelo. Digo, pues, que, con mi celo, que es bueno el que en mí se halla, aquestos tantos donceles junté, como soy alcalde, para serviros de balde, con barbas y cascabeles. No quise traer doncellas, por ser danza tan usada, sino una cascabelada de mozos parientes dellas; y, apenas vieron sus trajes, al galán uso moderno, cuando todo el mismo infierno se revistió en vuestros pajes, y con trapajo y con lodo tanta carga les han dado, que queda desbaratado el danzante escuadrón todo. Han sobajado al mejor penuscón de danzadores que en estos alrededores vio príncipe ni señor. REINA: Pues volvedlos a juntar, que yo haré que el rey espere. TARUGO: Aunque vuelva el que quisiere, no se podrá rodear, porque van todos molidos como cibera y alheña, de mojicón, ripio y leña largamente proveídos. REINA: ¿No traeréis uno siquiera, porque gustaré de velle? TARUGO: Veré si puedo traelle. [CRESPO]: Advertid que el rey espera, Tarugo, y si no está Renco tan malo como le vi, traed, si es posible, aquí a mi sobrino Mostrenco, que en él echará de verse cuáles los otros serían. ¡Oh, cuántos pajes se crían en Corte para perderse! Pensé que por ser del rey, y tan bien nacidos todos, usarían de otros modos de mejor crïanza y ley; pero cuatro pupilajes de cuatro universidades, no encierran tantas ruindades como saben vuestros pajes. Las burlas que nos han hecho descubren con sus ensayos que traen cruces en los sayos y diablos dentro del pecho.
Vuelve TARUGO, y trae consigo a MOSTRENCO, tocado a papos, con un tranzado que llegue hasta las orejas, saya de bayeta verde guarnecida de amarillo, corta a la rodilla, y sus polainas con cascabeles, corpezuelo o camisa de pechos; y, aunque toque el tamboril, no se ha de mover de un lugar
TARUGO: A Mostrenco traigo; helo, Crespo. [CRESPO]: Pingarrón, tocad; que la buena majestad en él verá nuestro celo
Toca
y nuestro ingenio lozano. Menéate, majadero, o hazte de rogar primero, como músico o villano. ¡Hola! ¿A quién digo? Sobrino, danza un poco, ¡pese a mí! TARUGO: El diablo nos trujo aquí, según que ya lo adivino. ¡Yérguete, cuerpo del mundo! Gínchale. [CRESPO]: ¡Oh pajes de Satanás! REINA: Ni le roguéis ni deis más. [CRESPO]: Hoy nos echas al profundo con tu terquedad. MOSTRENCO: No puedo menearme, ¡por San Dios! SILERIO: ¡Qué tierno doncel sois vos! TARUGO: ¿Qué tienes? MOSTRENCO: Quebrado un dedo del pie derecho. REY: Dejalde, y a vuestro pueblo os volved. [CRESPO]: Si es que me ha de hacer merced, de Junquillos soy alcalde; y si castiga a sus pajes, otra danza le traeremos que pase a todos estremos en la invención y los trajes.
[Vanse] TARUGO, [CRESPO, el] alcalde, y MOSTRENCO
REINA: El alcalde es extremado. REY: Y la danza bien vestida. REINA: Bien platicada y reñida, y el premio bien esperado. SILERIO: Ésta es la de las gitanas que viene. REINA: Pues suelen ser muchas de buen parecer y de su traje galanas. REY: Que tiemble de una gitana un rey, ¡qué gran poquedad! SILERIO: Verá vuestra majestad, entre éstas, una galana y hermosa sobremanera, y sobremanera honesta. REY: ¡Caro el mirarla me cuesta! REINA: ¿No llegan? ¿A qué se espera?
[Salen] los MÚSICOS, vestidos a lo gitano; INÉS y BELICA y otros dos muchachos, de gitanos, y en v[e]stir a todas, principalmente a BELICA, se ha de echar el resto; entra asimismo PEDRO, de gitano, y MALDONADO; han de traer ensayadas dos mudanzas y su tamboril
PEDRO: Vuestros humildes gitanos, majestades que Dios guarde, hacemos vistoso alarde de nuestros bríos lozanos. Quisiéramos que esta danza fuera toda de brocado; mas el poder limitado es muy poco lo que alcanza. Mas, con todo, mi Belilla, con su donaire y sus ojos, os quitará mil enojos, dándoos gusto y maravilla. ¡Ea, gitanas de Dios, comenzad, y sea en buen pie! REINA: Bueno es el gitano, a fe. MALDONADO: Id delantera las dos. PEDRO: ¡Ea, Belica, flor de abril; Inés, bailadora ilustre, que podéis dar fama y lustre a esta danza y a otras mil!
Bailan
¡Vaya el voladillo apriesa! ¡No os erréis; guardad compás! ¡Qué desvaída que vas, Francisquilla! ¡Ea, Ginesa! MALDONADO: Largo y tendido el cruzado, y tomen los brazos vuelo. Si ésta no es danza del cielo, yo soy asno enalbardado. PEDRO: ¡Ea, pizpitas ligeras y andarríos bulliciosos, llevad los brazos airosos y las personas enteras! MALDONADO: El oído en las guitarras, y haced de azogue los pies. PEDRO: ¡Por San; buenas van las tres! MALDONADO: Y aun las cuatro no van malas. Pero Belica es extremo de donaire, brío y gala. PEDRO: Como no bailan en sala, que tropiecen cuido y temo.

Cae Belica junto al rey. ¿No lo digo yo? Belilla ha caído junto al rey. REY: Que os alce yo es justa ley, nueva octava maravilla;

y entended que con la mano os doy el alma también. REINA: Ello se ha hecho muy bien; andado ha el rey cortesano. ¡Bien su majestad lo allana, y la postra por el suelo, pues levanta hasta su cielo una caída gitana! BELICA: Mostró en esto su grandeza, pues casi fuera impiedad que junto a su majestad nadie estuviera en bajeza; y no se pudo ofender su grandeza en esto en nada, pues majestad confirmada no puede desfallecer; y, en cierta manera, creo que cabe en la suerte mía que me hagan cortesía los reyes. REINA: Ya yo lo veo. ¿Que ese privilegio tiene la hermosura? REY: ¡Ea, señora, no turbéis la justa ahora, porque alegra y entretiene! REINA: Apriétanme el corazón esas palabras livianas. Llevad aquestas gitanas y ponedlas en prisión: que es la belleza tirana, y a cualquier alma conquista, y está su fuerza en ser vista. REY: ¿Celos te da una gitana? Cierto que es terrible cosa e insufrible de decir. REINA: Pudiérase eso decir, a no ser ésta hermosa, y a ser vuestra condición de rey; pero no es así. Llevádmelas ya de ahí. SILERIO: ¡Extraña resolución! INÉS: Señora, así el pensamiento celoso no te fatigue, ni hacer hazañas te obligue que no lleven fundamento. Que a solas quieras oírme un poco que te diré, y en ello no intentaré de tu prisión eximirme. REINA: A mi estancia las llevad; pero traedlas tras mí.

[Vanse] la REINA y las gitanas
REY: Pocas veces celos vi sin tocar en crüeldad. SILERIO: Una sospecha me afana, señor, por lo que aquí veo, y es que di de tu deseo noticia a aquella gitana que a la reina quiere hablar en secreto, y es razón temer que de tu intención larga cuenta querrá dar. REY: En mi dolor tan acerbo, no me queda qué temer, pues no puede negro ser más que sus alas el cuervo. Venid, y daremos orden cómo se tiemple en la reina la furia que en ella reina, la confusión y desorden.
[Vanse] el REY y SILERIO
PEDRO: ¡Bien habemos negociado, gustando vos del oficio! MALDONADO: Digo que pierdo el juïcio, y estoy como embelesado. Belica presa, e Inés con la reina quiere hablar. ¡Mucho me da que pensar! PEDRO: Y aun que temer. MALDONADO: Así es. PEDRO: Yo, a lo menos, el suceso no pienso esperar del caso: que a compás retiro el paso del gitanesco progreso. Un bonete reverendo y el eclesiástico brazo sacarán deste embarazo mi persona, a lo que entiendo. ¡Adiós, Maldonado! MALDONADO: Espera. ¿Qué quieres hacer? PEDRO: No, nada; la suerte tengo ya echada, y tengo sangre ligera. No me detendrán aquí con maromas y con sogas. MALDONADO: En muy poca agua te ahogas. Nunca pensé tal de ti; antes, pensé que tenías ánimo para esperar un ejército. PEDRO: Es hablar: otras son las fuerzas mías. Aún no me has bien conocido; pues entiende, Maldonado, que ha de ser el hombre honrado recatado, y no atrevido; y es prudencia prevenir el peligro. Queda en paz. MALDONADO: Sin porqué temes; mas haz tu gusto. PEDRO: Yo sé decir que es razón que aquí se tema: que las iras de los reyes pasan términos y leyes, como es su fuerza suprema. MALDONADO: Si así es, vámonos luego, que nos estará mejor. MÚSICOS: Todos tenemos temor, Maldonado. MALDONADO: No lo niego.
[Vanse] todos

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Last updated: October 24, 1997

Pedro de Urdemalas, part 7

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