November 8, 1997


LA NUMANCIA


Personas que hablan en ella:


JORNADA PRIMERA


Entra ESCIPIÓN, JUGURTA, MARIO, y QUINTO FABIO, hermano de Escipión, romanos

ESCIPIÓN: Esta difícil y pesada carga que el senado romano me ha encargado tanto me aprieta, me fatiga y carga que ya sale de quicio mi cuidado. De guerra y curso tan extraña y larga y que tantos romanos ha costado, ¿quién no estará suspenso al acaballa? ¡Ah! ¿Quién no temerá de renovalla? JUGURTA: ¡Quién, Cipión? Quien tiene la ventura, el valor nunca visto que en ti encierras, pues con ella y con él está segura la victoria y el triunfo de estas guerras. ESCIPIÓN: El esfuerzo regido con cordura allana al suelo las más altas sierras, y la fuerza feroz de loca mano áspero vuelve lo que está más llano; mas no hay que reprimir, a lo que veo, la fuerza del ejército presente, que, olvidado de gloria y de trofeo, ya embebido en la lascivia ardiente; y esto sólo pretendo, esto deseo; volver a nuevo trato nuestra gente, que, enmendando primero al que es amigo, sujetaré más presto al enemigo. ¡Mario! MARIO: ¿Señor? ESCIPIÓN: Haz que a noticia venga de todo nuestro ejército, en un punto, que, sin que estorbo alguno le detenga, parezca en este sitio todo junto, porque una breve plática de arenga les quiero hacer. MARIO: Harélo en este punto. ESCIPIÓN: Camina, porque es bien que sepan todos mis nuevas trazas y sus viejos modos.

Vase MARIO

JUGURTA: Séte decir, señor, que no hay soldado que no te tema juntamente y ame; y porque ese valor tuyo extremado de Antártico a Calixto se derrame, cada cual con feroz ánimo osado, cuando la trompa a la ocasión les llame, piensa hacer en tus servicios cosas que pasen las hazañas fabulosas. ESCIPIÓN: Primero es menester que se refrene el vicio, que entre todos se derrama; que si éste no se quita, en nada tiene con ellos que hacer la buena fama. Si este daño común no se previene y se deja arraigar su ardiente llama, el vicio sólo puede hacernos guerra más que los enemigos de esta tierra.

Tocan a recoger y échase de adentro este bando

[VOZ]: "Manda nuestro general que se recojan armados luego todos los soldados en la plaza principal, y que ninguno no quede de parecer a esta vista, so pena que de la lista al punto borrado quede."

JUGURTA: No dudo yo, señor, sino que importa recoger con duro freno la malicia, y que se dé al soldado rienda corta cuando él se precipita en la injusticia. La fuerza del ejército se acorta, cuando va sin arrimo de justicia aunque más le acompañen a montones mil pintadas banderas y escuadrones.

Entra un alarde de soldados, armado a lo antiguo sin arcabuces, y ESCIPIÓN se sube sobre una peña que estará allí, y dice

ESCIPIÓN: En el fiero ademán, en los lozanos marciales aderezos y vistosos, bien os conozco, amigos, por romanos: romanos, digo, fuertes y animosos; mas en las blancas delicadas manos y en las teces de rostros tan lustrosos, allá en Bretaña parecéis crïados, y de padres flamencos engendrados. El general descuido vuestro, amigos, el no mirar por lo que tanto os toca, levanta los caídos enemigos que vuestro esfuerzo y opinión apoca. De esta ciudad los muros son testigos que aun hoy está cual bien fundada roca de vuestras perezosas fuerzas vanas, que sólo el nombre tienen de romanos. ¿Paréceos, hijos, que es gentil hazaña que tiemble del romano nombre el mundo y que vosotros solos en España le aniquiléis y echéis en el profundo? ¿Qué flojedad es ésta tan extraña? ¿Qué flojedad? Si yo mal no me fundo, es flojedad nacida de pereza, enemiga mortal de fortaleza. La blanda Venus con el duro Marte jamás hacen durable ayuntamiento; ella regalos sigue, él sigue arte que incita daños y furor sangriento. La cipria diosa estése agora aparte; deje su hijo nuestro alojamiento, que mal se aloja en las marciales tiendas quien gusta de banquetes y meriendas. ¿Pensáis que sólo atierra la muralla el almete y la acerada punta, y que sólo atropella la batalla la multitud de gentes y armas junta? Si esfuerzo de cordura no señala que todo lo previene y lo barrunta, poco aprovechan muchos escuadrones, y menos infinitas municiones. Si a militar concierto se reduce, cualque pequeño ejército que sea, veréis que como sol claro reluce, y alcanza las victorias que desea; pero si a flojedad él se conduce, aunque abreviado el mundo en él se vea, en un momento quedará deshecho por más regalada mano y fuerte pecho. Avergonzaos, varones esforzados, porque, a nuestro pesar, con arrogancia, tan pocos españoles, y encerrados, defiendan este nido de Numancia. Diez y seis años son, y más, pasados que mantienen la guerra y la ganancia de haber vencido con feroces manos millares de millares de romanos. Vosotros os vencéis, que estáis vencidos del bajo antojo, y fementil, liviano, con Venus y con Baco entretenidos, sin que a las armas extendáis la mano. Córreos agora, si no estáis corridos, de ver que este pequeño pueblo hispano contra el poder romano se defiende y, cuanto más rendido, más ofende. De nuestro campo quiero, en todo caso, que salgan las infames meretrices, que de ser reducidos a este paso, ellas solas han sido las raíces. Para beber no quede más de un vaso, y los lechos, un tiempo ya felices, llenos de concubinas, se deshagan, y de fajina y en el suelo se hagan. No me huela el soldado otros olores que el olor de la pez y de resina, ni por golosidad de los sabores traiga siempre aparato de cocina; que el que usa en la guerra estos primores muy mal podrá sufrir la cota fina; no quiero otro primor ni otra fragancia en tanto que español viva en Numancia. No os parezca, varones, escabroso ni duro este mi justo mandamiento, que al fin conoceréis ser provechoso cuando aquél consigáis de vuestro intento. Bien se os ha de hacer dificultoso dar a vuestras costumbres nuevo asiento; mas, si no las mudáis, estará firme la guerra que esta afrenta más confirme. En blandas camas, entre juego y vino, hállase mal el trabajoso Marte. Otro aparejo busca, otro camino. Otros brazos levantan su estandarte. Cada cual se fabrica su destino. No tiene allí Fortuna alguna parte. La pereza Fortuna baja cría; la diligencia, imperio y monarquía. Estoy con todo esto tan seguro de que al fin mostraréis que sois romanos, que tengo en nada el defendido muro de estos rebeldes bárbaros hispanos; y así, os prometo por mi diestra y juro que, si igualáis al ánimo las manos, que las mías se alarguen en pagaros, y mi lengua también en alabaros.

Míranse los soldados unos a otros, y hacen señas a uno de ellos, que se llama CAYO MARIO, que responda por todos, y dice

CAYO MARIO: Si con atentos ojos has mirado, ínclito general, en los semblantes que a tus breves razones han mostrado los que tienes agora circunstantes, cuál habrás visto sin color, turbado, y cuál con ella, indicios bien bastantes de que el temor y la vergüenza a una nos aflige, molesta e importuna, vergüenza, de mirar ser reducidos a término tan bajo por su culpa, que viendo ser por ti reprehendidos, no saben a esa falta hacer disculpa; temor, de tantos yerros cometidos; y la torpe pereza que los culpa los tiene de tal modo, que se holgaran antes morir que en esto se hallaran. Pero el lugar y el tiempo que los queda para mostrar alguna recompensa, es causa que con menos fuerza pueda fatigarte el rigor de tal ofensa. De hoy más, con presta voluntad y leda, el más mínimo de estos cuida y piensa de ofrecer sin revés a tu servicio la hacienda, vida, honra en sacrificio. Admite, pues, de sus intentos sanos al justo ofrecimiento, señor mío, y considera al fin que son romanos, en quien nunca faltó del todo brío. Vosotros levantad las diestras manos en señal que aprobáis el voto mío. SOLDADO 1: Todo lo que habéis dicho confirmamos. SOLDADO 2: Y lo juramos todos. TODOS: Sí, juramos. ESCIPIÓN: Pues, arrimado a tal ofrecimiento, crece ya desde hoy mi confïanza, creciendo en vuestros pechos ardimiento y del viejo vivir nueva mudanza. Vuestras promesas no se lleve el viento; hacerlas verdaderas con la lanza; que las mías saldrán tan verdaderas cuanto fuere el valor de vuestras veras. SOLDADO 1: Dos numantinos con seguro vienen a darte, Cipïón, una embajada. ESCIPIÓN: ¿Por qué no llegan ya? ¿En qué se detienen? SOLDADO 1: Esperan que licencia les sea dada. ESCIPIÓN: Si son embajadores, ya la tienen. SOLDADO 1: Embajadores son. ESCIPIÓN: Daldes entrada; que, aunque descubran cierto falso pecho, al enemigo siempre de provecho, jamás la falsedad vino cubierta tanto con la verdad, que no mostrase algún pequeño indicio, alguna puerta por donde su maldad se entestiguase. Oír al enemigo es cosa cierta que siempre aprovechó más que dañase y, en las cosas de guerra, la experiencia muestra que lo que digo es cierta ciencia.

La Numancia Jornada I, verses 225-536

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Electronic text by Vern G. Williamsen and J T Abraham