TRATO DE ARGEL


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA

[Sale] AURELIO

AURELIO: ¡Triste y miserable estado! ¡Triste esclavitud amarga, donde es la pena tan larga cuan corto el bien y abreviado! ¡Oh purgatorio en la vida, infierno puesto en el mundo, mal que no tiene segundo, estrecho do no hay salida! ¡Cifra de cuanto dolor se reparte en los dolores, daño que entre los mayores se ha de tener por mayor! ¡Necesidad increíble, muerte creíble y palpable, trato mísero intratable, mal visible e invisible! ¡Toque que nuestra paciencia descubre si es valerosa; pobre vida trabajosa, retrato de penitencia! Cállese aquí este tormento, que, según me es enemigo, no llegará cuanto digo a un punto de lo que siento. Pondérase mi dolor con decir, bañado en lloros, que mi cuerpo está entre moros y el alma en poder de Amor. Del cuerpo y alma es mi pena: el cuerpo ya veis cual va, mi alma rendida está a la amorosa cadena. Pensé yo que no tenía Amor poder entre esclavos, pero en mí sus recios clavos muestran más su gallardía. ¿Qué buscas en la miseria, Amor, de gente cautiva? Déjala que muera o viva con su pobreza y laceria. ¿No ves que el hilo se corta desa tu amorosa estambre, aquí con sed o con hambre, a la larga o a la corta? Mas creo que no has querido olvidarme en este estrecho, que has visto sano mi pecho, aunque tan roto el vestido. Desde agora claro entiendo que el poder que en ti se encierra abraza el cielo y la tierra, y más que no comprehendo. Una cosa te pidiera, si en esa tu condición una sombra de razón por entre mil sombras viera; y es que, pues fuiste la causa de acabarme y destruirme, que en el contino herirme hagas un momento pausa. Yo no te pido que salgas de mi pecho, pues no puedes; antes, te pido que quedes, y en este trance me valgas. Mira que se me apareja una muy fiera batalla, y que no he de atropellalla si tu consejo me deja. Del lugar do me pusiste, me procuran derribar; pero, ¿quién podrá bajar lo que tú una vez subiste? Ya viene Zahara y su arenga; ¡ay, enfadosa porfía; cómo que me falta el día antes que la noche venga! ¡Valedme, Silvia, bien mío, que, si vos me dais ayuda, de guerra más ardua y cruda llevar la palma confío!

Entra agora ZAHARA, ama de AURELIO, y FÁTIMA, criada de ZAHARA
ZAHARA: ¡Aurelio! AURELIO: Señora mía... ZAHARA: Si tú por tal me tuvieras, a fe que luego hicieras lo que ruega mi porfía. AURELIO: Lo que tú quieres yo quiero, porque al fin te soy esclavo. ZAHARA: Esas palabras alabo, mas tus obras vitupero. AURELIO: ¿Cuál ha sido por mí hecha que en ella no te complaces? ZAHARA: Aquellas que no me haces me tienen mal satisfecha. AURELIO: Señora, no puedo más; por agua me parto luego. ZAHARA: Otra agua pide mi fuego, que no la que tú trairás. No te vayas; está quedo. AURELIO: De leña hay falta en la casa. ZAHARA: Basta la que a mí me abrasa. AURELIO: Mi amo... ZAHARA: No tengas miedo. AURELIO: Déjame, señora, ir, no venga Yzuf, mi señor. ZAHARA: Quien queda con tanto amor, mal te dejará partir. AURELIO: No hay para qué más porfíes, señora: déjame ya. ZAHARA: Aurelio, llégate acá. AURELIO: Mejor es que te desvíes. ZAHARA: ¿Ansí, Aurelio, me despides? AURELIO: Antes te hago favor, si con el compás de honor lo compasas y lo mides. ¿No miras que soy cristiano con suerte y desdicha mala? ZAHARA: El amor todo lo iguala: dame por señor la mano. FÁTIMA: Zahara, señora mía, dígote que me ha admirado mirar en lo que ha parado tu altivez y fantasía. Ver, por cierto, es gentil cosa, y digna de ser notada, de un cristiano enamorada una mora tan hermosa. Y lo que más llega al cabo tu afición tan sin medida, es mirarte estar rendida a un cristiano que es tu esclavo. ¡Y monta que corresponde el perro a lo que le quieres! Perdóname; frágil eres. ZAHARA: ¿Dónde vas? FÁTIMA: Bien sé yo adonde. ZAHARA: Dulce amiga verdadera, lo que dices no lo niego; mas ¿qué haré?, que amor es fuego y mi voluntad es cera. Y, puesto que el daño veo y el fin do habré de parar, imposible es contrastar las fuerzas de mi deseo. Vuelve tu lengua e intento a combatir esta roca, que no será gloria poca gozar de su vencimiento. FÁTIMA: Quiero en esto complacerte, pues al fin puedes mandarme. Cristiano, vuelve a mirarme, que no es mi rostro de muerte. AURELIO: Más que muerte me causáis con vuestros inducimientos. Dejadme con mis tormentos, porque en vano trabajáis. FÁTIMA: ¿No ves cómo se retira el perro en su pundonor? Ansí entiende él del amor como el asno de la lira. AURELIO: ¿Cómo queréis que yo entienda de amor en esta cadena? ZAHARA: Eso no te cause pena, que luego se hará la enmienda: las dos te la quitaremos. AURELIO: Muy mejor será dejalla; que no quiero con quitalla, pasar de un estremo a estremos. ZAHARA: ¿A qué extremos pasarás? AURELIO: Quitando al cuerpo este hierro, cairé en otro mayor hierro, que al alma fatigue más. FÁTIMA: ¿Almas tenéis los cristianos? AURELIO: Sí, y tan ricas y estremadas cuanto por Dios rescatadas. FÁTIMA: ¡Que son pensamientos vanos! Pero si almas tenéis, de diamante es su valor, pues en la fragua de amor muy más os endurecéis. Aurelio, ¡resulución! Ten cuenta en lo que te digo: no quieras ser tan amigo de tu obstinada opinión. Ya te ves sin libertad, entre hierros apretado, pobre, desnudo, cansado, lleno de necesidad, subjeto a mil desventuras, a palos, a bofetones, a mazmorras, a prisiones, donde estás contino a escuras. Libertad se te promete; los hierros se quitarán, y después te vestirán. No hay temor de escuro brete. Cuzcuz, pan blanco a comer, gallinas en abundancia, y aun habrá vino de Francia si vino quieres beber. No te pido lo imposible, ni trabajos demasiados, sino blandos, regalados, dulces lo más que es posible. Goza de la coyuntura que se te ríe delante; no hagas del ignorante, pues muestras tener cordura. Mira tu señora Zahara y lo mucho que merece: mira que al sol escurece la luz de su rostro clara. Contempla su juventud, su riqueza, nombre y fama; mira bien que agora llama a tu puerta la salud. Considera el interés que en hacer esto te toca, que hay mil que pondrían la boca donde tú pondrás los pies. AURELIO: ¿Has dicho, Fátima? FÁTIMA: Sí. AURELIO: ¿Quieres que responda yo? FÁTIMA: Responde. AURELIO: Digo que no. ZAHARA: ¡Ay, Alá! ¿Qué es lo que oí? AURELIO: Yo digo que no conviene pedirme lo que pedís, porque muy poco advertís el peligro que contiene. FÁTIMA: ¿Qué peligro puede haber, quiriéndolo tu señora? AURELIO: La ofensa que, siendo mora, a Mahoma viene a hacer. ZAHARA: ¡Déjame a mí con Mahoma, que agora no es mi señor, porque soy sierva de Amor, que el alma subjeta y doma! ¡Echa ya el pecho por tierra y levantarte he a mi cielo! AURELIO: Señora, tengo un recelo que me consume y atierra.

Last updated: October 3, 1997

Trato de Argel, part 2

Return to the "home page" for COMEDIA

James T. Abraham, dh62258@goodnet.com or Vern G. Williamsen, vwilliam@u.arizona.edu