PEDRO DE URDEMALAS, Part 8 of 9
MARCELO:             Pues que ya la tierra cubre
                 el delito y la deshonra,
                 si es deshonra y si es delito
                 el que amor honesto forja,
                 quiero romper un silencio
                 que no importa que le rompa
                 ni a los muertos ni a los vivos;
                 antes, a todos importa.

                     La duquesa Félix Alba,
                 que Dios acoja en su gloria,
                 una noche, en luz escasa
                 y en tinieblas abundosa,
                 estando yo en el terrero,
                 con esperanza dudosa
                 de ver a la que me diste,
                 gran señora, por esposa,
                 con un turbado ceceo
                 me llamó, y con voz ansiosa
                 me dijo: "Así la ventura
                 a tus deseos responda,
                 señor, quienquiera que seas;
                 que, en esta ocasión forzosa,
                 mostrando pecho cristiano,
                 a quien te llama socorras.
                 Pon a recado esa prenda,
                 más noble que venturosa;
                 dale el agua del bautismo
                 y el nombre que tú le escojas."
                 Y en esto ya descolgaba
                 de unas trenzas, que de soga
                 sirvieron, una cestilla
                 de blanca mimbre olorosa.
                 No dijo más, y encerróse.
                 Yo quedé en aquella hora
                 cargado, suspenso y lleno
                 de admiración y congoja,
                 porque oí que una crïatura
                 dentro de la cesta llora,
                 así cual recién nacida.
                 ¡Ved qué carga, y a qué hora!
                 En fin, porque presto veas
                 el de aquesta extraña historia,
                 digo que al punto salí,
                 con diligencia no poca,
                 de la ciudad al aldea
                 que está sobre aquella loma,
                 por ser cerca. Pero el cielo,
                 que infortunios acomoda,
                 me deparó en el camino,
                 al despuntar del aurora,
                 un rancho de unos gitanos,
                 de pocas y humildes chozas.
                 Por dádivas y por ruegos,
                 una gitana no moza
                 me tomó la criatura
                 y al punto desenvolvióla,
                 y entre las fajas, envueltas
                 en un lienzo, halló esas joyas,
                 que yo conocí al momento,
                 pues son de tu hermano todas.
                 Dejéselas con la niña,
                 que era una niñahermosa
                 la que en la cesta venía,
                 nacida de pocas horas;
                 encarguéle su crïanza
                 y el bautismo, y que, con ropas
                 humildes, empero limpias,
                 la criase. ¡Extraña cosa!:
                 que, cuando deste suceso
                 mi lengua a tu hermano informa,
                 dijo: "Marcelo, la niña
                 es mía, como las joyas.
                 La duquesa Félix Alba
                 es su madre, y ella es sola
                 el blanco de mis deseos
                 y de mis penas la gloria.
                 Inmaturo ha sido el parto,
                 mal prevenida la toma;
                 pero no hay falta que llegue
                 de su ingenio a la gran sobra."
                 Estando en estas razones,
                 en son tristísimo doblan
                 las campanas, sin que quede
                 monesterio ni p[a]rroquia.
                 El son general y triste
                 daba indicios ser persona
                 principal la que a la tierra
                 el común tributo torna.
                 Hizo manifiesto el caso
                 un paje que entró a deshora
                 diciendo: "Muerta es, señor,
                 Félix Alba, mi señora.
                 De improviso murió anoche,
                 y por ella, señor, forman
                 este son tantas campanas,
                 y tantas gentes que lloran."
                 Con estas nuevas tu hermano
                 quedó con el alma absorta,
                 sin movimiento los ojos,
                 inmovible la persona.
                 Volvió en sí desde allí a un rato,
                 y, sin decirme otra cosa
                 sino: "Haz crïar la niña,
                 y no le quites las joyas;
                 como gitana se críe,
                 sin hacerla sabidora,
                 aunque crezca, de quién es,
                 porque esto a mi gusto importa."
                 Dos horas tardó en partirse
                 a las fronteras, do apoca
                 con su lanza la morisma,
                 sus gustos con sus memorias.
                 Siempre me escribe que vea
                 a Belica, que llamóla
                 así la gitana sabia
                 que con mucho amor crióla.
                 Yo no alcanzo su desinio,
                 ni a qué aspira, ni en qué topa
                 el no querer que se sepa
                 tan rara y tan triste historia.
                 Hanle dicho a la muchacha
                 que un ladrón gitano hurtóla,
                 y ella se imagina hija
                 de alguna real persona.
                 Yo la he visto muchas veces,
                 y hacer y decir mil cosas,
                 que parece que ya tiene
                 en las sienes la corona.
                 Murió la que la dio leche,
                 y, con las joyas, dejóla
                 en poder de otra su hija,
                 si no tan bella, tan moza.
                 Ésta, que es la que tenía
                 esas joyas, no otra cosa
                 sabe más de lo que supo
                 su madre, y el hecho ignora
                 de los padres de Isabel,
                 tu sobrina, la hermosa,
                 la señora, la garrida,
                 la discreta y la briosa.

                     Respondo esto a la pregunta
                 si se dieron esas joyas,
                 o se hurtaron: que me admira
                 verlas donde están agora.
[REINA]:         La mitad he yo sabido
                 desta peregrina historia,
                 y una y otra relación,
                 sin que discrepen, conforman.
                 Mas dime: ¿conocerías,
                 si acaso vieses, la hermosa
                 gitana que dices?
MARCELO:                             Sí;
                 como a mí mismo, señora.
REINA:           Pues espérate aquí un poco.

[Vase] la REINA
MARCELO: ¿Quién trujo aquí aquestas joyas? ¡Cómo a los cielos y al tiempo por jamás se encubre cosa! ¿Si he hecho mal en descubrirme? Sí: que lengua presurosa no da lugar al discurso y más condena que abona.
Vuelven la REINA, BELICA [e] INÉS
REINA: ¿Es aquél el que venía a ver a tu hermana? INÉS: Sí; que con mi madre le vi comunicar más de un día. REINA: Con eso, y con el semblante, que al de mi hermano parece, ya veo que se me ofrece una sobrina delante. MARCELO: Así lo puedes creer: que ésa que traes de la mano es la prenda que tu hermano quiere y debe más querer. Si ilustre por el padre la ha hecho Dios en el suelo, no menos la hace el cielo extremada por la madre, y ella, por su hermosura, merece ser estimada.
[Salen] el REY y el CABALLERO
REY: Ello es cosa averiguada que no hay celos sin locura. REINA: Y sin amor, señor mío, dijérades muy mejor. REY: Celos son rabia, y amor siempre della está vacío; y de la causa que es buena mal efecto no procede. REINA: En mí al contrario sucede: siempre celos me dan pena, y siempre los ha engendrado el grande amor que yo os tengo. REY: Si hay venganza, yo me vengo con que os hayáis engañado, pues no podrán redundar de vuestras preguntas hechas tan vehementes sospechas que me puedan condenar, ni yo, si miráis en ello, soy de sangre tan liviana que a tan humilde gitana incline el altivo cuello. REINA: Mirad, señor, que es hermosa, y que la rara belleza se lleva tras sí la alteza y fuerza más poderosa. Por mis ojos, que lleguéis a mirar sus bellos ojos. REY: Si gustáis de darme enojos, o es buen medio el que ponéis. REINA: ¿Cómo? ¿Y que así os amohína el mirar a una doncella que, después de ser tan bella, aspira a ser mi sobrina? BELICA: ¿Qué ha de ser aquesto, Inés? Que me voy imaginando que se están de mí burlando. INÉS: Calla y sabráslo después. REINA: Miradla así, descuidado, y decidme a quién parece. REY: A los ojos se me ofrece de Rosamiro un traslado. REINA: No es mucho, porque es su hija y como a tal la estimad. CABALLERO: ¿Burla vuestra majestad? REINA: No es bien que eso se colija de verdad tan manifiesta. REY: Si no burláis, es razón que me cause admiración tal novedad como es ésta. REINA: Llegad al rey, Isabel, y decid que os dé la mano como a hija de mi hermano. BELICA: Como sierva llego a él. REY: Levantad, bella criatura, que de vuestro parecer muy bien se puede creer y esperar mayor ventura. Pero decidme, señora: ¿cómo sabéis esta historia? REINA: Aunque es breve y es notoria, no es para decilla agora. Vámonos a l[a] ciudad, que en el camino sabréis lo que luego creeréis como infalible verdad. REY: Vamos. MARCELO: No hay dudar, señor, en historia que es tan clara, pues su rostro la declara, y yo, que soy el a[u]tor.
Vanse entrando todos, y a la postre quedan INÉS y BELICA
INÉS: Belica, pues vas sobrina de la reina, por lo menos, esos tus ojos serenos a nuestra humildad inclina. Acuérdate de que hurtamos más de una vegada juntas, y que sin soberbia y puntas más de otras cinco bailamos; y que, aunque habemos andado muchas veces a las greñas, siempre en efeto y por señas te he temido y respetado. Haz algún bien, pues podrás, a nuestros gitanos pobres; así en venturosa sobres a cuantas lo fueron más. Responde a lo que se ve de tu ser tan principal. BELICA: Dame, Inés, un memorial, que yo le despacharé.
[Vanse]. Sale PEDRO de Urdemalas, con manteo y bonete, como estudiante
PEDRO: Dicen que la variación hace a la naturaleza colma de gusto y belleza, y está muy puesto en razón. Un manjar a la contina enfada, y un solo objeto a los ojos del discreto da disgusto y amohína. Un solo vestido cansa. En fin, con la variedad se muda la voluntad y el espíritu descansa. Bien logrado iré del mundo cuando Dios me lleve dél, pues podré decir que en él un Proteo fui segundo. ¡Válgame Dios, qué de trajes he mudado, y qué de oficios, qué de varios ejercicios, qué de exquisitos lenguajes! Y agora, como estudiante, de la reina voy huyendo, cien mil azares temiendo desta mi suerte inconstante. Pero yo, ¿por qué me cuento que llevo en mudable palma? Si ha de estar siempre nuestra alma en contino movimiento, Dios me arroje ya a las partes donde más fuere servido.
[Sale] un LABRADOR con dos gallinas
LABRADOR: Pues yo no las he vendido; bien parece que es hoy martes. PEDRO: Mostrad, hermano; llegad, llegad, mostrad. ¿Qué os turbáis? Ellas son de calidad, que en cada una mostráis vuestra grande caridad. Andad con Dios y dejaldas, y desde lejos miraldas, como a reliquias honraldas, para el culto dedica[l]das bucólico y adoraldas. LABRADOR: Como me las pague, haga altar o reliquias dellas, o lo que más satisfaga a su gusto. PEDRO: Sólo es dellas santa y justísima paga hacer dellas un empleo que satisfaga al deseo del más mirado cristiano. LABRADOR: Saldrá su disignio vano, señor zote, a lo que creo.
[Salen] dos REPRESENTANTES, que se señalan con números 1 y 2
PEDRO: Sois hipócrita y malino, pues no tenéis miramiento que os habla un hombre cetrino, hombre que vale por ciento para hacer un desatino; hombre que se determina, con una y otra gallina, sacar de Argel dos cautivos que están sanos y están vivos por la voluntad divina. REPRESENTANTE 1: Este cuento es de primor, y el sacristán, o lo que es, juega de hermano mayor. PEDRO: ¡Oh fuerzas del interés, llenas de envidia y rigor! ¿Que es posible que te esquives, por tan pocos arrequives, de sacar sendos cristianos de mano de los tiranos? ¡Cómante malos caribes! LABRADOR: Diga, señor papasal: ¿son, por ventura, mostrencas mis gallinas, ¡pesiatal!, para no hacerme de pencas de dar mi pobre caudal? Rescaten a esos cristianos los ricos, los cortesanos, los frailes, los limosneros: que yo no tengo dineros si no lo ganan mis manos. REPRESENTANTE 1: (Esforcemos este embuste. [Aparte] Sois un hombre mal mirado, de mala yacija y fuste, hombre que es tan desalmado, que no hay cosa de que guste.) PEDRO: La maldición de mi zorra, de mi bonete y mi gorra, caiga en ti y en tu ralea, y cautivo yo te vea en Fez en una mazmorra, para ver si te holgarás de que sea quien entonces, por dos gallinas no más... ¡Oh corazones de bronces, archivos de Satanás! ¡Oh miseria desta vida, a términos reducida, que vienen los cortesanos a rogar a los villanos, gente non santa y perdida!

Last updated: October 24, 1997

Pedro de Urdemalas, part 9

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James T. Abraham, dh62258@goodnet.com or Vern G. Williamsen, vwilliam@u.arizona.edu