OBRAS COMPLETAS
DE
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
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LA GALATEA
TOMO I
OBRAS COMPLETAS
DE
M1GUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
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LA GALATEA
TOMO I
EDICIÓN PUBLICADA POR
RODOLFO SCHEVILL
Y ADOLFO BONILLAProfesor en la Universidad Profesor en la Universidad
de Ca1ifornia (Berkeley). de Madrid.
MADRID
IMPRENTA DE BERNARDO RODRÍGUEZ
Calle del Barquillo, núm. 8.
M.CM. XIV
.
A LA SEÑORA
Phoebe Apperson Hearst,
DE CALIFORNIA,
merced a cuya entusiasta inclinacion a favore-
cer las buenas artes, "mayormente las que, por
su nobleza, no se abaten al servicio y granje-
rías del vulgo,, , se publican ahora las "Obras
completas de Miguel de Cervantes Saavedra,, ,
dedican esta edicion, en testimonio del más
profundo aprecio,
RODOLFO SCHEVILL,
ADOLFO BONILLA.
PERSONAJES
MENCIONADOS EN LA «GALATEA»
A
MARILI, amada de Damon.A
RMINDA, pastora.A
RSILDO (errata de la primera edicion, por Ar-tidoro).
A
RSINDO, anciano.A
RTANDRO, caballero aragonés, amante de Ro-saura.
A
RTIDORO, pastor forastero, amante de Theolin-da e hijo de Briseno.
A
STOR (véase Silerio).A
STRALIANO, famoso pastor.A
URELIO, el venerable, padre de Galatea.B
ELISA, amada de Marsilio.B
LANCA, amante de Silerio, con quien se casa,y hermana de Nísida.
B
RISENO, padre de Artidoro y de Galercio.C
ARINO, el astuto, amigo de Crisaluo y parientede Siluia.
PERSONAJES
C
LARAURA, amada de Crysio.C
RISALUO, el cruel, hermano de Leonida.C
RYSIO, el ausente, amante de Claraura.D
AMON, amante de Amarili, oriundo de las mon-tañas de León y educado en Madrid.
D
ARANIO, amante de Silueria, con quien se casa.D
ARINTHO, caballero, amante de Blanca.E
ANDRA, amada de Orfenio.ELEUCO, anciano pastor.
E
LICIO, pastor de las riberas de Tajo, y amantede Galatea.
E
RANIO, famoso pastor.E
RASTRO, rústico ganadero, amante de Galatea.E
UGENIO, amante de Leocadia.F
ILARDO, famoso pastor.F
ILI, amada de Tyrsi.F
LORISA, amiga de Galatea.F
RANCENIO, famoso pastor, amigo de Lauso.G
ALATEA, nacida en riberas de Tajo, y amadade Elicio y de Erastro.
G
ALERCIO, amante de Gelasia y hermano deArtidoro.
G
ELASIA, pastora desamorada.G
RISALDO, amante de Rosaura.L
ARISEO (errata de la primera edición, por Lar-sileo).
L
ARSILEO, amigo de Lauso, y experimentado ennegocios cortesanos.
L
AURENCIO, padre de Grisaldo.
PERSONAJES
L
AUSO, amante de Silena y antiguo amigo deDamon. Fué cortesano y guerrero, habiendo
visitado Asia y Europa.
L
EANDRA, pastora.L
ENIO, pastor desamorado, y luego amante deGelasia. Estudió en las riberas del Tormes.
L
EOCADIA, hija de Lisalco.L
EONARDA, amante de Galercio y hermana deTheolinda; se casa con Artidoro.
L
EONIDA, amante de Lisandro, nacida en lasriberas de Bethis, e hija de Parmindro.
L
EOPERSIA, amante de Grisaldo e hija de Mar-celio.
L
IBEO, pastor.L
ICEA, pastora.L
IDIA, amada de Eugenio y amiga de Theolinda.L
ISALCO, rabadán, padre de Leocadia.L
ISANDRO, amante de Leonida, nacido en lasriberas de Bethis.
L
ISARDO, famoso pastor del Tajo.L
ISTEA, amada de Orompo.M
ARCELIO, padre de Leopersia.M
ARSILIO, el desamado, amante de Belisa.M
ATUNTOS (los dos), músico el uno, y poetael otro, ambos de las riberas del Tajo.
M
AURISA, hermana de Galercio y de Artidoro.M
ELISO, famoso pastor, cuyos funerales se ce-lebran en el libro VI.
M
IRENO, el desdichado, amante de Silueria.
PERSONAJES
N
ISIDA, natural de Nápoles, y amante de Tim-brio.
O
RFENIO, el celoso amante de Eandra.O
ROMPO, el triste, amante de Listea.P
ARMINDRO, padre de Leonida.P
ASTOR LUSITANO (sin nombre), residente enlas riberas del Lima.
P
RANSILES, caballero, enemigo de Timbrio.R
OSAURA, amante de Grisaldo e hija de Roselio.R
OSELIO, padre de Rosaura.S
ILENA, pastora, amada primero, y luego des-amada de Lauso.
S
ILERIO (llamado también Astor), amante deNisida, y después de Blanca, con quien
se casa.
S
ILUANO, famoso pastor del Tajo.S
ILUERIA, amante de Mireno, y luego esposa deDaranio.
S
ILUIA, amiga de Leonida.S
IRALUO, famoso pastor del Tajo.T
HELESIO, sacerdote.T
HEOLINDA, amante de Artidoro, nacida en lasriberas del Henares.
T
IMBRIO, caballero de Xerez, amante de Nisida.T
YRSI, natural de Alcalá de Henares, amantede Fili.
PRIMERA PARTE
DE LA GALATEA
DIVIDIDA EN SEYS LIBROS
Compuesta por Miguel de Ceruantes
.
Dirigida al Illustrissi. señor Ascanio Colona, Abad de
sancta Sofia.
Escudo de armas con
corona ducal, una co-
lumna en el centro, y
la leyenda:
"Frangi facilivs
qvan flecti.,,
CON PRIVILEGIO
Impressa en Alcala por Iuan Gracian.
Año de 1585.
Acosta de Blas de Robles, mercader de libros.
Yo, Miguel de Ondarça Çauala, escriuano de Camara
de su Magestad, de los que residen en el su Consejo,
doy fe que, auiendose visto por los dichos señores del
Consejo vn libro que con priuilegio real imprimio Mi-
guel de Cerbantes, intitulado los seys libros de Galatea,
tassaron a tres marauedis el pliego escripto en molde,
para que sin pena alguna se pueda vender. Y mandaron
que esta tassa se ponga al principio de cada volumen
de los que ansi fueren impressos, para que no se exceda
dello; y, en fe dello, lo firmé de mi nombre. Fecha en
Madrid, a treze dias del mes de Março de mil y quinien-
tos y ochenta y cinco años.
Miguel de Ondarça Çauala.
Yo, el licenciado Varez de Castro, corrector por su
Magestad en esta vniuersidad de Alcala, vi este libro,
intitulado Primera parte de la Galatea, y le hallé bien
impresso conforme a su original, sacadas las erratas
arriba dichas; y por la verdad, di esta, firmada de mi
nombre. Fecha oy postrero de Febrero de ochenta y
cinco años.
El licenciado Varez de Castro.
Por mandado de los señores del Real Consejo he visto
este libro, intitulado los seys libros de Galatea, y lo que
me parece es que se puede y deue imprimir, atento a
ser tratado apacible y de mucho ingenio, sin perjuyzio
de nadie, assi la prossa como el verso; antes, por ser
libro prouechoso, de muy casto estilo, buen romance y
galana inuencion, sin tener cosa mal sonante, desonesta
ni contraria a buenas costumbres, se le puede dar al
autor, en premio de su trabajo, el priuilegio y licencia
que pide. Fecha en Madrid, a primero de Febrero
de M.D.LXXXIIII.
Lucas Gracian de Antisco.
Por quanto por parte de vos, Miguel de Cerbantes,
estante en nuestra corte, nos ha sido hecha relacion que
vos auiades compuesto vn libro intitulado Galatea,
en verso y en prossa castellano, y que os auia costado
mucho trabajo y estudio, por ser obra de mucho inge-
nio, suplicandonos os mandasemos dar licencia para lo
poder imprimir, y priuilegio por doze años, o como la
nuestra merced fuesse, lo qual visto por los del nuestro
Consejo, y como por su mandado se hizo en el dicho
libro la diligencia que la pregmatica por nos aora nue-
uamente hecha sobre ello dispone, fue acordado que
deuiamos mandar dar esta nuestra cedula para vos en
la dicha razon, e nos tuuimoslo por bien, por lo qual
vos damos licencia y facultad para que, por tiempo de
diez años primeros siguientes, que corren y se quentan
desde el dia de la data della, vos, o la persona que
vuestro poder vuiere, podays imprimir y vender el di-
cho libro, que de suso se haze mencion, en estos nues-
tros Reynos, y por la presente damos licencia y facul-
tad a qualquier impressor dellos que vos nombraredes
para que por esta vez le pueda imprimir por el original
que en el nue[stro] Consejo se vio, que van rubricadas
las planas, y firmado al fin del de Miguel de Ondarça
Çauala, nuestro escriuano de Camara de los que en el
nuestro Consejo residen, y con que, antes que se venda,
le traygays al nuestro Consejo juntamente con el origi-
nal, para que se vea si la dicha impression está confor-
me a el, o trayays fe en pública forma en cómo por el
corrector nombrado por nuestro mandado se vio y co-
rrigio la dicha impression con el original, y se imprimio
conforme a el, y quedan asimismo impressas las erra-
tas por el apuntadas para cada vn libro de los que assi
fueren impressos, y tasse el precio que por cada volu-
men vuieredes de auer, so pena de caer e incurrir en
las penas contenidas en la dicha pregmatica y leyes de
nuestros Reynos. Y mandamos que, durante el dicho
tiempo, persona alguna, sin vuestra licencia, no lo pueda
imprimir, so pena que, el que le imprimiere o vendiere
en estos nuestros Reynos, aya perdido y pierda todos
y qualesquier libros y moldes que del tuuiere y vendie-
re, y mas incurra en pena de cinquenta mil marauedis,
la tercera parte para el denunciador y la otra tercera
parte para la nuestra Camara, y la otra tercera parte
para el juez que lo sentenciare. Y mandamos a los del
nuestro Consejo, Presidentes, Oydores de las nuestras
Audiencias, alcaldes, alguaziles de la nuestra casa y
corte, y chancillerias, y a todos los corregidores, assis-
tentes, gouernadores, alcaldes mayores y ordinarios, y
otros juezes y justicias qualesquier de todas las ciuda-
des, villas y lugares de nuestros Reynos y señorios, assi
a los que aora son como los que seran de aqui adelante,
que vos guarden y cumplan esta cedula y merced que
assi vos hazemos, y contra el tenor y forma della no
vayan ni passen en manera alguna, so pena de la nues-
tra merced y de diez mil marauedis para la nuestra Ca-
mara. Fecha en Madrid, a xxij. dias del mes de Febrero
de mil y quinientos y ochenta y quatro años.
YO EL REY
Por mandado de su Magestad,
Antonio de Erasso.
DEDICATORIA
al illustrissimo señor Ascanio Colona,
Abbad de sancta Sofia.
Ha podido tanto conmigo el valor de V. S.
Illustrissima, que me ha quitado el miedo que,
con razon, deuiera tener en osar offrescerle estas
primicias de mi corto ingenio. Mas, consideran-
do que el estremado de V. S. Illustrissima, no
sólo vino a España para illustrar las mejores
vniuersidades della, sino tambien para ser norte
por donde se encaminen los que alguna virtuo-
sa sciencia professan, especialmente los que en
la de la poesia se exercitan, no he querido
perder la occasion de seguir esta guia, pues se
que en ella y por ella todos hallan seguro
puerto y fauorable acogimiento. Hagale V. S.
Illustrissima bueno a mi desseo, el qual embio
delante, para dar algun ser a este mi pequeño
seruicio. Y si por esto no lo meresciere, merez-
calo, a lo menos, por auer seguido algunos años
las vencedoras vanderas de aquel sol de la mi-
licia que ayer nos quitó el cielo delante de los
DEDICATORIA
ojos, pero no de la memoria de aquellos que
procuran tenerla de cosas dignas della, que fue
el excellentissimo padre de V. S. Illustrissima.
Iuntando a esto el effecto de reuerencia que
hazian en mi ánimo las cosas que, como en
prophecia, oy muchas vezes dezir de V. S. Illus-
trissima al cardenal de Aquauiua, siendo yo
su camarero en Roma, las quales aora no sólo
las veo cumplidas, sino todo el mundo que goza
de la virtud, christiandad, magnificiencia y bon-
dad de V. S. Illustrissima, con que da cada dia
señales de la clara y generosa estirpe do de-
ciende, la qual en antiguedad compite con el
principio y principes de la grandeza romana, y
en las virtudes y heroycas obras con la mesma
virtud y mas encumbradas hazañas, como nos
lo certifican mil verdaderas historias, llenas de
los famosos hechos del tronco y ramos de la
real casa Colona, debaxo de cuya fuerça y sitio
yo me pongo aora, para hazer escudo a los
murmuradores que ninguna cosa perdonan;
aunque si V. S. Illustrissima perdona este mi
atreuimiento, ni tendre que temer, ni mas que
dessear, sino que nuestro Señor guarde la Illus-
trissima persona de V. S. con el acrescenta-
miento de dignidad y estado que sus seruidores
desseamos.
Illustrissimo señor,
B. L. M. de V. S.
su mayor seruidor,
Miguel de Cerbantes Saauedra.
CVRIOSOS LECTORES
S.
La occupacion de escrebir eglogas en tiempo
que, en general, la poesia anda tan desfauores-
cida, bien recelo que no será tenido por exerci-
cio tan loable que no sea necessario dar alguna
particular satisfacion a los que, siguiendo el di-
uerso gusto de su inclinacion natural, todo lo
que es differente del estiman por trabajo y tiem-
po perdido. Mas, pues a ninguno toca satisfa-
zer a ingenios que se encierran en terminos
tan limitados, sólo quiero responder a los que,
libres de passion, con mayor fundamento se
mueuen a no admitir las differencias de la poe-
sia vulgar, creyendo que, los que en esta edad
tratan della, se mueuen a publicar sus escriptos
con ligera consideracion, lleuados de la fuerça
que la passion de las composiciones proprias
suele tener en los autores dellas, para lo qual
puedo alegar de mi parte la inclinacion que a
la poesia siempre he tenido, y la edad, que,
auiendo a penas salido de los limites de la ju-
uentud, parece que da licencia a semejantes
[PROLOGO]
occupaciones. De mas de que no puede negarse
que los estudios desta facultad―en el passado
tiempo, con razon, tan estimada―traen consigo
mas que medianos prouechos, como son enri-
quecer el poeta considerando su propria len-
gua, y enseñorearse del artificio de la eloquen-
cia que en ella cabe, para empresas mas altas y
de mayor importancia, y abrir camino para que,
a su imitacion, los animos estrechos, que en la
breuedad del lenguaje antiguo quieren que se
acabe la abundancia de la lengua castellana,
entiendan que tienen campo abierto, fertil y es-
pacioso, por el qual, con facilidad y dulçura, con
grauedad y eloquencia, pueden correr con liber-
tad, descubriendo la diuersidad de conceptos
agudos, graues, sotiles y leuantados que en la
fertilidad de los ingenios españoles la fauorable
influencia del cielo con tal ventaja en diuersas
partes ha produzido y cada hora produze en la
edad dichosa nuestra, de lo qual puedo ser yo
cierto testigo, que conozco algunos que, con
justo derecho, y sin el empacho que yo lleuo,
pudieran passar con seguridad carrera tan peli-
grosa. Mas son tan ordinarias y tan differentes
las humanas difficultades, y tan varios los fines
y las acciones, que vnos, con desseo de gloria,
se auenturan; otros, con temor de infamia, no
se atreuen a publicar lo que, vna vez descu-
bierto, ha de sufrir el juyzio del vulgo, peligro-
so, y casi siempre engañado. Yo, no porque
tenga razon para ser confiado, he dado mues-
tras de atreuido en la publicacion deste libro,
[PROLOGO]
sino porque no sabria determinarme, destos dos
inconuinientes, qual sea el mayor: o el de quien
con ligereza, desseando comunicar el talento
que del cielo ha rescebido, temprano se auen-
tura a offrescer los frutos de su ingenio a su pa-
tria y amigos, o el que, de puro escrupuloso, pe-
reçoso y tardio, jamas acabando de contentarse
de lo que haze y entiende, tiniendo sólo por
acertado lo que no alcança, nunca se determina
a descubrir y comunicar sus escriptos. De ma-
nera que, assi como la osadia y confiança del
vno podria condemnarse por la licencia dema-
siada, que con seguridad se concede, assimesmo
el recelo y la tardança del otro es vicioso, pues
tarde o nunca aprouecha con el fruto de su in-
genio y estudio a los que esperan y dessean
ayudas y exemplos semejantes para passar ade-
lante en sus exercicios. Huyendo destos dos in-
conuinientes, no he publicado antes de aora
este libro, ni tampoco quise tenerle para mi solo
mas tiempo guardado, pues para mas que para
mi gusto solo le compuso mi entendimiento. Bien
se lo que suele condemnarse exceder nadie en la
materia del estilo que deue guardarse en ella,
pues el principe de la poesia latina fue calum-
niado en algunas de sus eglogas por auerse le-
uantado mas que en las otras, y assi, no temere
mucho que alguno condemne auer mezclado ra-
razones de philosofia entre algunas amorosas de
pastores, que pocas vezes se leuantan a mas
que a tratar cosas del campo, y esto con su
acostumbrada llaneza. Mas aduirtiendo―como
[PROLOGO]
en el discurso de la obra alguna vez se haze―
que muchos de los disfraçados pastores della lo
eran sólo en el ábito, queda llana esta obiection.
Las demas que en la inuencion y en la disposi-
cion se pudieren poner, disculpelas la intencion
segura del que leyere, como lo hara siendo dis-
creto, y la voluntad del autor, que fue de agra-
dar, haziendo en esto lo que pudo y alcançó:
que, ya que en esta parte la obra no responda
a su desseo, otras offresce para adelante de mas
gusto y de mayor artificio.
DE LVYS GALVEZ DE MONTALUO
AL AUTOR
SONETO
Mientra del yugo sarracino anduuo
tu cuello preso y tu ceruiz domada,
y alli tu alma, al de la fe amarrada,
a mas rigor, mayor firmeza tuuo,
gozóse el cielo; mas la tierra estuuo
casi viuda sin ti, y, desamparada
de nuestras musas, la real morada,
tristeza, llanto, soledad mantuuo.
Pero despues que diste al patrio suelo
tu alma sana y tu garganta suelta
dentre las fuerças barbaras confusas,
descubre claro tu valor el cielo,
gozase el mundo en tu felice buelta,
y cobra España las perdidas musas.
DE DON LVYS DE BARGAS MANRRIQUE
SONETO
Hizieron muestra en vos de su grandeza,
gran Ceruantes, los dioses celestiales,
y qual primera, dones immortales
sin tassa os repartio naturaleza.
Ioue su rayo os dio, que es la viueza
de palabras que mueuen pedernales;
Diana, en exceder a los mortales
en castidad de estilo con pureza;
Mercurio, las historias marañadas;
Marte, el fuerte vigor que el braço os mueue;
Cupido y Venus, todos sus amores;
Apolo, las canciones concertadas;
su sciencia, las hermanas todas nueue;
y, al fin, el dios siluestre, sus pastores.
DE LOPEZ MALDONADO
SONETO
Salen del mar, y bueluen a sus senos,
despues de vna veloz larga carrera,
como a su madre vniuersal primera,
los hijos della largo tiempo agenos.
Con su partida no la hazen menos,
ni con su buelta mas soberuia y fiera,
porque tiene, quedandose ella entera,
de su humor siempre sus estanques llenos.
La mar soys vos, ¡o Galatea estremada!;
los rios, los loores, premio y fruto
con que ensalçays la mas illustre vida.
Por mas que deys, jamas sereys menguada,
y menos, quando os den todos tributo,
con el vendreys a veros mas crescida.
PRIMERO LIBRO
DE GALATEA
Mientras que al triste lamentable accento
del mal acorde son del canto mio,
en Eco amarga de cansado aliento
responde el monte, el prado, el llano, el rio,
demos al sordo y pressuroso viento
las quexas que del pecho ardiente y frio
salen a mi pesar, pidiendo en vano
ayuda al rio, al monte, al prado, al llano.
Crece el humor de mis cansados ojos
las aguas deste rio, y deste prado
las variadas flores son abrojos
y espinas que en el alma s’an entrado;
no escucha el alto monte mis enojos,
y el llano de escucharlos se ha cansado;
y assi, vn pequeño aliuio al dolor mio
no hallo en monte, en llano, en prado, en rio.
Crey que el fuego que en el alma enciende
el niño alado, el lazo con que aprieta,
la red sotil con que a los dioses prende,
y la furia y rigor de su saeta,
que assi offendiera como a mi me offende
al subgeto sin par que me subgeta;
mas contra vn alma que es de marmol hecha,
la red no puede, el fuego, el lazo y flecha.
LIBRO PRIMERO
Yo si que al fuego me consumo y quemo,
y al lazo pongo humilde la garganta,
y a la red inuisible poco temo,
y el rigor de la flecha no me espanta:
por esto soy llegado a tal estremo,
a tanto daño, a desuentura tanta,
que tengo por mi gloria y mi sossiego
la saeta, la red, el lazo, el fuego,
Esto cantaua Elicio, pastor en las riberas de
Tajo, con quien naturaleza se mostro tan libe-
ral, quanto la fortuna y el amor escassos; aun-
que los discursos del tiempo, consumidor y re-
nouador de las humanas obras, le truxeron a
terminos, que tuuo por dichosos los infinitos y
desdichados en que se auia visto, y en los que
su desseo le auia puesto, por la incomparable
belleza de la sin par Galatea, pastora en las
mesmas riberas nacida, y, aunque en el pastoral
y rustico exercicio criada, fue de tan alto y su-
bido entendimiento, que las discretas damas en
los reales palacios crescidas y al discreto tracto
de la corte acostumbradas, se tuuieran por di-
chosas de parescerla en algo, assi en la discre-
cion, como en la hermosura. Por los infinitos y
ricos dones con que el cielo a Galatea auia ador-
nado, fue querida y con entrañable ahinco ama-
da de muchos pastores y ganaderos que por las
riberas de Tajo su ganado apascentauan: entre
los quales se atreuio a quererla el gallardo Eli-
cio, con tan puro y sincero amor, quanto la vir-
tud y honestidad de Galatea permitia. De Gala-
tea no se entiende que aborresciesse a Elicio, ni
LIBRO PRIMERO
menos que le amasse; porque a vezes, casi como
conuencida y obligada a los muchos seruicios
de Elicio, con algun honesto fauor le subia al
cielo; y otras vezes, sin tener cuenta con esto,
de tal manera le desdeñaua, que el enamorado
pastor la suerte de su estado apenas conoscia.
No eran las buenas partes y virtudes de Elicio
para aborrecerse, ni la hermosura, gracia y bon-
dad de Galatea para no amarse. Por lo vno,
Galatea no desechaua de todo punto a Elicio;
por lo otro, Elicio no podia, ni deuia, ni queria
oluidar a Galatea. Paresciale a Galatea que,
pues Elicio con tanto miramiento de su honra la
amaua, que seria demasiada ingratitud no pa-
garle con algun honesto fauor sus honestos
pensamientos. Imaginauase Elicio que, pues Ga-
latea no desdeñaua sus seruicios, que tendrian
buen successo sus desseos; y, quando estas ima-
ginaciones le auiua[ua]n la esperança, hallauase
tan contento y atreuido, que mil vezes quiso
descubrir a Galatea lo que con tanta difficultad
encubria. Pero la discrecion de Galatea conoscia
bien, en los mouimientos del rostro, lo que Elicio
en el alma traya; y tal el suyo mostraua, que al
enamorado pastor se le elauan las palabras en
la boca, y quedauase solamente con el gusto de
aquel primer mouimiento, por parescerle que a
la honestidad de Galatea se le hazia agrauio en
tratarle de cosas que en alguna manera pudies-
sen tener sombra de no ser tan honestas, que
la misma honestidad en ellas se transformasse.
Con estos altibaxos de su vida, la passaua el
LIBRO PRIMERO
pastor tan mala, que a vezes tuuiera por bien el
mal de perderla, a trueco de no sentir el que le
causaua no acabarla. Y assi, vn dia, puesta la
consideracion en la variedad de sus pensamien-
tos, hallandose en medio de vn deleytoso prado,
combidado de la soledad y del murmurio de
vn deleytoso arroyuelo que por el llano corria,
sacando de su çurron vn polido rabel, al son
del qual sus querellas con el cielo cantando
comunicaua, con voz en estremo buena cantó
los siguientes versos:
Amoroso pensamiento,
si te precias de ser mio,
camina con tan buen tiento,
que ni te humille el desuio,
ni ensoberuezca el contento;
ten vn medio―si se acierta
a tenerse en tal porfia-:
no huyas el alegria,
ni menos cierres la puerta
al llanto que amor embia.
Si quieres que de mi vida
no se acabe la carrera,
no la lleues tan corrida,
ni subas do no se espera
sino muerte en la cayda;
esa vana presumpcion
en dos cosas parará:
la vna, en tu perdicion;
la otra, en que pagará
tus deudas el coraçon.
Del naciste, y, en naciendo,
pecaste, y pagalo el;
LIBRO PRIMERO
huyes del, y, si pretendo
recogerte vn poco en el,
ni te alcanço ni te entiendo;
esse buelo peligroso
con que te subes al cielo,
si no fueres venturoso,
ha de poner por el suelo
mi descanso y tu reposo.
Diras que, quien bien se emplea
y se offrece a la ventura,
que no es possible que sea
del tal juzgado a locura
el brio de que se arrea;
y que, en tan alta occasion,
es gloria que par no tiene
tener tanta presumpcion,
quanto mas si le conuiene
al alma y al coraçon.
Yo lo tengo assi entendido;
mas quiero desengañarte,
que es señal ser atreuido
tener de amor menos parte
qu’el humilde y encogido:
subes tras vna beldad
que no puede ser mayor:
no entiendo tu calidad,
que puedas tener amor
con tanta desigualdad.
Que si el pensamiento mira
vn subgeto leuantado,
contemplalo, y se retira,
por no ser caso acertado
poner tan alta la mira;
quanto mas que el amor nasce
junto con la confiança,
y en ella [se] ceba y pace,
LIBRO PRIMERO
y, en faltando la esperança,
como niebla se deshaze.
Pues tu, que vees tan distante
el medio del fin que quieres,
sin esperança y constante
si en el camino murieres,
moriras como ignorante;
pero no se te de nada,
que, en esta empressa amorosa,
do la causa es sublimada,
el morir es vida honrosa,
la pena, gloria estremada.
No dexara tan presto el agradable canto el
enamorado Elicio, si no sonaran a su derecha
mano las vozes de Erastro, que, con el rebaño
de sus cabras, hazia el lugar donde estaua se
venia. Era Erastro vn rustico ganadero; pero no
le valio tanto su rustica y seluatica suerte, que
defendiesse que de su robusto pecho el
blando amor no tomasse entera possession, ha-
ziendole querer mas que a su vida a la hermosa
Galatea, a la qual sus querellas, quando occa-
sion se le offrecia, declaraua. Y, aunque rustico,
era, como verdadero enamorado, en las cosas
del amor tan discreto, que quando en ellas ha-
blaua, parecia que el mesmo amor se las mos-
traua y por su lengua las proferia; pero, con
todo eso, puesto que de Galatea eran escucha-
das, eran en aquella cuenta tenidas en que las
cosas de burla se tienen. No le daua a Elicio
pena la competencia de Erastro, porque enten-
dia del ingenio de Galatea que a cosas mas
LIBRO PRIMERO
altas la inclinaua; antes tenia lástima y enuidia
a Erastro: lástima, en ver que al fin amaua, y en
parte donde era impossible coger el fruto de sus
desseos; embidia, por parescerle que quiça no
era tal su entendimiento, que diesse lugar al
alma a que sintiesse los desdenes o fauores de
Galatea, de suerte, o que los vnos le acabassen,
o los otros lo enloqueciessen.
Venia Erastro acompañado de sus mastines,
fieles guardadores de las simples ouejuelas, que
debaxo de su amparo estan seguras de los car-
niceros dientes de los hambrientos lobos, hol-
gandose con ellos, y por sus nombres los llama-
ua, dando a cada vno el título que su condi-
cion y ánimo merescia: a quien llamaua Leon, a
quien Gauilan, a quien Robusto, a quien Man-
chado; y ellos, como si de entendimiento fueran
dotados, con el mouer las cabeças, viniendose
para el, dauan a entender el gusto que de su
gusto sentian. Desta manera llegó Erastro adon-
de de Elicio fue agradablemente rescibido, y
aun rogado que, si en otra parte no hauia de-
terminado de passar el sol de la calurosa siesta,
pues aquella en que estauan era tan aparejada
para ello, no le fuesse enojoso passarla en su
compañia.
―Con nadie―respondio Erastro―la podria
yo tener mejor que contigo, Elicio, si ya no
fuesse con aquella que está tan enrobrescida a
mis demandas, quan hecha enzina a tus conti-
nuos quexidos.
Luego los dos se sentaron sobre la menuda
LIBRO PRIMERO
yerua, dexando andar a sus anchuras el ganado
despuntando con los rumiadores dientes las
tiernas yerbezuelas del heruoso llano. Y como
Erastro, por muchas y descubiertas señales, co-
nocia claramente que Elicio a Galatea amaua, y
que el merescimiento de Elicio era de mayores
quilates que el suyo, en señal de que reconoscia
esta verdad, en medio de sus pláticas, entre
otras razones, le dixo las siguientes:
―No se, gallardo y enamorado Elicio, si aura
sido causa de darte pesadumbre el amor que a
Galatea tengo; y, si lo ha sido, deues perdonar-
me, porque jamas ymaginé de enojarte, ni de
Galatea quise otra cosa que seruirla. Mala rauia
o cruda roña consuma y acabe mis retoçadores
chibatos, y mis ternezuelos corderillos, quando
dexaren las tetas de las queridas madres, no
hallen en el verde prado para sustentarse sino
amargos [tueros] y ponçoñosas adelfas, si no
he procurado mil vezes quitarla de la memoria,
y si otras tantas no he andado a los medicos y
curas del lugar a que me diessen remedio para
las ansias que por su causa padezco. Los vnos
me mandan que tome no se que beuedizos de
paciencia; los otros dizen que me encomiende
a Dios, que todo lo cura, o que todo es locura.
Permiteme, buen Elicio, que yo la quiera, pues
puedes estar seguro que, si tu con tus abilida-
des y estremadas gracias y razones no la ablan-
das, mal podre yo con mis simplezas enterne-
cerla. Esta licencia te pido, por lo que estoy
obligado a tu merescimiento: que, puesto que
LIBRO PRIMERO
no me la diesses, tan impossible seria dexar de
amarla, como hazer que estas aguas no mojas-
sen, ni el sol con sus peynados cabellos no nos
alumbrasse.
No pudo dexar de reyrse Elicio de las razones
de Erastro y del comedimiento con que la li-
cencia de amar a Galatea le pedia; y ansi, le res-
pondio:
―No me pesa a mi, Erastro, que tu ames a
Galatea; pesame bien de entender de su condi-
cion que podran poco para con ella tus verda-
deras razones y no fingidas palabras; dete Dios
tan buen successo en tus desseos, quanto me-
resce la sinceridad de tus pensamientos; y de
aqui adelante no dexes por mi respecto de que-
rer a Galatea, que no soy de tan ruyn condicion
que, ya que a mi me falte ventura, huelgue de
que otros no la tengan: antes te ruego, por lo
que deues a la voluntad que te muestro, que no
me niegues tu conuersacion y amistad, pues de
la mia puedes estar tan seguro como te he certi-
ficado; anden nuestros ganados juntos, pues an-
dan nuestros pensamientos apareados; tu, al son
de tu çampoña, publicarás el contento o pena
que el alegre o triste rostro de Galatea te cau-
sare; yo, al de mi rabel, en el silencio de las sos-
segadas noches o en el calor de las ardientes
siestas, a la fresca sombra de los verdes arboles
de que esta nuestra ribera está tan adornada, te
ayudaré a lleuar la pesada carga de tus trabajos,
dando noticia al cielo de los mios. Y, para señal
de nuestro buen proposito y verdadera amistad,
LIBRO PRIMERO
en tanto que se hazen mayores las sombras des-
tos arboles, y el sol hazia el occidente se de-
clina, acordemos nuestros instrumentos y de-
mos principio al exercicio que de aqui adelante
hemos de tener.
No se hizo de rogar Erastro; antes, con mues-
tras de estraño contento por verse en tanta
amistad con Elicio, sacó su çampoña, y Elicio
su rabel, y començando el vno y replicando el
otro, cantaron lo que sigue:
ELICIO
Blanda, suaue, reposadamente,
ingrato amor, me subgetaste el dia
que los cabellos de oro y bella frente
miré del sol que al sol escurecia;
tu tossigo cruel, qual de serpiente,
en las rubias madexas se escondia:
yo, por mirar el sol en los manojos,
todo vine a beuerle por los ojos.
ERASTRO
Atonito quedé y embelesado,
como estatua sin voz de piedra dura,
quando de Galatea el estremado
donayre vi, la gracia y hermosura;
Amor me estaua en el siniestro lado,
con las saetas de oro
―΅ay muerte dura!―,haziendome vna puerta por do entrasse
Galatea, y el alma me robasse.
ELICIO
¿Con que milagro, amor, abres el pecho
del miserable amante que te sigue,
LIBRO PRIMERO
y de la llaga interna que le has hecho
crecida gloria muestra que consigue?
¿Cómo el daño que hazes es prouecho?
¿Cómo en tu muerte alegre vida viue?
L'alma que prueua estos effectos todos
la causa sabe, pero no los modos.
ERASTRO
No se ven tantos rostros figurados
en roto espejo, o hecho por tal arte,
que, si vno en el se mira, retratados
se ve vna multitud en cada parte,
quantos nacen cuydados y cuydados
de vn cuydado cruel que no se parte
del alma mia, a su rigor vencida,
hasta apartarse junto con la vida.
ELICIO
La blanca nieue y colorada rosa,
qu'el verano no gasta, ni el inuierno;
el sol de dos luzeros, do reposa
el blando amor, y a do estara in eterno;
la voz, qual la de Orfeo poderosa
de suspender las furias del infierno,
y otras cosas que vi quedando ciego,
yesca me han hecho al inuisible fuego.
ERASTRO
Dos hermosas mançanas coloradas,
que tales me semejan dos mexillas,
y el arco de dos cejas leuantadas,
quel de Iris no llegó a sus marauillas,
dos rayos, dos hileras estremadas
de perlas entre grana, y si ay dezillas,
mil gracias que no tienen par ni cuento,
niebla m'an hecho al amoroso viento.
LIBRO PRIMERO
ELICIO
Yo ardo y no me abraso, viuo y muero;
estoy lexos y cerca de mi mismo;
espero en solo vn punto y desespero;
subome al cielo, baxome al abysmo;
quiero lo que aborrezco, blando y fiero;
me pone el amaros parasismo:
y, con estos contrarios, passo a passo,
cerca estoy ya del vltimo traspasso.
ERASTRO
Yo te prometo, Elicio, que le diera
todo quanto en la vida me ha quedado
a Galatea, porque me boluiera
el alma y coraçon que m'a robado;
y, despues del ganado, le añadiera
mi perro Gauilan con el Manchado;
pero, como ella deue de ser diosa,
el alma querra mas que no otra cosa.
ELICIO
Erastro, el coraçon, qu'en alta parte
es puesto por el hado, suerte o signo,
quererle derribar por fuerça o arte
o diligencia humana, es desatino;
deues de su ventura contentarte,
que, aunque mueras sin ella, yo imagino
que no ay vida en el mundo mas dichosa
como el morir por causa tan honrosa.
Ya se aparejaua Erastro para seguir adelante
en su canto, quando sintieron, por vn espesso
montezillo que a sus espaldas estaua, vn no pe-
queño estruendo y ruydo; y leuantandose los dos
LIBRO PRIMERO
en pie por ver lo que era, vieron que del mon-
te salia vn pastor corriendo a la mayor priessa
del mundo, con vn cuchillo desnudo en la mano,
y la color del rostro mudada; y que tras el ve-
nia otro ligero pastor, que a pocos passos al-
cançó al primero, y, asiendole por el cabeçon
del pellico, leuantó el braço en el ayre quanto
pudo, y vn agudo puñal que sin vayna traya se
le escondio dos vezes en el cuerpo, diziendo:
―Recibe, ΅
o mal lograda Leonida!, la vidadeste traydor, que en vengança de tu muerte
sacrifico.
Y esto fue con tanta presteza hecho, que no
tuuieron lugar Elicio y Erastro de estoruarselo,
porque llegaron a tiempo que ya el herido pas-
tor daua el vltimo aliento, embuelto en estas
pocas y mal formadas palabras:
―Dexarasme, Lisandro, satisfazer al cielo con
mas largo arrepentimiento el agrauio que te
hize, y despues quitarasme la vida, que agora,
por la causa que he dicho, mal contenta de es-
tas carnes se aparta.
Y, sin poder dezir mas, cerró los ojos en sem-
piterna noche.
Por las quales palabras imaginaron Elicio y
Erastro que no con pequeña causa hauia el
otro pastor executado en el tan cruda y violenta
muerte. Y por mejor informarse de todo el suc-
cesso, quisieran preguntarselo al pastor homi-
cida; pero el, con tirado passo, dexando al pas-
tor muerto y a los dos admirados, se tornó a
entrar por el montezillo adelante. Y queriendo
LIBRO PRIMERO
Elicio seguirle y saber del lo que desseaua, le
vieron tornar a salir del bosque, y, estando por
buen espacio desuiado dellos, en alta voz les
dixo:
―Perdonadme, comedidos pastores, si yo no
lo he sido en hauer hecho en vuestra presencia
lo que haueys visto, porque la justa y mortal ira
que contra esse traydor tenia concebida, no me
dio lugar a mas moderados discursos; lo que os
auiso es que, si no quereys enojar a la deidad
que en el alto cielo mora, no hagays las obse-
quias ni plegarias acostumbradas por el alma
traydora desse cuerpo que delante teneys, ni a
el deys sepultura, si ya aqui en vuestra tierra
no se acostumbra darla a los traydores.
Y diziendo esto, a todo correr se boluio a en-
trar por el monte, con tanta priessa, que quitó la
esperança a Elicio de alcançarle aunque le si-
guiesse; y assi, se boluieron los dos con tiernas
entrañas a hazer el piadoso officio, y dar sepul-
tura como mejor pudiessen al miserable cuerpo
que tan repentinamente hauia acabado el curso
de sus cortos dias. Erastro fue a su cabaña, que
no lexos estaua, y trayendo sufficiente adereço,
hizo vna sepultura en el mesmo lugar do el
cuerpo estaua, y dandole el vltimo vale, le
pusieron en ella, y, no sin compassion de su
desdichado caso, se boluieron a sus ganados, y,
recogiendolos con alguna priessa, porque ya el
sol se entraua a mas andar por las puertas de
occidente, se recogieron a sus acostumbrados
aluergues, donde no su sossiego dellos, ni el
LIBRO PRIMERO
poco que sus cuydados le concedian, podian
apartar a Elicio de pensar que causas hauian
mouido a los dos pastores para venir a tan des-
esperado trance; y ya le pesaua de no hauer
seguido al pastor homicida, y saber del, si fuera
possible, lo que desseaua. Con este pensamien-
to, y con los muchos que sus amores le causa-
uan, despues de auer dexado en segura parte
su rebaño, se salio de su cabaña, como otras
vezes solia, y, con la luz de la hermosa Diana,
que resplandeciente en el cielo se mostraua, se
entró por la espessura de vn espesso bosque
adelante, buscando algun solitario lugar adonde
en el silencio de la noche con mas quietud pu-
diesse soltar la rienda a sus amorosas imagina-
ciones, por ser cosa ya aueriguada que, a los
tristes imaginatiuos coraçones, ninguna cosa les
es de mayor gusto que la soledad, despertadora
de memorias tristes o alegres. Y assi, yendose
poco a poco gustando de vn templado zefiro
que en el rostro le heria, lleno de suauissimo
olor que de las olorosas flores, de que el verde
suelo estaua colmado, al passar por ellas blan-
damente robaua embuelto en el ayre deli-
cado, oyo vna voz como de persona que dolo-
rosamente se quexaua, y, recogiendo por vn
poco en si mismo el aliento, porque el ruydo no
le estoruasse de oyr lo que era, sintio que de
vnas apretadas çarças, que poco desuiadas del
estauan, la entristecida voz salia; y, aunque in-
terrota de infinitos sospiros, entendio que es-
tas tristes razones pronunciaua:
LIBRO PRIMERO
―Cobarde y temeroso braη
o, enemigo mortalde lo que a ti mesmo deues; mira que ya no
queda de quien tomar vengança sino de ti mes-
mo:¿de que te sirue alargar la vida que tan
aborrecida tengo? Si piensas que es nuestro mal
de los que el tiempo suele curar, viues enga-
ñado, porque no ay cosa mas fuera de remedio
que nuestra desuentura; pues, quien la pudiera
hazer buena, la tuuo tan corta, que en los ver-
des años de su alegre juuentud offrecio la vida
al carnicero cuchillo, que se la quitasse por la
traycion del maluado Carino, que oy, con perder
la suya, aura aplacado en parte a aquella ventu-
rosa alma de Leonida, si en la celeste parte
donde mora puede caber desseo de vengança
alguna. ¡Ha, Carino, Carino! Ruego yo a los altos
cielos, si dellos las justas plegarias son oydas,
que no admitan la disculpa, si alguna dieres, de
la traycion que me heziste, y que permitan que
tu cuerpo carezca de sepultura, assi como tu
alma carecio de misericordia. Y tu, hermosa y
mal lograda Leonida, recibe, en muestra del
amor que en vida te tuue, las lagrimas que en
tu muerte derramo, y no atribuyas a poco senti-
miento el no acabar la vida con el que de tu
muerte recibo, pues seria poca recompensa a
lo que deuo y desseo sentir, el dolor que tan
presto se acabasse. Tu verás, si de las cosas de
aca tienes cuenta, como este miserable cuerpo
quedará vn dia consumido del dolor poco a
poco, para mayor pena y sentimiento, bien ansi
como la mojada y encendida poluora, que, sin
LIBRO PRIMERO
hazer estrepito ni leuantar llama en alto, entre
si mesma se consume, sin dexar de si sino
el rastro de las consumidas cenizas. Dueleme
quanto puede dolerme, ¡o alma del alma mia!,
que, ya que no pude gozarte en la vida, en la
muerte no puedo hazerte las obsequias y hon-
rras que a tu bondad y virtud se conuenian;
pero yo te prometo y juro que, el poco tiempo
―que serα bien poco―que esta apassionada
ánima mia rigiere la pesada carga deste mise-
rable cuerpo, y la voz cansada tuuiere aliento
que la forme, de no tratar otra cosa en mis tris-
tes y amargas canciones, que de tus alabanças
y merescimientos.
A este punto cessó la voz, por la qual Elicio
conocio claramente que aquel era el pastor ho-
micida, de que recibio mucho gusto, por pare-
cerle que estaua en parte donde podria saber
del lo que desseaua; y queriendose llegar mas
cerca, huuo de tornarse a parar, porque le pare-
cio que el pastor templaua vn rabel, y quiso
escuchar primero si al son del alguna cosa diria;
y no tardó mucho que con suaue y acordada
voz oyo que desta manera cantaua:
LISANDRO
¡O alma venturosa,
que del humano velo
libre al alta region viua bolaste,
dexando en tenebrosa
carcel de desconsuelo
LIBRO PRIMERO
mi vida, aunque contigo la lleuaste!
Sin ti, escura dexaste
la luz clara del dia,
por tierra derribada
la esperança fundada
en el mas firme assiento de alegria;
en fin, con tu partida,
quedó viuo el dolor, muerta la vida.
Embuelto en tus despojos
la muerte s'a lleuado
el mas subido estremo de belleza,
la luz de aquellos ojos
qu'en auerte mirado
tenian encerrada su riqueza;
con presta ligereza,
del alto pensamiento
y enamorado pecho
la gloria se'a deshecho,
como la cera al sol o niebla al viento;
y toda mi ventura
cierra la piedra de tu sepultura.
¿Cómo pudo la mano
inexorable y cruda,
y el intento cruel, facinoroso,
del vengatiuo hermano,
dexar libre y desnuda
tu alma del mortal velo hermoso?
¿Por que tu[r]uó el reposo
de nuestros coraçones?
Que, si no se acabaran,
en vno se juntaran
con honestas y sanctas condiciones.
¡Hay, fiera mano esquiua!
¿Cómo ordenaste que muriendo viua?
En llanto sempiterno
mi ánima mezquina
LIBRO PRIMERO
los años passará, meses y dias;
la tuya, en gozo eterno
y edad firme y contina,
no temera del tiempo las porfias;
con dulces alegrias
verás firme la gloria
que tu loable vida
te tuuo merescida;
y, si puede caber en tu memoria
del suelo no perderla,
de quien tanto te amó deues tenerla.
Mas, ¡ho, quan simple he sido,
alma bendita y bella,
de pedir que te acuerdes, ni aun burlando,
de mi, que t'e querido,
pues se que mi querella
se yra con tal fauor eternizando!
Mejor es que, pensando
que soy de ti oluidado,
me apriete con mi llaga,
hasta que se deshaga
con el dolor la vida, qu'a quedado
en tan estraña suerte,
que no tiene por mal el de la muerte.
Goza en el sancto coro
con otras almas sanctas,
alma, de aquel seguro bien entero,
alto, rico thesoro,
mercedes, gracias tantas
que goza el que no huye el buen sendero;
alli gozar espero,
si por tus pasos guio,
contigo en paz entera
de eterna primauera,
sin temor, sobresalto ni desuio;
a esto me encamina,
pues sera hazaña de tus obras digna.
LIBRO PRIMERO
Y pues vosotras, celestiales almas,
veys el bien que desseo,
creced las alas a tan buen desseo.
Aqui cessó la voz, pero no los sospiros del des-
dichado que cantado auia, y lo vno y lo otro
fue parte de acrescentar en Elicio la gana de sa-
ber quien era. Y, rompiendo por las espinosas
çarças, por llegar mas presto a do la voz salia,
salio a vn pequeño prado, que, todo en redondo,
a manera de theatro, de espessissimas e intrin-
cadas matas estaua ceñido, en el qual vio vn
pastor que, con estremado brio, estaua con el pie
derecho delante y el yzquierdo atras, y el diestro
braço leuantado, a guisa de quien esperaua ha-
zer algun rezio tiro. Y assi era la verdad, porque,
con el ruydo que Elicio al romper por las matas
hauia hecho, pensando ser alguna fiera de la
qual conuenia defenderse, el pastor del bosque
se hauia puesto a punto de arrojarle vna pesa-
da piedra que en la mano tenia. Elicio, cono-
ciendo por su postura su intento, antes que le
effectuasse, le dixo:
―Sossiega el pecho, lastimado pastor, que, el
que aqui viene, trae el suyo aparejado a lo que
mandarle quisieres, y quien el desseo de sa-
ber tu ventura le ha hecho romper tus lagrimas
y turbar el aliuio que de estar solo se te podria
seguir.
Con estas blandas y comedidas palabras de
Elicio, se sossego el pastor, y con no menos
blandura le respondio, diziendo:
―Tu buen offrecimiento agradezco, qual-
LIBRO PRIMERO
quiera que tu seas, comedido pastor; pero si
ventura quieres saber de mi, que nunca la tuue,
mal podras ser satisfecho.
―Verdad dizes―respondio Elicio―, pues,
por las palabras y quexas que esta noche te he
oydo, muestras bien claro la poca o ninguna que
tienes; pero no menos satisfaras mi desseo con
dezirme tus trabajos, que con declararme tus
contentos; y assi la fortuna te los de en lo que
desseas, que no me niegues lo que te suplico, si
ya el no conocerme no lo impide, aunque, para
assegurarte y mouerte, te hago saber que no
tengo el alma tan contenta, que no sienta en el
punto que es razon las miserias que me con-
tares. Esto te digo, porque se que no ay cosa
mas escusada y aun perdida, que contar el mi-
serable sus desdichas a quien tiene el pecho
colmo de contentos.
―Tus buenas razones me obligan―respondio
el pastor―a que te satisfaga en lo que me pides,
assi porque no imagines que de poco y acobar-
dado ánimo nacen las quexas y lamentaciones
que dizes que de mi has oydo, como porque co-
nozcas que aun es muy poco el sentimiento que
muestro, a la causa que tengo de mostrarlo.
Elicio se lo agradecio mucho, y, despues de
hauer passado entre los dos mas palabras de co-
medimiento, dando señales Elicio de ser verda-
dero amigo del pastor del bosque, y conociendo
el que no eran fingidos offrecimientos, vino a
conceder lo que Elicio rogaua. Y, sentandose
los dos sobre la verde yerua, cubiertos con el
LIBRO PRIMERO
resplandor de la hermosa Diana, que en clari-
dad aquella noche con su hermano competir
podia, el pastor del bosque, con muestras de vn
interno dolor, començo a dezir desta manera:
―En las riberas de
Bethis, caudalosissimo rioque la gran Vandalia enriquece, nacio Lisandro
―que este es el nombre desdichado mio―, y de
tan nobles padres, qual plu[g]uiera al soberano
Dios que en mas baxa fortuna fuera engendrado;
porque muchas vezes la nobleza del linaje pone
alas y esfuerça el ánimo a leuantar los ojos
adonde la humilde suerte no osara jamas le-
uantarlos, y de tales atreuimientos suelen succe-
der a menudo semejantes calamidades como las
que de mi oyras si con atencion me escuchas.
Nacio ansimesmo en mi aldea vna pastora, cuyo
nombre era Leonida, summa de toda la hermo-
sura que en gran parte de la tierra―segun yo
imagino―pudiera hallarse: de no menos nobles
y ricos padres nacida, que su hermosura y vir-
tud merescian. De do nacio que, por ser los pa-
rientes de entrambos de los mas principales del
lugar, y estar en ellos el mando y gouernacion
del pueblo, la embidia, enemiga mortal de la
sossegada vida, sobre algunas differencias del
gouierno del pueblo vino a poner entre ellos
cizaña y mortalissima discordia; de manera que
el pueblo fue diuidido en dos parcialidades: la
vna seguia la de mis parientes, la otra la de los
de Leonida, con tan arraygado rencor y mal
ánimo, que no ha sido parte para ponerlos en
paz ninguna humana diligencia. Ordenó, pues
LIBRO PRIMERO
la suerte, para echar de todo punto el sello a
nuestra enemistad, que yo me enamorasse de la
hermosa Leonida, hija de Parmindro, principal
cabeça del vando contrario; y fue mi amor tan de
veras, que, aunque procuré con infinitos medios
quitarle de mis entrañas, el fin de todos venia
a parar a quedar mas vencido y subgeto. Po-
niaseme delante vn monte de difficultades, que
conseguir el fin de mi desseo me estoruauan,
como eran el mucho valor de Leonida, la endu-
recida enemistad de nuestros padres, las pocas
coyunturas, o ninguna, que se me offrecian para
descubrirle mi pensamiento; y, con todo esto,
quando ponia los ojos de la imaginacion en la
singular belleza de Leonida, qualquiera difficul-
tad se allanaua, de suerte que me parecia poco
romper por entre agudas puntas de diamantes
para llegar al fin de mis amorosos y honestos
pensamientos. Hauiendo, pues, por muchos dias
combatido conmigo mesmo, por ver si podria
apartar el alma de tan ardua empresa, y viendo
ser impossible, recogi toda mi industria a con-
siderar con qual podria dar a entender a Leo-
nida el secreto amor de mi pecho; y como los
principios en qualquier negocio sean siempre
difficultosos, en los que tratan de amor son, por
la mayor parte, difficultosissimos, hasta que el
mesmo amor, quando se quiere mostrar fauo-
rable, abre las puertas del remedio donde parece
que estan mas cerradas. Y assi se parecio en
mi, pues, guiado por su pensamiento el mio,
vine a imaginar que ningun medio se offrecia
LIBRO PRIMERO
mejor a mi deseo que hazerme amigo de los
padres de Siluia, vna pastora que era en estremo
amiga de Leonida, y muchas vezes la vna a la
otra, en compañia de sus padres, en sus casas
se visitauan. Tenia Siluia vn pariente que se
llamaua Carino, compañero familiar de Crisaluo,
hermano de la hermosa Leonida, cuya bizarria
y aspereza de costumbres le hauian dado re-
nombre de cruel, y assi de todos los que le
conoscian el cruel Crisaluo era llamado; y ni
mas ni menos a Carino, el pariente de Siluia y
compañero de Crisaluo, por ser entremetido y
agudo de ingenio, el astuto Carino le llamauan:
del qual y de Siluia, por parecerme que me
conuenia, con el medio de muchos presentes y
dadiuas forjé la amistad―al parecer―possible;
a lo menos, de parte de Siluia fue mas firme de
lo que yo quisiera, pues los regalos y fauores
que ella con limpias entrañas me hazía, obligada
de mis continuos servicios, tomó por instrumen-
tos mi fortuna para ponerme en la desdicha en
que agora me veo.
,, Era Siluia hermosa en estremo, y de tantas
gracias adornada, que la dureza del crudo cora-
çon de Crisaluo se mouio a amarla, y esto yo
no lo supe sino con mi daño, y de alli a muchos
dias; y ya que con la larga experiencia estuue
seguro de la voluntad de Siluia, vn dia, offre-
ciendoseme comodidad, con las mas tiernas pa-
labras que pude le descubri la llaga de mi las-
timado pecho, diziendole que, aunque era tan
profunda y peligrosa, no la sentia tanto, sólo
LIBRO PRIMERO
por imaginar que en su solicitud estaua el reme-
dio della; aduirtiendole ansimesmo el honesto
fin a que mis pensamientos se encaminauan,
que era juntarme por legítimo matrimonio con
la bella Leonida; y que, pues era causa tan justa
y buena, no se hauia de desdeñar de tomarla a
su cargo. En fin, por no serte prolixo, el amor
me ministró tales palabras que le dixesse, que
ella, vencida dellas, y mas por la pena que ella,
como discreta, por las señales de mi rostro, co-
nocio que en mi alma moraua, se determinó de
tomar a su cargo mi remedio y dezir a Leonida
lo que yo por ella sentia, prometiendo de hazer
por mi todo quanto su fuerça e industria alcan-
çasse, puesto que se hazía difficultosa tal em-
pressa, por la inimicicia grande que entre nues-
tros padres conocia, aunque, por otra parte,
imaginaua poder dar principio al fin de sus dis-
cordias si Leonida conmigo se casasse. Mouida,
pues, con esta buena intencion, y enternecida
de las lagrimas que yo derramaua, como ya he
dicho, se auenturó a ser intercessora de mi con-
tento; y discurriendo consigo que entrada ten-
dria para con Leonida, me mandó que le escri-
uiesse vna carta, la qual ella offrecia a darla
quando tiempo le pareciesse. Pareciome a mi
bien su parecer, y aquel mesmo dia le embié
vna que, por auer sido principio del contento
que por su respuesta senti, siempre la he tenido
en la memoria, puesto que fuera mejor no acor-
darme de cosas alegres en tiempo tan triste
como es el en que agora me hallo. Recibio la
LIBRO PRIMERO
carta Siluia, y aguardaua occasion de ponerla
en las manos de Leonida.
―No―dixo Elicio, atajand
o las razones deLisandro--, no es justo que me dexes de dezir
la carta que a Leonida embiaste, que, por ser la
primera, y por hallarte tan enamorado en aque-
lla sazon, sin duda deue de ser discreta. Y pues
me has dicho que la tienes en la memoria, y el
gusto que por ella grangeaste, no me lo niegues
agora en no dezirmela.
―Bien dizes, amigo―respondio Lisandro―;
que yo estaua entonces tan enamorado y teme-
roso, como agora descontento y desesperado,
y por esta razon me parece que no acerte a de-
zir alguna, aunque fue harto acertamiento que
Leonida las creyesse las que en la carta yuan.
Ya que tanto desseas saberlas, dezia desta
manera:
LISANDRO A LEONIDA
"Mientras que he podido, aunque con gran-
dissimo dolor mio, resistir con las proprias fuer-
ças a la amorosa llama que por ti, ¡ho hermosa
Leonida!, me abrasa, jamas he tenido ardi-
miento, temeroso del subido valor que en ti co-
nozco, de descubrirte el amor que te tengo; mas
ya que es consumida aquella virtud que hasta
aqui me ha hecho fuerte, hame sido forçoso,
descubriendo la llaga de mi pecho, tentar con
escreuirte su primero y vltimo remedio. Que sea
LIBRO PRIMERO
el primero, tu lo sabes, y de ser el vltimo está
en tu mano, de la qual espero la misericordia
que tu hermosura promete y mis honestos des-
seos merescen. Los quales y el fin adonde se en-
caminan conosceras de Siluia, que esta te dara;
y pues ella se ha atreuido, con ser quien es, a
lleuartela, entiende que son tan justos quanto
a tu merescimiento se deuen.,,
No le parecieron mal a Elicio las razones de
la carta de Lisandro, el qual, prosiguiendo la
historia de sus amores, dixo:
―No passaron muchos dias sin que esta carta
viniesse a las hermosas manos de Leonida, por
medio de las piadosas de Siluia, mi verdadera
amiga, la qual, junto con darsela, le dixo tales
cosas, que con ellas templó en gran parte la ira
y alteracion que con mi carta Leonida auia re-
cebido: como fue dezirle quanto bien se sigui-
ria si por nuestro casamiento la enemistad de
nuestros padres se acabaua, y que el fin de tan
buena intencion la hauia de mouer a no des-
echar mis desseos; quanto mas que no se deuia
compadecer con su hermosura dexar morir sin
mas respecto a quien tanto como yo la amaua;
añadiendo a estas, otras razones que Leonida
conocio que lo eran. Pero, por no mostrarse al
primer encuentro rendida, y a los primeros pas-
sos alcançada, no dio tan agradable respuesta
a Siluia como ella quisiera. Pero con todo esto,
por intercession de Siluia, que a ello le forço,
respondio con esta carta que agora te dire:
LIBRO PRIMERO
LEONIDA A LISANDRO
"Si entendiera, Lisandro, que tu mucho atre-
uimiento hauia nacido de mi poca honestidad,
en mi mesma executara la pena que tu culpa
meresce; pero por assegurarme desto lo que yo
de mi conozco, vengo a conocer que mas ha
procedido tu osadia de pensamientos ociosos
que de enamorados; y aunque ellos sean de la
manera que dizes, no pienses que me has de
mouer a mi para remediallos como a Siluia
para creellos, de la qual tengo mas quexa por
auerme forçado a responderte, que de ti que
te atreuiste a escreuirme, pues el callar fuera
digna respuesta a tu locura. Si te retraes de
lo començado, haras como discreto, porque te
hago saber que pienso tener mas cuenta con
mi honra, que con tus vanidades.,,
,,Esta fue la respuesta de Leonida, la qual,
junto con las esperanças que Siluia me dio,
aunque ella parecia algo aspera, me hizo tener
por el mas bien afortunado del mundo. Mien-
tras estas cosas entre nosotros passauan, no se
descuydaua Crisaluo de solicitar a Siluia con in-
finitos mensajes, presentes y seruicios; mas era
tan fuerte y desabrida la condicion de Crisaluo,
que jamas pudo mouer a la de Siluia a que vn
pequeño fauor le diesse; de lo qual estaua tan
desesperado e impaciente, como vn agarrocha-
do y vencido toro. Por causa de sus amores
LIBRO PRIMERO
hauia tomado amistad con el astuto Carino, pa-
riente de Siluia, hauiendo los dos sido primero
mortales enemigos, porque, en cierta lucha que
vn dia de vna grande fiesta delante de todo el
pueblo los çagales mas diestros del lugar tuuie-
ron, Carino fue vencido de Crisaluo y maltra-
tado: de manera que concibio en su coraçon
odio perpetuo contra Crisaluo, y no menos lo
tenia contra otro hermano mio, por auerle sido
contrario en vnos amores, de los quales mi her-
mano lleuó el fruto que Carino esperaua. Este
rancor y mala voluntad tuuo Carino secreta,
hasta que el tiempo le descubrio ocasion como
a vn mesmo punto se vengasse de entrambos
por el mas cruel estilo que imaginarse puede.
Yo le tenia por amigo, porque la entrada en
casa de Siluia no se me impidiesse; Crisaluo le
adoraua, porque fauoreciesse sus pensamientos
con Siluia; y era de suerte su amistad, que todas
las vezes que Leonida venia a casa de Siluia,
Carino la acompañaua; por la qual causa le pa-
recio bien a Siluia darle cuenta, pues era mi
amigo, de los amores que yo con Leonida tra-
taua, que en aquella sazon andauan ya tan vi-
uos y venturosos, por la buena intercession de
Siluia, que ya no esperauamos sino tiempo y
lugar donde coger el honesto fruto de nuestros
limpios desseos, los quales sabidos de Carino,
tomó por instrumento para hazer la mayor tray-
cion del mundo. Porque vn dia, haziendo del
leal con Crisaluo, y dandole a entender que te-
nia en mas su amistad que la honra de su pa-
LIBRO PRIMERO
rienta, le dixo que la principal causa porque Sil-
uia no le amaua ni fauorescia, era por estar de
mi enamorada, y que el lo sabia in(e)faliblemen-
te; y que ya nuestros amores yuan tan al des-
cubierto, que, si el no huuiera estado ciego de la
passion amorosa, en mil señales lo huuiera ya
conocido; y que para certificarse mas de la ver-
dad que le dezia, que de alli adelante mirasse
en ello, porque veria claramente como, sin em-
pacho alguno, Siluia me daua extraordinarios
fauores. Con estas nueuas deuio de quedar tan
fuera de si Crisaluo, como parecio por lo que
dellas sucedio. De alli adelante Crisaluo traya
espias por ver lo que yo con Siluia passaua; y
como yo muchas vezes procurasse hallarme solo
con ella, para tratar, no de los amores que el
pensaua, sino de lo que a los mios conuenia,
eranle a Crisaluo referidas, con otros fauores
que, de limpia amistad procedidos, Siluia a cada
passo me hazía: por lo que vino Crisaluo a ter-
minos tan desesperados, que muchas vezes pro-
curó matarme; aunque yo no pensaua que era
por semejante occasion, sino por lo de la anti-
gua enemistad de nuestros padres. Mas por ser
el hermano de Leonida, tenia yo mas cuenta
con guardarme que con offenderle, teniendo por
cierto que, si yo con su hermana me casaua,
tendrian fin nuestras enemistades. De lo que el
estaua bien ajeno: antes se pensaua que, por
serle yo enemigo, auia procurado tratar amores
con Siluia, y no porque yo bien la quisiesse; y
esto le acrescentaua la colera y enojo de manera
LIBRO PRIMERO
que le sacaua de juyzio, aunque el tenia tan
poco, que poco era menester para acabarselo.
Y pudo tanto en el este mal pensamiento, que
vino a aborrecer a Siluia tanto quanto la hauia
querido, sólo porque a mi me fauorecia, no con
la voluntad que el pensaua, sino como Carino
le dezia; y assi, en qualesquier corrillos y juntas
que se hallaua, dezia mal de Siluia, dandole ti-
tulos o renombres desonestos; pero como todos
conoscian su terrible condicion y la bondad de
Siluia, daban poco o ningun credito a sus pa-
labras.
,,En este medio, hauia concertado Siluia con
Leonida que los dos nos desposassemos, y que,
para que mas a nuestro saluo se hiziesse, seria
bien que vn dia que con Carino Leonida vinies-
se a su casa, no boluiesse por aquella noche a la
de sus padres, sino que desde alli, en compañia
de Carino, se fuesse a vna aldea que media legua
de la nuestra estaua, donde vnos ricos parientes
mios viuian, en cuya casa, con mas quietud, po-
diamos poner en effecto nuestras intenciones;
porque si del successo dellas los padres de Leo-
nida no fuessen contentos, a lo menos, estando
ella ausente, seria mas facil el concertarse. To-
mado, pues, este apuntamiento, y dada cuenta
del a Carino, se offrecio, con muestras de gran-
dissimo ánimo, que lleuaria a Leonida a la otra
aldea, como ella fuesse contenta. Los seruicios
que yo hize a Carino por la buena voluntad que
mostraua, las palabras de offrecimiento que le
dixe, los abraços que le di, me parece que bas-
LIBRO PRIMERO
taran a deshazer en vn coraçon de azero qual-
quiera mala intencion que contra mi tuuiera.
Pero el traydor de Carino, echando a las espal-
das mis palabras, obras y promessas, sin tener
cuenta con la que a si mesmo deuia, ordenó la
traycion que agora oyras. Informado Carino de
la voluntad de Leonida, y viendo ser conforme
a la que Siluia le hauia dicho, ordenó que la pri-
mera noche que, por las muestras del dia, en-
tendiessen que auia de ser escura, se pusiesse
por obra la yda de Leonida, offreciendose de
nueuo a guardar el secreto y lealtad possible.
Despues de hecho este concierto que has oydo,
se fue a Crisaluo, segun despues aca he sabido,
y le dixo que su parienta Siluia yua tan adelante
en los amores que conmigo traya, que en vna
cierta noche hauia determinado de sacarla de
casa de sus padres y lleuarla a la otra aldea, do
mis parientes morauan, donde se le offrecia co-
yuntura de vengar su coraçon en entrambos: en
Siluia, por la poca cuenta que de sus seruicios
hauia hecho; en mi, por nuestra vieja enemis-
tad y por el enojo que le auia hecho en qui-
tarle a Siluia, pues por solo mi respecto le de-
xaua. De tal manera le supo encarecer y dezir
Carino lo que quiso, que con mucho menos a
otro coraçon no tan cruel como el suyo mouiera
a qualquier mal pensamiento Llegado, pues, ya
el dia que yo pense que fuera el de mi mayor
contento, dexando dicho a Carino, no lo que
hizo, sino lo que auia de hazer, me fuy a la otra
aldea a dar orden como recebir a Leonida, Y
LIBRO PRIMERO
fue el dexarla encomendada a Carino, como
quien dexa a la simple corderuela en poder de
los hambrientos lobos, o a la mansa paloma en-
tre las vñas del fiero gauilan que la despedace.
¡Hay, amigo, que, llegando a este passo con la
imaginacion, no se como tengo fuerças para
sostener la vida, ni pensamiento para pensarlo,
quanto mas lengua para dezirlo! ¡Hay, mal acon-
sejado Lisandro! ¿Como, y no sabias tu las con-
diciones dobladas de Carino? Mas ¿quien no se
fiara de sus palabras, auenturando el tan poco
en hazerlas verdaderas con las obras? ¡Hay, mal
lograda Leonida! ¡Quan mal supe gozar de la
merced que me heziste en escogerme por tuyo!
En fin, por concluyr con la tragedia de mi des-
gracia, sabras, discreto pastor, que la noche que
Carino auia de traer consigo a Leonida a la
aldea donde yo la esperaua, el llamó a otro pas-
tor, que deuia de tener por enemigo, aunque el
se lo encubria debaxo de su falsa acostumbrada
dissimulacion, el qual Libeo se llamaua, y le
rogo que aquella noche le hiziesse compañia,
porque determinaua lleuar vna pastora, su affi-
cionada, a la aldea que te he dicho, donde pen-
saua desposarse con ella. Libeo, que era ga-
llardo y enamorado, con facilidad le offrecio su
compañia. Despidiose Leonida de Siluia con es-
trechos abraços y amorosas lagrimas, como pre-
saga que auia de ser la vltima despedida. Deuia
de considerar entonces la sin ventura la traycion
que a sus padres hazía, y no la que a ella
Carino le ordenaua, y quan mala cuenta daua
LIBRO PRIMERO
de la buena opinion que della en el pueblo se
tenia. Mas, passando de passo por todos estos
pensamientos, forçado del enamorado que la
vencia, se entregó a la guardia de Carino, que
adonde yo la aguardaua la truxesse. ¡Quantas
vezes se me viene a la memoria, llegando a este
punto, lo que soñe el dia que le tuuiera yo por
dichoso, si en el feneciera la cuenta de los de
mi vida! Acuerdome que, saliendo del aldea vn
poco antes que el sol acabasse de quitar sus
rayos de nuestro horizonte, me sente al pie de
vn alto frexno, en el mesmo camino por donde
Leonida hauia de venir, esperando que cerrasse
algo mas la noche para adelantarme y recebilla,
y, sin saber como y sin yo quererlo, me quedé
dormido; y apenas huue entregado los ojos al
sueño, quando me parecio que el arbol donde
estaua arrimado, rindiendose a la furia de vn
recissimo viento que soplaua, desarraygando las
hondas rayzes de la tierra, sobre mi cuerpo se
caya, y que, procurando yo euadirme del graue
peso, a vna y otra parte me reboluia; y, estando
en esta pesadumbre, me parecio ver vna blanca
cierba junto a mi, a la qual yo ahincadamente
suplicaua que, como mejor pudiesse, apartasse
de mis hombros la pesada carga; y que que-
riendo ella, mouida de compassion, hazerlo, al
mismo instante salio vn fiero leon del bosque,
y, cogiendola entre sus agudas vñas, se metia
con ella por el bosque adelante; y que, despues
que con gran trabajo me hauia escapado del
graue peso, la yua a buscar al monte, y la ha-
LIBRO PRIMERO
llaua despedaçada y herida por mil partes; de
lo qual tanto dolor sentia, que el alma se me
arrancaua sólo por la compassion que ella hauia
mostrado de mi trabajo. Y assi comence a llorar
entre sueños, de manera que las mismas lagri-
mas me despertaron, y hallando las mexillas
bañadas del llanto, quedé fuera de mi, conside-
rando lo que auia soñado; pero, con la alegria
que esperaua tener de ver a mi Leonida, no
eché de ver entonces que la fortuna en sueños
me mostraua lo que de alli a poco rato despierto
me auia de succeder.
,,A la sazon que yo desperte, acabaua de ce-
rrar la noche, con tanta escuridad, con tan es-
pantosos truenos y relampagos, como conuenia
para cometerse con mas facilidad la crueldad
que en ella se cometio. Assi como Carino salio
de casa de Siluia con Leonida, se la entregó a
Libeo, diziendole que se fuesse con ella por el
camino de la aldea que he dicho; y aunque Leo-
nida se alteró de ver a Libeo, Carino la asse-
guró que no era menor amigo mio Libeo que el
proprio, y que con toda seguridad podia yr con
el poco a poco, en tanto que el se adelantaua a
darme a mi las nueuas de su llegada. Creyo la
simple―en fin, como enamorada―las palabras
del falso Carino, y, con menor recelo del que
conuenia, guiada del comedido Libeo, tendia los
temerosos passos para venir a buscar el vltimo
de su vida, pensando hallar el mejor de su con-
tento. Adelantóse Carino de los dos, como ya te
he dicho, y vino a dar auiso a Crisaluo de lo que
LIBRO PRIMERO
passaua, el qual, con otros quatro parientes su-
yos, en el mesmo camino por donde auian de
passar, que todo era cerrado de bosque, de vna
y otra parte, escondidos estauan, y dixoles como
Siluia venia, y solo yo que la acompañaua, y
que se alegrassen de la buena occasion que la
suerte les ponia en las manos para vengarse de
la injuria que los dos les auiamos hecho, y que
el seria el primero que en Siluia, aunque era
parienta suya, prouasse los filos de su cuchillo.
Apercibieronse luego los cinco crueles carnice-
ros para colorarse en la innocente sangre de los
dos que tan sin cuydado de traycion semejante
por el camino se venian, los quales, llegados a
do la celada estaua, al instante fueron con ellos
los perfidos homicidas y cerraronlos en medio.
Crisaluo se llegó a Leonida, pensando ser Siluia,
y con injuriosas y turbadas palabras, con la in-
fernal colera que le señoreaua, con seis morta-
les heridas la dexó tendida en el suelo, a tiempo
que ya Libeo, por los otros quatro―creyendo
que a mi me las dauan―con infinitas puρaladas
se rebolcaua por la tierra. Carino, que vio quan
bien hauia salido el traydor intento suyo, sin
aguardar razones, se les quitó delante, y los cin-
co traydores, contentissimos, como si vuieran
hecho alguna famosa hazaña, se boluieron a su
aldea, y Crisaluo se fue a casa de Siluia a dar el
mesmo a sus padres la nueua de lo que hauia
hecho, por acrescentarles el pesar y sentimien-
to, diziendoles que fuessen a dar sepultura a su
hija Siluia, a quien el hauia quitado la vida por
LIBRO PRIMERO
auer hecho mas caudal de la fria voluntad de
Lisandro, su enemigo, que no de los continuos
siruicios suyos. Siluia, que sintio lo que Crisaluo
dezia, dandole el alma lo que auia sido, le dixo
cómo ella estaua viua, y aun libre de todo lo
que la imputaua, y que mirasse no vuiesse
muerto a quien le doliesse, mas su muerte que
perder el mismo la vida. Y con esto le dixo que
su hermana Leonida se auia partido aquella no-
che de su casa en trage no acostumbrado. Ato-
nito quedó Crisaluo de ver a Siluia viua, tenien-
do el por cierto que la dexaua ya muerta, y con
no pequeño sobresalto acudio luego a su casa,
y no hallando en ella a su hermana, con gran-
dissima confusion y furia boluio el solo a ver
quien era la que hauia muerto, pues Siluia es-
taua viua. Mientras todas estas cosas passauan,
estaua yo con vna ansia estraña esperando a
Carino y Leonida, y pareciendome que ya tar-
dauan mas de lo que deuian, quise yr a encon-
trarlos, o a saber si por algun caso aquella no-
che se auian detenido, y, no anduue mucho por
el camino, quando oy vna lastimada voz que
dezia: "¡O soberano hazedor del cielo! Encoje
la mano de tu justicia y abre la de tu misericor-
dia, para tenerla desta alma, que presto te dara
cuenta de las offensas que te ha hecho. ¡Hay,
Lisandro, Lisandro, y como la amistad de Ca-
rino te costará la vida, pues no es possible sino
que te la acabe el dolor de auerla yo por ti per-
dido! ¡Hay, cruel hermano! ¿Es possible que, sin
oyr mis disculpas, tan presto me quesiste dar la
LIBRO PRIMERO
pena de mi yerro?,, Quando estas razones oy,
en la voz y en ellas conoci luego ser Leonida
la que las dezia, y, presago de mi desuentura,
con el sentido turbado, fuy a tiento a dar adon-
de Leonida estaua embuelta en su propria san-
gre; y hauiendola conocido luego, dexandome
caer sobre el herido cuerpo, haziendo los estre-
mos de dolor possible, le dixe: "¿Que desdicha
es esta, bien mio? Ánima mia, ¿qual fue la cruel
mano que no ha tenido respecto a tanta hermo-
sura?,, En estas palabras fuy conocido de Leo-
nida, y leuantando con gran trabajo los cansa-
dos braços, los echó por cima de mi cuello, y
apretando con la mayor fuerça que pudo, jun-
tando su boca con la mia, con flacas y mal pro-
nunciadas razones, me dixo solas estas: "Mi her-
mano me ha muerto; Carino, vendido; Libeo
está sin vida, la qual te de Dios a ti, Lisandro
mio, largos y felices años, y a mi me dexe gozar
en la otra del reposo que aqui me ha negado.,,
Y juntando mas su boca con la mia, auiendo
cerrado los labios para darme el primero y vlti-
mo beso, al abrillos se le salio el alma, y quedó
muerta en mis braços. Quando yo lo senti,
abandonandome sobre el elado cuerpo, quedé
sin ningun sentido; y, si como era yo el viuo,
fuera el muerto, quien en aquel trance nos viera,
el lamentable de Pyramo y Thisbe truxera a la
memoria. Mas, despues que bolui en mi, abrien-
do ya la boca para llenar el ayre de vozes y
sospiros, senti que hazia donde yo estaua venia
vno con apressurados passos, y llegandose cer-
LIBRO PRIMERO
ca aunque la noche hazía escura, los ojos del
alma me dieron a conoscer que el que alli venia
era Crisaluo, como era la verdad, porque el tor-
naua a certificarse si por ventura era su her-
mana Leonida la que auia muerto; y, como yo
le conoci, sin que de mi se guardasse, llegué a
el como sañudo leon, y dandole dos heridas, di
con el en tierra; y, antes que acabasse de espi-
rar, le lleué arrastrando adonde Leonida estaua,
y puniendo en la mano muerta de Leonida el
puñal que su hermano traya, que era el mesmo
con que ella hauia muerto, ayudandole yo a
ello, tres vezes se le hinqué por el coraçon. Y
consolado en algo el mio con la muerte de
Crisaluo, sin mas detenerme, tomé sobre mis
hombros el cuerpo de Leonida y lleuéle al aldea
donde mis parientes viuian, y, contandoles el
caso, les rogue le diessen honrada sepultura, y
luego puse por obra y determiné de tomar en
Carino la vengança que en Crisaluo; la qual,
por auerse el ausentado de nuestra aldea, se ha
tardado hasta oy, que le hallé a la salida deste
bosque, despues de auer seys meses que ando
en su demanda. El ha hecho ya el fin que su
traycion merescia, y a mi no me queda ya de
quien tomar vengança, si no es de la vida que
tan contra mi voluntad sostengo. Esta es, pas-
tor, la causa de do proceden los lamentos que
me has oydo. Si te parece que es bastante para
causar mayores sentimientos, a tu buena discre-
cion dexo que lo considere.
Y con esto dio fin a su plática, y principio a
LIBRO PRIMERO
tantas lagrimas, que no pudo dexar Elicio de te-
nerle compañia en ellas; pero, despues que por
largo espacio hauian desfogado con tiernos sos-
piros, el vno la pena que sentia, el otro la com-
passion que della tomaua, Elicio començo con
las mejores razones que supo a consolar a Li-
sandro, aunque era su mal tan sin consuelo,
como por el successo del hauia visto. Y, entre
otras cosas que le dixo, y la que a Lisandro mas
le quadró, fue dezirie que, en los males sin reme-
dio, el mejor era no esperarles ninguno; y que,
pues de la honestidad y noble condicion de
Leonida se podria creer―segun el dezia―que
de dulce vida gozaua, antes deuia alegrarse del
bien que ella hauia ganado, que no entriste-
cerse por el que el hauia perdido. A lo qual
respondio Lisandro:
―Bien conozco, amigo, que tienen
fuerça tusrazones para hazerme creer que son verdade-
ras; pero no que la tienen, ni la tendran las
que todo el mundo dezirme pudiere, para darme
consuelo alguno. En la muerte de Leonida co-
menço mi desuentura, la qual se acabará quan-
do yo la torne a ver; y pues esto no puede ser
sin que yo muera, al que me induziere a pro-
curar la muerte, tendre yo por mas amigo de
mi vida.
No quiso Elicio darle mas pesadumbre con
sus consuelos, pues el no los tenia por tales;
sólo le rogo que se viniesse con el a su cabaña,
en la qual estaria todo el tiempo que gusto le
diesse, offreciendole su amistad en todo aquello
LIBRO PRIMERO
que podia ser buena para seruirle. Lisandro se
lo agradecio quanto fue possible, y, aunque no
queria accetar el venir con Elicio, todavia lo
huuo de hazer forçado de su importunacion, y
assi los dos se leuantaron y se vinieron a la ca-
baña de Elicio, donde reposaron lo poco que de
la noche quedaua. Pero ya que la blanca Auro-
ra dexaua el lecho del celoso marido y comen-
çaua a dar muestras del venidero dia, leuantan-
dose Erastro, començo a poner en orden el ga-
nado de Elicio y suyo, para sacarle al pasto
acostumbrado. Elicio combidó a Lisandro a que
con el se viniesse, y assi,viniendo los tres pasto-
res con el manso rebaño de sus ouejas por vna
cañada abaxo, al subir de vna ladera oyeron el
sonido de vna suaue çampoña, que luego por
Elicio y Erastro fue conocido que era Galatea
quien la sonaua. Y no tardó mucho que por la
cumbre de la cuesta se començaron a descubrir
algunas ouejas, y luego tras ellas Galatea, cuya
hermosura era tanta, que seria mejor dexarla en
su punto, pues faltan palabras para encarecerla.
Venia vestida a la serrana, con los luengos ca-
bellos sueltos al viento, de quien el mesmo sol
parescia tener embidia, porque, hiriendolos con
sus rayos, procuraua quitarles la luz si pudiera;
mas la que la salia de la vislumbre dellos, otro
nueuo sol semejaua. Estaua Erastro fuera de si
mirandola, y Elicio no podia apartar los ojos de
verla. Quando Galatea vio que el rebaño de Eli-
cio y Erastro con el suyo se juntaua, mostrando
no gustar de tenerles aquel dia compañia, llamó
LIBRO PRIMERO
a la borrega mansa de su manada, a la qual si-
guieron las demas, y encaminóla a otra parte
differente de la que los pastores lleuauan. Vien-
do Elicio lo que Galatea hazía, sin poder sufrir
tan notorio desden, llegandose a do la pastora
estaua, le dixo:
―Dexa, hermosa Galatea, que tu rebaρo ven-
ga con el nuestro, y, si no gustas de nuestra
compañia, escoge la que mas te agradare, que
no por tu ausencia dexarán tus ouejas de ser
bien apacentadas, pues yo, que naci para ser-
uirte, tendre mas cuenta dellas que de las mias
proprias; y no quieras tan a la clara desdeñar-
me, pues no lo merece la limpia voluntad que
te tengo, que, segun el viaje que trayas, a la
fuente de las Piçarras le encaminauas, y, agora
que me has visto, quieres torcer el camino; y si
esto es assi, como pienso, dime adonde quieres
oy y siempre apascentar tu ganado, que yo te
juro de no lleuar alli jamas el mio.
―Yo te prometo, Elicio―respondio Gala-
tea―, que no por huyr de tu compaρia ni de la
de Erastro he buelto del camino que tu imaginas
que lleuaua, porque mi intencion es passar oy
la siesta en el arroyo de las Palmas, en compa-
ñia de mi amiga Florisa, que alla me aguarda,
porque desde ayer concertamos las dos de apas-
centar oy alli nuestros ganados; y, como yo ve-
nia descuydada sonando mi çampoña, la mansa
borrega tomó el camino de las Piçarras, como
della mas acostumbrado. La voluntad que me
tienes y offrecimientos que me hazes te agra-
LIBRO PRIMERO
dezco, y no tengas en poco hauer dado yo dis-
culpa a tu sospecha.
―΅Hay, Galatea―replicσ Elicio―, y quan
bien que finges lo que te parece, teniendo tan
poca necessidad de vsar conmigo artificio, pues
al cabo no tengo de querer mas de lo que tu
quisieres! Ora vayas al arroyo de las Palmas, al
soto del Concejo o a la fuente de las Piçarras,
ten por cierto que no has de yr sola, que siem-
pre mi alma te acompaña; y si tu no la vees, es
porque no quieres verla, por no obligarte a re-
mediarla.
―Hasta agora―respondio Galatea―tengo
por ver la primera alma, y assi, no tengo culpa
si no he remediado a ninguna.
―No se cσmo puedes dezir esso―respondio
Elicio―, hermosa Galatea, que las veas para
herirlas, y no para curarlas.
―Testimonio me leuantas―replicσ Galatea―
en dezir que yo, sin armas, pues a mugeres no
son concedidas, aya herido a nadie.
―΅Hay, discreta Galatea―dixo Elicio―, cσ
mote burlas con lo que de mi alma sientes, a la
qual inuisiblemente has llagado, y no con otras
armas que con las de tu hermosura! Y no me
quexo yo tanto del daño que me has hecho,
como de que le tengas en poco.
―En menos me tendria yo―respondio Gala-
tea―si en mas le tuuiesse.
A esta sazon llegó Erastro, y viendo que
Galatea se yua y les dexaua, le dixo:
―Ώ
Adonde vas, o de quien huyes, hermosa
LIBRO PRIMERO
Galatea? Si de nosotros, que te adoramos, te
alexas, ¿quien esperará de ti compañia? ¡Hay,
enemiga, quan al desgayre te vas, triumphando
de nuestras voluntades! El cielo destruya la
buena que tengo, si no desseo verte enamorada
de quien estime tus quexas en el grado que tu
estimas las mias. ¿Rieste de lo que digo, Gala-
tea? Pues yo lloro de lo que tu hazes.
No pudo Galatea responder a Erastro, porque
andaua guiando su ganado hazia el arroyo de
las Palmas, y abaxando desde lexos la cabeça
en señal de despedirse, los dexó, y, como se vio
sola, en tanto que llegaua adonde su amiga Flo-
risa creyo que estaria, con la estremada voz que
al cielo plugo darle, fue cantando este soneto:
GALATEA
Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha
de amor, que abrasa, aprieta, enfria y hiere;
que tal llama mi alma no la quiere,
ni queda de tal ñudo satisfecha.
Consuma, ciña, yele, mate, estrecha
tenga otra (la) voluntad quanto quisiere;
que por dardo, o por nieue, o red no 'spere
tener la mia en su calor deshecha.
Su fuego enfriará mi casto intento,
el ñudo rompere por fuerça o arte,
la nieue deshara mi ardiente celo,
la flecha embotará mi pensamiento;
y assi, no temere en segura parte
de amor el fuego, el lazo, el dardo, el yelo.
LIBRO PRIMERO
Con mas justa causa se pudieran parar los
brutos, mouer los arboles y juntar las piedras a
escuchar el suaue canto y dulce armonia de Ga-
latea, que quando a la citara de Orfeo, lyra de
Apolo y musica de Anfion los muros de Troya y
Thebas por si mismos se fundaron, sin que arti-
fice alguno pusiesse en ellos las manos, y las
hermanas, negras moradoras del hondo chaos,
a la estremada voz del incauto amante se ablan-
daron. El acabar el canto Galatea, y llegar adon-
de Florisa estaua, fue todo a vn tiempo, de la
qual fue con alegre rostro recebida, como aque-
lla que era su amiga verdadera y con quien
Galatea sus pensamientos comunicaua. Y des-
pues que las dos dexaron yr a su aluedrio a sus
ganados a que de la verde yerua paciessen,
combidadas de la claridad del agua de vn arro-
yo que alli corria, determinaron de labarse los
hermosos rostros, pues no era menester para
acrecentarles hermosura el vano y enfadoso ar-
tificio con que los suyos martyrizan las damas
que en las grandes ciudades se tienen por mas
hermosas. Tan hermosas quedaron despues de
lauadas como antes lo estauan, excepto que, por
auer llegado las manos con mouimiento al ros-
tro, quedaron sus mexillas encendidas y sonro-
seadas, de modo que vn no se que de hermo-
sura les acrescentaua, especialmente a Galatea,
en quien se vieron juntas las tres Gracias, a
quien los antiguos griegos pintauan desnudas,
por mostrar, entre otros effectos, que eran seño-
ras de la belleza. Començaron luego a coger di-
LIBRO PRIMERO
uersas flores del verde prado, con intencion de
hazer sendas guirnaldas con que recoger los
desornados cabellos que sueltos por las espal-
das trayan. En este exercicio andauan occupa-
das las dos hermosas pastoras, quando por el
arroyo abaxo vieron al improuiso venir vna pas-
tora de gentil donayre y apostura, de que no
poco se admiraron, porque les parecio que no
era pastora de su aldea ni de las otras comar-
canas a ella, a cuya causa con mas atencion la
miraron, y vieron que venia poco a poco hazia
donde ellas estauan; y, aunque estauan bien
cerca, ella venia tan embeuida y transportada
en sus pensamientos, que nunca las vio hasta
que ellas quisieron mostrarse. De trecho en tre-
cho se paraua, y, bueltos los ojos al cielo, daua
vnos sospiros tan dolorosos, que de lo mas in-
timo de sus entrañas parecian arrancados; tor-
cia assimesmo sus blancas manos, y dexaua co-
rrer por sus mexillas algunas lagrimas, que li-
quidas perlas semejauan. Por los estremos de
dolor que la pastora hazía, conocieron Galatea
y Florisa que de algun interno dolor traya el
alma occupada, y por ver en que parauan sus
sentimientos, entrambas se escondieron entre
vnos cerrados mirtos, y desde alli con curiosos
ojos mirauan lo que la pastora hazía: la qual, lle-
gandose al margen del arroyo, con atentos ojos
se paró a mirar el agua que por el corria, y de-
xandose caer a la orilla del como persona can-
sada, corbando vna de sus hermosas manos,
cogio en ella del agua clara, con la qual laban-
LIBRO PRIMERO
dose los humidos ojos, con voz baxa y debili-
tada dixo:
―΅Ay, claras y frescas aguas! ¡Quan poca par-
te es vuestra frialdad para templar el fuego que
en mis entrañas siento! Mal podre esperar de
vosotras, ni aun de todas las que contiene el
gran mar Occeano, el remedio que he menester,
pues aplicadas todas al ardor que me consume,
hariades el mesmo effecto que suele hazer la pe-
queña cantidad en la ardiente fragua, que mas
su llama acrecienta. ¡Ay, tristes ojos, causadores
de mi perdicion, y en que fuerte punto os alcé
para tan gran cayda! ¡Ay, fortuna, enemiga de
mi descanso, con quanta velocidad me derri-
baste de la cumbre de mis contentos al abysmo
de la miseria en que me hallo! ¡Ay, cruda her-
mana! ¿Cómo no aplacó la ira de tu desamorado
pecho la humilde y amorosa presencia de Ar-
sildo? ¿Que palabras te pudo dezir el para
que le diesses tan aceda y cruel respuesta?
Bien parece, hermana, que tu no le tenias en
la cuenta que yo le tengo: que, si assi fuera, a fe
que tu te mostraras tan humilde quanto el a ti
subgeto.
Todo esto que la pastora dezia, mezclaua
con tantas lagrimas, que no huuiera coraçon
que escuchandola no se enterneciera; y des-
pues que por algun espacio huuo sossegado
el afligido pecho, al son del agua que mansa-
mente corria, acomodando a su proposito vna
copla antigua, con suaue y delicada voz cantó
esta glosa:
LIBRO PRIMERO
Ya la esperança es perdida,
y vn solo bien me consuela:
qu'el tiempo, que passa y buela,
lleuará presto la vida.
Dos cosas ay en amor
con que su gusto se alcança:
desseo de lo mejor,
es la otra la esperança,
que pone esfuerço al temor.
Las dos hizieron manida
en mi pecho, y no las veo;
antes en l'alma affligida,
porque me acabe el desseo,
ya la esperança es perdida.
Si el desseo desfallece
quando la esperança mengua,
al contrario en mi parece,
pues, quanto ella mas desmengua,
tanto mas el s'engrandece.
Y no ay vsar de cautela
con las llagas que me atizan:
que, en esta amorosa escuela,
mil males me martyrizan,
y vn solo bien me consuela.
Apenas huuo llegado
el bien a mi pensamiento,
quando el cielo, suerte y hado,
con ligero mouimiento
l'an del alma arrebatado;
y si alguno ay que se duela
de mi mal tan lastimero,
al mal amayna la vela,
y al bien passa mas ligero
qu'el tiempo, que passa y buela
.
¿Quien ay que no se consuma
con estas ansias que tomo,
LIBRO PRIMERO
pues en ellas se ve en suma
ser los cuydados de plomo
y los plazeres de pluma?
Y aunque va tan decayda
mi dichosa buena andança,
en ella este bien se anida:
que, quien lleuó la esperança
lleuará presto la vida.
Presto acabó el canto la pastora, pero no las
lagrimas con que lo solemnizaua; de las quales
mouidas a compassion Galatea y Florisa, salie-
ron de do escondidas estauan, y, con amorosas
y corteses palabras, a la triste pastora saluda-
ron, diziendole, entre otras razones:
―Assi los cielos, hermosa pastora, se mues-
tren fauorables a lo que pedirles quisieres, y de-
llos alcances lo que desseas, que nos digas, si no
te es enojoso, que ventura o que destino te ha
traydo por esta tierra, que, segun la plática que
nosotras tenemos della, jamas por estas riberas
te hauemos visto. Y por auer oydo lo que poco
ha cantaste, y entender por ello que no tiene tu
coraçon el sossiego que ha menester, y por las
lagrimas que has derramado, de que dan indicio
tus humidos y hermosos ojos, en ley de buen
comedimiento estamos obligadas a procurarte el
consuelo que de nuestra parte fuere possible; y
si fuere tu mal de los que no sufren ser consola-
dos, a lo menos, conosceras en nosotras vna
buena voluntad de seruirte.
―No se con que poder pagaros―respondio
la forastera pastora―, hermosas zagalas, los cor-
teses offrecimientos que me hazeys, si no es con
LIBRO PRIMERO
callar, y agradecello, y estimarlos en el punto
que merescen, y con no negaros lo que de mi
saber quisieredes, puesto que me seria mejor
passar en silencio los successos de mi ventura,
que no, con dezirlos, daros indicios para que me
tengays por liuiana.
―No muestra tu rostro y gentil apostura, her-
mosa pastora―respondio Galatea―, que el
cielo te ha dado tan grossero entendimiento,
que con el hiziesses cosa que despues vuiesses
de perder reputacion en dezirla; y pues tu vista
y palabras en tan poco a hecho esta impression
en nosotras, que ya te tenemos por discreta,
muestranos, con contarnos tu vida, si llega a tu
discrecion tu ventura.
―A lo que yo creo―respondio la pastora―
,en vn ygual andan entrambas, si ya no me ha
dado la suerte mas juyzio para que sienta mas
los dolores que se offrecen; pero yo estoy bien
cierta que sobrepujan tanto mis males a mi
discrecion, quanto dellos es vencida toda mi ha-
bilidad, pues no tengo ninguna para saber re-
mediallos; y porque la experiencia os desen-
gañe, si quisieredes oyrme, bellas zagalas, yo
os contaré con las mas breues razones que pu-
diere, como, del mucho entendimiento que juz-
gays que tengo, ha nascido el mal que le haze
ventaja.
―Con ninguna cosa, discreta zagala, satisfa-
ras mas nuestros desseos―respondio Florisa―,
que con darnos cuenta de lo que te hemos
rogado.
LIBRO PRIMERO
―Apartemonos, pues―dixo la pastora―,
deste lugar, y busquemos otro, donde, sin ser
vistas ni estoruadas, pueda deziros lo que me
pesa de aueros prometido, porque adiuino que
no estara mas en perderse la buena opinion que
con vosotras he cobrado, que quanto tarde en
descubriros mis pensamientos, si acaso los vues-
tros no han sido tocados de la enfermedad que
yo padezco.
Desseosas de que la pastora cumpliesse lo
que prometia, se leuantaron luego las tres, y se
fueron a vn lugar secreto y apartado que ya
Galatea y Florisa sabian, donde, debaxo de la
agradable sombra de vnos acopados mirtos, sin
ser vistas de alguno, podian todas tres estar
sentadas, y luego, con estremado donayre y gra-
cia, la forastera pastora començo a dezir desta
manera:
―En las r
iberas del famoso Henares, que alvuestro dorado Tajo, hermosissimas pastoras,
da siempre fresco y agradable tributo, fuy yo
nascida y criada, y no en tan baxa fortuna que
me tuuiesse por la peor de mi aldea. Mis padres
son labradores, y a la labrança del campo acos-
tumbrados, en cuyo exercicio les imitaua, tra-
yendo yo vna manada de simples ouejas por las
dehesas concegiles de nuestra aldea, acomo-
dando tanto mis pensamientos al estado en que
mi suerte me hauia puesto, que ninguna cosa
me daua mas gusto que ver multiplicar y crecer
mi ganado, sin tener cuenta con mas que con
procurarle los mas fructiferos y abundosos pas-
LIBRO PRIMERO
tos, claras y frescas aguas que hallar pudiesse.
No tenia ni podia tener mas cuydados que los
que podian nascer del pastoral officio en que me
occupaua. Las seluas eran mis compañeras, en
cuya soledad muchas vezes, combidada de la
suaue armonia de los dulces paxarillos, despe-
dia la voz a mil honestos cantares, sin que en
ellos mezclasse sospiros ni razones que de ena-
morado pecho diessen indicio alguno. ¡Ay,
quantas vezes, sólo por contentarme a mi mes-
ma y por dar lugar al tiempo que se passasse,
andaua de ribera en ribera, de valle en valle,
cogiendo aqui la blanca açucena, alli el cardeno
lirio, aca la colorada rosa, aculla la olorosa cla-
uellina, haziendo de todas suertes de odoriferas
flores vna texida guirnalda, con que adornaua
y recogia mis cabellos, y despues, mirandome
en las claras y reposadas aguas de alguna fuen-
te, quedaua tan gozosa de hauerme visto, que no
trocara mi contento por otro alguno! Y ¡quantas
hize burla de algunas zagalas que, pensando
hallar en mi pecho alguna manera de compas-
sion del mal que los suyos sentian, con abun-
dancia de lagrimas y sospiros los secretos ena-
morados de su alma me descubrian! Acuerdo-
me agora, hermosas pastoras, que llegó a mi
vn dia vna zagala amiga mia, y, echandome los
braços al cuello, y juntando su rostro con el
mio, hechos sus ojos fuentes, me dixo: "¡Ay, her-
mana Theolinda―que este es el nombre desta
desdichada―, y cσmo creo que el fin de mis dias
es llegado, pues amor no ha tenido la cuenta
LIBRO PRIMERO
conmigo que mis desseos merescian!,, Yo, en-
tonces, admirada de los estremos que la veya
hazer, creyendo que algun gran mal le auia suc-
cedido de pérdida de ganado, o de muerte de
padre o hermano, limpiandole los ojos con la
manga de mi camisa, le rogue que me dixesse
que mal era el que tanto la aquexaua. Ella, pro-
siguiendo en sus lagrimas y no dando tregua a
sus sospiros, me dixo: "¿Que mayor mal quieres,
¡o Theolinda!, que me haya succedido, que el
auerse ausentado sin dezirme nada el hijo del
mayoral de nuestra aldea, a quien yo quiero
mas que a los proprios ojos de la cara; y auer
visto esta mañana en poder de Leocadia, la hija
del rabadan Lisalco, vna cinta encarnada que
yo hauia dado a aquel fementido de Eugenio,
por donde se me ha confirmado la sospecha que
yo tenia de los amores que el traydor con ella
trataua?,, Quando yo acabé de entender sus
quexas, os juro, amigas y señoras mias, que no
pude acabar conmigo de no reyrme y dezirle:
“Mia fe, Lidia―que assi se llamaua la sin ven-
tura―, pense que de otra mayor llaga venias
herida, segun te quexauas; pero agora conozco
quan fuera de sentido andays vosotras, las que
presumis de enamoradas, en hazer caso de se-
mejantes niñerias. Dime, por tu vida, Lidia ami-
ga: ¿quanto vale vna cinta encarnada, para que
te duela de verla en poder de Leocadia, ni de
que se la aya dado Eugenio? Mejor harias de
tener cuenta con tu honra y con lo que conuie-
ne al pasto de tus ouejas, y no entremeterte en
LIBRO PRIMERO
estas burlerias de amor, pues no se saca dellas,
segun veo, sino menoscabo de nuestras honras
y sossiego.,, Quando Lidia oyo de mi boca tan
contraria respuesta de la que esperaua de mi
piadosa condicion, no hizo otra cosa sino abaxar
la cabeça, y, acrescentando lagrimas a lagrimas
y solloços a solloços, se apartó de mi, y bol-
uiendo a cabo de poco trecho el rostro, me dixo:
"Ruego yo a Dios, Theolinda, que presto te veas
en estado que tengas por dichoso el mio, y que
el amor te trate de manera que cuentes tu pena
a quien la estime y sienta en el grado que tu
has hecho la mia.,, Y con esto se fue, y yo me
quedé ryendo de sus desuarios. Mas ¡ay, desdi-
chada, y como a cada passo conozco que me va
alcançando bien su maldicion, pues aun agora
temo que estoy contando mi pena a quien se
dolera poco de auerla sabido!
A esto respondio Galatea:
―Plu[g]uiera a Dios, discreta Theolinda, que,
assi como hallarás en nosotras compassion de
tu daño, pudieras hallar el remedio del: que
presto perdieras la sospecha que de nuestro co-
nocimiento tienes.
―Vuestr
a hermosa presencia y agradableconuersacion, dulces pastoras―respondio Theo-
linda―, me haze esperar esso; pero mi corta
ventura me fuerηa a temer estotro; mas succe-
da lo que succediere, que al fin aure de conta-
ros lo que os he prometido. Con la libertad que
os he dicho, y en los exercicios que os he con-
tado, passaua yo mi vida tan alegre y sossega-
LIBRO PRIMERO
damente, que no sabia que pedirme el desseo,
hasta que el vengatiuo amor me vino a tomar
estrecha cuenta de la poca que con el tenia, y
alcanησme en ella de manera que, con quedar
su esclaua, creo que aun no estα pagado ni sa-
tisfecho. Acaecio, pues, que vn dia―que fuera
para mi el mas venturoso de los de mi vida, si
el tiempo y las occasiones no vuieran traydo
tal descuento a mis alegrias―, viniendo yo con
otras pastoras de nuestra aldea a cortar ramos y
a coger juncia y flores y verdes espadañas para
adornar el templo y calles de nuestro lugar, por
ser el siguiente dia solennissima fiesta, y estar
obligados los moradores de nuestro pueblo por
promessa y voto a guardalla, acertamos a pas-
sar todas juntas por vn deleytoso bosque que
entre el aldea y el rio está puesto, adonde halla-
mos vna junta de agraciados pastores, que a la
sombra de los verdes arboles passauan el ardor
de la caliente siesta, los quales, como nos vie-
ron, al punto fuymos dellos conoscidas, por ser
todos, qual primo, y qual hermano, y qual pa-
riente nuestro; y saliendonos al encuentro, y en-
tendido de nosotras el intento que lleuauamos,
con corteses palabras nos persuadieron y força-
ron a que adelante no passassemos, porque al-
gunos dellos tomarian el trabajo de traer hasta
alli los ramos y flores porque yuamos. Y assi,
vencidas de sus ruegos, por ser ellos tales, hu-
uimos de conceder lo que querian, y luego seys
de los mas moços, apercebidos de sus ozinos,
se partieron con gran contento a traernos los
LIBRO PRIMERO
verdes despojos que buscauamos. Nosotras, que
seys eramos, nos juntamos donde los demas
pastores estauan, los quales nos recibieron con
el comedimiento possible, especialmente de vn
pastor forastero que alli estaua, que de ninguna
de nosotras fue conoscido, el qual era de tan
gentil donayre y brio, que quedaron todas admi-
radas en verle; pero yo quedé admirada y ren-
dida. No se que os diga, pastoras, sino que, assi
como mis ojos le vieron, senti enternecerseme
el coraçon, y començo a discurrir por todas mis
venas vn yelo que me encendia, y, sin saber
cómo, senti que mi alma se alegraua de tener
puestos los ojos en el hermoso rostro del no
conocido pastor; y en vn punto, sin ser en los
casos de amor experimentada, vine a conoscer
que era amor el que salteado me auia; y luego
quisiera quexarme del, si el tiempo y la occasion
me dieran lugar a ello. En fin, yo quedé qual
aora estoy, vencida, y enamorada, aunque con
mas confiança de salud que la que aora tengo.
¡Ay, quantas vezes en aquella sazon me quise
llegar a Lidia, que con nosotras estaua, y dezir-
le: "Perdoname, Lidia hermana, de la dessa-
brida respuesta que te di el otro dia, porque te
hago saber que ya tengo mas experiencia del
mal de que te quexauas, que tu mesma.,, Vna
cosa me tiene marauillada, de como quantas alli
estauan no conocieron, por los mouimientos de
mi rostro, los secretos de mi coraçon; y deuiolo
de causar que todos los pastores se boluieron al
forastero, y le rogaron que acabasse de cantar
LIBRO PRIMERO
vna cancion que hauia començado antes que
nosotras llegassemos: el qual, sin hazerse de ro-
gar, siguio su començado canto con tan estre-
mada y marauillosa voz, que todos los que la
escuchauan estauan trasportados en oyrla. En-
tonces acabé yo de entregarme de todo en todo
a todo lo que el amor quiso, sin quedar en mi
mas voluntad que si no la vuiera tenido para
cosa alguna en mi vida; y puesto que yo estaua
mas suspensa que todos escuchando la suaue
armonia del pastor, no por esso dexé de poner
grandissima atencion a lo que en sus versos
cantaua, porque me tenia ya el amor puesta en
tal estremo, que me llegara al alma si le oyera
cantar cosas de enamorado, que imaginara que
ya tenia occupados sus pensamientos, y quiça
en parte que no tuuiessen alguna los mios en lo
que desseauan. Mas lo que el entonces cantó no
fueron sino ciertas alabanças del pastoral estado
y de la sossegada vida del campo, y algunos
auisos vtiles a la conseruacion del ganado, de
que no poco quedé yo contenta, pareciendome
que, si el pastor estuuiera enamorado, que de
ninguna cosa tratara que de sus amores, por ser
condicion de los amantes parecerles mal gas-
tado el tiempo que en otra cosa que en ensalçar
y alabar la causa de sus tristezas o contentos
se gasta. Ved, amigas, en quan poco espacio
estaua ya maestra en la escuela de amor. El
acabar el pastor su canto, y el descubrir los que
con los ramos venian, fue todo a vn tiempo;
los quales, a quien de lexos los miraua, no pa-
LIBRO PRIMERO
recian sino vn pequeño montezillo que con to-
dos sus arbores se mouia, segun venian pom-
posos y enramados; y llegando ya cerca de
nosotras, todos seys entonaron sus vozes, y co-
mençando el vno y respondiendo todos, con
muestras de grandissimo contento, y con mu-
chos plazenteros alaridos, dieron principio a vn
gracioso villancico. Con este contento y alegria
llegaron mas presto de lo que yo quisiera, por-
que me quitaron la que yo sentia de la vista del
pastor. Descargados, pues, de la verde carga,
vimos que traya cada vno vna hermosa guirnal-
da enroscada en el braço, compuesta de diuer-
sas y agradables flores, las quales con graciosas
palabras a cada vna de nosotras la suya presen-
taron, y se offrecieron de lleuar los ramos hasta
el aldea. Mas, agradeciendoles nosotras su buen
comedimiento, llenas de alegria, queriamos dar
la buelta al lugar, quando Eleuco, vn anciano
pastor que alli estaua, nos dixo: "Bien será, her-
mosas pastoras, que nos pagueys lo que por
vosotras nuestros zagales han hecho, con dexar-
nos las guirnaldas, que demasiadas lleuays de lo
que a buscar veniades; pero ha de ser con con-
dicion que de vuestra mano la deys a quien os
pareciere.,, "Si con tan pequeña paga quedareys
de nosotras satisfechas―respondio la vna―, yo
por mi soy contenta.,, Y tomando la guirnalda
con ambas manos, la puso en la cabeça de vn
gallardo primo suyo. Las otras, guiadas deste
exemplo, dieron las suyas a differentes zagales
que alli estauan, que todos sus parientes eran.
LIBRO PRIMERO
Yo, que a lo vltimo quedaua, y que alli deudo
alguno no tenia, mostrando hazer de la desem-
buelta, me llegué al forastero pastor, y punien-
dole la guirnalda en la cabeça, le dixe: "Esta te
doy, buen zagal, por dos cosas: la vna, por el
contento que a todos nos has dado con tu agra-
dable canto; la otra, porque en nuestra aldea se
vsa honrar a los estrangeros.,, Todos los circuns-
tantes recibieron gusto de lo que yo hazía; pero
¿que os dire yo de lo que mi alma sintio vien-
dome tan cerca de quien me la tenia robada,
sino que diera qualquiera otro bien que acerta-
ra a dessear en aquel punto, fuera de quererle,
por poder ceñirle con mis braços al cuello, como
le ceñi las sienes con la guirnalda? El pastor se
me humilló, y con discretas palabras me agra-
decio la merced que le hazía; y, al despedirse de
mi, con voz baxa, hurtando la occasion a los mu-
chos ojos que alli hauia, me dixo "Mejor te he
pagado de lo que piensas, hermosa pastora, la
guirnalda que me has dado: prenda lleuas con-
tigo que, si la sabes estimar, conoceras que me
quedas deudora.,, Bien quisiera yo responderle;
pero la priessa que mis compañeras me dauan
era tanta, que no tuue lugar de replicarle.
,,Desta manera me bolui al aldea, con tan dif-
ferente coraçon del con que auia salido, que yo
mesma de mi mesma me marauillaua. La com-
pañia me era enojosa, y qualquiera pensamien-
to que me viniesse, que a pensar en mi pastor
no se encaminasse, con gran presteza procuraua
luego de desecharle de mi memoria, como in-
LIBRO PRIMERO
digno de occupar el lugar que de amorosos cuy-
dados estaua lleno. Yo no se cómo en tan pe-
queño espacio de tiempo me transformé en otro
ser del que tenia; porque yo ya no viuia en mi,
sino en Artidoro―que ansi se llama la mitad de
mi alma que ando buscando―: do quiera que
boluia los ojos, me parecia ver su figura; qual-
quiera cosa que escuchaua, luego sonaua en mis
oydos su suaue musica y armonia; a ninguna
parte mouia los pies, que no diera por hallarle
en ella mi vida, si el la quisiera; en los manjares
no hallaua el acostumbrado gusto, ni las manos
acertauan a tocar cosa que se le diesse. En fin,
todos mis sentidos estauan trocados del ser que
primero tenian, ni el alma obraua por ellos como
era acostumbrada. En considerar la nueua Theo-
linda que en mi hauia nacido, y en contemplar
las gracias del pastor; que impressas en el alma
me quedaron, se me passó todo aquel dia y la
noche antes de la solemne fiesta, la qual venida,
fue con grandissimo regozijo y aplauso de todos
los moradores de nuestra aldea y de los circun-
uecinos lugares solemnizada. Y, despues de aca-
badas en el templo las sacras oblaciones, y cum-
plidas las deuidas ceremonias, en vna ancha
p1aça que delante del templo se hazía, a la som-
bra de quatro antiguos y frondosos alamos que
en ella estauan, se juntó casi la mas gente del
pueblo, y haziendose todos vn corro, dieron lu-
gar a que los zagales vecinos y forasteros se
exercitassen, por honra de la fiesta, en algunos
pastoriles exercicios. Luego en el instante se
LIBRO PRIMERO
mostraron en la plaça vn buen numero de dis-
puestos y gallardos pastores, los quales, dando
alegres muestras de su juuentud y destreza, die-
ron principios a mil graciosos juegos, ora tirando
la pesada barra, ora mostrando la ligereza de
sus sueltos miembros en los desusados saltos,
ora descubriendo su crescida fuerça e indus-
triosa maña en las intricadas luchas, ora ense-
ñando la velocidad de sus pies en las largas ca-
rreras, procurando cada vno de ser tal en todo,
que el primero premio alcançasse de muchos
que los mayorales del pueblo tenian puestos
para los mejores que en tales exercicios se auen-
tajassen. Pero en estos que he contado, ni en
otros muchos que callo por no ser prolixa, nin-
gunos de quantos alli estauan, vecinos y co-
marcanos, llegó al punto que mi Artidoro, el
qual con su presencia quiso honrar y alegrar
nuestra fiesta, y lleuarse el primero honor y pre-
mio de todos los juegos que se hizieron. Tal era,
pastoras, su destreza y gallardia, las alabanças
que todas le dauan eran tantas, que yo mesma
me ensoberuecia, y vn desusado contento en el
pecho me retoçaua, sólo en considerar quan
bien auia sabido occupar mis pensamientos;
pero, con todo esto, me daua grandissima pesa-
dumbre que Artidoro, como forastero, se auia de
partir presto de nuestra aldea, y que si el se yua
sin saber, a lo menos, lo que de mi lleuaua (que
era el alma), ¿que que vida seria la mia en su
ausencia, o cómo podria yo aliuiar mi pena si-
quiera con quexarme, pues no tenia de quien,
LIBRO PRIMERO
sino de mi mesma? Estando yo, pues, en estas
imaginaciones, se acabó la fiesta y regozijo, y
queriendo Artidoro despedirse de los pastores
sus amigos, todos ellos juntos le rogaron que,
por los dias que auia de durar el octauario de la
fiesta, fuesse contento de passarlos con ellos, si
otra cosa de mas gusto no se lo impidia. "Nin-
guna me la puede dar a mi mayor, graciosos
pastores―respondio Artidoro―, que seruiros en
esto y en todo lo que mas fuere vuestra volun-
tad; que, puesto que la mia era por agora querer
buscar a vn hermano mio que pocos dias ha
falta de nuestra aldea, cumplire vuestro desseo,
por ser yo el que gano en ello.,, Todos se lo
agradecieron mucho, y quedaron contentos de
su quedada; pero mas lo quedé yo, consideran-
do que en aquellos ocho dias no podia dexar
de offrecerseme occasion donde le descubriesse
lo que ya encubrir no podia.
,,Toda aquella noche casi se nos passó en bay-
les y juegos, y en contar vnas a otras las prue-
uas que auiamos visto hazer a los pastores
aquel dia, diziendo: "Fulano bayló mejor que
Fulano, puesto que el tal sabia mas mudanças
que el tal; Mingo derribó a Bras, pero Bras co-
rrio mas que Mingo.,, Y al fin, fin, todas con-
cluyan que Artidoro, el pastor forastero, hauia
lleuado la ventaja a todos, loandole cada vna
en particular sus particulares gracias: las quales
alabanças, como ya he dicho, todas en mi con-
tento redundauan. Venida la mañana del dia
despues de la fiesta, antes que la fresca aurora
LIBRO PRIMERO
perdiesse el rocio aljofarado de sus hermosos
cabellos, y que el sol acabasse de descubrir sus
rayos por las cumbres de los vezinos montes,
nos juntamos hasta vna dozena de pastoras, de
las mas miradas del pueblo, y, asidas vnas de
otras de las manos, al son de vna gayta y de
vna çampoña, haziendo y deshaziendo intrica-
das bueltas y bayles, nos salimos de la aldea a
vn verde prado que no lexos della estaua, dan-
do gran contento a todos los que nuestra enma-
rañada dança mirauan; y la ventura, que hasta
entonces mis cosas de bien en mejor yua guian-
do, ordenó que en aquel mesmo prado hallas-
semos todos los pastores del lugar, y con ellos
a Artidoro, los quales, como nos vieron, acor-
dando luego el son de vn tamborino suyo con
el de nuestras çampoñas, con el mesmo compas
y bayle nos salieron a recebir, mezclandonos
vnos con otros confusa y concertadamente, y,
mudando los instrumentos el son, mudamos el
bayle, de manera que fue menester que las pas-
toras nos desassiessemos y diessemos las ma-
nos a los pastores; y quiso mi buena dicha que
acerte yo a dar la mia a Artidoro. No se cómo
os encarezca, amigas, lo que en tal punto senti,
si no es deziros que me turbé de manera que
no acertaua a dar passo concertado en el bayle;
tanto, que le conuenia a Artidoro lleuarme con
fuerça tras si, porque no rompiesse, soltando-
me, el hilo de la concertada dança; y tomando
dello occasion, le dixe: "¿En que te ha offendido
mi mano, Artidoro, que ansi la aprietas?,, El
LIBRO PRIMERO
me respondio, con voz que de ninguno pudo ser
oyda: "Mas, ¿que te ha hecho a ti mi alma, que
assi la maltratas?,, “Mi offensa es clara―res-
pondi yo mansamente―;
mas la tuya, ni la veoni podra verse.,, "Y aun ay está el daño―re-
plicó Artidoro―: que tengas vista para hazer
el mal, y te falte para sanarle.,, En esto cessa-
ron nuestras razones, porque los bayles cessa-
ron, quedando yo contenta y pensatiua de lo
que Artidoro me hauia dicho; y, aunque consi-
deraua que eran razones enamoradas, no me
assegurauan si eran de enamorado. Luego nos
sentamos todos los pastores y pastoras sobre la
verde yerua, y auiendo reposado vn poco del
cansancio de los bayles passados, el viejo Eleu-
co, acordando su instrumento, que vn rabel era,
con la çampoña de otro pastor, rogo a Artidoro
que alguna cosa cantasse, pues el mas que otro
alguno lo deuia hazer, por auerle dado el cielo
tal gracia, que seria ingrato si encubrirla quisies-
se. Artidoro, agradeciendo a Eleuco las alaban-
ças que le daua, començo luego a cantar vnos
versos que, por auer(me) puesto en mi sospecha
[a]que[l]las palabras que antes me auia dicho,
los tomé tan en la memoria, que aun hasta ago-
ra no se me han oluidado: los quales, aunque
os de pesadumbre oyrlos, sólo porque hazen al
caso para que entendays punto por punto por
los que me ha traydo el amor al desdichado en
que me hallo, os los aure de dezir, que son
estos:
LIBRO PRIMERO
En aspera, cerrada, escura noche,
sin ver jamas el esperado dia,
y en continuo crecido amargo llanto,
ageno de plazer, contento y risa,
meresce estar, y en vna viua muerte,
aquel que sin amor passa la vida.
¿Que puede ser la mas alegre vida,
sino vna sombra de vna breue noche,
o natural retrato de la muerte,
si en todas quantas horas tiene el dia,
puesto silencio al congoxoso llanto,
no admite del amor la dulce risa?
Do viue el blando amor, viue la risa,
y adonde muere, muere nuestra vida,
y el sabroso plazer se buelue en llanto,
y en tenebrosa sempiterna noche
la clara luz del sossegado dia,
y es el viuir sin el amarga muerte.
Los rigurosos trances de la muerte
no huye el amador; antes con risa
dessea la occasion y espera el dia
donde pueda offrescer la cara vida
hasta ver la tranquila vltima noche,
al amoroso fuego, al dulce llanto.
No se llama de amor el llanto, llanto,
ni su muerte llamarse deue muerte,
ni a su noche dar titulo de noche;
[que] su risa llamarse deue risa,
y su vida tener por cierta vida,
y sólo festejar su alegre dia.
¡O venturoso para mi este dia,
do pudo poner freno al triste llanto,
y alegrarme de auer dado mi vida
a quien darmela puede, o darme muerte!
LIBRO PRIMERO
¿Mas, que puede esperarse, si no es risa,
de vn rostro que al sol vence y buelue en noche?
Buelto ha mi escura noche en claro dia
amor, y en risa mi crescido llanto,
y mi cercana muerte en larga vida.
Estos fueron los versos, hermosas pastoras, que
con marauillosa gracia y no menos satisfaction
de los que le escuchauan aquel dia cantó mi
Artidoro, de los quales, y de las razones que
antes me hauia dicho, tomé yo ocasion de ima-
ginar si por ventura mi vista algun nueuo acci-
dente amoroso en el pecho de Artidoro auia
causado; y no me salio tan vana mi sospecha,
que el mesmo no me la certificasse al boluernos
al aldea.
A este punto del cuento de sus amores llega-
ua Theolinda, quando las pastoras sintieron
grandissimo estruendo de vozes de pastores y
ladridos de perros, que fue causa para que de-
xassen la començada plática y se parassen a
mirar por entre las ramas lo que era; y assi vie-
ron que, por vn verde llano que a su mano de-
recha estaua, atrauessauan vna multitud de pe-
rros, los quales venian siguiendo vna temerosa
liebre, que a toda furia a las espessas matas ve-
nia a guarecerse; y no tardó mucho que, por el
mesmo lugar donde las pastoras estauan, la vie-
ron entrar y yrse derecha al lado de Galatea, y
alli, vencida del cansancio de la larga carrera,
y casi como segura del cercano peligro, se dexó
caer en el suelo con tan cansado aliento, que
parecia que faltaua poco para dar el espiritu. Los
LIBRO PRIMERO
perros, por el olor y rastro, la siguieron hasta
entrar adonde estauan las pastoras; mas Gala-
tea, tomando la temerosa liebre en los braços,
estoruó su vengatiuo intento a los cobdiciosos
perros, por parecerle no ser bien si dexaua de
defender a quien della hauia querido valerse.
De alli a poco llegaron algunos pastores, que
en seguimiento de los perros y de la liebre ve-
nian, entre los quales venia el padre de Gala-
tea, por cuyo respecto, ella, Florisa y Theolinda
le salieron a rescebir con la deuida cortesia. El y
los pastores quedaron admirados de la hermo-
sura de Theolinda, y con desseo de saber quien
fuesse, porque bien conocieron que era foras-
tera. No poco les pesó desta llegada a Galatea y
Florisa, por el gusto que les auia quitado de sa-
ber el successo de los amores de Theolinda, a la
qual rogaron fuesse seruida de no partirse por
algunos dias de su compañia, si en ello no
se estoruaua acaso el cumplimiento de sus
desseos.
―Antes, por ver si pueden cumplirse―res-
pondio Theolinda―, me conuiene estar algun
dia en esta ribera; y assi por esto, como por no
dexar imperfecto mi començado cuento, aure de
hazer lo que me mandays.
Galatea y Florisa la abraçaron y le offrecieron
de nueuo su amistad, y de seruirla en quanto
sus fuerças alcançassen. En este entretanto, ha-
uiendo el padre de Galatea y los otros pastores
en el margen del claro arroyo tendido sus ga-
uanes y sacado de sus çurrones algunos rusti-
LIBRO PRIMERO
cos manjares, combidaron a Galatea y a sus
compañeras a que con ellos comiessen. Aceta-
ron ellas el combite, y sentandose luego, des-
echaron la hambre, que, por ser ya subido el dia,
començaua a fatigarles. En estos y en algunos
cuentos que, por entretener el tiempo, los pas-
tores contaron, se llegó la hora acostumbrada de
recogerse al aldea. Y luego Galatea y Florisa,
dando buelta a sus rebaños, los recogieron, y
en compañia de Theolinda y de los otros pas-
tores hazia el lugar poco a poco se encamina-
ron, y al quebrar de la cuesta, donde aquella
mañana auian topado a Elicio, oyeron todos la
çampoña del desamorado Lenio, el qual era vn
pastor en cuyo pecho jamas el amor pudo hazer
morada, y de esto viuia el tan alegre y satisfe-
cho, que, en qualquiera conuersacion y junta de
pastores que se hallaua, no era otro su intento
sino dezir mal de amor y de los enamorados, y
todos sus cantares a este fin se encaminauan; y
por esta tan estraña condicion que tenia, era de
los pastores de todas aquellas comarcas cono-
cido, y de vnos aborrecido, y de otros estimado.
Galatea y los que alli venian se pararon a escu-
char, por ver si Lenio, como de costumbre tenia,
alguna cosa cantaua; y luego vieron que, dando
su çampoña a otro compañero suyo, al son della
començo a cantar lo que se sigue:
LIBRO PRIMERO
LENIO
En vano, descuydado pensamiento,
vna loca altanera fantasia,
vn no se que, que la memoria cria,
sin ser, sin calidad, sin fundamento;
vna esperança que se lleua el viento,
vn dolor con renombre de alegria,
vna noche confusa do no ay dia,
vn ciego error de nuestro entendimiento,
son las rayzes proprias de do nasce
esta quimera antigua celebrada
que amor tiene por nombre en todo el suelo.
Y el alma qu'en amor tal se complaze,
meresce ser del suelo desterrada,
y que no la recojan en el cielo.
A la sazon que Lenio cantaua lo que aueys
oydo, auian ya llegado con sus rebaños Elicio
y Erastro, en compañia del lastimado Lisandro,
y pareciendole a Elicio que la lengua de Lenio
en dezir mal de amor a mas de lo que era ra-
zon se estendia, quiso mostrarle a la clara su
engaño, y, aprouechandose del mesmo concepto
de los versos que el auia cantado, al tiempo que
ya llegauan Galatea, Florisa y Theolinda y los
demas pastores, al son de la çampoña de Eras-
tro, començo a cantar desta manera:
LIBRO PRIMERO
ELICIO
Meresce quien en el suelo
en su pecho a amor no encierra,
que lo desechen del cielo
y no le suffra la tierra.
Amor, que es virtud entera,
con otras muchas que alcança,
de vna en otra semejança
sube a la causa primera;
y meresce el que su celo
de tal amor le destierra,
que le desechen del cielo
y no le acoja la tierra.
Vn bello rostro y figura,
aunque caduca y mortal,
es vn traslado y señal
de la diuina hermosura;
y el que lo hermoso en el suelo
desama y echa por tierra,
desechado sea del cielo
y no le suffra la tierra.
Amor tomado en si solo,
sin mezcla de otro accidente,
es al suelo conuiniente,
como los rayos de Apolo;
y el que tuuiere recelo
de amor que tal bien encierra,
meresce no ver el cielo
y que le trague la tierra.
Bien se conoce que amor
está de mil bienes lleno,
pues haze del malo bueno,
y del qu'es bueno, mejor;
LIBRO PRIMERO
y assi el que discrepa vn pelo
en limpia amorosa guerra,
ni meresce ver el cielo,
ni sustentarse en la tierra.
El amor es infinito,
si se funda en ser honesto,
y aquel que se acaba presto,
no es amor, sino apetito;
y al que, sin alçar el buelo.
con su voluntad se cierra,
matele rayo del cielo,
y no le cubra la tierra
No recibieron poco gusto los enamorados
pastores de ver quan bien Elicio su parte de-
fendia; pero no por esto el desamorado Lenio
dexó de estar firme en su opinion: antes queria
de nueuo boluer a cantar, y a mostrar en lo que
cantasse de quan poco momento eran las razo-
nes de Elicio para escurecer la verdad tan clara
que el a su parecer sustentaua; mas el padre de
Galatea, que Aurelio el venerable se llamaua,
le dixo:
―No te fatigues por agora, discreto Lenio, en
querernos mostrar en tu canto lo que en tu co-
raçon sientes, que el camino de aqui al aldea
es breue, y me parece que es menester mas
tiempo del que piensas para defenderte de los
muchos que tienen tu contrario parescer. Guar-
da tus razones para lugar mas oportuno, que
algun dia te juntarás tu y Elicio con otros pas-
tores en la fuente de las Piçarras, o arroyo de las
Palmas, donde con mas comodidad y sossiego
LIBRO PRIMERO
podays arguyr y aclarar vuestras differentes opi-
niones.
―La que Elicio tiene es opinion―respondio
Lenio―; que la mia no es sino sciencia aueri-
guada, la qual en breue o en largo tiempo, por
traer ella consigo la verdad, me obligo a sus-
tentarla; pero no faltará tiempo, como dizes, mas
aparejado para este effecto.
―Esse procurarι yo―respondio Elicio―,
porque me pesa que tan subido ingenio como el
tuyo, amigo Lenio, le falte quien le pueda re-
quintar y subir de punto, como es el limpio y ver-
dadero amor, de quien te muestras tan enemigo.
―Engaρ
ado estás, ¡o Elicio!―replicó Le-nio―, si piensas con affeytadas y sofisticas pa-
labras hazerme mudar de lo que no me tendria
por hombre si me mudasse.
―Tan malo es―dixo Elicio―ser pertinaz en
el mal, como bueno perseuerar en el bien; y
siempre he oydo dezir a mis mayores que de
sabios es mudar consejo.
―No niego yo esso―respondio Lenio―,
quando yo entendiesse que mi parecer no es
justo; pero, en tanto que la esperiencia y la ra-
zon no me mostraren el contrario de lo que
hasta aqui me han mostrado, yo creo que mi
opinion es tan verdadera, quanto la tuya falsa.
―Si se castigassen los hereges de amor―dixo
a esta sazon Erastro―, desde agora comenηara
yo, amigo Lenio, a cortar leña con que te abra-
saran, por el mayor herege y enemigo que el
amor tiene.
LIBRO PRIMERO
―Y aun si yo no viera otra cosa del amor,
sino que tu, Erastro, le sigues, y eres del vando
de los enamorados―respondio Lenio―, sola
ella me bastara a renegar del con cien mil len-
guas, si cien mil lenguas tuuiera.
―Pues Ώparecete, Lenio―replicσ Erastro―,
que no soy bueno para enamorado?
―Antes me parece―respondio Lenio―que,
los que fueren de tu condicion y entendimiento,
son proprios para ser ministros suyos; porque
quien es coxo, con el mas minimo traspie da de
ojos, y el que tiene poco discurso, poco ha me-
nester para que le pierda del todo. Y los que si-
guen la vandera deste vuestro valeroso capitan,
yo tengo para mi que no son los mas sabios
del mundo; y si lo han sido, en el punto que se
enamoraron dexaron de serlo.
Grande fue el enojo que Erastro recibio de lo
que Lenio le dixo, y assi le respondio:
―Pareceme, Lenio, que tus desuariadas ra-
zones merescen otro castigo que palabras; mas
yo espero que algun dia pagarás lo que agora
has dicho, sin que te valga lo que en tu defensa
dixeres.
―Si yo entendiesse de ti, Erastro―respondio
Lenio―, que fuesses tan valiente como enamo-
rado, no dexarian de darme temor tus amena-
zas; mas como se que te quedas tan atras en lo
vno como vas adelante en lo otro, antes me
causan risa que espanto.
Aqui acabó de perder la paciencia Erastro, y,
si no fuera por Lisandro y por Elicio, que en
LIBRO PRIMERO
medio se pusieron, el respondiera a Lenio con
las manos; porque ya su lengua, turbada con la
colera, apenas podia vsar su officio. Grande fue
el gusto que todos recibieron de la graciosa
pendencia de los pastores, y mas de la colera
y enojo que Erastro mostrana, que fue menes-
ter que el padre de Galatea hiziesse las amista-
des de Lenio y suyas, aunque Erastro, si no fue-
ra por no perder el respecto al padre de su
señora, en ninguna manera las hiziera. Luego
que la question fue acabada, todos con regozijo
se encaminaron al aldea; y, en tanto que llega-
uan, la hermosa Florisa, al son de la çampoña
de Galatea, cantó este soneto:
FLORISA
Crezcan las simples ouejuelas mias
en el cerrado bosque y verde prado,
y el caluroso estio e inuierno elado
abunde en yeruas verdes y aguas frias.
Passe en sueños las noches y los dias,
en lo que toca al pastoral estado,
sin que de amor vn minimo cuydado
sienta, ni sus ancianas niñerias.
Este mil bienes del amor pregona;
aquel publica del vanos cuydados;
yo no se si los dos andan perdidos,
ni sabre al vencedor dar la corona:
se bien que son de amor los escogidos
tan pocos, quanto muchos los llamados.
LIBRO PRIMERO
Breue se les hizo a los pastores el camino,
engañados y entretenidos con la graciosa voz
de Florisa, la qual no dexó el canto hasta que
estuuieron bien cerca del aldea y de las caba-
ñas de Elicio y Erastro, que con Lisandro se
quedaron en ellas, despidiendose primero del
venerable Aurelio, de Galatea y Florisa, que con
Theolinda al aldea se fueron, y, los demas pasto-
res, cada qual adonde tenia su cabaña. Aquella
mesma noche pidio el lastimado Lisandro licen-
cia a Elicio para boluerse a su tierra, o adonde
pudiesse, conforme a sus desseos, acabar lo
poco que, a su parecer, le quedaua de vida.
Elicio, con todas las razones que supo dezirle, y
con infinitos offrecimientos de verdadera amis-
tad que le offrecio, jamas pudo acabar con el
que en su compañia, siquiera algunos dias, se
quedasse; y assi, el sin ventura pastor, abra-
çando a Elicio, con abundantes lagrimas y sos-
piros se despidio del, prometiendo de auisarle
de su estado donde quiera que estuuiesse. Y
auiendole acompañado Elicio hasta media le-
gua de su cabaña, le tornó a abraçar estrecha-
mente, y tornandose a hazer de nueuo nueuos
offrecimientos, se apartaron, quedando Elicio
con harto pesar del que Lisandro lleuaua. Y
assi, se boluio a su cabaña a passar lo mas de
la noche en sus amorosas imaginaciones, y a
esperar el venidero dia para gozar el bien que
de ver a Galatea se le causaua. La qual, des-
pues que llegó a su aldea, desseando saber el
successo de los amores de Theolinda, procuró
LIBRO PRIMERO
hazer de manera que aquella noche estuuies-
sen solas ella y Florisa y Theolinda; y, hallando
la comodidad que desseaua, la enamorada pas-
tora prosiguio su cuento, como se verá en el se-
gundo libro.
FIN DEL PRIMERO LIBRO DE GALATEA