SEGUNDO LIBRO

DE GALATEA

Libres ya y desembaraçadas de lo que aque-

lla noche con sus ganados hauian de hazer, pro-

curaron recogerse y apartarse con Theolinda en

parte donde, sin ser de nadie impedidas, pu-

diessen oyr lo que del successo de sus amores

les faltaua. Y assi, se fueron a vn pequeño jar-

din que estaua en casa de Galatea, y, sentan-

dose las tres debaxo de vna verde y pomposa

parra que intricadamente por vnas redes de

palo se entretexia, tornando a repetir Theolinda

algunas palabras de lo que antes hauia dicho,

prosiguio diziendo:

—Despues de acabado nuestro bayle y el

canto de Artidoro—como ya os he dicho, bellas

pastoras—, a todos nos parecio boluernos al al-

dea a hazer en el templo los solemnes sacrifi-

cios, y por parecernos assimesmo que la solem-

nidad de la fiesta daua en alguna manera licen-

cia para [que], no teniendo cuenta tan a punto

con el recogimiento, con mas libertad nos hol-

gassemos; y por esto, todos los pastores y pas-

LIBRO SEGUNDO

toras, en monton confuso, alegre y regozijada-

mente, al aldea nos boluimos, hablando cada

vno con quien mas gusto le daua. Ordenó,

pues, la suerte y mi diligencia, y aun la solici-

tud de Artidoro, que, sin mostrar artificio en

ello, los dos nos apareamos, de manera que a

nuestro saluo pudieramos hablar en aquel ca-

mino mas de lo que hablamos, si cada vno por

si no tuuiera respecto a lo que a si mesmo y

al otro deuia. En fin, yo, por sacarle a barrera

—como dezirse suele—, le dixe: "Años se te ha-

ran, Artidoro, los dias que en nuestra aldea estu-

uieres, pues deues de tener en la tuya cosas en

que occuparte que te deuen de dar mas gusto.,,

"Todo el que yo puedo esperar en mi vida tro-

cara yo—respondio Artidoro—porque fueran,

no años, sino siglos los dias que aqui tengo

de estar; pues, en acabandose, no espero tener

otros que mas contento me hagan.,, "¿Tanto es

el que rescibes—respondi yo—en mirar nues-

tras fiestas?,, "No nasce de ay—respondio el—,

sino de contemplar la hermosura de las pasto-

ras desta vuestra aldea.,, "Es verdad—repliqué

yo—, que deuen de faltar hermosas zagalas en

la tuya!,, "Verdad es que alla no faltan—respon-

dio el—; pero aqui sobran: de manera que vna

sola que yo he visto, basta para que, en su com-

paracion, las de alla se tengan por feas.,, "Tu

cortesia te haze dezir esso, ¡o Artidoro!—res-

pondi yo—; porque bien se que en este pueblo

no ay ninguna que tanto se auentaje como di-

zes.,, "Mejor se yo ser verdad lo que digo—res-

LIBRO SEGUNDO

pondio el—, pues he visto la vna y mirado las

otras.,, "Quiça la miraste de lexos, y la distancia

del lugar—dixe yo—te hizo parecer otra cosa

de lo que deue de ser.,, "De la mesma manera

—respondio el—que a ti te veo y estoy mirando

agora, la he mirado y visto a ella; y yo me hol-

garia de auerme engañado, si no conforma su

condicion con su hermosura.,, "No me pesara

a mi ser la que dizes, por el gusto que deue sen-

tir la que se vee pregonada y tenida por her-

mosa.,, "Harto mas—respondio Artidoro—qui-

siera yo que tu no fueras.,, "Pues ¿que perdieras

tu—respondi yo—si, como yo no soy la que di-

zes, lo fuera?,, "Lo que he ganado—respondio

el—bien lo se; de lo que he de perder estoy in-

cierto y temeroso.,, "Bien sabes hazer del ena-

morado—dixe yo—, ¡o Artidoro!„ "Mejor sabes

tu enamorar, ¡o Theolinda!,, respondio el. A

esto le dixe: "No se si te diga, Artidoro, que

desseo que ninguno de los dos sea el engaña-

do.,, A lo que el respondio: "De que yo no me

engaño, estoy bien seguro, y de querer tu des-

engañarte, está en tu mano, todas las vezes que

quisieres hazer experiencia de la limpia volun-

tad que tengo de seruirte.,, "Essa te pagaré yo

con la mesma—repliqué yo—, por parecerme

que no seria bien a tan poca costa quedar en

deuda con alguno.,, A esta sazon, sin que el tu-

uiesse lugar de responderme, llegó Eleuco el

mayoral, y dixo con voz alta: "¡Hea, gallardos

pastores y hermosas pastoras! Hazed que sien-

tan en el aldea nuestra venida, entonando vos-

LIBRO SEGUNDO

otras, zagalas, algun villancico, de modo que

nosotros os respondamos; porque vean los del

pueblo quanto hazemos al caso los que aqui

vamos para alegrar nuestra fiesta.,, Y porque en

ninguna cosa que Eleuco mandaua dexaua de

ser obedecido, luego los pastores me dieron a

mi la mano para que començasse; y assi yo, sir-

uiendome de la occasion, y aprouechandome de

lo que con Artidoro hauia passado, di principio

a este villancico:

En los estados de amor,

nadie llega a ser perfecto,

sino el honesto y secreto.

Para llegar al suaue

gusto de amor, si se acierta,

es el secreto la puerta,

y la honestidad la llaue;

y esta entrada no la sabe

quien presume de discreto,

sino el honesto y secreto.

Amar humana beldad

suele ser reprehendido,

si tal amor no es medido

con razon y honestidad;

y amor de tal calidad

luego le alcança, en effecto,

el qu'es honesto y secreto.

Es ya caso aueriguado,

que no se puede negar,

que a vezes pierde el hablar

lo qu'el callar ha ganado;

y, el que fuere enamorado,

LIBRO SEGUNDO

jamas se verá en aprieto,

si fuere honesto y secreto.

Quanto vna parlera lengua

y vnos atreuidos ojos

suelen causar mil enojos

y poner al alma en mengua,

tanto este dolor desmengua

y se libra deste aprieto

el qu'es honesto y secreto.

No se si acerte, hermosas pastoras, en cantar lo

que haueys oydo; pero se bien que se supo

aprouechar dello Artidoro, pues, en todo el

tiempo que en nuestra aldea estuuo, puesto que

me habló muchas vezes, fue con tanto recato,

secreto y honestidad, que los ociosos ojos y

lenguas parleras, ni tuuieron, ni vieron que dezir

cosa que a nuestra honra perjudicasse. Mas con

el temor que yo tenia que, acabado el térmi-

no que Artidoro hauia prometido de estar en

nuestra aldea, se hauia de yr a la suya, procuré,

aunque a costa de mi verguença, que no que-

dasse mi coraçon con lástima de hauer callado

lo que despues fuera escusado dezirse estando

Artidoro ausente. Y assi, despues que mis ojos

dieron licencia que los suyos amorosamente me

mirassen, no estuuieron quedas las lenguas, ni

dexaron de mostrar con palabras lo que hasta

entonces por señas los ojos hauian bien clara-

mente manifestado. En fin, sabreys, amigas

mias, que vn dia, hallandome acaso sola con

Artidoro, con señales de vn encendido amor y

comedimiento, me descubrio el verdadero y ho-

LIBRO SEGUNDO

nesto amor que me tenia; y, aunque yo quisiera

entonces hazer de la retirada y melindrosa,

porque temia, como ya os he dicho, que el se

partiesse, no quise desdeñarle ni despedirle; y

tambien por parecerme que los sinsabores que

se dan y sienten en el principio de los amores,

son causa de que abandonen y dexen la comen-

çada empresa los que en sus successos no son

muy experimentados. Y por esto le di respuesta

tal qual yo desseaua darsela, quedando, en re-

solucion, concertados en que el se fuesse a su

aldea, y que, de alli a pocos dias, con alguna

honrosa terceria me embiasse a pedir por espo-

sa a mis padres; de lo que el fue tan contento y

satisfecho, que no acabaua de llamar venturoso

el dia en que sus ojos me miraron. De mi os se

dezir que no trocara mi contento por ningun

otro que imaginar pudiera, por estar segura que

el valor y calidad de Artidoro era tal, que mi pa-

dre seria contento de recebirle por yerno. En el

dichoso punto que haueys oydo, pastoras, es-

taua el de nuestros amores, que no quedauan

sino dos o tres dias a la partida de Artidoro,

quando la fortuna, como aquella que jamas

tuuo término en sus cosas, ordenó que vna

hermana mia de poco menos edad que yo a

nuestra aldea tornasse, de otra donde algunos

dias hauia estado en casa de vna tia nuestra

que mal dispuesta se hallaua. Y, porque consi-

dereys, señoras, quan estraños y no pensados

casos en el mundo succeden, quiero que enten-

days vna cosa que creo no os dexará de causar

LIBRO SEGUNDO

alguna admiracion estraña; y es que esta her-

mana mia que os he dicho, que hasta enton-

ces hauia estado ausente, me parece tanto en

el rostro, estatura, donayre y brio, si alguno

tengo, que, no sólo los de nuestro lugar, sino

nuestros mismos padres muchas vezes nos han

desconocido, y a la vna por la otra hablado; de

manera que, para no caer en este engaño, por

la differencia de los vestidos, que differentes

eran, nos differenciauan. En vna cosa sola, a lo

que yo creo, nos hizo bien differentes la natu-

raleza, que fue en las condiciones, por ser la

de mi hermana mas aspera de lo que mi con-

tento hauia menester, pues por ser ella menos

piadosa que aduertida, tendre yo que llorar

todo el tiempo que la vida me durare.

„Succedio, pues, que luego que mi hermana

vino al aldea, con el desseo que tenia de boluer

al agradable pastoral exercicio suyo, madrugó

luego otro dia mas de lo que yo quisiera, y, con

las ouejas proprias que yo solia lleuar, se fue al

prado, y, aunque yo quise seguirla, por el con-

tento que se me seguia de la vista de mi Arti-

doro, con no se que ocasion mi padre me detuuo

todo aquel dia en casa, que fue el vltimo de mis

alegrias. Porque aquella noche, auiendo mi her-

mana recogido su ganado, me dixo, como en se-

creto, que tenia necessidad de dezirme vna cosa

que mucho me importaua. Yo, que qualquiera

otra pudiera pensar de la que me dixo, procuré

que presto a solas nos viessemos, adonde ella,

con rostro algo alterado, estando yo colgada de

LIBRO SEGUNDO

sus palabras, me començo a dezir: "No se, her-

mana mia, lo que piense de tu honestidad, ni

menos se si calle lo que no puedo dexar de de-

zirte, por ver si me das alguna disculpa de la

culpa que imagino que tienes; y aunque yo,

como hermana menor, estaua obligada a ha-

blarte con mas respecto, deues perdonarme, por-

que, en lo que oy he visto, hallarás la disculpa

de lo que te dixere.,, Quando yo desta manera

la oy hablar, no sabia que responderle, sino de-

zirle que passasse adelante con su plática. "Has

de saber, hermana—siguio ella—, que esta ma-

ñana, saliendo con nuestras ouejas al prado, y

yendo sola con ellas por la ribera de nuestro

fresco Henares, al passar por el alameda del

concejo, salio a mi vn pastor que con verdad

osaré jurar que jamas le he visto en estos nues-

tros contornos, y, con vna estraña desemboltura,

me començo a hazer tan amorosas salutaciones,

que yo estaua con verguença y confusa, sin sa-

ber que responderle; y el, no escarmentado del

enojo que, a lo que yo creo, en mi rostro mos-

traua, se llegó a mi, diziendome: "¿Que silencio

es este, hermosa Theolinda, vltimo refugio de

esta ánima que os adora?,, Y faltó poco que no

me tomó las manos para besarmelas, añadien-

do a lo que he dicho vn cathalago de requie-

bros, que parecia que los traya estudiados. Lue-

go di yo en la cuenta, considerando que el daua

en el error en que otros muchos han dado, y

que pensaua que con vos estaua hablando; de

donde me nacio sospecha que si vos, hermana,

LIBRO SEGUNDO

jamas le huuierades visto, ni familiarmente tra-

tado, no fuera possible tener el atreuimiento de

hablaros de aquella manera: de lo qual tomé

tanto enojo, que a penas podia formar palabra

para responderle; pero al fin respondi de la

suerte que su atreuimiento merescia, y qual a

mi me parecio que estauades vos, hermana,

obligada a responder a quien con tanta libertad

os hablara. Y si no fuera porque en aquel ins-

tante llegó la pastora Licea, yo le añadiera tales

razones, que fuera bien arrepentido de hauerme

dicho las suyas. Y es lo bueno, que nunca le

quise dezir el engaño en que estaua, sino que

assi creyo el que yo era Theolinda, como si con

vos mesma estuuiera hablando. En fin, el se fue

llamandome ingrata, desagradecida y de poco

conocimiento; y, a lo que yo puedo juzgar del

semblante que el lleuaua, a fe, hermana, que

otra vez no ose hablaros, aunque mas sola os

encuentre. Lo que desseo saber es quien es este

pastor y que conuersacion ha sido la de entram-

bos, de do nasce que con tanta desemboltura

el se atreuiesse a hablaros.,,

,,A vuestra mucha discrecion dexo, discretas

pastoras, lo que mi ama sintiria oyendo lo que

mi hermana me contaua; pero, al fin, dissimu-

lando lo mejor que pude, le dixe: "La mayor

merced del mundo me has hecho, hermana Leo-

narda—que assi se llama la turbadora de mi

descanso—, en hauerme quitado con tus aspe-

ras razones el fastidio y desassossiego que me

dauan las importunas de esse pastor que dizes, el

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qual es vn forastero que aura ocho dias que está

en esta nuestra aldea, en cuyo pensamiento ha

cabido tanta arrogancia y locura, que, doquiera

que me vee, me trata de la manera que has vis-

to, dandose a entender que tiene grangeada mi

voluntad; y, aunque yo le he desengañado qui-

ça con mas asperas palabras de las que tu le

dixiste, no por esso dexa el de proseguir en su

vano proposito; y a fe, hermana, que desseo que

venga ya el nueuo dia, para yr a dezirle que, si

no se aparta de su vanidad, que espere el fin

della que mis palabras siempre le han signifi-

cado.,, Y assi era la verdad, dulces amigas: que

diera yo porque ya fuera el alua quanto pedir-

seme pudiera, sólo por yr a ver a mi Artidoro

y desengañarle del error en que auia caydo,

temerosa que, con la aceda y dessabrida res-

puesta que mi hermana le auia dado, el no se

desdeñasse, y hiziesse alguna cosa que en per-

juyzio de nuestro concierto viniesse. Las largas

noches del escabroso Deziembre no dieron mas

pesadumbre al amante que del venidero dia al-

gun contento esperasse, quanto a mi me dio dis-

gusto aquella, puesto que era de las cortas del

verano, segun desseaua la nueua luz, para yr a

ver a la luz por quien mis ojos veyan. Y assi,

antes que las estrellas perdiessen del todo la

claridad, estando aun en duda si era de noche o

de dia, forçada de mi desseo, con la occasion

de yr a apacentar las ouejas, sali del aldea, y

dando mas priessa al ganado de la acostumbra-

da para que caminasse, llegué al lugar adonde

LIBRO SEGUNDO

otras vezes solia hallar a Artidoro, el qual hallé

solo y sin ninguno que del noticia me diesse,

de que no pocos saltos me dio el coraçon, que

casi adeuinó el mal que le estaua guardado.

¡Quantas vezes, viendo que no le hallaua, quise

con mi voz herir el ayre, llamando el amado

nombre de mi Artidoro, y dezir: Ven, bien mio;

que yo soy la verdadera Theolinda, que mas

que a si te quiere y ama!; sino que el temor que

de otro que del fuessen mis palabras oydas,

me hizo tener mas silencio del que quisiera.

Y assi, despues que huue rodeado vna y otra

vez toda la ribera y el soto del manso Henares,

me sente cansada al pie de vn verde sauze,

esperando que del todo el claro sol sus rayos

por la faz de la tierra estendiesse, para que

con su claridad no quedasse mata, cueua, es-

pessura, choça ni cabaña que de mi, mi bien

no fuesse buscado. Mas apenas hauia dado la

nueua luz lugar para discernir las colores, quan-

do luego se me offrecio a los ojos vn corte-

cido alamo blanco, que delante de mi estaua,

en el qual y en otros muchos vi escritas vnas

letras, que luego conoci ser de la mano de Ar-

tidoro, alli fixadas, y, leuantandome con priessa

a ver lo que dezian, vi, hermosas pastoras,

que era esto:

Pastora en quien la belleza

en tanto estremo se halla,

que no ay a quien comparalla

sino a tu mesma crueza:

LIBRO SEGUNDO

mi firmeza y tu mudança

han sembrado a mano llena

tus promessas en la arena,

y en el viento mi esperança.

Nunca imaginara yo

que cupiera en lo que vi,

tras vn dulce alegre si,

tan amargo y triste no;

mas yo no fuera engañado,

si pusiera en mi ventura,

assi como en tu hermosura,

los ojos que te han mirado.

Pues quanto tu gracia estraña

promete, alegra y concierta,

tanto turba y desconcierta

mi desdicha, y enmaraña.

Vnos ojos me engañaron,

al parecer piadosos.

¡Ay, ojos falsos, hermosos!

Los que os ven, ¿en que pecaron?

Dime, pastora cruel:

¿a quien no podra engañar

tu sabio honesto mirar

y tus palabras de miel?

De mi ya está conoscido,

que, con menos que hizieras,

dias ha que me tuuieras

preso, engañado y rendido.

Las letras que fixaré

en esta aspera corteza,

creceran con mas firmeza

que no ha crecido tu fe;

la qual pusiste en la boca

y en vanos prometimientos,

no firme al mar y a los vientos,

como bien fundada roca.

LIBRO SEGUNDO

Tan terrible y rigurosa

como viuora pisada,

tan cruel como agraciada,

tan falsa como hermosa:

lo que manda tu crueldad

cumplire sin mas rodeo,

pues nunca fue mi desseo

contrario a tu voluntad.

Yo morire desterrado

porque tu viuas contenta;

mas mira que amor no sienta

del modo que me has tratado;

porque, en la amorosa dança,

aunque amor ponga estrecheza,

sobre el compas de firmeza

no se sufre hazer mudança.

Assi como en la belleza

passas qualquiera muger,

crey yo que en el querer

fueras de mayor firmeza;

mas ya se, por mi passion

que quiso pintar natura

vn angel en tu figura,

y el tiempo en tu condicion.

Si quieres saber do voy

y el fin de mi triste vida,

la sangre por mi vertida

te lleuará donde estoy;

y aunque nada no te cale

de nuestro amor y concierto,

no niegues al cuerpo muerto

el triste y vltimo vale;

que bien serás rigurosa,

y mas que vn diamante dura,

si el cuerpo y la sepultura

no te bueluen piadosa;

LIBRO SEGUNDO

y, en caso tan desdichado,

tendre por dulce partido,

si fuy viuo aborrecido,

ser muerto y por ti llorado.

¿Que palabras seran bastantes, pastoras, para

daros a entender el estremo de dolor que ocu-

pó mi coraçon quando claramente entendi que

los versos que auia leydo eran de mi querido

Artidoro? Mas no ay para que encarecerosle,

pues no llegó al punto que era menester para

acabarme la vida, la qual desde entonces aca

tengo tan aborrecida, que no sentiria ni me

podria venir mayor gusto que perderla. Los sos-

piros que entonces di, las lagrimas que derramé,

las lástimas que hize, fueron tantas y tales, que

ninguno me oyera que por loca no me juzgara.

En fin, yo quedé tal, que, sin acordarme de lo

que a mi honrra deuia, propuse de desamparar

la cara patria, amados padres y queridos her-

manos, y dexar con la guardia de si mesmo

al simple ganado mio; y, sin entremeterme en

otras cuentas, mas de en aquellas que para mi

gusto entendi ser necessarias, aquella mesma

mañana, abraçando mil vezes la corteza donde

las manos de mi Artidoro hauian llegado, me

parti de aquel lugar, con intencion de venir

a estas riberas, donde se que Artidoro tiene

y haze su habitacion, por ver si ha sido tan

inconsiderado y cruel consigo, que aya puesto

en execucion lo que en los vltimos versos dexó

escripto: que, si assi fuesse, desde aqui os pro-

meto, amigas mias, que no sea menor el desseo

LIBRO SEGUNDO

y presteza con que le siga en la muerte, que

ha sido la voluntad con que le he amado en la

vida. Mas, ¡ay de mi, y cómo creo que no ay

sospecha que en mi daño sea que no salga

verdadera!, pues ha ya nueue dias que a estas

frescas riberas he llegado, y en todos ellos no

he sabido nueuas de lo que desseo; y quiera

Dios que, quando las sepa, no sean las vltimas

que sospecho. Veys aqui, discretas zagalas, el

lamentable successo de mi enamorada vida. Ya

os he dicho quien soy y lo que busco; si algu-

nas nueuas sabeys de mi contento, assi la for-

tuna os conceda el mayor que desseays, que

no me las negueys.

Con tantas lagrimas acompañaua la enamo-

rada pastora las palabras que dezia, que bien

tuuiera coraçon de azero quien dellas no se

doliera. Galatea y Florisa, que naturalmente

eran de condicion piadosa, no pudieron detener

las suyas, ni menos dexaron, con las mas blan-

das y efficaces razones que pudieron, de conso-

larla, dandole por consejo que se estuuiesse al-

gunos dias en su compañia: quiça haria la for-

tuna que en ellos algunas nueuas de Artidoro

supiesse; pues no permitiria el cielo que por tan

estraño engaño acabasse, vn pastor tan discreto

como ella le pintaua, el curso de sus verdes

años; y que podria ser que Artidoro, hauiendo

con el discurso del tiempo buelto a mejor dis-

curso y proposito su pensamiento boluiesse a

ver la desseada patria y dulces amigos, y que,

por esto, alli mejor que en otra parte podia te-

LIBRO SEGUNDO

ner esperança de hallarle. Con estas y otras ra-

zones, la pastora, algo consolada, holgo de que-

darse con ellas, agradeciendoles la merced que

le hazian y el desseo que mostrauan de procu-

rar su contento. A esta sazon, la serena noche,

aguijando por el cielo el estrellado carro, daua

señal que el nueuo dia se acercaua; y las pas-

toras, con el desseo y necessidad de reposo, se

leuantaron, y del fresco jardin a sus estancias

se fueron. Mas apenas el claro sol hauia con sus

calientes rayos deshecho y consumido la cerra-

da niebla que en las frescas mañanas por el ayre

suele(n) estenderse, quando las tres pastoras,

dexando los ociosos lechos, al vsado exercicio

de apascentar su ganado se boluieron, con harto

differentes pensamientos Galatea y Florisa del

que la hermosa Theolinda lleuaua, la qual yua

tan triste y pensatiua, que era marauilla. Y, a

esta causa, Galatea, por ver si podria en algo

diuertirla, le rogo que, puesta aparte vn poco la

melancolia, fuesse seruida de cantar algunos

versos al son de la çampoña de Florisa. A esto

respondio Theolinda:

—Si la mucha causa que tengo de llorar, con

la poca que de cantar tengo, entendiera que en

algo se menguara, bien pudieras, hermosa Ga-

latea, perdonarme porque no hiziera lo que me

mandas; pero, por saber ya por experiencia que,

lo que mi lengua cantando pronuncia, mi cora-

çon llorando lo solemniza, hare lo que quieres,

pues en ello, sin yr contra mi desseo, satisfare

el tuyo.

LIBRO SEGUNDO

Y luego la pastora Florisa tocó su çampoña,

a cuyo son Theolinda cantó este soneto:

THEOLINDA

Sabido he por mi mal adonde llega

la cruda fuerça de vn notorio engaño,

y cómo amor procura, con mi daño,

darme la vida qu'el temor me niega.

Mi alma de las carnes se despega,

siguiendo aquella que, por hado estraño,

la tiene puesta en pena, en mal tamaño,

qu'el bien la turba y el dolor sossiega.

Si viuo, viuo en fe de la esperança

que, aunque es pequeña y debil, se sustenta

siendo a la fuerça de mi amor asida.

¡O firme començar, fragil mudança,

amarga suma de vna dulce cuenta,

cómo acabays por terminos la vida!

No hauia bien acabado de cantar Theolinda el

soneto que haueys oydo, quando las tres pas-

toras sintieron a su mano derecha, por la ladera

de vn fresco valle, el son de vna çampoña, cuya

suauidad era de suerte, que todas se suspen-

dieron y pararon, para con mas atencion gozar

de la suaue armonia. Y de alli a poco oyeron

que al son de la çampoña de vn pequeño

rabel se acordaua, con tanta gracia y destreza,

que las dos pastoras Galatea y Florisa estauan

suspensas, imaginando que pastores podrian

ser los que tan acordadamente sonauan, porque

LIBRO SEGUNDO

bien vieron que ninguno de los que ellas cono-

cian, si Elicio no, era en la musica tan diestro.

A esta sazon dixo Theolinda:

—Si los oydos no me engañan, hermosas

pastoras, yo creo que teneys oy en vuestras

riberas a los dos nombrados y famosos pasto-

res Tirsi y Damon, naturales de mi patria; a lo

menos Tyrsi, que en la famosa Compluto, villa

fundada en las riberas de nuestro Henares, fue

nacido; y Damon, su íntimo y perfecto amigo, si

no estoy mal informada, de las montañas de

Leon trae su origen, y en la nombrada Mantua

Carpentanea fue criado: tan auentajados los

dos en todo género de discrecion, sciencia y loa-

bles exercicios, que, no sólo en el circuito de

nuestra comarca son conocidos, pero por todo

el de la tierra conocidos y estimados. Y no

penseys, pastoras, que el ingenio destos dos

pastores sólo se estiende en saber lo que al

pastoral estado se conuiene; porque passa tan

adelante, que lo escondido del cielo y lo no

sabido de la tierra, por terminos y modos con-

certados enseñan y disputan; y estoy confusa

en pensar que causa les aura mouido a dexar

Tyrsi su dulce y querida Fili, y Damon su her-

mosa y honesta Amarili: Fili de Tyrsi, Amarili

de Damon, tan amadas, que no ay en nuestra

aldea, ni en los contornos della, persona, ni en la

campaña bosque, prado, fuente o rio, que de

sus encendidos y honestos amores no tengan

entera noticia.

—Dexa por agora, Theolinda—dixo Florisa—,

LIBRO SEGUNDO

de alabarnos estos pastores, que mas nos im-

porta escuchar lo que vienen cantando, pues no

menor gracia me parece que tienen en la voz,

que en la musica de los instrumentos.

—Pues ¿que direys—replicó Theolinda—

quando veays que a todo esso sobrepuja la ex-

celencia de su poesia, la qual es de manera, que

al vno ya le ha dado renombre de diuino, y al

otro de mas que humano?

Estando en estas razones las pastoras, vieron

que, por la ladera del valle por donde ellas mes-

mas yuan, se descubrian dos pastores de gallar-

da dispusicion y estremado brio, de poca mas

edad el vno que el otro; tambien vestidos,

aunque pastorilmente, que mas parescian en

su talle y apostura vizarros cortesanos, que se-

rranos ganaderos. Traya cada vno vn bien ta-

llado pellico de blanca y finissima lana, guar-

necidos de leonado y pardo, colores a quien

mas sus pastoras eran afficionadas; pendian de

sus hombros sendos çurrones, no menos vis-

tosos y adornados que los pellicos; venian de

verde laurel y fresca yerua coronados, con los

retorcidos cayados debaxo del braço puestos

No trayan compañia alguna, y tan embeueci-

dos en su musica venian, que estuuieron gran

espacio sin ver a las pastoras, que por la mes-

ma ladera yuan caminando, no poco admira-

das del gentil donayre y gracia de los pastores,

los quales, con concertadas vozes, començando

el vno y replicando el otro, esto que se sigue

cantauan:

LIBRO SEGUNDO

DAMON

Tyrsi, qu'el solitario cuerpo alexas,

con atreuido passo, aunque forçoso,

de aquella luz con quien el alma dexas:

¿cómo en son no te dueles doloroso,

pues ay tanta razon para quexarte

del fiero turbador de tu reposo?

TYRSI

Damon, si el cuerpo miserable parte

sin la mitad del alma en la partida,

dexando della la mas alta parte,

¿de que virtud o ser será mouida

mi lengua, que por muerta ya la cuento,

pues con el alma se quedó la vida?

Y aunque muestro que veo, oygo y siento,

fantasma soy por el amor formada,

que con sola esperança me sustento.

DAMON

¡O Tyrsi venturoso, y que inuidiada

es tu suerte de mi con causa justa,

por ser de las de amor mas estremada!

A ti sola la ausencia te disgusta,

y tienes el arrimo de esperança,

con quien el alma en sus desdichas gusta.

Pero ¡ay de mi, que adonde voy me alcança

la fria mano del temor esquiua,

y del desden la rigurosa lança!

LIBRO SEGUNDO

Ten la vida por muerta, aunque mas viua

se te muestre, pastor; que es qual la vela,

que, quando muere, mas su luz auiua.

Ni con el tiempo que ligero buela,

ni con los medios que el ausencia offrece,

mi alma fatigada se consuela.

TYRSI

El firme y puro amor jamas descrece

en el discurso de la ausencia amarga;

antes en fe de la memoria crece.

Assi que, en el ausencia, corta o larga,

no vee remedio el amador perfecto

de dar aliuio a la amorosa carga.

Que la memoria puesta en el objecto

que amor puso en el alma, representa

la amada imagen viua a1 intellecto.

Y alli en blando silencio le da cuenta

de su bien o su mal, segun la mira

amorosa, o de amor libre y essenta.

Y si ves que mi alma no sospira,

es porque veo a Fili aca en mi pecho,

de modo que a cantar me llama y tira.

DAMON

Si en el hermoso rostro algun despecho

vieras de Fili, quando te partiste

del bien que assi te tiene satisfecho,

yo se, discreto Tyrsi, que tan triste

vinieras como yo cuytado vengo,

que vi al contrario de lo que tu viste.

LIBRO SEGUNDO

TYRSI

Damon, con lo que he dicho me entretengo,

y el estremo del mal de ausencia tiemplo,

y alegre voy, si voy, si quedo o vengo.

Que aquella que nascio por viuo exemplo

de la immortal belleza aca en el suelo,

digna de marmol, de corona y templo,

con su rara virtud y honesto celo

assi los ojos codiciosos ciega,

que de ningun contrario me recelo.

La estrecha sujecion que no le niega

mi alma al alma suya, el alto intento,

que sólo en la adorar para y sossiega,

el tener deste amor conocimiento

Fili, y corresponder a fe tan pura,

destierran el dolor, traen el contento.

DAMON

¡Dichoso Tyrsi, Tyrsi con ventura,

de la qual gozes siglos prolongados

en amoroso gusto, en paz segura!

Yo, a quien los cortos implacables hados

truxeron a vn estado tan incierto,

pobre en el merecer, rico en cuydados,

bien es que muera; pues, estando muerto,

no temere a Amarili rigurosa,

ni del ingrato amor el desconcierto.

LIBRO SEGUNDO

¡O mas que el cielo, o mas que el sol hermosa,

y para mi mas dura que vn diamante,

presta a mi mal, y al bien muy pereçosa!

¿Qual abrego, qual cierço, qual leuante

te sopló de aspereza, que assi ordenas

que huyga el passo, y no te esté delante?

Yo morire, pastora, en las agenas

tierras, pues tu lo mandas, condemnado

a hierros, muertes, yugos y cadenas.

TYRSI

Pues con tantas ventajas te ha dotado,

Damon amigo, el piadoso cielo

de vn ingenio tan viuo y leuantado,

tiempla con el el llanto, tiempla el duelo,

considerando bien que no contino

nos quema el sol ni nos enfria el yelo.

Quiero dezir, que no sigue vn camino

siempre con passos llanos reposados

para darnos el bien nuestro destino:

que alguna vez, por trances no pensados,

lexos al parecer de gusto y gloria,

nos lleua a mil contentos regalados.

Rebuelue, dulce amigo, la memoria

por los honestos gustos que algun tiempo

amor te dio por prendas de victoria;

y, si es possible, busca vn passatiempo

que al alma engañe, en tanto que se passa

este desamorado ayrado tiempo.

LIBRO SEGUNDO

DAMON

Al yelo que por terminos me abrasa,

y al fuego que sin término me yela,

¿quien le pondra, pastor, término o tassa?

En vano cansa, en vano se desuela

el desfauorecido que procura

a su gusto cortar de amor la tela,

que, si sobra en amor, falta en ventura.

Aqui cessó el estremado canto de los agra-

ciados pastores; pero no el gusto que las pasto-

ras hauian recebido en escucharle: antes qui-

sieran que tan presto no se acabara, por ser de

aquellos que no todas vezes suelen oyrse. A

esta sazon, los dos gallardos pastores encami-

nauan sus passos hazia donde las pastoras es-

tauan, de que pesó a Theolinda, porque temio

ser dellos conocida, y por esta causa rogo a

Galatea que de aquel lugar se desuiassen. Ella

lo hizo, y ellos passaron, y, al passar, oyo Gala-

tea que Tyrsi a Damon dezia:

—Estas riberas, amigo Damon, son en las

que la hermosa Galatea apascienta su ganado, y

adonde trae el suyo el enamorado Elicio, ín-

timo y particular amigo tuyo, a quien dè la ven-

tura tal successo en sus amores, quanto meres-

cen sus honestos y buenos desseos. Yo ha mu-

chos dias que no se en que terminos le trae su

suerte; pero, segun he oydo dezir de la recatada

condicion de la discreta Galatea, por quien el

LIBRO SEGUNDO

muere, temo que mas ayna deue de estar que-

xoso, que satisfecho.

—No me marauillaria yo desso—respondio

Damon—, porque, con quantas gracias y par-

ticulares dones que el cielo enriquecio a Ga-

latea, al fin fin la hizo muger, en cuyo fragil

subjeto no se halla todas vezes el conocimiento

que se deue y el que ha menester el que por

ellas lo menos que auentura es la vida. Lo que

yo he oydo dezir de los amores de Elicio, es que

el adora a Galatea sin salir del término que a su

honestidad se deue, y que la discrecion de Ga-

latea es tanta, que no da muestras de querer ni

de aborrecer a Elicio; y assi, deue de andar el

desdichado subjeto a mil contrarios accidentes,

esperando en el tiempo y la fortuna, medios

harto perdidos, que le alarguen o acorten la

vida, de los quales está mas cierto el acortarla

que el entretenerla.

Hasta aqui pudo oyr Galatea de lo que della

y de Elicio los pastores tratando yuan, de que

no recibio poco contento, por entender que lo

que la fama de sus cosas publicaua, era lo que

a su limpia intencion se deuia; y, desde aquel

punto, determinó de no hazer por Elicio cosa

que diesse occasion a que la fama no saliesse

verdadera en lo que de sus pensamientos publi-

caua. A este tiempo, los dos vizarros pastores,

con vagarosos passos, poco a poco hazia el

aldea se encaminauan, con desseo de hallarse

a las bodas del venturoso pastor Daranio, que

con Silueria de los verdes ojos se casaua; y esta

LIBRO SEGUNDO

fue vna de las causas porque ellos hauian de-

xado sus rebaños y al lugar de Galatea se ve-

nian; pero, ya que les faltaua poco del camino,

a la mano derecha del sintieron el son de vn

rabel que acordada y suauemente sonaua, y,

parandose Damon, trauó a Tyrsi del braço, di-

ziendole:

—Espera y escucha vn poco, Tyrsi, que, si los

oydos no me mienten, el son que a ellos llega

es el del rabel de mi buen amigo Elicio, a quien

dio naturaleza tanta gracia en muchas y diuer-

sas habilidades, quanto las oyras si le escuchas

y conoceras si le tratas.

—No creas, Damon—respondio Tyrsi—, que

hasta agora estoy por conocer las buenas partes

de Elicio, que dias ha que la fama me las tiene

bien manifiestas. Pero calla agora, y escuche-

mos si canta alguna cosa que del estado de su

vida nos de algun manifiesto indicio.

—Bien dizes—replicó Damon—; mas será

menester, para que mejor le oygamos, que

nos lleguemos por entre estas ramas, de modo

que, sin ser vistos del, de mas cerca le escu-

chemos.

Hizieronlo ansi, y pusieronse en parte tan

buena, que ninguna palabra que Elicio dixo o

cantó, dexó de ser de ellos oyda, y aun notada.

Estaua Elicio en compañia de su amigo Erastro,

de quien pocas vezes se apartaua, por el entre-

tenimiento y gusto que de su buena conuersa-

cion recibia, y todos o los mas ratos del dia en

cantar y tañer se les passaua. Y, a este punto,

LIBRO SEGUNDO

tocando su rabel Elicio, y su çampoña Erastro,

a estos versos dio principio Elicio:

ELICIO

Rendido a vn amoroso pensamiento,

con mi dolor contento,

sin esperar mas gloria,

sigo la que persigue mi memoria,

porque contino en ella se presenta

de los lazos de amor libre y esenta.

Con los ojos del alma aun no es possible

ver el rostro apacible

de la enemiga mia,

gloria y honor de quanto el cielo cria,

y los del cuerpo quedan, sólo en vella,

ciegos, por hauer visto el sol en ella.

¡O dura seruidumbre, aunque gustosa!

¡O mano poderosa

de amor, que assi pudiste

quitarme, ingrato, el bien que prometiste

de hazerme, quando libre me burlaua

de ti, del arco tuyo y de tu aljaua!

¡Quanta belleza, quanta blanca mano

me mostraste tyrano!

¡Quanto te fatigaste

primero que a mi cuello el lazo echaste!

Y aun quedaras vencido en la pelea,

si no huuiera en el mundo Galatea.

Ella fue sola la que sola pudo

rendir el golpe crudo

el coraçon esento,

y abasallar el libre pensamiento,

el qual, si a su querer no se rindiera,

por de marmol o azero le tuuiera.

LIBRO SEGUNDO

¿Que libertad puede mostrar su fuero

ante el rostro seuero

y mas quel sol hermoso

de la que turba y cansa mi reposo?

¡Ay rostro, que en el suelo

descubres quanto bien encierra el cielo!

¿Cómo pudo juntar naturaleza

tal rigor y aspereza

con tanta hermosura,

tanto valor y condicion tan dura?

Mas mi dicha consiente

en mi daño juntar lo differente.

Esle tan facil a mi corta suerte

ver con la amarga muerte

junta la dulce vida,

y estar su mal a do su bien se anida,

que entre contrarios veo

que mengua la esperança, y no el desseo.

No cantó mas el enamorado pastor, ni qui-

sieron mas detenerse Tyrsi y Damon: antes, ha-

ziendo de si gallarda e improuisa muestra, hazia

donde estaua Elicio se fueron, el qual, como los

vio, conociendo a su amigo Damon, con in-

creyble alegria le salio a rescebir, diziendole:

—¿Que ventura ha ordenado, discreto Da-

mon, que la des tan buena con tu presencia a

estas riberas, que grandes tiempos ha que te

dessean?

—No puede ser sino buena—respondio Da-

mon—, pues me ha traydo a verte, ¡o Elicio!,

cosa que yo estimo en tanto, quanto es el desseo

que dello tenia, y la larga ausencia y la amis-

tad que te tengo me obligaua; pero si por algu-

LIBRO SEGUNDO

na cosa puedes dezir lo que has dicho, es por-

que tienes delante al famoso Tyrsi, gloria y ho-

nor del castellano suelo.

Quando Elicio oyo dezir que aquel era Tyrsi,

del solamente por fama conocido, rescibiendole

con mucha cortesia, le dixo:

—Bien conforma tu agradable semblante,

nombrado Tyrsi, con lo que de tu valor y discre-

cion en las cercanas y apartadas tierras la par-

lera fama pregona; y assi, a mi, a quien tus es-

criptos han admirado e inclinado a dessear co-

nocerte y seruirte, puedes de oy mas tener y

tratar como verdadero amigo.

—Es tan conocido lo que yo gano en esso

—respondio Tyrsi—, que en vano pregonaria la

fama lo que la afficion que me tienes te haze de-

zir que de mi pregona, si no conociesse la mer-

ced que me hazes en querer ponerme en el nú-

mero de tus amigos; y porque, entre los que lo

son, las palabras de comedimiento han de ser

escusadas, cessen las nuestras en este caso, y

den las obras testimonio de nuestras volun-

tades.

—La mia será contino de seruirte—replicó

Elicio—, como lo verás, ¡o Tyrsi!, si el tiempo o

la fortuna me ponen en estado que valga algo

para ello; porque, el que agora tengo, puesto

que no le trocaria con otro de mayores venta-

jas es tal, que apenas me dexa con libertad de

offrecer el desseo.

—Tiniendo como tienes el tuyo en lugar tan

alto—dixo Damon—, por locura tendria procu-

LIBRO SEGUNDO

rar baxarle a cosa que menos fuesse; y assi,

amigo Elicio, no digas mal del estado en que te

hallas, porque yo te prometo que, quando se

comparasse con el mio, hallaria yo occasion de

tenerte mas embidia que lástima.

—Bien parece, Damon—dixo Elicio—, que ha

muchos dias que faltas destas riberas, pues no

sabes lo que en ellas amor me haze sentir; y si

esto no es, no deues conocer ni tener experien-

cia de la condicion de Galatea: que si della tu-

uiesses noticia, trocarias en lástima la embidia

que de mi tendrias.

—Quien ha gustado de la condicion de Ama-

rili, ¿que cosa nueua puede esperar de la de Ga-

latea?—respondio Damon.

—Si la estada tuya en estas riberas—replicó

Elicio—fuere tan larga como yo desseo, tu, Da-

mon, conoceras y verás en ella, y oyras en otros,

como andan en ygual balança su crueldad y gen-

tileza: estremos que acaban la vida al que su

desuentura truxo a terminos de adorarla.

—En las riberas de nuestro Henares—dixo

a esta sazon Tyrsi—mas fama tiene Galatea

de hermosa que de cruel; pero, sobre todo, se

dize que es discreta; y si esta es la verdad,

como lo deue ser, de su discrecion nasce co-

nocerse, y de conocerse estimarse, y de esti-

marse no querer perderse, y del no querer per-

derse viene el no querer contentarte; y viendo

tu, Elicio, quan mal corresponde a tus desseos,

das nombre de crueldad a lo que deurias llamar

honroso recato; y no me marauillo, que, en fin,

LIBRO SEGUNDO

es condicion propria de los enamorados poco

fauorescidos.

—Razon tendrias en lo que has dicho, ¡o

Tyrsi!—replicó Elicio—, quando mis desseos se

desuiaran del camino que a su honra y hones-

tidad conuiene; pero si van tan medidos como a

su valor y credito se deue, ¿de que sirue tanto

desden, tan amargas y dessabridas respuestas, y

tan a la clara esconder el rostro al que tiene

puesta toda su gloria en sólo verle? ¡Ay, Tyrsi,

Tyrsi—respondio Elicio—, y cómo te deue tener

el amor puesto en lo alto de sus contentos, pues

con tan sossegado espiritu hablas de sus effec-

tos! No se yo cómo viene bien lo que tu agora

dizes con lo que vn tiempo dezias quando can-

tauas:

¡Ay de quan ricas esperanças vengo

al desseo mas pobre y encogido!;

con lo demas que a esto añadiste.

Hasta este punto hauia estado callando Eras-

tro, mirando lo que entre los pastores passaua,

admirado de ver su gentil donayre y apostura,

con las muestras que cada vno daua de la mu-

cha discrecion que tenia. Pero viendo que, de

lance en lance, a razonar de casos de amor se

hauian reduzido, como aquel que tan experi-

mentado en ellos estaua, rompio el silencio, y

dixo:

—Bien creo, discretos pastores, que la larga

experiencia os aura mostrado que no se puede

reduzir a continuado término la condicion de los

LIBRO SEGUNDO

enamorados coraçones, los quales, como se go-

uiernan por voluntad agena, a mil contrarios ac-

cidentes estan subjetos; y assi tu, famoso Tyrsi,

no tienes de que marauillarte de lo que Elicio ha

dicho, ni el tampoco de lo que tu dizes, ni traer

por exemplo aquello que el dize que cantauas,

ni menos lo que yo se que cantaste quando di-

xiste:

La amarillez y la flaqueza mia,

donde claramente mostrauas el affligido estado

que entonces posseyas; porque de alli a poco

llegaron a nuestras cabañas las nueuas de tu

contento, solemnizadas en aquellos versos tan

nombrados tuyos, que, si mal no me acuerdo,

començauan:

Sale el aurora, y de su fertil manto.

Por do claro se conoce la differencia que ay

de tiempos a tiempos, y cómo con ellos suele

mudar amor los estados, haziendo que oy se

ria el que ayer lloraua, y que mañana llore el

que oy rie. Y, por tener yo tan conocida esta su

condicion, no puede la aspereza y desden zaha-

reño de Galatea acabar de derribar mis esperan-

ças, puesto que yo no espero della otra cosa

si no es que se contente de que yo la quiera.

—El que no esperasse buen successo de vn

tan enamorado y medido desseo como el que

has mostrado, ¡o pastor!—respondio Damon—,

renombre mas que de desesperado merescia.

LIBRO SEGUNDO

Por cierto que es gran cosa la que de Galatea

pretendes. Pero dime, pastor: assi ella te la con-

ceda, ¿es possible que tan a regla tienes tu

desseo, que no se adelanta a dessear mas de lo

que has dicho?

—Bien puedes creerle, amigo Damon—dixo

Elicio—, porque el valor de Galatea no da lugar

a que della otra cosa se dessee ni se espere; y

aun esta es tan difficil de obtenerse, que a vezes

a Erastro se entiuia la esperança y a mi se en-

fria, de manera que el tiene por cierto, y yo por

aueriguado, que primero ha de llegar la muerte

que el cumplimiento della. Mas porque no es

razon rescebir tan honrados huespedes con los

amargos cuentos de nuestras miserias, quede[n]-

se ellas aqui, y recojamonos al aldea, donde

descansareys del pesado trabajo del camino, y

con mas sossiego, si dello gustaredes entende-

reys el desassossiego nuestro.

Holgaron todos de acomodarse a la voluntad

de Elicio, el qual y Erastro, recogiendo sus ga-

nados, puesto que era algunas horas antes de

lo acostumbrado, en compañia de los dos pas-

tores, hablando en diuersas cosas, aunque todas

enamoradas, hazia el aldea se encaminaron.

Mas como todo el passatiempo de Erastro era

tañer y cantar, assi por esto como por el desseo

que tenia de saber si los dos nueuos pastores lo

hazian tambien como dellos se sonaua, por mo-

uerlos y combidarlos a que otro tanto hiziessen,

rogo a Elicio que su rabel tocasse, al son del

qual assi començo a cantar:

LIBRO SEGUNDO

ERASTRO

Ante la luz de vnos serenos ojos

que al sol dan luz con que da luz al suelo,

mi alma assi se enciende, que recelo

que presto tendra muerte sus despojos.

Con la luz se conciertan los manojos

de aquellos rayos del señor de Delo:

tales son los cabellos de quien suelo

adorar su beldad puesto de hinojos.

¡O clara luz, o rayos del sol claro,

antes el mesmo sol! De vos espero

sólo que consintays que Erastro os quiera.

Si en esto el cielo se me muestra auaro,

antes que acabe del dolor que muero,

hazed, ¡o rayos!, que de vn rayo muera.

No les parecio mal el soneto a los pastores,

ni les descontentó la voz de Erastro, que, puesto

que no era de las muy estremadas, no dexaua

de ser de las acordadas; y luego Elicio, mouido

del exemplo de Erastro, le hizo que tocasse su

çampoña, al son de la qual este soneto dixo:

ELICIO

¡Ay, que al alto designio que se cria

en mi amoroso firme pensamiento,

contradizen el cielo, el fuego, el viento,

la agua, la tierra y la enemiga mia!

LIBRO SEGUNDO

Contrarios son de quien temer deuria,

y abandonar la empressa el sano intento;

mas ¿quien podra estoruar lo que '1 violento

hado implacable quiere, amor porfia?

El alto cielo, amor, el viento, el fuego,

la agua, la tierra y mi enemiga bella,

cada qual con fuerça, y con mi hado,

mi bien estorue, esparça, abrase, y luego

deshaga mi esperança; que, aun sin ella,

impossible es dexar lo començado.

En acabando Elicio, luego Damon, al son de

la mesma çampoña de Erastro, desta manera co-

menço a cantar:

DAMON

Mas blando fuy que no la blanda cera,

cuando imprimi en mi alma la figura

de la bella Amarili, esquiua y dura

qual duro marmol o siluestre fiera.

Amor me puso entonces en la esphera

mas alta de su bien y su ventura;

y agora temo que la sepultura

ha de acabar mi presumpcion primera.

Arrimóse el amor a la esperança

qual vid al olmo, y fue subiendo apriessa;

mas faltóle el humor, y cessó el buelo:

no el de mis ojos, que, por larga vsança,

fortuna sabe bien que jamas cessa

de dar tributo al rostro, al pecho, al suelo.

Acabó Damon, y començo Tyrsi, al son de los

LIBRO SEGUNDO

instrumentos de los tres pastores, a cantar este

soneto:

TYRSI

Por medio de los filos de la muerte

rompio mi fe, y a tal punto he llegado,

que no embidio el mas alto y rico estado

que encierra humana venturosa suerte.

Todo este bien nascio de sólo verte,

hermosa Fili, ¡o Fili!, a quien el hado

dotó de vn ser tan raro y estremado,

que en risa el llanto, el mal en bien conuierte.

Como amansa el rigor de la sentencia

si el condenado el rostro del rey mira,

y es ley que nunca tuerce su derecho,

assi ante tu hermosissima presencia

la muerte huye, el daño se retira,

y dexa en su lugar vida y prouecho.

Al acabar de Tyrsi, todos los instrumentos de

los pastores formaron tan agradable musica, que

causaua grande contento a quien la oya; y mas

ayudandoles de entre las espessas ramas mil

suertes de pintados paxarillos que, con diuina

armonia, parece que como a choros les yuan res-

pondiendo. Desta suerte hauian caminado vn

trecho, quando llegaron a vna antigua hermita

que en la ladera de vn montezillo estaua, no tan

desuiada del camino, que dexasse de oyrse el

son de vna harpa que dentro al parecer tañian,

el qual oydo por Erastro, dixo:

LIBRO SEGUNDO

—Deteneos, pastores, que, segun pienso, oy

oyremos todos lo que ha dias que yo desseo

oyr, que es la voz de vn agraciado moço que

dentro de aquella hermita aura doze o catorze

dias se ha venido a viuir vna vida mas aspera

de lo que a mi me parece que puedan lleuar sus

pocos años, y, algunas vezes que por aqui he

passado, he sentido tocar vna harpa y entonar

vna voz tan suaue, que me ha puesto en gran-

dissimo desseo de escucharla; pero siempre he

llegado a punto que el le ponia en su canto. Y

aunque con hablarle he procurado hazerme su

amigo, offreciendole a su seruicio todo lo que

valgo y puedo, nunca he podido acabar con el

que me descubra quien es, y las causas que le

han mouido a venir de tan pocos años a ponerse

en tanta soledad y estrecheça.

Lo que Erastro dezia del moço y nueuo hermi-

taño, puso en los pastores el mesmo desseo de

conocerle que el tenia, y assi acordaron de lle-

garse a la hermita de modo que, sin ser senti-

dos, pudiessen entender lo que cantaua antes

que llegassen a hablarle; y haziendolo assi, les

succedio tambien que se pusieron en parte don-

de, sin ser vistos ni sentidos, oyeron que, al son

de la harpa, el que estaua dentro semejantes

versos dezia:

Si han sido el cielo, amor y la fortuna,

sin ser de mi offendidos,

contentos de ponerme en tal estado,

en vano al ayre embio mis gemidos,

en vano hasta la luna

LIBRO SEGUNDO

se vio mi pensamiento leuantado.

¡O riguroso hado!

¡Por quan estrañas desusadas vias

mis dulces alegrias

han venido a parar en tal estremo,

que estoy muriendo, y aun la vida temo!

Contra mi mesmo estoy ardiendo en ira,

por ver que sufro tanto

sin romper este pecho, y dar al viento

esta alma, qu'en mitad del duro llanto

al coraçon retira

las vltimas reliquias del aliento;

y alli de nueuo siento

que acude la esperança a darme fuerça,

y, aunque fingida, a mi viuir es fuerça,

y no es piedad del cielo, porque ordena

a larga vida dar mas larga pena.

Del caro amigo el lastimado pecho

enternecio este mio,

y la empresa difficil tomé a cargo.

¡O discreto fingir de desuario!

¡O nunca visto hecho!

¡O caso gustosissimo y amargo!

¡Quan dadiuoso y largo

[el] amor se mostro por bien ageno,

y quan auaro y lleno

de temor y lealtad para conmigo!

Pero a mas nos obliga vn firme amigo.

Injusta(s) paga(s) a voluntades justas

a cada passo vemos,

dada(s) por mano de fortuna esquiua;

y de ti, falso amor, de quien sabemos

que te alegras y gustas

de que vn firme amador muriendo viua,

abrasadora y viua

llama se encienda en tus ligeras alas,

LIBRO SEGUNDO

y las buenas y malas

saetas en cenizas se resueluan,

o, al dispararlas, contra ti se bueluan.

¿Por que camino, con que fraude y mañas,

por que estraño rodeo

entera possession de mi tomaste?

Y¿cómo en mi piadoso alto desseo

y en mis limpias entrañas

la sana voluntad, falso, trocaste?

¿Iuyzio aura que baste

a lleuar en paciencia el ver, perjuro,

que entre libre y seguro

a tratar de tus glorias y tus penas,

y agora al cuello siento tus cadenas?

Mas no de ti, sino de mi seria

razon que me quexasse,

que a tu fuego no hize resistencia.

Yo me entregué, yo hize que soplasse

el viento que dormia

de la occasion con furia y violencia.

Justissima sentencia

ha dado el cielo contra mi que muera,

aunque sólo se espera

de mi infelice hado y desuentura

que no acabe mi mal la sepultura.

¡O amigo dulce, o dulce mi enemiga,

Timbrio, y Nisida bella,

dichosos juntamente y desdichados!

¿Qual dura, iniqua, inexorable estrella,

de mi daño enemiga;

qual fuerça injusta de implacables hados

nos tiene assi apartados?

¡O miserable, humana, fragil suerte!

¡Quan presto se conuierte

en subito pesar vn alegria,

y sigue escura noche al claro dia!

LIBRO SEGUNDO

De la instabilidad, de la mudança

de las humanas cosas,

¿qual será el atreuido que se fie?

Con alas buela el tiempo pressurosas,

y tras si la esperança

se lleua del que llora y del que rie;

y ya que el cielo embie

su fauor, sólo sirue al que con celo

sancto leuanta al cielo

el alma, en fuego de su amor deshecha,

y, al que no, mas le daña que aprouecha.

Yo, como puedo, buen señor, leuanto

la vna y otra palma,

los ojos, la intencion al cielo sancto,

por quien espera el alma

ver buelto en risa su contino llanto.

Con vn profundo sospiro dio fin al lastimado

canto el recogido moço que dentro en la her-

mita estaua; y, sintiendo los pastores que ade-

lante no procedia, sin detenerse mas, todos jun-

tos entraron en ella, donde vieron a vn cabo,

sentado encima de vna dura piedra, a vn dis-

puesto y agraciado mancebo, al parecer de edad

de veynte y dos años, vestido de vn tosco bu-

riel, con los pies descalços y vna aspera soga

ceñida al cuerpo, que de cordon le seruia. Es-

taua con la cabeça inclinada a vn lado, y la vna

mano asida de la parte de la tunica que sobre

el coraçon caya, y el otro braço a la otra parte

floxamente derribado; y, por verle desta mane-

ra, y por no hauer hecho mouimiento al entrar

de los pastores, claramente conocieron que des-

mayado estaua, como era la verdad, porque la

LIBRO SEGUNDO

profunda imaginacion de sus miserias, muchas

vezes a semejante término le conduzia. Llegóse

a el Erasmo, y trabandole rezio del braço, le

hizo boluer en si, aunque tan desacordado, que

parecia que de vn pesado sueño recordaua, las

quales muestras de dolor, no pequeño le causa-

ron a los que le veyan, y luego Erastro le dixo:

—¿Que es esto, señor? ¿Que es lo que siente

vuestro fatigado pecho? No dexeys de dezirlo,

que presente(s) teneys quien no rehusará fatiga

alguna por dar remedio a la vuestra.

—No son essos—respondio el mancebo con

voz algo desmayada—los primeros offrecimien-

tos, comedido pastor, que me has hecho, ni aun

serian los vltimos que yo acertasse a seruir si

pudiesse; pero hame traydo la fortuna a termi-

nos, que, ni ellos pueden aprouecharme, ni yo

satisfazerlos mas de con el desseo. Este puedes

tomar en cuenta del bueno que me offreces; y

si otra cosa de mi desseas saber, el tiempo, que

no encubre nada, te dira mas de lo que yo qui-

siera.

—Si al tiempo dexas que me satisfaga de lo

que me dizes—respondio Erastro—, poco deue

agradecerse tal paga, pues el, a pesar nuestro,

echa en las plaças lo mas secreto de nuestros

coraçones.

A este tiempo, todos los demas pastores le ro-

garon que la occasion de su tristeza les contas-

se, especialmente Tyrsi, que, con efficaces razo-

nes, le persuadio y dio a entender que no ay

mal en esta vida que con ella su remedio no se

LIBRO SEGUNDO

alcançasse, si ya la muerte, atajadora de los hu-

manos discursos, no se opone a ellos; y a esto

añadio otras palabras que al obstinado moço

mouieron a que con las suyas hiziesse satisfe-

chos a todos de lo que del saber desseauan, y

assi les dixo:

—Puesto que a mi me fuera mejor, ¡o agrada-

ble compañia!, viuir lo poco que me queda de

vida sin ella, y auerme recogido a mayor sole-

dad de la que tengo, todavia, por no mostrarme

esquiuo a la voluntad que me haueys mostrado,

determino de contaros todo aquello que entien-

do bastará, y los terminos por donde la muda-

ble fortuna me ha traydo al estrecho estado en

que me hallo; pero, porque me parece que es ya

algo tarde, y, segun mis desuenturas son mu-

chas, seria possible que antes de contaroslas la

noche sobreuiniesse, será bien que todos juntos

a la aldea nos vamos, pues a mi no me haze

otra descomodidad de hazer el camino esta no-

che, que mañana tenia determinado, y esto me

es forçoso, pues de vuestra aldea soy proueydo

de lo que he menester para mi sustento, y por

el camino, como mejor pudiere, os hare ciertos

de mis desgracias.

A todos parecio bien lo que el moço hermi-

taño dezia, y puniendole en medio dellos, con

vagarosos passos tornaron a seguir el camino

de la aldea, y luego el lastimado hermitaño, con

muestras de mucho dolor, desta manera al cuen-

to de sus miserias dio principio:

—En la antigua y famosa ciudad de Xerez,

LIBRO SEGUNDO

cuyos moradores de Minerua y Marte son fauo-

rescidos, nascio Timbrio, vn valeroso cauallero,

del qual, si sus virtudes y generosidad de ánimo

huuiesse de contar, a difficil empresa me pon-

dria. Basta saber que, no se si por la mucha

bondad suya, o por la fuerça de las estrellas,

que a ello me inclinauan, yo procuré, por todas

las vias que pude, serle particular amigo, y fue-

me el cielo en esto tan fauorable, que, casi olui-

dandose a los que nos conoscian el nombre de

Timbrio y el de Silerio—que es el mio—, sola-

mente los dos amigos nos llamauan, haziendo

nosotros, con nuestra continua conuersacion y

amigables obras, que tal opinion no fuesse vana.

Desta suerte los dos, con increyble gusto y con-

tento, los moços años passauamos, ora en el

campo en el exercicio de la caça, ora en la ciu-

dad en el del honroso Marte entreteniendonos,

hasta que vn dia, de los muchos haziagos que

el enemigo tiempo en el discurso de mi vida me

ha hecho ver, le sucedio a mi amigo Timbrio

vna pesada pendencia con vn poderoso caua-

llero, vezino de la mesma ciudad. Llegó a tér-

mino la quistion, que el cauallero quedó las-

timado en la honra, y a Timbrio fue forçoso

ausentarse, por dar lugar a que la furiosa dis-

cordia cessasse que entre los dos parentales se

començaua a encender, dexando escrita vna

carta a su enemigo, dandole auiso que le halla-

ria en Italia, en la ciudad de Milan o de Napo-

les, todas las vezes que, como cauallero, de su

agrauio satisfazerse quisiesse. Con esto cessaron

LIBRO SEGUNDO

los vandos entre los parientes de entrambos, y

ordenóse que a ygual y mortal batalla el offen-

dido cauallero, que Pransiles se llamaua, a Tim-

brio desafiasse, y que, en hallando campo se-

guro para la batalla, se auisasse a Timbrio. Or-

denó mas mi suerte: que al tiempo que esto

sucedio, yo me hallasse tan falto de salud, que a

penas del lecho leuantarme podia, y por esta

occasion se me passó la de seguir a mi amigo

donde quiera que fuesse, el qual al partir se des-

pidio de mi con no pequeño descontento, encar-

gandome que, en cobrando fuerças, le buscas-

se, que en la ciudad de Napoles le hallaria, y

assi se partio, dexandome con mas pena que yo

sabre agora significaros. Mas, al cabo de pocos

dias, pudiendo en mi mas el desseo que de

verle tenia, que no la flaqueza que me fatigaua,

me puse luego en camino; y para que con mas

breuedad y mas seguro le hiziesse, la ventura

me offrecio la comodidad de quatro galeras que

en la famosa Isla de Cadiz, de partida para Ita-

lia, prestas y aparejadas estauan. Embarquéme

en vna dellas, y, con próspero viento, en tiem-

po breue, las riberas catalanas descubrimos;

y auiendo dado fondo en vn puerto dellas, yo,

que algo fatigado de la mar venia, assegurado

primero de que por aquella noche las galeras

de alli no partirian, me desembarqué con solo

vn amigo y vn criado mio; y no creo que deuia

de ser la media noche, quando los marineros y

los que a cargo las galeras lleuauan, viendo que

la serenidad del cielo calma o próspero viento

LIBRO SEGUNDO

señalaua, por no perder la buena occasion que

se les offrecia, a la segunda guardia hizieron

la señal de partida, y çarpando las ancoras, die-

ron con mucha presteza los remos al sesgo mar

y las velas al sossegado viento; y fue, como

digo, con tanta diligencia hecho, que, por mucha

que yo puse para boluer a embarcarme, no fuy

a tiempo, y assi me huue de quedar en la mari-

na, con el enojo que podra considerar quien por

semejantes y ordinarios casos aura passado,

porque quedaua mal acomodado de todas las

cosas que para seguir mi viaje por tierra eran

necessarias; mas considerando que, de quedar-

me alli, poco remedio se esperaua, acordé de

boluerme a Barcelona, adonde, como ciudad

mas grande, podria ser hallar quien me acomo-

dasse de lo que me faltaua, correspondiendo a

Xerez o a Seuilla con la paga dello.

,,Amaneciome en estos pensamientos, y, con

determinacion de ponerlos en efecto, aguardaua

a que el dia mas se leuantasse, y, estando a pun-

to de partirme, senti vn grande estruendo por

la tierra, y que toda la gente corria a la calle

mas principal del pueblo, y preguntando a vno

que era aquello, me respondio: "Llegaos, señor,

[a] aquella esquina, que a voz de pregonero sa-

breys lo que desseays.,, Hizelo assi, y lo primero

en que puse los ojos fue en vn alto crucifixo y

en mucho tumulto de gente, señales que alguno

sentenciado a muerte entre ellos venia, todo lo

qual me certificó la voz del pregonero, que de-

claraua que, por hauer sido salteador y vando-

LIBRO SEGUNDO

lero, la justicia mandaua ahorcar vn hombre,

que, como a mi llegó, luego conoci que era el

mi buen amigo Timbrio, el qual venia a pie, con

vnas esposas a las manos y vna soga a la gar-

ganta, los ojos enclauados en el crucifixo que

delante lleuaua, diziendo y protestando a los

clerigos que con el yuan, que, por la estrecha

cuenta que pensaua dar en breues horas al ver-

dadero Dios, cuyo retrato delante los ojos tenia,

que nunca en todo el discurso de su vida hauia

cometido cosa por donde publicamente meres-

ciesse rescebir tan ignominiosa muerte, y que a

todos rogaua rogassen a los juezes le diessen

algun término para prouar quan innocente es-

taua de lo que le acusauan. Considerese aqui,

si tanto la consideracion pudo leuantarse, qual

quedaria yo al horrendo espectaculo que a los

ojos se me offrecia. No se que os diga, señores,

sino que quedé tan embelesado y fuera de mi,

y de tal modo quedé ageno de todos mis sen-

tidos, que vna estatua de marmol deuiera de

parecer a quien en aquel punto me miraua.

Pero ya que el confuso rumor del pueblo, las

leuantadas vozes de los pregoneros, las lastimo-

sas palabras de Timbrio y las consoladoras de

los sacerdotes, y el verdadero conocimiento de

mi buen amigo, me huuieron buelto de aquel

embelesamiento primero, y la alterada sangre

acudio a dar ayuda al desmayado coraçon, y

despertado en el la colera deuida a la notoria

vengança de la offensa de Timbrio, sin mirar al

peligro que me ponia, sino al de Timbrio, por

LIBRO SEGUNDO

ver si podia librarle, o seguirle hasta la otra vida,

con poco temor de perder la mia, eché mano a

la espada, y con mas que ordinaria furia entré

por medio de la confusa turba, hasta que llegué

adonde Timbrio yua, el qual, no sabiendo si en

prouecho suyo tantas espadas se hauian desem-

baynado, con perplexo y angustiado ánimo, es-

taua mirando lo que passaua, hasta que yo le

dixe: "¿Adonde está, ¡o Timbrio!, el esfuerço de

tu valeroso pecho? ¿Que esperas, o que aguar-

das? ¿Porque no te fauoreces de la occasion

presente? Procura, ¡o verdadero amigo!, saluar

tu vida, en tanto que esta mia haze escudo a

la sinrazon que, segun creo, aqui te es hecha.,,

Estas palabras mias, y el conocerme Tymbrio,

fue parte para que, oluidado todo temor, rom-

piesse las ataduras o esposas de las manos; mas

todo su ardimiento fuera poco, si los sacerdo-

tes, de compassion mouidos, no ayudaran su

desseo, los quales, tomandole en peso, a pesar

de los que estoruarlo querian, se entraron con

el en vna yglesia que alli junto estaua, dexan-

dome a mi en medio de toda la justicia, que

con grande instancia procuraua prenderme,

como al fin lo hizo, pues a tantas fuerças juntas

no fue poderosa la sola mia de resistirlas. Y, con

mas offensas que, a mi parecer, mi pecado me-

rescia, a la carcel pública, herido de dos heridas,

me lleuaron.

,,El atreuimiento mio, y el hauerse escapado

Timbrio, augmentó mi culpa y el enojo en los

juezes, los quales, condenando bien el excesso

LIBRO SEGUNDO

por mi cometido, pareciendoles ser justo que yo

muriesse, (y) luego, luego, la cruel sentencia

pronunciaron, y para otro dia guardauan la exe-

cucion. Llegó a Timbrio esta triste nueua alla en

la yglesia donde estaua, y, segun yo despues

supe, mas alteracion le dio mi sentencia que le

hauia dado la de su muerte, y, por librarme

della, de nueuo se offrecia a entregarse otra vez

en poder de la justicia; pero los sacerdotes le

aconsejaron que seruia de poco aquello: antes

era añadir mal a mal y desgracia a desgracia,

pues no seria parte el entregarse el para que yo

fuesse suelto, pues no lo podia ser sin ser casti-

gado de la culpa cometida. No fueron menester

pocas razones para persuadir a Timbrio no se

diesse a la justicia; pero sossegose con propo-

ner en su ánimo de hazer otro dia por mi lo

que yo por el auia hecho, por pagarme en la

mesma moneda, o morir en la demanda. De toda

su intencion fuy auisado por vn clerigo que a

confessarme vino, con el qual le embié a dezir

que, el mejor remedio que mi desdicha podia

tener, era que el se saluasse, y procurasse que,

con toda breuedad, el Virrey de Barcelona su-

piesse todo el successo antes que la justicia de

aquel pueblo la executasse en el. Supe tambien

la causa porque a mi amigo Timbrio lleuauan

al amargo suplicio, segun me conto el mesmo

sacerdote que os he dicho, y fue que, viniendo

Timbrio caminando por el reyno de Cataluña,

a la salida de Perpiñan, dieron con el vna canti-

dad de vandoleros, los quales tenian por señor

LIBRO SEGUNDO

y cabeça a vn valeroso cauallero catalan, que,

por ciertas enemistades, andaua en la compañia,

como es ya antiguo vso de aquel reyno, quando

los enemistados son personas de cuenta, salirse

a ella y hazerse todo el mal que pueden, no

solamente en las vidas, pero en las haziendas;

cosa agena de toda christiandad, y digna de

toda lástima. Sucedio, pues, que, al tiempo

que los vandoleros estauan occupados en quitar

a Timbrio lo que lleuaua, llegó en aquella sazon

el señor y caudillo dellos, y como en fin era ca-

uallero, no quiso que delante de sus ojos agra-

uio alguno a Timbrio se hiziesse; antes, pare-

ciendole hombre de valor y prendas, le hizo mil

corteses ofrecimientos, rogandole que por aque-

lla noche se quedasse con el en vn lugar alli

cerca, que otro dia por la mañana le daria vna

señal de seguro para que sin temor alguno pu-

diesse seguir su camino hasta salir de aquella

prouincia. No pudo Timbrio dexar de hazer lo

que el cortés cauallero le pedia, obligado de las

buenas obras del rescibidas. Fueronse juntos,

y llegaron a vn pequeño lugar, donde por los

del pueblo alegremente rescebidos fueron. Mas

la fortuna, que hasta entonces con Timbrio se

hauia burlado, ordenó que aquella mesma no-

che diessen con los vandoleros vna compañia

de soldados, sólo para este efecto juntada, y

hauiendolos cogido de sobresalto, con facilidad

los desbarataron, y puesto que no pudieron

prender al caudillo, prendieron y mataron a

otros muchos, y vno de los presos fue Timbrio,

LIBRO SEGUNDO

a quien tuuieron por vn famoso salteador que

en aquella compañia andaua, y, segun se deue

imaginar, sin duda le deuia de parecer mucho,

pues, con atestiguar los demas presos que aquel

no era el que pensauan, contando la verdad de

todo el caso, pudo tanto la malicia en el pecho

de los juezes, que, sin mas aueriguaciones, le

sentenciaron a muerte, la qual fuera puesta en

effecto, si el cielo, fauorescedor de los justos in-

tentos, no ordenara que las galeras se fuessen

y yo en tierra quedasse, para hazer lo que hasta

agora os he contado que hize.

,,Estauase Timbrio en la yglesia, y yo en la

carcel, ordenando de partirse aquella noche a

Barcelona, y yo, que esperando estaua en que

pararia la furia de los offendidos juezes, [quan-

do], con otra mayor desuentura suya, Timbrio

y yo de la nuestra fuymos librados. Mas ¡oxala

fuera seruido el cielo que en mi solo se execu-

tara la furia de su ira, con tal que la alçaran de

aquel pequeño y desuenturado pueblo, que a los

filos de mil barbaras espadas tuuo puesto el mi-

serable cuello! Poco mas de media noche seria,

hora acomodada a facinorosos insultos, y en la

qual la trabajada gente suele entregar los tra-

bajados miembros en braços del dulce sueño,

quando improuisamente por todo el pueblo se le-

uantó vna confusa vozeria, diziendo: "¡Al arma,

al arma, que turcos ay en la tierra!,, Los ecos

destas tristes vozes ¿quien duda que no causa-

ron espanto en los mugeriles pechos, y aun

pusieron confusion en los fuertes animos de los

LIBRO SEGUNDO

varones? No se que os diga, señores, sino que

en vn punto la miserable tierra començo a arder

con tanta gana, que no parecia sino que las

mesmas piedras con que las casas fabricadas es-

tauan, offrecian acomodada materia al encendi-

do fuego, que todo lo consumia. A la luz de las

furiosas llamas, se vieron reluzir los barbaros al-

fanjes y parecerse las blancas tocas de la turca

gente, que, encendida, con sigures o hachas de

duro azero, las puertas de las casas derribauan,

y, entrando en ellas, de christianos despojos

salian cargados. Qual lleuaua la fatigada madre,

y qual el pequeñuelo hijo, que, con cansados y

debiles gemidos, la madre por el hijo, y el hijo

por la madre, preguntaua; y alguno se que

huuo que con sacrilega mano estoruó el cum-

plimiento de los justos desseos de la casta rezien

desposada virgen y del esposo desdichado, ante

cuyos llorosos ojos quiça vio coger el fruto de

que el sin ventura pensaua gozar en término

breue. La confusion era tanta, tantos los gritos

y mezclas de las vozes tan differentes, que gran

espanto ponian. La fiera y endiablada canalla,

viendo quan poca resistencia se les hazía, se

atreuieron a entrar en los sagrados templos y

poner las descomulgadas manos en las sanctas

reliquias, poniendo en el seno el oro con que

guarnecidas estauan, y arrojandolas en el suelo

con asqueroso menosprecio. Poco le valia al

sacerdote su santimonia, y al frayle su retray-

miento, y al viejo sus neuadas canas, y al moço

su juuentud gallarda, y al pequeño niño su

LIBRO SEGUNDO

innocencia simple, que de todos lleuauan el

saco aquellos descreydos perros, los quales,

despues de abrasadas las casas, robado los

templos, desflorado las virgines, muertos los

defensores, mas cansados que satisfechos de lo

hecho, al tiempo que el alua venia, sin impedi-

mento alguno, se boluieron a sus baxeles, ha-

uiendolos ya cargado de todo lo mejor que en

el pueblo hauia, dexandole dessolado y sin

gente, porque toda la mas gente se lleuauan, y

la otra a la montaña se hauia recogido. ¿Quien

en tan triste espectaculo pudiera tener quedas

las manos y enxutos los ojos? Mas, ¡ay!, que está

tan llena de miserias nuestra vida, que, en tan

doloroso successo como el que os he contado,

huuo christianos coraçones que se alegraron, y

estos fueron los de aquellos que en la carcel es-

tauan, que con la desdicha general cobraron la

dicha propria, porque, en son de yr a defender

el pueblo, rompieron las puertas de la prision y

en libertad se pusieron, procurando cada vno,

no de offender a los contrarios, sino de saluar a

si mesmos, entre los quales yo gozé de la liber-

tad tan caramente adquirida. Y viendo que no

hauia quien hiziesse rostro a los enemigos, por

no venir a su poder ni tornar al de la prision,

dessamparando el consumido pueblo, con no

pequeño dolor de lo que hauia visto y con el

que mis heridas me causauan, segui a vn hom-

bre que me dixo que seguramente me lleuaria a

vn monasterio que en aquellas montañas esta-

ua, donde de mis llagas seria curado, y aun de-

LIBRO SEGUNDO

fendido, si de nueuo prenderme quisiessen. Se-

guile, en fin, como os he dicho, con desseo de

saber que auria hecho la fortuna de mi amigo

Timbrio, el qual, como despues supe, con algu-

nas heridas, se hauia escapado, y, seguido por

la montaña otro camino differente del que yo

lleuaua, vino a parar al puerto de Rosas, donde

estuuo algunos dias, procurando saber que suc-

cesso auria sido el mio, y que, en fin, sin saber

nueuas algunas, se partio en vna naue, y con

próspero viento llegó a la gran ciudad de Napo-

les. Yo bolui a Barcelona, y alli me acomodé de

lo que menester hauia, y despues, ya sano de

mis heridas, torné a seguir mi viaje, y, sin succe-

derme reues alguno, llegué a Napoles, donde

hallé enfermo a Timbrio, y fue tal el contento

que en vernos los dos recibimos, que no me

siento con fuerças para encarecerosle por agora.

Alli nos dimos cuenta de nuestras vidas y de

todo aquello que hasta aquel momento nos

hauia sucedido; pero todo este plazer mio se

aguaua con el ver a Timbrio no tan bueno como

yo quisiera: antes tan malo, y de vna enferme-

dad tan estraña, que, si yo a aquella sazon no

llegara, pudiera llegar a tiempo de hazerle las

obsequias de su muerte, y no solemnizar las ale-

grias de su vista. Despues que el huuo sabido de

mi todo lo que quiso, con lagrimas en los ojos,

me dixo : "¡Ay, amigo Silerio, y cómo creo que el

cielo procura cargar la mano en mis desuentu-

ras, para que, dandome la salud por la vuestra,

quede yo cada dia con mas obligacion de ser-

LIBRO SEGUNDO

uiros!,, Palabras fueron estas de Timbrio que me

enternecieron; mas, por parecerme de comedi-

mientos, tan poco vsados entre nosotros, me ad-

miraron. Y por no cansaros en deziros punto

por punto lo que yo le respondi y lo que el

mas replicó, sólo os dire que el desdichado de

Timbrio estaua enamorado de vna señora prin-

cipal de aquella ciudad, cuyos padres eran es-

pañoles, aunque ella en Napoles hauia nascido;

su nombre era Nisida, y su hermosura tanta,

que me atreuo a dezir que la naturaleza cifró en

ella el estremo de sus pe[r]fectiones, y andauan

tan a vna en ella la honestidad y belleza, que

lo que la vna encendia la otra enfriaua, y los

desseos que su gentileza hasta el mas subido

cielo leuantaua, su honesta grauedad hasta lo

mas baxo de la tierra abatia. A esta causa es-

taua Timbrio tan pobre de esperança, quan rico

de pensamientos, y, sobre todo, falto de salud y

en terminos de acabar la vida sin descubrirlos:

tal era el temor y reuerencia que hauia cobrado

a la hermosa Nisida. Pero despues que tuue

bien conocida su enfermedad, y huue visto a Ni-

sida y considerado la calidad y nobleza de sus

padres, determiné de posponer por el la hazien-

da, la vida y la honra, y mas si mas tuuiera y

pudiera, y assi vsé de vn artificio el mas estraño

que hasta oy se aura oydo ni leydo, y fue que

acordé de vestirme como truhan, y con vna gui-

tarra entrarme en casa de Nisida, que, por ser,

como ya he dicho, sus padres de los principa-

les de la ciudad, de otros muchos truhanes era

LIBRO SEGUNDO

continuada. Pareciole bien este acuerdo a Tim-

brio, y resignó luego en las manos de mi indus-

tria todo su contento. Hize yo hazer luego

muchas y differentes galas, y, en vistiendome,

comence a ensayarme en el nueuo officio de-

lante de Timbrio, que no poco reya de verme

tan truhanamente vestido; y, por ver si la habi-

lidad correspondia al ábito, me dixo que, ha-

ziendo cuenta que el era vn gran principe y que

yo de nueuo venia a visitarle, le dixesse algo. Y

si yo no me acuerdo mal, y si vosotros, señores,

no os cansays de escucharme, direos lo que en-

tonces le canté, con ser la primera vez.

Todos dixeron que ninguna cosa les daria mas

contento que saber por extenso todo el suc-

cesso de su negocio, y que assi le rogauan que

ninguna cosa, por de poco momento que fues-

se, dexasse de contarles.

—Pues essa licencia me days—dixo el hermi-

taño—, no quiero dexaros de dezir cómo co-

mence a dar muestras de mi locura, que fue con

estos versos que a Timbrio canté, imaginando

ser vn gran señor a quien los dezia:

SILERIO

De principe que en el suelo

va por tan justo niuel,

¿que se puede esperar del

que no sean obras del cielo?

No se vee en la edad presente

ni se vio en la edad passada,

LIBRO SEGUNDO

republica gouernada

de principe tan prudente.

Y, del que mide su celo

por tan christiano niuel,

¿que se puede esperar del

que no sean obras del cielo?

Del que trae por bien ageno,

sin codiciar mas despojos,

misericordia en los ojos

y la justicia en el seno;

del que lo mas deste suelo

es lo menos que ay en el,

¿que se puede esperar del

que no sean obras del cielo?

La liberal fama vuestra,

que hasta'l cielo se leuanta,

de que teneys alma sancta

nos da indicio y clara muestra.

Del que no discrepa vn pelo

de ser al cielo fiel,

¿que se puede esperar del

que no sean obras del cielo?

Del que con christiano pecho

siempre en el rigor se tarda,

y a la justicia le guarda,

con clemencia, su derecho;

de aquel que leuanta el buelo

do ninguno llega a el,

¿que se puede esperar del

que no sean obras del cielo?

,,Estas y otras cosas de mas risa y juego canté

entonces a Timbrio, procurando acomodar el

brio y donayre del cuerpo a que en todo diesse

muestras de exercitado truhan; y sali tan bien

LIBRO SEGUNDO

con ello, que en pocos dias fuy conocido de toda

la mas gente principal de la ciudad, y la fama

del truhan español por toda ella bolaua, hasta

tanto que ya en casa del padre de Nisida me

desseauan ver, el qual desseo les cumpliera yo

con mucha facilidad, si de industria no aguar-

dara a ser rogado. Mas, en fin, no me pude escu-

sar que vn dia de vn vanquete alla no fuesse,

donde vi mas cerca la justa causa que Timbrio

tenia de padecer, y la que el cielo me dio para

quitarme el contento todos los dias que en esta

vida durare. Vi a Nisida, a Nisida vi, para no ver

mas, ni ay mas que ver despues de auerla visto.

¡O fuerça poderosa de amor, contra quien va-

len poco las poderosas nuestras! Y ¿es possible

que en vn punto, en vn momento, los reparos

y pertrechos de mi lealtad pusiesses en termi-

nos de dar con todos ellos por tierra? ¡Ay, que

si se tardara vn poco en socorrerme la conside-

racion de quien yo era, la amistad que a Tim-

brio deuia, el mucho valor de Nisida, el affren-

toso hábito en que me hallaua, que todo era

impedimento a que, con el nueuo y amoroso

desseo que en mi hauia nascido, no nasciesse

tambien la esperança de alcançarla, que es el

arrimo con que el amor camina o buelue atras

en los enamorados principios! En fin, vi la be-

lleza que os he dicho, y porque me importaua

tanto el verla, siempre procuré grangear el amis-

tad de sus padres y de todos los de su casa, y

esto con hazer del gracioso y bien criado, ha-

ziendo mi officio con la mayor discrecion y gra-

LIBRO SEGUNDO

cia a mi possible. Y rogandome vn cauallero

que aquel dia a la mesa estaua que alguna cosa

en loor de la hermosura de Nisida cantasse, qui-

so la ventura que me acordasse de vnos versos

que muchos dias antes para otra occasion casi

semejante yo hauia hecho, y siruiendome para

la presente, los dixe, que eran estos:

SILERIO

Nisida, con quien el cielo

tan liberal se a mostrado,

que, en daros a vos, dio al suelo

vna imagen y traslado

de quanto encubre su velo:

si el no tuuo mas que os dar,

ni vos mas que dessear,

con facilidad se entiende

que lo possible pretende

quien os pretende loar.

Dessa beldad peregrina

la perfection soberana,

que al cielo nos encamina,

pues no es possible la humana,

cante la lengua diuina,

y diga: bien se conuiene

que al alma que en si contiene

ser tan alto y milagroso,

se le diesse el velo hermoso

mas qu'el mundo tuuo o tiene.

Tomó del sol los cabellos;

del sesgo cielo, la frente;

la luz de los ojos bellos,

de la estrella mas luziente,

LIBRO SEGUNDO

que ya no da luz ante ellos.

Como quien puede y se atreue,

a la grana y a la nieue

robó las colores bellas,

que lo mas perfecto dellas

a tus mexillas se deue.

De marfil y de coral

formó los dientes y labios,

do sale rico caudal

de agudos dichos y sabios,

y armonia celestial.

De duro marmol ha hecho

el blanco y hermoso pecho,

y de tal obra ha quedado

tanto el suelo mejorado,

quanto el cielo satisfecho.

,,Con estas y otras cosas que entonces canté,

quedaron todos tan mis afficionados, especial-

mente los padres de Nisida, que me offrecieron

todo lo que menester huuiesse, y me rogaron

que ningun dia dexasse de visitarlos; y assi, sin

descubrirse ni imaginarse mi industria, vine a

salir con mi primero disignio, que era facilitar la

entrada en casa de Nisida, la qual gustaua en

estremo de mis desembolturas. Pero, ya que los

muchos dias, y la mucha conuersacion mia, y la

grande amistad que todos los de aquella casa

me mostrauan, vuieron quitado algunas som-

bras al demasiado temor que de descubrir mi

intento a Nisida tenia, determiné ver a do llega-

ua la ventura de Timbrio, que sólo de mi soli-

citud la esperaua. Mas, ¡ay de mi!, que yo estaua

entonces mas para pedir medicina para mi llaga

LIBRO SEGUNDO

que salud para la agena, porque el donayre,

belleza, discrecion, grauedad de Nisida, hauian

hecho en mi alma tal effecto, que no estaua en

menos estremo de dolor y de amor puesta, que

la del lastimado Timbrio. A vuestra considera-

cion discreta dexo el imaginar lo que podia sen-

tir vn coraçon a quien de vna parte combatian

las leyes de la amistad, y de otra las inuiolables

de Cupido; porque si las vnas le obligauan a no

salir de lo que ellas y la razon le pedian, las

otras le forçauan que tuuiesse cuenta con lo que

a su contento era obligado. Estos sobresaltos y

combates me apretauan de manera que, sin pro-

curar la salud agena, comence a dudar de la

propria, y a ponerme tan flaco y amarillo, que

causaua general compassion a todos los que me

mirauan; y los que mas la mostrauan eran los

padres de Nisida, y aun ella mesma, con limpias

y christianas entrañas, me rogo muchas vezes

que la causa de mi enfermedad le dixesse, offre-

ciendome todo lo necessario para el remedio

della. "¡Ay—dezia yo entre mi quando Nisida

tales offrecimientos me hazia—, y con quanta

facilidad, hermosa Nisida, podria remediar vues-

tra mano el mal que vuestra hermosura ha he-

cho! Pero preciome tanto de buen amigo, que,

aunque tuuiesse tan cierto mi remedio como

le tengo por impossible, impossible seria que

le acetasse.,, Y como estas consideraciones en

aquellos instantes me turbassen la fantasia, no

acertaua a responder a Nisida cosa alguna, de lo

qual ella y otra hermana suya, que Blanca se

LIBRO SEGUNDO

llamaua, de menos años, aunque no de menos

discrecion y hermosura que Nisida, estauan

marauilladas; y, con mas desseo de saber el ori-

gen de mi tristeza, con muchas importunacio-

nes me rogauan que nada de mi dolor les encu-

briesse. Viendo, pues, yo que la ventura me

offrecia la comodidad de poner en effecto lo que

hasta aquel punto mi industria auia fabricado,

vna vez que acaso Nisida y su hermana solas

se hallauan, tornando ellas de nueuo a pedirme

lo que tantas vezes, les dixe: "No penseys, se-

ñoras, que el silencio que hasta agora he tenido

en no deziros la causa de la pena que imagi-

nays que siento, lo aya causado tener yo poco

desseo de obedeceros, pues ya se sabe que, si

algun bien mi abatido estado en esta vida tiene,

es hauer grangeado con el venir a terminos de

conoceros y como criado seruiros; sólo ha sido

la causa imaginar que, aunque la descubra, no

seruira para mas de daros lástima, viendo quan

lexos está el remedio della; pero ya que me es

forçoso satisfazeros en esto, sabreys, señoras,

que en esta ciudad está vn cauallero, natural

de mi mesma patria, a quien tengo por señor,

por amparo y por amigo, el mas liberal, discreto

y gentil hombre que en gran parte hallar se pue-

da, el qual está aqui ausente de la amada patria

por ciertas quistiones que alla le succedieron,

que le forçaron a venir a esta ciudad, creyendo

que, si alla en la suya dexaua enemigos, aca en

la agena no le faltarán amigos; mas hale salido

tan al reues su pensamiento, que vn solo ene-

LIBRO SEGUNDO

migo que el mesmo, sin saber cómo, aqui se ha

procurado, le tiene puesto en tal estremo, que, si

el cielo no le socorre, con acabar la vida acaba-

rá sus amistades y enemistades; y como yo co-

nozco el valor de Timbrio—que este es el nom-

bre del cauallero cuya desgracia os voy contan-

do—, y se lo que perdera el mundo en perderle,

y lo que yo perdere si le pierdo, doy las mues-

tras de sentimiento que haueys visto, y aun son

pocas, segun a lo que me obliga el peligro en

que Timbrio está puesto. Bien se que desseareys

saber, señoras, quien es el enemigo que a tan

valeroso cauallero como es el que os he pintado

tiene puesto en tal estremo; pero tambien se

que, en diziendoosle, no os marauillareys sino

de cómo ya no le tiene consumido y muerto. Su

enemigo es amor, vniuersal destruydor de nues-

tros sossiegos y bien andanças. Este fiero ene-

migo tomó possession de sus entrañas. En en-

trando en esta ciudad, vio Timbrio vna hermosa

dama, de singular valor y hermosura; mas tan

principal y honesta, que jamas el miserable se

ha auenturado a descubrirle su pensamiento.,,

,,A este punto llegaua yo, quando Nisida me

dixo: "Por cierto, Astor—que entonces era este el

nombre mio—, que no se yo si crea que esse ca-

uallero sea tan valeroso y discreto como dizes,

pues tan facilmente se ha dexado rendir a vn

mal desseo tan rezien nacido, entregandose tan

sin occasion alguna en los braços de la deses-

peracion; y aunque a mi se me alcança poco

destos amorosos effectos, todavia me parece que

LIBRO SEGUNDO

es simplicidad y flaqueza dexar, el que se vee

fatigado dellos, de descubrir su pensamiento a

quien se le causa, puesto que sea del valor que

imaginar se puede, porque ¿que affrenta se le

puede seguir a ella de saber que es bien queri-

da, o a el que mayor mal de su azeda y desabri-

da respuesta, que la muerte que el mesmo se

procura callando? Y no seria bien que, por tener

vn juez fama de riguroso, dexasse alguno de

alegar de su derecho. Pero pongamos que suc-

cede la muerte de vn amante tan callado y te-

meroso como esse tu amigo; dime: ¿llamarias tu

cruel a la dama de quien estaua enamorado?

No, por cierto: que mal puede remediar nadie la

necessidad que no llega a su noticia, ni cae en

su obligacion procurar saberla para remediarla.

Assi que, Astor, perdoname, que las obras de

esse tu amigo no hazen muy verdaderas las ala-

banças que le das.,,

,,Quando yo oy a Nisida semejantes razones,

luego, luego quisiera con las mias descubrirle

todo el secreto de mi pecho; mas como yo en-

tendia la bondad y llaneza con que ella las ha-

blaua, vue de detenerme y esperar mas sola y

mejor coyuntura, y assi le respondi: "Quando los

casos de amor, hermosa Nisida, con libres ojos

se miran, tantos desatinos se veen en ellos,

que no menos de risa que de compassion son

dignos; pero si de la sotil red amorosa se halla

enlazada el alma, alli estan los sentidos tan tra-

uados y tan fuera de su proprio ser, que la me-

moria sólo sirue de thesorera y guardadora del

LIBRO SEGUNDO

objecto que los ojos miraron, y el entendimiento

en escudríñar y conocer el valor de la que bien

ama, y la voluntad de consentir de que la me-

moria y entendimiento en otra cosa no se occu-

pen; y assi, los ojos veen como por espejo de

alinde, que todas las cosas se les hazen mayo-

res: ora cresce la esperança quando son fauo-

rescidos, ora el temor quando desechados; y asi

succede a muchos lo que a Timbrio ha succe-

dido, que, pareciendoles a los principios altis-

simo el objecto a quien los ojos leuantaron, pier-

den la esperança de alcançarle; pero no de ma-

nera que no les diga amor alla dentro en el

alma: "¡Quien sabe! Podria ser...„, y con esto

anda la esperança, como dezirse suele, entre

dos aguas, la qual si del todo les desamparasse,

con ella huyria el amor. Y de aqui nasce an-

dar, entre el temor y osar, el coraçon del aman-

te tan affligido, que, sin auenturarse a dezirla, se

recoge y aprieta en su llaga, y espera, aunque

no sabe de quien, el remedio de que se vee tan

apartado. En este mesmo estremo he yo hallado

a Timbrio, aunque todavia, a persuasiones mias,

ha escripto vna carta a la dama por quien mue-

re, la qual me dio para que la viesse y mirasse

si en alguna manera se mostraua en ella des-

comedido, porque la enmendaria; encargóme

assimesmo que buscasse orden de ponerla en

manos de su señora, que creo sera impossible,

no porque yo no me auenture a ello, pues lo

menos que auenturare será la vida por seruirle,

mas porque me parece que no he de hallar occa-

LIBRO SEGUNDO

sion para darla.,, "Veamosla—dixo Nisida—,

porque desseo ver como escriuen los enamora-

dos discretos.,, Luego saqué yo vna carta del

seno, que algunos dias antes estaua escripta,

esperando occasion de que Nisida la viesse, y

offreciendome la ventura esta, se la mostre; la

qual, por hauerla yo leydo muchas vezes, se me

quedó en la memoria, cuyas razones eran estas:

TIMBRIO A NISIDA

"Determinado auia, hermosa señora, que el

fin desastrado mio os diesse noticia de quien

yo era, pareciendome ser mejor que alabarades

mi silencio en la muerte, que no que vitupera-

rades mi atreuimiento en la vida; mas, porque

imagino que a mi alma conuiene partirse deste

mundo en gracia vuestra, porque en el otro no

le niegue amor el premio de lo que ha padeci-

do, os hago sabidora del estado en que vuestra

rara beldad me tiene puesto, que es tal, que, a

poder significarle, no procurara su remedio,

pues por pequeñas cosas nadie se ha de auen-

turar a offender el valor estremado vuestro, del

qual y de vuestra honesta liberalidad espero

restaurar la vida, para seruiros, o alcançar la

muerte, para nunca mas offenderos.,,

,,Con mucha atencion estuuo Nisida: escu-

chando esta carta, y, en acabandola de oyr, dixo:

"No tiene de que agrauiarse la dama a quien

LIBRO SEGUNDO

esta carta se embia, si ya de puro graue no da

en ser melindrosa, enfermedad de quien no se

escapa la mayor parte de las damas desta ciu-

dad. Pero, con todo esso, no dexes, Astor, de

darsela, pues, como ya te he dicho, no se puede

esperar mas mal de su respuesta, que no sea

peor el que agora dizes que tu amigo padece. Y

para mas animarte, te quiero assegurar que no

ay muger tan recatada y tan puesta en atalaya

para mirar por su honrra, que le pese mucho de

ver y saber que es querida, porque entonces co-

noce ella que no es vana la presumpcion que de

si tiene, lo qual seria al reues si viesse que de

nadie era solicitada.,, "Bien se, señora, que es

verdad lo que dizes—respondi yo—; mas tengo

temor que, el atreuerme a darla, por lo menos

me ha de costar negarme de alli adelante la en-

trada en aquella casa, de que no menor daño me

vendria a mi que a Timbrio.,, "No quieras, As-

tor—replicó Nisida—, confirmar tu la sentencia

que aun el juez no tiene dada. Muestra buen

ánimo, que no es riguroso trance de batalla

este a que te auenturas.,, "¡Pluguiera al cielo,

hermosa Nisida—respondi yo—, que en esse

término me viera, que de mejor gana offreciera

el pecho al peligro y rigor de mil contrapuestas

armas, que no la mano a dar esta amorosa car-

ta a quien temo que, siendo con ella offendida,

ha de arrojar sobre mis hombros la pena que la

agena culpa meresce. Pero, con todos estos in-

conuinientes, pienso seguir, señora, el consejo

que me has dado, puesto que aguardaré tiempo

LIBRO SEGUNDO

en que el temor no tenga tan occupados mis

sentidos como agora; y en este entretanto te su-

plico que, haziendo cuenta que tu eres a quien

esta carta se embia, me des alguna respuesta

que lleue a Timbrio, para que con este engaño

el se entretenga vn poco, y a mi el tiempo y

las occasiones me descubran lo que tengo de

hazer.,, "De mal artificio quieres vsar—respon-

dio Nisida—, porque, puesto caso que yo agora

diesse en nombre ageno alguna blanda o es-

quiua respuesta, ¿no ves que el tiempo, descu-

bridor de nuestros fines, aclarará el engaño, y

Timbrio quedará de ti mas quexoso que satisfe-

cho?; quanto mas que, por no hauer dado hasta

agora respuesta a semejantes cartas, no querria

començar a darlas mentirosa y fingidamente;

mas, aunque sepa yr contra lo que a mi mesma

deuo, si me prometes de dezir quien es la dama,

yo te dire que digas a tu amigo, y cosa tal, que el

quede contento por agora; y puesto que despues

las cosas succedan al reues de lo que el pensa-

re, no por esso se aueriguará la mentira.,, "Esso

no me lo mandes, ¡o Nisida!—respondi yo—,

porque en tanta confusion me pone dezirte yo a

ti su nombre, como me pondria el darle a ella la

carta; basta saber que es principal, y que, sin ha-

zerte agrauio alguno, no te deue nada en la her-

mosura, que con esto me parece que la encarez-

co sobre quantas son nascidas.,, "No me mara-

uillo que digas esso de mi—dixo Nisida—, pues

los hombres de vuestra condicion y trato, lison-

jear es su proprio officio. Mas, dexando todo

LIBRO SEGUNDO

esto a vna parte, porque desseo que no pierdas

la comodidad de vn tan buen amigo, te acon-

sejo que le digas que fuyste a dar la carta a su

dama, y que has passado con ella todas las ra-

zones que conmigo, sin faltar punto, y cómo leyo

tu carta, y el ánimo que te daua para que a su

dama la lleuasses, pensando que no era ella a

quien venia; y que, aunque no te atreuiste a de-

clarar del todo, que has conoscido della que,

quando sepa ser ella para quien la carta venia,

no le causará el engaño y desengaño mucha pe-

sadumbre. Desta suerte rescibira el algun aliuio

en su trabajo; y despues, al descubrir tu inten-

cion a su dama, puedes responder a Timbrio lo

que ella te respondiere, pues, hasta el punto que

ella lo sepa, queda en fuerça esta mentira y la

verdad de lo que succediere, sin que haga al

caso el engaño de agora.,,

,,Admirado quedé de la discreta traça de Nisi-

da, y aun no sin sospecha de la verdad de mi

artificio. Y assi, besandole las manos por el

buen auiso, y quedando con ella que, de qual-

quiera cosa que en este negocio succediere, le

auia de dar particular cuenta, vine a contar a

Timbrio todo lo que con Nisida me hauia succe-

dido, que fue parte para que la tuuiesse en su

alma la esperança, y boluiesse de nueuo a sus-

tentarle y a desterrar de su coraçon los nubla-

dos del frio temor que hasta entonces le tenian

ofuscado; y todo este gusto se le acrescentaua

el prometerle yo a cada passo que los mios no

serian dados sino en seruicio suyo, y que, otra

LIBRO SEGUNDO

vez que con Nisida me hallasse, sacaria el juego

de maña con tan buen successo como sus pen-

samientos merecian. Vna cosa se me ha oluida-

do de deziros: que, en todo el tiempo que con

Nisida y su hermana estuue hablando, jamas la

menor hermana habló palabra, sino que, con vn

estraño silencio, estuuo siempre colgada de las

mias. Y seos dezir, señores, que, si callaua, no

era por no saber hablar con toda discrecion y

donayre, porque en estas dos hermanas mostro

naturaleza todo lo que ella puede y vale; y, con

todo esto, no se si os diga que holgara que me

huuiera negado el cielo la ventura de hauerlas

conocido, especialmente a Nisida, principio y fin

de toda mi desdicha. Pero ¿que puedo hazer, si,

lo que los hados tienen ordenado, no puede por

discursos humanos estoruarse? Yo quise, quiero

y querre bien a Nisida, tan sin offensa de Timbrio,

quanto lo ha mostrado bien mi cansada lengua,

que jamas la habló que en fauor de Timbrio no

fuesse, encubriendo siempre, con mas que ordi-

naria discrecion, la pena propria por remediar la

agena. Succedio, pues, que, como la belleza de

Nisida tan esculpida en mi alma quedó desde el

primer punto que mis ojos la vieron, no pudien-

do tener mi pecho tan rico thesoro encubierto,

quando solo o apartado alguna vez me hallaua,

con algunas amorosas y lamentables canciones

le descubria con velo de fingido nombre. Y assi,

vna noche, pensando que ni Timbrio ni otro al-

guno me escuchaua, por dar aliuio vn poco al

fatigado espiritu, en vn retirado aposento, sólo

LIBRO SEGUNDO

de vn laud acompañado, canté vnos versos,

que, por auerme puesto en vna confusion gra-

uissima, os los haure de dezir, que eran estos:

SILERIO

¿Que laberintho es este do se encierra

mi loca leuantada fantasia?

¿Quien ha buelto mi paz en cruda guerra,

y en tal tristeza toda mi alegria?

¿O qual hado me truxo a ver la tierra

que'a de seruir de sepoltura mia,

o quien reduzira mi pensamiento

al término que pide vn sano intento?

Si, por romper este mi fragil pecho

y despojarme de la dulce vida,

quedasse el suelo y cielo satisfecho

de que a Timbrio guardé la fe deuida,

sin que me acobardara el crudo hecho,

yo fuera de mi mesmo el homicida;

mas, si yo acabo, en el acaba luego

la amorosa esperança y cresce el fuego.

Llueuan y caygan las doradas flechas

del ciego dios, y con rigor insano

al triste coraçon vengan derechas,

disparadas con fiera ayrada mano;

que, aunque ceniza y poluo queden hechas

las heridas entrañas, lo que gano

en encubrir su dolorosa llaga,

es rica de mi mal illustre paga.

Silencio eterno a mi cansada lengua

pondra la ley de la amistad sincera,

por cuya sin ygual virtud desmengua

la pena que acabar jamas espera;

LIBRO SEGUNDO

mas aunque nunca acabe y ponga en mengua

la honra y la salud, será qual era

mi limpia fe: mas firme y contrastada

que roca en medio de la mar ayrada.

Del humor que derraman estos ojos,

y de la lengua el piadoso officio:

del bien que se le deue a mis enojos,

y de la voluntad el sacrificio,

lleue los dulces premios y despojos

el caro amigo, y muestrese propicio

el cielo a mi desseo, que pretende

el bien ageno, y a si mismo offende.

Socorre, ¡o blando amor!, leuanta y guia

mi baxo ingenio en la occasion dudosa;

y al esperado punto esfuerço embia

al alma y a la lengua temerosa,

la qual podra, si lleua tu osadia,

facilitar la mas difficil cosa,

y romper contra el hado y desuentura,

hasta llegar a la mayor ventura.

,,E1 estar tan trasportado en mis continuas

imaginaciones, fue occasion para que yo no tu-

uiesse cuenta en cantar estos versos que he di-

cho con tan baxa voz como deuiera; ni el lugar

do estaua era tan escondido que estoruara que

de Timbrio no fueran escuchados, el qual, assi

como los oyo, le vino al pensamiento que el

mio no estaua libre de amor, y que, si yo algu-

no tenia, era a Nisida, segun se podia colegir

de mi canto. Y aunque el alcançó la verdad de

mis pensamientos, no alcançó la de mis desseos;

antes, entendiendo ser al contrario de lo que yo

pensaua, determinó de ausentarse aquella mes-

LIBRO SEGUNDO

ma noche, e yrse adonde de ninguno fuesse ha-

llado, sólo por dexarme comodidad de que sólo

a Nisida siruiesse. Todo esto supe yo de vn

paje suyo, sabidor de todos sus secretos, el qual

vino a mi muy angustiado, y me dixo: "Acudid,

señor Silerio, que Timbrio, mi señor y vuestro

amigo, nos quiere dexar y partirse esta noche,

y no me ha dicho a donde, sino que le apareje

no se que dineros, y que a nadie diga que se

parte; principalmente, me dixo que a vos no lo

dixesse; y este pensamiento le ha venido des-

pues que estuuo escuchando no se que versos

que poco ha cantauades, y, segun los estremos

que le he visto hazer, creo que va a desesperar-

se; y por parecerme que deuo antes acudir a su

remedio que a obedecer su mandado, os lo ven-

go a dezir, como a quien puede ser parte para

que no ponga en effecto tan dañado proposito.,,

,,Con estraño sobresalto escuché lo que el paje

me dezia, y fuy luego a ver a Timbrio a su apo-

sento, y, antes que dentro entrasse, me paré a

ver lo que hazía, el qual estaua tendido encima

de su lecho boca abaxo, derramando infinitas

lagrimas, acompañadas de profundos sospiros, y

con baxa voz y mal formadas razones me pare-

cio que estas dezia: "Procura, verdadero amigo

Silerio, alcançar el fruto que tu solicitud y tra-

bajo tiene bien merescido, y no quieras, por lo

que te parece que deues a mi amistad, dexar de

dar gusto a tu desseo, que yo refrenaré el mio,

aunque sea con el medio estremo de la muerte,

que, pues tu della me libraste, quando con tanto

LIBRO SEGUNDO

amor y fortaleza al rigor de mil espadas te

offreciste, no es mucho que yo agora te pague

en parte tan buena obra con dar lugar a que,

sin el impedimento que mi presencia causarte

puede, gozes de aquella en quien cifró el cielo

toda su belleza, y puso el amor todo mi conten-

to. De vna sola cosa me pesa, dulce amigo, y es

que no puedo despedirme de ti en esta amarga

partida; mas admite por disculpa el ser tu la

causa della. ¡O, Nisida, Nisida, y quan cierto

está de tu hermosura, que se ha de pagar la cul-

pa del que se atreue a mirarla con la pena de

morir por ella! Silerio la vio, y, si no quedara

qual imagino que ha quedado, perdiera en gran

parte conmigo la opinion que tiene de discreto.

Mas, pues mi ventura assi lo ha querido, sepa el

cielo que no soy menos amigo de Silerio que el

lo es mio; y, para muestras desta verdad, apar-

tese Timbrio de su gloria, destierrese de su con-

tento, vaya peregrino de tierra en tierra, ausen-

te de Silerio y de Nisida, dos verdaderas y me-

jores mitades de su alma.,, Y luego, con mucha

furia, se leuantó del lecho y abrio la puerta; y,

hallandome alli, me dixo: "¿Que quieres, ami-

go, a tales horas? ¿Ay, por ventura, algo de nue-

uo?,, "Ay tanto—le respondi yo—, que, aunque

huuiera menos, no me pesara.,, En fin, por no

cansaros mas, yo llegué a tales terminos con el,

que le persuadi y di a entender ser su imagina-

cion falsa, no en quanto estaua yo enamorado,

sino en el de quien, porque no era de Nisida,

sino de su hermana Blanca; y supelo dezir esto

LIBRO SEGUNDO

de manera, que el lo tuuo por verdadero; y por-

que mas credito a ello diesse, la memoria me

offrecio vnas estancias que muchos dias antes

yo mesmo hauia hecho a otra dama del mesmo

nombre, y dixele que para la hermana de Nisi-

da las hauia compuesto, las quales vinieron tan

a proposito, que, aunque sea fuera del dezirlas

aora, no las quiero passar en silencio, que fue-

ron estas:

SILERIO

¡O Blanca, a quien rendida está la nieue,

y en condicion mas que la nieue elada!;

no presumiays ser mi dolor tan leue,

que esteys de remediarle descuydada.

Mirad que, si mi mal no ablanda y mueue

vuestra alma, en mi desdicha conjurada,

se boluera tan negra mi ventura,

quanta soys blanca en nombre y hermosura.

¡Blanca gentil, en cuyo blanco pecho

el contento de amor se anida y cierra!

Antes qu'el mio, en lagrimas deshecho,

se buelua poluo y miserable tierra,

mostrad el vuestro en algo satisfecho

del amor y dolor qu'el mio encierra,

que esta será tan caudalosa paga,

que a quanto mal padezco satisfaga.

Blanca, soys vos por quien trocar querria

de oro el mas finissimo ducado,

y por tan alta possession, tendria

por bien perder la del mas alto estado.

Pues esto conoceys, ¡o Blanca mia!,

dexad esse desden desamorado,

LIBRO SEGUNDO

y hazed, ¡o Blanca!, que el amor acierte

a sacar, si soys vos, Blanca, mi suerte,

puesto que con pobreza tal me hallara,

que tan sola vna blanca posseyera.

Si ella fuerades vos, no me trocara

por el mas rico que en el mundo vuiera;

y, si mi ser en aquel ser tomara

de Iuan de espera en Dios, dichoso fuera

si, al tiempo que las tres blancas buscasse,

a vos, ¡o Blanca!, entre ellas os hallasse.

Adelante passara con su cuento Silerio, si no

lo estoruara el son de muchas çampoñas y

acordados caramillos que a sus espaldas se

oya; y, boluiendo la cabeça, vieron venir hazia

ellos hasta vna dozena de gallardos pastores

puestos en dos hileras, y en medio venia vn dis-

puesto pastor, coronado con vna guirnalda de

madreselua y de otras differentes flores. Traya

vn baston en la vna mano, y con graue passo

poco a poco se mouia, y los demas pastores an-

dando con el mesmo aplauso, y, tocando todos

sus instrumentos, dauan de si agradable y es-

traña muestra. Luego que Elicio los vio, conos-

cio ser Daranio el pastor que en medio trayan,

y los demas ser todos circunuezinos que a sus

bodas querian hallarse, a las quales assimesmo

Tyrsi y Damon vinieron, y, por alegrar la fiesta

del desposorio y honrar al nueuo desposado,

de aquella manera hazia el aldea se encami-

nauan. Pero viendo Tyrsi que su venida hauia

puesto silencio al cuento de Silerio, le rogo que

aquella noche juntos en la aldea la passassen,

LIBRO SEGUNDO

donde seria seruido con la voluntad possible, y

haria satisfechas las suyas con acabar el comen-

çado successo. Silerio lo prometio. Y a esta sa-

zon llegó el monton alegre de pastores, los qua-

les, conosciendo a Elicio y Daranio, a Tyrsi y a

Damon, sus amigos, con señales de grande ale-

gria se recibieron, y, renouando la musica y re-

nouando el contento, tornaron a proseguir el

començado camino, y, ya que llegauan junto al

aldea, llegó a sus oydos el son de la çampoña

del desamorado Lenio, de que no poco gusto

recibieron todos, porque ya conocian la estre-

mada condicion suya. Y, assi como Lenio los vio

y conocio, sin interromper el suaue canto, desta

manera cantando hazia ellos se vino:

LENIO

Por bienauenturada,

por llena de contento y alegria

será por mi juzgada

tan dulce compañia,

si no siente de amor la tirania;

y besaré la tierra

que pisa aquel que de su pensamiento

el falso amor destierra

y tiene el pecho esento

desta furia cruel, deste tormento;

y llamaré dichoso

al rustico aduertido ganadero

que viue cuydadoso

del pobre manso apero

y muestra el rostro al crudo amor seuero.

LIBRO SEGUNDO

Deste tal las corderas,

antes que venga la sazon madura,

seran ya parideras,

y en la peña mas dura

hallarán claras aguas y verdura.

Si, estando amor ayrado,

con el pusiere en su salud desuio,

lleuaré su ganado,

con el ganado mio,

al abundoso pasto, al claro rio.

Y, en tanto, del encienso

el humo sancto yra bolando al cielo,

a quien dezirle pienso

con pio y justo zelo,

las rodillas prostradas por el suelo:

"¡O cielo sancto y justo!

Pues eres protector del que pretende

hazer lo que es tu gusto,

a la salud atiende

de aquel que por seruirte amor le offende.

No lleue este tyrano

los despojos a ti solo deuidos;

antes, con larga mano

y premios merescidos,

restituye su fuerça a los sentidos.,,

En acabando de cantar Lenio, fue de todos

los pastores cortesmente rescibido, el qual, como

oyesse nombrar a Damon y a Tyrsi, a quien el

sólo por fama conoscia, quedó admirado en ver

su estremada presencia, y assi les dixo:

—¿Que encarecimientos bastarian, aunque

fueran los mejores que en la eloquencia pudie-

LIBRO SEGUNDO

ran hallarse, a poder leuantar y encarecer el va-

lor vuestro, famosos pastores, si por ventura las

niñerias de amor no se mezclaran con las veras

de vuestros celebrados escriptos? Pero, pues ya

estays eticos de amor, enfermedad, al parecer,

incurable, puesto que mi rudeza, con estimar y

alabar vuestra rara discrecion, os pague lo que

os deue, impossible será que yo dexe de vitu-

perar vuestros pensamientos.

—Si los tuyos tuuieras, discreto Lenio—res-

pondio Tyrsi—, sin las sombras de la vana opi-

nion que los occupa, vieras luego la claridad de

los nuestros, y que, por ser amorosos, merescen

mas gloria y alabança que por ninguna otra su-

tileza o discrecion que encerrar pudieran.

—No mas, Tyrsi, no mas—replicó Lenio—,

que bien se que, contra tantos y tan obstinados

enemigos, poca fuerça tendran mis razones.

—Si ellas lo fueran—respondio Elicio—, tan

amigos son de la verdad los que aqui estan, que

ni aun burlando la contradixeran; y en esto po-

dras ver, Lenio, quan fuera vas della, pues no

ay ninguno que aprueue tus palabras, ni aun

tenga por buenas tus intenciones.

—Pues a fe—dixo Lenio—que no te salue a

ti la tuya, ¡o Elicio! Si no, digalo el ayre, a quien

contino acrescientas con sospiros,y la yerua des-

tos prados, que va cresciendo con tus lagrimas,

y los versos que el otro dia en las hayas de

aquel bosque escriuiste, que en ellos se verá

que es lo que en ti alabas y en mi vituperas.

No quedara Lenio sin respuesta, si no vieran

LIBRO SEGUNDO

venir hazia donde ellos estauan a la hermosa Ga-

latea con las discretas pastoras Florisa y Theo-

linda, la qual, por no ser conoscida de Damon

y Tyrsi, se hauia puesto vn blanco velo ante su

hermoso rostro. Llegaron, y fueron de los pasto-

res con alegre acogimiento rescebidas, principal-

mente de los enamorados Elicio y Erastro, que

con la vista de Galatea tan estraño contento res-

cibieron, que, no pudiendo Erastro dissimularle,

en señal del, sin mandarselo alguno, hizo señas

a Elicio que su çampoña tocasse, al son de la

qual, con alegres y suaues accentos, cantó los si-

guientes versos:

ERASTRO

Vea yo los ojos bellos

deste sol que estoy mirando,

y, si se van apartando,

vayase el alma tras ellos.

Sin ellos no hay claridad,

ni mi alma no la espere,

que, ausente dellos, no quiere

luz, salud, ni libertad.

Mire quien puede estos ojos,

que no es possible alaballos;

mas ha de dar por mirallos

de la vida los despojos.

Yo los veo, y yo los vi,

y, cada vez que los veo,

les doy vn nueuo desseo

tras el alma que les di.

Ya no tengo mas que dar

ni imagino mas que dè,

LIBRO SEGUNDO

si por premio de mi fe

no se admite el dessear.

Cierta está mi perdicion

si estos ojos do el bien sobra

los pusieren en la obra

y no en la sana intencion.

Aunque durasse este dia

mil siglos, como desseo,

a mi, que tanto bien veo,

vn punto pareceria.

No haze el tiempo ligero

Curso en alterar mi edad,

mientras miro la beldad

de la vida por quien muero.

En esta vista reposa

mi alma, y halla sossiego,

y viue en el viuo fuego

de su luz pura, hermosa.

Y haze amor tan alta prueua

con ella, que, en esta llama,

a dulce vida la llama

y, qual fenix, la renueua.

Salgo con mi pensamiento

buscando mi dulce gloria,

y al fin hallo en mi memoria

encerrado mi contento.

Alli está, y alli se encierra,

no en mandos, no en poderios,

no en pompas, no en señorios

ni en riquezas de la tierra.

Aqui acabó su canto Erastro, y se acabó el

camino de llegar a la aldea, adonde Tyrsi y

Damon y Silerio en casa de Elicio se recogie-

ron, por no perder la occasion de saber en que

LIBRO SEGUNDO

paraua el començado cuento de Silerio. Las her-

mosas pastoras Galatea y Florisa, offreciendo

de hallarse el venidero dia a las bodas de Da-

ranio, dexaron a los pastores, y todos o los mas

con el desposado se quedaron, y ellas a sus ca-

sas se fueron. Y, aquella mesma noche, solicita-

do Silerio de su amigo Erastro, y por el desseo

que le fatigaua de boluer a su hermita, dio fin

al successo de su historia, como se verá en el

siguiente libro.

FIN DEL SEGUNDO LIBRO