SEXTO Y ULTIMO

LIBRO DE GALATEA

Apenas hauian los rayos del dorado Febo co-

mençado a dispuntar por la mas baxa linea de

nuestro orizonte, quando el anciano y venera-

ble Thelesio hizo llegar a los oydos de todos los

que en el aldea estauan el lastimero son de su

bozina, señal que mouio a los que le escucharon

a dexar el reposo de los pastorales lechos y acu-

dir a lo que Thelesio pedia. Pero los primeros

que en esto tomaron la mano fueron Elicio, Au-

relio, Daranio y todos los pastores y pastoras

que con ellos estauan, no faltando las hermosas

Nisida y Blanca y los venturosos Timbrio y Si-

lerio, con otra cantidad de gallardos pastores y

bellas pastoras que a ellos se juntaron y al nú-

mero de treynta llegarian, entre los quales yuan

la sin par Galatea, nueuo milagro de hermosu-

ra, y la recien desposada Silueria, la qual lle-

uaua consigo a la hermosa y zahareña Belisa,

por quien el pastor Marsil[i]o tan amorosas y

mortales angustias padecia. Auia venido Belisa

a visitar a Silueria y darle el parabien del nueuo

LIBRO SEXTO

 

rescibido estado, y quiso ansimesmo hallarse

en tan celebres obsequias como esperaua serian

las que tantos y tan famosos pastores celebra-

uan. Salieron, pues, todos juntos de la aldea,

fuera de la qual hallaron a Thelesio con otros

muchos pastores que le acompañauan, todos

vestidos y adornados de manera que bien mos-

trauan que para triste y lamentable negocio

hauian sido juntados. Ordenó luego Thelesio,

porque con intenciones mas puras y pensa-

mientos mas reposados se hiziessen aquel dia

los solemnes sacrificios, que todos los pastores

fuessen juntos por su parte y desuiados de

las pastoras, y que ellas lo mesmo hiziessen,

de que los menos quedaron contentos, y los

mas no muy satisfechos, especialmente el apas-

sionado Marsil[i]o, que ya hauia visto a la des-

amorada Belisa, con cuya vista quedó tan fue-

ra de si y tan suspenso, qual lo conoscieron

bien sus amigos Orompo, Crysio y Orfenio, los

quales, viendole tal, se llegaron a el, y Orompo

le dixo:

―Esfuerηa, amigo Marsil[i]o, esfuerça y no

des occasion con tu desmayo a que se descu-

bra el poco valor de tu pecho, ¿que sabes si el

cielo, mouido a compassion de tu pena, ha

traydo a tal tiempo a estas riberas a la pastora

Belisa para que las remedie?

―Antes para mas acabarme, a lo que yo

creo―respondio Marsil[i]o―, aura ella venido a

este lugar, que de mi ventura esto y mas se

deue temer; pero yo hare, Orompo, lo que man-

LIBRO SEXTO

 

das, si a caso puede conmigo en este duro tran-

ce mas la razon que mi sentimiento.

Y con esto boluio algo mas en si Marsil[i]o, y

luego los pastores por vna parte, y las pastoras

por otra, como de Thelesio estaua ordenado,

se començaron a encaminar al valle de los Cy-

preses, lleuando todos vn marauilloso silencio,

hasta que, admirado Timbrio de ver la frescura

y belleza del claro Tajo, por do caminaua, buelto

a Elicio, que al lado le venia, le dixo:

―No poca marauilla me causa, Elicio, la in-

comparable belleza destas frescas riberas, y no

sin razon, porque quien ha visto, como yo, las

espaciosas del nombrado Betis, y las que visten

y adornan al famoso Ebro y al conoscido Pi-

suerga, y en las apartadas tierras ha passeado

las del sancto Tyber y las amenas del Po, cele-

brado por la cayda del atreuido moço, sin dexar

de hauer rodeado las frescuras del apascible

Sebeto, grande occasion hauia de ser la que a

marauilla me mouiesse de ver otras algunas.

―No vas tan fuera de camino en lo que dizes,

segun yo creo, discreto Timbrio―respondio

Elicio―, que con los ojos no veas la razon que

de dezirlo tienes; porque, sin duda, puedes creer

que la amenidad y frescura de las riberas deste

rio haze notoria y conoscida ventaja a todas las

que has nombrado, aunque entrasse en ellas las

del apartado Xanto, y del conoscido Anfriso, y

el enamorado Alpheo; porque tiene y ha hecho

cierto la experiencia que, casi por derecha linea,

encima de la mayor parte destas riberas se

LIBRO SEXTO

 

muestra vn cielo luziente y claro, que, con vn

largo mouimiento y con viuo resplandor, parece

que combida a regozijo y gusto al coraçon que

del está mas ageno. Y si ello es verdad que las

estrellas y el sol se mantienen, como algunos

dizen, de las aguas de aca baxo, creo firme-

mente que las deste rio sean en gran parte occa-

sion de causar la belleza del cielo que le cubre,

o creere que Dios, por la mesma razon que di-

zen que mora en los cielos, en esta parte haga

lo mas de su habitacion. La tierra que lo abraça,

vestida de mil verdes ornamentos, parece que

haze fiesta y se alegra de posseer en si vn don

tan raro y agradable, y el dorado rio, como en

ca[m]bio, en los abraços della dulcemente entre-

texiendose, forma como de industria mil entra-

das y salidas, que a qualquiera que las mira

llenan el alma de plazer arauilloso, de donde

nasce que, aunque los ojos tornen de nueuo mu-

chas vezes a mirarle, no por esso dexan de ha-

llar en el cosas que les causen nueuo plazer y

nueua marauilla. Buelue, pues, los ojos, vale-

roso Timbrio, y mira quanto adornan sus ribe-

ras las muchas aldeas y ricas caserias que por

ellas se ven fundadas. Aqui se vee en qualquie-

ra sazon del año andar la risueña primauera

con la hermosa Venus en ábito subcinto y amo-

roso, y Zefiro que la acompaña, con la madre

Flora delante, esparciendo a manos llenas varias

y odoriferas flores. Y la industria de sus mora-

dores ha hecho tanto, que la naturaleza, encor-

porada con el arte, es hecha artifice y connatu-

LIBRO SEXTO

 

ral del arte, y de entrambas a dos se ha hecho

vna tercia naturaleza, a la qual no sabre dar

nombre. De sus cultiuados jardines, con quien

los huertos Esperides y de Alcino pueden callar;

de los espessos bosques, de los pacificos oliuos,

verdes laureles y acopados mirtos; de sus abun-

dosos pastos, alegres valles y vestidos collados,

arroyos y fuentes que en esta ribera se hallan,

no se espere que yo diga mas, sino que, si en

alguna parte de la tierra los campos Eliseos tie-

nen asiento, es, sin duda, en esta. ¿Que dire de

la industria de las altas ruedas, con cuyo conti-

nuo mouimiento sacan las aguas del profundo

rio y humedecen abundosamente las eras que

por largo espacio estan apartadas? Añadese a

todo esto criarse en estas riberas las mas her-

mosas y discretas pastoras que en la redondez

del suelo pueden hallarse, para cuyo testimonio,

dexando a parte el que la experiencia nos mues-

tra y lo que tu, Timbrio, ha que estas en ellas y

has visto, bastará traer por exemplo a aquella

pastora que alli ves, ¡o Timbrio!

Y, diziendo esto, señaló con el cayado a Ga-

latea, y, sin dezir mas, dexó admirado a Timbrio

de ver la discrecion y palabras con que hauia

alabado las riberas de Tajo y la hermosura de

Galatea. Y respondiendole que no se le podia

contradezir ninguna cosa de las dichas, en aque-

llas y en otras entretenian la pesadumbre del

camino, hasta que, llegados a vista del valle de

los Cypreses, vieron que del salian casi otros

tantos pastores y pastoras como los que con

LIBRO SEXTO

 

ellos yuan. Iuntaronse todos, y, con sossegados

passos, començaron a entrar por el sagrado va-

lle, cuyo sitio era tan estraño y marauilloso, que,

aun a los mesmos que muchas vezes le hauian

visto, causaua nueua admiracion y gusto. Leuan-

tanse en vna parte de la ribera del famoso Tajo,

en quatro differentes y contrapuestas partes,

quatro verdes y apazibles collados, como por

muros y defensores de vn hermoso valle que en

medio contienen, cuya entrada en el por otros

quatro lugares es concedida, los quales mesmos

collados estrechan de modo, que vienen a for-

mar quatro largas y apazibles calles, a quien

hazen pared de todos lados altos e infinitos cy-

preses, puestos por tal orden y concierto, que

hasta las mesmas ramas de los vnos y de los

otros paresce que ygualmente van cresciendo,

y que ninguna se atreue a passar ni salir vn

punto mas de la otra. Cierran y occupan el es-

pacio que entre cypres y cypres se haze, mil

olorosos rosales y suaues jazmines, tan juntos y

entretexidos como suelen estar en los vallados

de las guardadas viñas las espinosas çarças y

puntosas cambroneras. De trecho en trecho des-

tas apazibles entradas, se ven correr por entre la

verde y menuda yerua claros y frescos arroyos

de limpias y sabrosas aguas, que en las faldas

de los mesmos collados tienen su nascimiento.

Es el remate y fin destas calles vna ancha y re-

donda plaça, que los recuestos y los cypreses

forman, en medio de la qual está puesta vna

artificiosa fuente de blanco y precioso marmol

LIBRO SEXTO

 

fabricada, con tanta industria y artificio hecha,

que las vistosas del conoscido Tybuli y las so-

beruias de la antigua Tynachria no le pueden

ser comparadas. Con el agua desta marauillosa

fuente se humedecen y sustentan las frescas

yeruas de la deleytosa plaça; y, lo que mas haze

a este agradable sitio digno de estimacion y re-

uerencia, es ser preuilegiado de las golosas bo-

cas de los simples corderuelos y mansas ouejas,

y de otra qualquier suerte de ganado: que sólo

sirue de guardador y thesorero de los honrados

huessos de algunos famosos pastores que, por

general decreto de todos los que quedan viuos

en el contorno de aquellas riberas, se determi-

na y ordena ser digno[s] y merescedor[es] de

tener sepultura en este famoso valle. Por esto se

veyan, entre los muchos y diuersos arboles que

por las espaldas de los cypreses estauan, en el

lugar y distancia que hauia dellos hasta las fal-

das de los collados, algunas sepulturas, qual de

jaspe y qual de marmol fabricada, en cuyas

blancas piedras se leyan los nombres de los que

en ellas estauan sepultados. Pero la que mas

sobre todas resplandecia, y la que mas a los

ojos de todos se mostraua, era la del famoso

pastor Meliso, la qual, apartada de las otras, a

vn lado de la ancha plaça, de lisas y negras pi-

çarras y de blanco y bien labrado alabastro

hecha parecia. Y, en el mesmo punto que los

ojos de Thelesio la miraron, boluiendo el rostro

a toda aquella agradable compañia, con sosse-

gada voz y lamentables accentos les dixo:

LIBRO SEXTO

 

―Veys alli, gallardos pastores, discretas y

hermosas pastoras; veys alli, digo, la triste se-

pultura donde reposan los honrados huessos

del nombrado Meliso, honor y gloria de nuestras

riberas. Començad, pues, a leuantar al cielo los

humildes coraçones, y con puros affectos, abun-

dantes lagrimas y profundos sospiros, entonad

los sanctos himnos y deuotas oraciones, y ro-

galde tenga por bien de acoger en su estrellado

assiento la bendita alma del cuerpo que alli yaze.

Y, en diziendo esto, se llegó a vn cypres de

aquellos, y cortando algunas ramas, hizo dellas

vna funesta guirnalda, con que coronó sus blan-

cas y veneradas sienes, haziendo señal a los

demas que lo mesmo hiziessen, de cuyo exem-

plo mouidos todos, en vn momento se corona-

ron de las tristes ramas, y, guiados de Thelesio,

llegaron a la sepultura, donde, lo primero que

Thelesio hizo, fue inclinar las rodillas y besar la

dura piedra del sepulchro. Hizieron todos lo

mesmo, y algunos huuo que, tiernos con la me-

moria de Meliso, dexauan regado con lagrimas

el blanco marmol que besauan. Hecho esto,

mandó Thelesio encender el sacro fuego, y en

vn momento al rededor de la sepultura se hizie-

ron muchas, aunque pequeñas, hogueras, en las

quales solas ramas de cypres se quemauan, y el

venerable Thelesio, con graues y sossegados

passos, començo a rodear la pira y a echar en

todos los ardientes fuegos alguna cantidad de

sacro y oloroso incienso, diziendo cada vez que

lo esparcia alguna breue y deuota oracion a ro-

LIBRO SEXTO

 

gar por el alma de Meliso encaminada, al fin

de la qual leuantaua la tremante voz, y todos

los circunstantes, con triste y piadoso accento,

respondian: "Amén, amén„, tres vezes, a cuyo

lamentable sonido resonauan los cercados colla-

dos y apartados valles, y las ramas de los altos

cypreses y de los otros muchos arboles de que

el valle estaua lleno, heridas de vn manso zefiro

que soplaua, hazian y formauan vn sordo y tris-

tissimo susurro, casi como en señal de que por

su parte ayudauan a la tristeza del funesto sa-

crificio. Tres vezes rodeó Thelesio la sepultura,

y tres vezes dixo las piadosas plegarias, y otras

nueue se escucharon los llorosos accentos del

amén, que los pastores repitian. Acabada esta

ceremonia, el anciano Thelesio se arrimó a vn

subido cypres que a la cabecera de la sepultura

de Meliso se leuantaua, y con boluer el rostro a

vna y otra parte, hizo que todos los circunstan-

tes estuuiessen atentos a lo que dezir queria, y

luego, leuantando la voz todo lo que pudo con-

ceder la antiguedad de sus años, con marauillo-

sa eloquencia començo a alabar las virtudes

de Meliso, la integridad de su inculpable vida,

la alteza de su ingenio, la entereza de su ánimo,

la graciosa grauedad de su plática y la excelen-

cia de su poesia, y, sobre todo, la solicitud de

su pecho en guardar y cumplir la sancta religion

que professado hauia, juntando a estas otras

tantas y tales virtudes de Meliso, que, aunque el

pastor no fuera tan conoscido de todos los que

a Thelesio escuchauan, sólo por lo que el dezia

LIBRO SEXTO

 

quedaran afficionados a amarle si fuera viuo, y

a reuerenciarle despues de muerto. Concluyó,

pues, el viejo su plática diziendo:

―Si a do llegaron, famosos pastores, las bon-

dades de Meliso, y adonde llega el desseo que

tengo de alabarlas, llegara la baxeza de mi corto

entendimiento, y las flacas y pocas fuerças ad-

quiridas de mis tantos y tan cansados años no

me acortaran la voz y el aliento, primero este

sol que nos alumbra le vierades bañar vna y

otra vez en el grande Oceano, que yo cessara

de la començada plática; mas, pues esto en mi

marchita edad no se permite, suplid vosotros

mi falta, y mostraos agradecidos a las frias ce-

nizas de Meliso, celebrandolas en la muerte

como os obliga el amor que el os tuuo en la

vida. Y puesto que a todos en general nos toca

y cabe parte desta obligacion, a quien en par-

ticular mas obliga es a los famosos Tyrsi y Da-

mon, como a tan conoscidos amigos y fami-

liares suyos, y assi les ruego, quan encarecida-

mente puedo, correspondan a esta deuda su-

pliendo y cantando ellos con mas reposada y

sonora voz lo que yo he faltado llorando con la

trabajosa mia.

No dixo mas Thelesio, ni aun fuera menester

dezirlo para que los pastores se mouiessen a

hazer lo que se les rogaua; porque luego, sin

replicar cosa alguna, Tyrsi sacó su rabel, y hizo

señal a Damon que lo mesmo hiziesse, a quien

acompañaron luego Elicio y Lauso y todos los

pastores que alli instrumentos tenian, y a poco

espacio formaron vna tan triste y agradable

musica, que, aunque regalaua los oydos, mouia

los coraçones a dar señales de tristeza, con la-

grimas que los ojos derramauan. Iuntauase a

esto la dulce armonia de los pintados y muchos

paxarillos que por los ayres cruzauan, y algunos

sollozos que las pastoras, ya tiernas y mouidas

con el razonamiento de Thelesio y con lo que

los pastores hazian, de quando en quando de

sus hermosos pechos arrancauan; y era de suerte

que, concordandose el son de la triste musica y

el de la alegre armonia de los xilguerillos, ca-

landrias y ruyseñores, y el amargo de los pro-

fundos gemidos, formaua todo junto vn tan es-

traño y lastimoso concento, que no ay lengua

que encarecerlo pueda. De alli [a] poco espa-

cio, cessando los demas instrumentos, solos los

quatro de Tyrsi, Damon, Elicio y de Lauso se

escucharon, los quales, llegandose al sepulchro

de Meliso, a los quatro lados del sepulchro, se-

ñal por donde todos los presentes entendieron

que alguna cosa cantar querian, y assi les pres-

taron vn marauilloso y sossegado silencio, y

luego el famoso Tyrsi, con leuantada, triste y

sonora voz, ayudandole Elicio, Damon y Lauso,

desta manera començo a cantar:

TYRSI

Tal qual es la occasion de nuestro llanto,

no sólo nuestro, mas de todo el suelo,

pastores, entonad el triste canto.

LIBRO SEXTO

 

DAMON

El ayre rompan, lleguen hasta el cielo

los sospiros dolientes, fabricados

entre justa piedad y justo duelo.

 

ELICIO

Seran de tierno humor siempre bañados

mis ojos, mientras viua la memoria,

Meliso, de tus hechos celebrados.

 

LAUSO

Meliso, digno de immortal historia,

digno que gozes en el cielo sancto

de alegre vida y de perpetua gloria.

 

TYRSI

Mientras que a las grandezas me leuanto

de cantar sus hazañas, como pienso,

pastores, entonad el triste canto.

 

DAMON

Como puedo, Meliso, recompenso

a tu amistad: con lagrimas vertidas,

con ruegos pios y sagrado incienso.

LIBRO SEXTO

 

ELICIO

Tu muerte tiene en llanto conuertidas

nuestras dulces passadas alegrias,

y a tierno sentimiento reduzidas.

LAUSO

Aquellos claros, venturosos dias

donde el mundo gozó de tu presencia,

se’an buelto en noches miserables frias.

TYRSI

¡O muerte, que con presta violencia

tal vida en poca tierra reduziste!

¿A quien no alcançará tu diligencia?

DAMON

Despues, ¡o muerte!, que aquel golpe diste

que hechò por tierra nuestro fuerte arrimo,

de yerua el prado ni de flor se viste.

 

ELICIO

Con la memoria deste mal reprimo

el bien, si alguno llega a mi sentido,

y con nueua aspereza me lastimo.

LIBRO SEXTO

 

LAUSO

¿Quando suele cobrarse el bien perdido?

¿Quando el mal sin buscarle no se halla?

¿Quando ay quietud en el mortal ruydo?

 

TYRSI

¿Quando de la mortal fiera batalla

triumphó la vida, y quando contra el tiempo

se oppuso o fuerte arnes o dura malla?

 

DAMON

Es nuestra vida vn sueño, vn passatiempo,

vn vano encanto, que desaparece

quando mas firme parecio en su tiempo.

 

ELICIO

Dia que al medio curso se escuresce,

y le succede noche tenebrosa,

embuelta en sombras qu’el temor offrece.

 

LAUSO

Mas tu, pastor famoso, en venturosa

hora passaste deste mar insano

a la dulce region marauillosa.

LIBRO SEXTO

 

TYRSI

Despues que en el aprisco veneciano

las causas y demandas decidiste

del gran pastor del ancho suelo hispano.

 

DAMON

Despues tambien que con valor sufriste

el trance de fortuna acelerado

que a Italia hizo, y aun a España, triste.

 

ELICIO

Y despues que, en sossiego reposado,

con las nueue donzellas solamente

tanto tiempo estuuiste retirado.

 

LAUSO

Sin que las fieras armas del oriente

ni la francesa furia inquietasse

tu leuantada y sossegada mente.

 

TYRSI

Entonces quiso el cielo que llegasse

la fria mano de la muerte ayrada,

y en tu vida el bien nuestro arrebatasse.

LIBRO SEXTO

 

DAMON

Quedó tu suerte entonces mejorada,

quedó la nuestra a vn triste amargo lloro

perpetua, eternamente condemnada.

 

ELICIO

Viose el sacro virgineo hermoso coro

de aquellas moradoras de Parnaso

romper llorando sus cabellos de oro.

 

LAUSO

A lagrimas mouio el doliente caso

al gran competidor del niño ciego,

que entonces de dar luz se mostro escasso.

 

TYRSI

No entre las armas y el ardiente fuego

los tristes teucros tanto se afligieron

con el engaño del astuto griego,

como lloraron, como repitieron

el nombre de Meliso los pastores,

quando informados de su muerte fueron.

 

DAMON

No de olorosas variadas flores

adornaron sus frentes, ni cantaron

con voz suaue algun cantar de amores.

LIBRO SEXTO

 

De funesto cypres se coronaron,

y en triste repetido amargo llanto

lamentables canciones entonaron.

 

ELICIO

Y assi, pues oy el aspero quebranto

y la memoria amarga se renueua,

pastores, entonad el triste canto,

qu’el duro caso que a doler nos lleua

es tal, que será pecho de diamante

el que a llorar en el no se conmueua.

 

LAUSO

El firme pecho, el ánimo constante

qu’en las aduersidades siempre tuuo

este pastor por mil lenguas se cante,

como al desden que de contino huuo

en el pecho de Filis indignado

qual firme roca contra el mar estuuo.

 

TYRSI

Repitanse los versos que ha cantado,

queden en la memoria de las gentes

por muestras de su ingenio leuantado.

 

DAMON

Por tierras de las nuestras differentes,

lleue su nombre la parlera fama

con passos prestos y alas diligentes.

LIBRO SEXTO

 

ELICIO

Y de su casta y amorosa llama

exemplo tome el mas lasciuo pecho

y el que en ardor menos cabal se inflama.

 

LAUSO

¡Venturoso Meliso, que, a despecho

de mil contrastes fieros de fortuna,

viues aora alegre y satisfecho!

 

TYRSI

Poco te cansa, poco te importuna

esta mortal baxeza que dexaste,

llena de mas mudanças que la luna.

 

DAMON

Por firme alteza la humildad trocaste,

por bien el mal, la muerte por la vida

tan seguro temiste y esperaste.

 

ELICIO

Desta mortal, al parecer, cayda,

quien viue bien, al cabo se leuanta,

qual tu, Meliso, a la region florida

donde por mas de vna immortal garganta

se despide la voz, que gloria suena,

gloria repite, dulce gloria canta;

LIBRO SEXTO

 

donde la hermosa clara faz serena

se ve; en cuya vision se goza y mira

la summa gloria mas perfecta y buena.

Mi flaca voz a tu alabança aspira,

y tanto quanto mas cresce el desseo,

tanto, Meliso, el miedo le retira.

Que aquello que contemplo agora, y veo

con el entendimiento leuantado,

del sacro tuyo sobrehumano arreo,

tiene mi entendimiento acouardado,

y sólo paro en leuantar las cejas

y en recoger los labios de admirado.

 

LAUSO

Con tu partida, en triste llanto dexas

quantos con tu presencia se alegrauan,

y el mal se acerca, porque tu te alexas.

 

TYRSI

En tu sabiduria se enseñauan

los rusticos pastores, y, en vn punto,

con nueuo ingenio y discrecion quedauan.

Pero llegóse aquel forçoso punto

donde tu te partiste y do quedamos

con poco ingenio y coraçon difunto.

Esta amarga memoria celebramos

los que en la vida te quisimos tanto,

quanto aora en la muerte te lloramos.

LIBRO SEXTO

 

Por esto, al son de tan confuso llanto,

cobrando de contino nueuo aliento,

pastores, entonad el triste canto.

Lleguen do llega el duro sentimiento

las lagrimas vertidas y sospiros,

con quien se augmenta el pressuroso viento.

Poco os encargo, poco se pediros;

mas haueys de sentir, que quanto ahora

puede mi atada lengua referiros.

Mas, pues Febo se ausenta, y descolora

la tierra, que se cubre en negro manto,

hasta que venga la esperada aurora,

pastores, cessad ya del triste canto.

Tyrsi, que començado hauia la triste y dolo-

rosa elegia, fue el que la puso fin, sin que le

pusiessen por vn buen espacio a las lagrimas

todos los que el lamentable canto escuchado

hauian. Mas, a esta sazon, el venerable Thelesio

les dixo:

—Pues hauemos cumplido en parte, gallar-

dos y comedidos pastores, con la obligacion

que al venturoso Meliso tenemos, poned por

agora silencio a vuestras tiernas lagrimas, y dad

algun vado a vuestros dolientes sospiros, pues

ni por ellas ni ellos podemos cobrar la pér-

dida que lloramos; y puesto que el humano

sentimiento no pueda dexar de mostrarle en los

aduersos acaecimientos, todavia es menester

templar la demasia de sus accidentes con la ra-

zon que al discreto acompaña; y, aunque las la-

grimas y sospiros sean señales del amor que se

LIBRO SEXTO

 

tiene al que se llora, mas prouecho consiguen

las almas por quien se derraman con los pios

sacrificios y deuotas oraciones que por ellas se

hazen, que si todo el mar Occeano por los ojos

de todo el mundo hecho lagrimas se destilasse.

Y por esta razon, y por la que tenemos de dar

algun aliuio a nuestros cansados cuerpos, será

bien que, dexando lo que nos resta de hazer

para el venidero dia, por agora, visiteys vuestros

çurrones, y cumplays con lo que naturaleza os

obliga.

Y, en diziendo esto, dio orden como todas las

pastoras estuuiessen a vna parte del valle, junto

a la sepultura de Meliso, dexando con ellas seys

de los mas ancianos pastores que alli auia, y los

demas, poco desuiados dellas, en otra parte se

estuuieron; y luego, con lo que en los çurrones

trayan, y con el agua de la clara fuente, satisfi-

zieron a la comun necessidad de la hambre,

acabando a tiempo que ya la noche vestia de

vna mesma color todas las cosas debaxo de

nuestro orizonte contenidas, y la luziente luna

mostraua su rostro hermoso y claro en toda la

entereza que tiene quando mas el ruuio hermano

sus rayos le comunica. Pero, de alli a poco rato,

leuantandose vn alterado viento, se comença-

ron a ver algunas negras nuues, que algun tanto

la luz de la casta diosa encubrian, haziendo

sombras en la tierra, señales por donde algunos

pastores que alli estauan, en la rustica astrolo-

gia maestros, algun venidero turbion y borrasca

esperauan; mas todo paró en no mas de quedar

LIBRO SEXTO

 

la noche parda y serena, y en acomodarse ellos

a descansar sobre la fresca yerua, entregando

los ojos al dulce y reposado sueño, como lo

hizieron todos, si no algunos que repartieron

como en centinelas la guarda de las pastoras, y

la de algunas antorchas que al rededor de la

sepultura de Meliso ardiendo quedauan. Pero

ya que el sossegado silencio se estendio por

todo aquel sagrado valle, y ya que el pereçoso

Morfeo hauia con el bañado ramo toca(n)do

las sienes y parpados de todos los presentes, a

tiempo que a la redonda de nuestro polo buena

parte las errantes estrellas andado hauian, se-

ñalando los puntuales cursos de la noche, en

aquel instante, de la mesma sepultura de Me-

liso se leuantó vn grande y marauilloso fuego,

tan luziente y claro, que en vn momento todo

el escuro valle quedó con tanta claridad como

si el mesmo sol le alumbrara; por la qual im-

prouisa marauilla, los pastores que despiertos

junto a la sepultura estauan, cayeron atonitos

en el suelo, deslumbrados y ciegos con la luz

del transparente fuego, el qual hizo contrario

effecto en los demas que durmiendo estauan,

porque, heridos de sus rayos, huyó dellos el pe-

sado sueño, y, aunque con difficultad alguna,

abrieron los dormidos ojos, y, viendo la estra-

ñeza de la luz que se les mostraua, confusos y

admirados quedaron; y assi, qual en pie, qual

recostado, y qual sobre las rodillas puesto, cada

vno, con admiracion y espanto, el claro fuego

miraua, todo lo qual visto por Thelesio, ador-

LIBRO SEXTO

 

nandose en vn punto de las sacras vestiduras,

acompañado de Elicio, Tyrsi, Damon, Lauso y

de otros animosos pastores, poco a poco se co-

menço a llegar al fuego, con intencion de, con

algunos licitos y acomodados exorcismos, pro-

curar deshazer o entender de do procedia la es-

traña vision que se les mostraua. Pero, ya que

llegauan cerca de las encendidas llamas, vieron

que, diuidiendose en dos partes, en medio de-

llas parecia vna tan hermosa y agraciada nim-

pha, que en mayor admiracion les puso que la

vista del ardiente fuego. Mostraua estar vestida

de vna rica y sotil tela de plata, recogida y re-

tirada a la cintura, de modo que la mitad de

las piernas se descubrian, adornadas con vnos

co(n)turnos o calçado justo dorados, llenos de

infinitos lazos de listones de differentes colores;

sobre la tela de plata traya otra vestidura de

verde y delicado cendal, que, lleuado a vna y

a otra parte por vn ventezillo que mansamente

soplaua, estremadamente parecia; por las es-

paldas traya esparzidos los mas luengos y ru-

bios cabellos que jamas ojos humanos vieron,

y sobre ellos vna guirnalda sólo de verde lau-

rel compuesta; la mano derecha occupaua con

vn alto ramo de amarilla y vencedora palma, y

la yzquierda con otro de verde y pacifica oliba,

con los quales ornamentos tan hermosa y admi-

rable se mostraua, que a todos los que la mira-

uan tenia colgados de su vista; de tal manera,

que, desechando de si el temor primero, con

seguros passos al rededor del fuego se llegaron,

LIBRO SEXTO

 

persuadiendose que, de tan hermosa vision,

ningun daño podia succederles. Y estando,

como se ha dicho, todos transportados en mi-

rarla, la bella nimpha abrio los braços a vna y

a otra parte, y hizo que las apartadas llamas

mas se apartassen y diuidiessen, para dar lugar

a que mejor pudiesse ser mirada, y luego, le-

uantando el sereno rostro, con gracia y graue-

dad estraña, a semejantes razones dio principio:

—Por los effectos que mi improuisa vista ha

causado en vuestros coraçones, discreta y agra-

dable compañia, podeys considerar que no en

virtud de malignos espiritus ha sido formada

esta figura mia que aqui se os representa, por-

que vna de las razones por do se conosce ser

vna vision buena o mala, es por los effectos que

haze en el ánimo de quien la mira; porque la

buena, aunque cause en el admiracion y sobre-

salto, el tal sobresalto y admiracion viene mez-

clado con vn gustoso alboroto, que a poco rato

le sossiega y satisfaze; al reues de lo que causa

la vision peruersa, la qual sobresalta, descon-

tenta, atemoriza y jamas assegura. Esta verdad

os aclarará la experiencia quando me conozcays

y yo os diga quien soy y la occasion que me ha

mouido a venir de mis remotas moradas a visi-

taros. Y porque no quiero teneros colgados del

desseo que teneys de saber quien yo sea, sabed,

discretos pastores y bellas pastoras, que yo soy

vna de las nueue donzellas que en las altas y

sagradas cumbres de Parnaso tienen su pro-

pria y conoscida morada. Mi nombre es Caliope;

LIBRO SEXTO

 

mi officio y condicion es fauorescer y ayudar a

los diuinos espiritus, cuyo loable exercicio es

occuparse en la marauillosa y jamas como deue

alabada sciencia de la poesia; yo soy la que

hize cobrar eterna fama al antiguo ciego natu-

ral de Esmirna, por el solamente famosa; la que

hara viuir el mantuano Tytiro por todos los si-

glos venideros hasta que el tiempo se acabe; y

la que haze que se tengan en cuenta, desde la

passada hasta la edad presente, los escriptos tan

asperos como discretos del antiquissimo Enio.

En fin, soy quien fauorescio a Catulo, la que

nombró a Oracio, eternizó a Propercio, y soy

la que con immortal fama tiene conseruada la

memoria del conoscido Petrarca, y la que hizo

baxar a los escuros infiernos y subir a los claros

cielos al famoso Dante; soy la que ayudó a te-

xer al diuino Ariosto la variada y hermosa tela

que compuso; la que en esta patria vuestra tuuo

familiar amistad con el agudo Boscan y con

el famoso Garcilaso, con el docto(r) y sabio

Castillejo y el artificioso Torres Naharro,

con cuyos ingenios, y con los frutos dellos, que-

dó vuestra patria enriquescida y yo satisfecha; yo

soy la que moui la pluma del celebrado Alda-

na, y la que no dexó jamas el lado de don

Fernando de Acuña, y la que me precio de la

estrecha amistad y conuersacion que siempre

tuue con la bendita alma del cuerpo que en esta

sepultura yaze, cuyas obsequias, por vosotros

celebradas, no sólo han alegrado su espiritu, que

ya por la region eterna se passea, sino que a mi

LIBRO SEXTO

 

me han satisfecho de suerte que, forçada, he ve-

nido a agradeceros tan loable y piadosa costum-

bre como es la que entre vosotros se vsa; y assi,

os prometo, con las veras que de mi virtud pue-

den esperarse, que, en pago del beneficio que a

las cenizas de mi querido y amado Meliso haueys

hecho, de hazer siempre que en vuestras ribe-

ras jamas falten pastores que en la alegre scien-

cia de la poesia a todos los de las otras riberas

se auentajen; fauorescere ansimesmo siempre

vuestros consejos, y guiaré vuestros entendi-

mientos, de manera que nunca deys torcido voto

quando decreteys quien es merescedor de ente-

rrarse en este sagrado valle; porque no será bien

que, de honra tan particular y señalada, y que

sólo es merescida de los blancos y canoros cys-

nes, la vengan a gozar los negros y roncos cuer-

uos. Y assi, me parece que será bien daros al-

guna noticia agora de algunos señalados varo-

nes que en esta vuestra España viuen, y algu-

nos en las apartadas Indias a ella subjetas, los

quales, si todos o alguno dellos su buena ven-

tura le truxere a acabar el curso de sus dias en

estas riberas, sin duda alguna le podeys conce-

der sepultura en este famoso sitio. Junto con

esto, os quiero aduertir que no entendays que

los primeros que nombrare son dignos de mas

honra que los postreros, porque en esto no

pienso guardar orden alguna: que, puesto que

yo alcanço la differencia que el vno al otro y

los otros a los otros hazen, quiero dexar esta

declaracion en duda, porque vuestros ingenios

LIBRO SEXTO

 

en entender la diferencia de los suyos tengan

en que exercitarse, de los quales daran tes-

timonio sus obras. Yrelos nombrando como se

me vinieren a la memoria, sin que ninguno se

atribuya a que ha sido fauor que yo le he

hecho en auerme acordado del primero que

de otro, porque, como digo, a vosotros, discre-

tos pastores, dexo que despues les deys el

lugar que os paresciere que de justicia se les

deue. Y para que con menos pesadumbre y tra-

bajo a mi larga relacion esteys atentos, harela

de suerte que sólo sintays disgusto por la bre-

uedad della.

Calló diziendo esto la bella nimpha, y luego

tomó vna harpa que junto a si tenia, que hasta

entonces de ninguno hauia sido vista, y, en

començandola a tocar, parece que començo a

esclarecerse el cielo, y que la luna, con nueuo y

no vsado resplandor, alumbraua la tierra; los

arboles, a despecho de vn blando zefiro que

soplaua, tuuieron quedas las ramas; y los ojos

de todos los que alli estauan no se atreuian a

abaxar los parpados, porque, aquel breue punto

que se tardauan en alçarlos, no se priuassen de

la gloria que en mirar la hermosura de la nim-

pha gozauan; y aun quisieran todos que todos

sus cinco sentidos se conuirtieran en el del oyr

solamente: con tal estrañeza, con tal dulçura,

con tanta suauidad tocaua la harpa la bella

musa, la qual, despues de hauer tañido vn poco,

con la mas sonora voz que imaginarse puede,

en semejantes versos dio principio:

LIBRO SEXTO

 

CANTO DE CALIOPE

Al dulce son de mi templada lira

prestad, pastores, el oydo atento:

oyreys cómo en mi voz y en el respira

de mis hermanas el sagrado aliento.

Vereys cómo os suspende, y os admira,

y colma vuestras almas de contento,

quando os de relacion, aqui en el suelo,

de los ingenios que ya son del cielo.

Pienso cantar de aquellos solamente

a quien la Parca el hilo aun no ha cortado,

de aquellos que son dignos justamente

d’en tal lugar tenerle señalado,

donde, a pesar del tiempo diligente,

por el laudable officio acostumbrado

vuestro, viuan mil siglos sus renombres,

sus claras obras, sus famosos nombres.

Y el que con justo título meresce

gozar de alta y honrosa preeminencia,

vn don Alonso es, en quien floresce

del sacro Apolo la diuina sciencia;

y en quien con alta lumbre resplandece

de Marte el brio y sin ygual potencia,

de Leyua tiene el sobrenombre illustre,

que a Italia ha dado, y aun a España, lustre.

Otro del mesmo nombre, que de Arauco

cantó las guerras y el valor de España,

el qual los reynos donde abita Glauco

passó y sintio la embrauescida saña,

no fue su voz, no fue su accento rauco,

que vno y otro fue de gracia estraña,

y tal, que Ercil[l]a, en este hermoso assiento,

meresce eterno y sacro monumento.

LIBRO SEXTO

 

Del famoso don Iuan de Silua os digo

que toda gloria y todo honor meresce,

assi por serle Febo tan amigo,

como por el valor que en el floresce.

Seran desto sus obras buen testigo,

en las quales su ingenio resplandece

con claridad que al ignorante alumbra

y al sabio agudo a vezes le deslumbra.

Crezca el número rico desta cuenta

aquel con quien la tiene tal el cielo,

que con febeo aliento le sustenta,

y con valor de Marte aca en el suelo.

A Omero yguala si a escreuir intenta,

y a tanto llega de su pluma el buelo,

quanto es verdad que a todos es notorio

el alto ingenio de don Diego Osorio.

Por quantas vias la parlera fama

puede loar vn cauallero illustre,

por tantas su valor claro derrama,

dando sus hechos a su nombre lustre.

Su viuo ingenio, su virtud inflama

mas de vna lengua a que, de lustre en lustre,

sin que cursos de tiempos las espanten,

de don Francisco de Mendoça canten.

¡Feliz don Diego de Sarmiento, illustre,

y Caruajal, famoso, produzido

de nuestro coro y de Ipocrene lustre,

moço en la edad, anciano en el sentido,

de siglo en siglo yra, de lustre en lustre,

a pesar de las aguas del oluido,

tu nombre, con tus obras excelentes,

de lengua en lengua y de gente en gentes!

Quieros mostrar por cosa soberana,

en tierna edad, maduro entendimiento,

destreza y gallardia sobrehumana,

cortesia, valor, comedimiento,

LIBRO SEXTO

 

y quien puede mostrar en la toscana

como en su propria lengua aquel talento

que mostro el que cantó la casa d’Este:

vn don Gutierre Caruajal es este.

Tu, don Luys de Vargas, en quien veo

maduro ingenio en verdes pocos dias,

procura de alcançar aquel tropheo

que te prometen las hermanas mias;

mas tan cerca estás del, que, a lo que creo,

ya triumphas, pues procuras por mil vias

virtuosas y sabias que tu fama

resplandezca con viua y clara llama.

Del claro Tajo la ribera hermosa

adornan mil espiritus diuinos,

que hazen nuestra edad mas venturosa

que aquella de los griegos y latinos.

Dellos pienso dezir sola vna cosa:

que son de vuestro valle y honra dignos

tanto quanto sus obras nos lo muestran,

que al camino del cielo nos adiestran.

Dos famosos doctores, presidentes

en las sciencias de Apolo, se me offrescen,

que no mas que en la edad son differentes,

y en el trato e ingenio se parecen.

Admiranlos ausentes y presentes,

y entre vnos y otros tanto resplandecen

con su saber altissimo y profundo,

que presto han de admirar a todo el mundo.

Y el nombre que me viene mas a mano

destos dos que a loar aqui me atreuo,

es del doctor famoso Campuçano,

a quien podeys llamar segundo Febo.

El alto ingenio suyo, el sobrehumano

discurso nos descubre vn mundo nueuo,

de tan mejores Indias y excelencias,

quanto mejor qu’el oro son las sciencias.

LIBRO SEXTO

 

Es el doctor Suarez, que de Sosa

el sobrenombre tiene, el que se sigue,

que de vna y otra lengua artificiosa

lo mas cendrado y lo mejor consigue.

Qualquiera que en la fuente milagrosa,

qual el la mitigó, la sed mitigue,

no tendra que embidiar al docto griego,

ni a aquel que nos cantó el troyano fuego.

Del doctor Baca, si dezir pudiera

lo que yo siento del, sin duda creo

que quantos aqui estays os suspendiera:

tal es su sciencia, su virtud y arreo.

Yo he sido en ensalçarle la primera

del sacro coro, y soy la que desseo

eternizar su nombre en quanto al suelo

diere su luz el gran señor de Delo.

Si la fama os truxere a los oydos,

de algun famoso ingenio marauillas,

conceptos bien dispuestos y subidos,

y sciencias que os assombren en oyllas,

cosas que paran sólo en los sentidos

y la lengua no puede referillas,

el dar salida a todo dubio y traça,

sabed que es el licenciado Daça.

Del maestro Garay las dulces obras

me incitan sobre todos a alabarle;

tu, Fama, que al ligero tiempo sobras,

ten por heroyca empresa el celebrarle.

Verás cómo en el mas fama cobras,

Fama, que está la tuya en ensalçarle,

que hablando desta fama, en verdadera

has de trocar la fama de parlera.

Aquel ingenio que al mayor humano

se dexa atras, y aspira al que es diuino,

y, dexando a vna parte el castellano,

sigue el heroyco verso del latino;

LIBRO SEXTO

 

el nueuo Omero, el nueuo mantuano,

es el maestro Cordoua, que es digno

de celebrarse en la dichosa España,

y en quanto el sol alumbra y el mar baña.

De ti, el doctor Francisco Diaz, puedo

assegurar a estos mis pastores

que, con seguro coraçon y ledo,

pueden auentajarse en tus loores.

Y si en ellos yo agora corta quedo,

deuiendose a tu ingenio los mayores,

es porque el tiempo es breue, y no me atreuo

a poderte pagar lo que te deuo.

Luxan, que con la toga merescida

honras el proprio y el ageno suelo,

y con tu dulce musa conoscida

subes tu fama hasta el mas alto cielo,

yo te dare despues de muerto vida,

haziendo que, en ligero y presto buelo,

la fama de tu ingenio vnico, solo,

vaya del nuestro hasta el contrario polo.

El alto ingenio y su valor declara

vn licenciado tan amigo vuestro

quanto ya sabeys que es Iuan de Vergara,

honra del siglo venturoso nuestro.

Por la senda que el sigue, abierta y clara,

yo mesma el passo y el ingenio adiestro,

y, a donde el llega, de llegar me pago,

y en su ingenio y virtud me satisfago.

Otros (os) quiero nombrar, porque se estime

y tenga en precio mi atreuido canto,

el qual hara que aora mas le anime,

y llegue alli donde el desseo leuanto.

Y es este que me fuerça y que me oprime

a dezir sólo del y cantar quanto

canto de los ingenios mas cabales:

el licenciado Alonso de Morales.

LIBRO SEXTO

 

Por la difficil cumbre va subiendo

al temp[l]o de la Fama, y se adelanta,

vn generoso moço, el qual, rompiendo

por la difficultad que mas espanta,

tan presto ha de llegar alla, que entiendo

que en prophecia ya la fama canta

del lauro que le tiene aparejado

al licenciado Hernando Maldonado.

La sabia frente del laurel honroso

adornada vereys de aquel que ha sido

en todas sciencias y artes tan famoso,

que es ya por todo el orbe conoscido.

Edad dorada, siglo venturoso,

que gozar de tal hombre has merescido:

¿qual siglo, qual edad aora te llega,

si en ti está Marco Antonio de la Vega?

Vn Diego se me viene a la memoria,

que de Mendoça es cierto que se llama,

digno que solo del se hiziera historia

tal, que llegara alli donde su fama.

Su sciencia y su virtud, que es tan notoria,

que ya por todo el orbe se derrama,

admira los ausentes y presentes

de las remotas y cercanas gentes.

Vn conoscido el alto Febo tiene,

¿que digo vn conoscido?, vn verdadero

amigo, con quien sólo se entretiene,

que es de toda sciencia thesorero.

Y es este que de industria se detiene

a no comunicar su bien entero,

Diego Duran, en quien contino dura

y durará el valor, ser y cordura.

¿Quien pensays que es aquel que en voz sonora

sus ansias canta regaladamente,

aquel en cuyo pecho Febo mora,

el docto Orfeo y Arion prudente?

LIBRO SEXTO

 

Aquel que, de los reynos del aurora

hasta los apartados de occidente,

es conoscido, amado y estimado

por el famoso Lopez Maldonado.

¿Quien pudiera loaros, mis pastores,

vn pastor vuestro amado y conoscido,

pastor mejor de quantos son mejores,

que de Filida tiene el apellido?

La habi[li]dad, la sciencia, los primores,

el raro ingenio y el valor subido

de Luys de Montaluo, le asseguran

gloria y honor mientras los cielos duran.

El sacro Ybero, de dorado acanto,

de siempre verde yedra y blanca oliua

su frente adorne, y en alegre canto

su gloria y fama para siempre viua,

pues su antiguo valor ensalça tanto,

que al fertil Nilo de su nombre priua,

de Pedro de Liñan la sotil pluma,

de todo el bien de Apolo cifra y suma.

De Alonso de Baldes me está incitando

el raro y alto ingenio a que del cante,

y que os vaya, pastores, declarando

que a los mas raros passa, y va adelante.

Halo mostrado ya, y lo va mostrando

en el facil estilo y elegante

con que descubre el lastimado pecho

y alaba el mal qu’el fiero amor l’a hecho.

Admireos vn ingenio en quien se encierra

todo quanto pedir puede el desseo,

ingenio que, aunque viue aca en la tierra,

del alto cielo es su caudal y arreo.

Ora trate de paz, ora de guerra,

todo quanto yo miro, escucho y leo

del celebrado Pedro de Padilla,

me causa nueuo gusto y marauilla.

LIBRO SEXTO

 

Tu, famoso Gaspar Alfonso, ordenas,

segun aspiras a immortal subida,

que yo no pueda celebrarte a penas,

si te he de dar loor a tu medida.

Las plantas fertilissimas amenas

que nuestro celebrado monte anida,

todas offrescen ricas laureolas

para ceñir y honrar tus sienes solas.

De Christoual de Mesa os digo cierto

que puede honrrar vuestro sagrado valle;

no sólo en vida, mas despues de muerto

podeys con justo titulo alaballe.

De sus heroycos versos el concierto,

su graue y alto estilo, pueden dalle

alto y honroso nombre, aunque callara

la fama del, y yo no me acordara.

Pues sabeys quanto adorna y enriquece

vuestras riberas Pedro de Ribera,

dalde el honor, pastores, que meresce,

que yo sere en honrarle la primera.

Su dulce musa, su virtud, offresce

vn subjeto cabal donde pudiera

la fama y cien mil famas occuparse,

y en solos sus loores estremarse.

Tu, que de Luso el sin ygual thesoro

truxiste en nueua forma a la ribera

del fertil rio a quien el lecho de oro

tan famoso le haze adonde quiera:

con el deuido aplauso y el decoro

deuido a ti, Benito de Caldera,

y a tu ingenio sin par, prometo honrarte,

y de lauro y de yedra coronarte.

De aquel que la christiana poesia

tan en su punto ha puesto en tanta gloria,

haga la fama y la memoria mia

famosa para siempre su memoria.

LIBRO SEXTO

 

De donde nasce adonde muere el dia,

la sciencia sea y la bondad notoria

del gran Francisco de Guzman, qu’el arte

de Febo sabe, ansi como el de Marte.

Del capitan Salzedo está bien claro

que llega su diuino entendimiento

al punto mas subido, agudo y raro

que puede imaginar el pensamiento.

Si le comparo, a el mesmo le comparo,

que no ay comparacion que llegue a cuento

de tamaño valor, que la medida

ha de mostrar ser falta o ser torcida.

Por la curiosidad y entendimiento

de Thomas de Gracian, dadme licencia

que yo le escoja en este valle assiento

ygual a su virtud, valor y sciencia,

el qual, si llega a su merescimiento,

será de tanto grado y preeminencia,

que, a lo que creo, pocos se le ygualen:

tanto su ingenio y sus virtudes valen.

Agora, hermanas bellas, de improuiso,

Baptista de Biuar quiere alabaros

con tanta discrecion, gala y auiso,

que podays, siendo musas, admiraros.

No cantará desdenes de Narciso,

que a Eco solitaria cuestan caros,

sino cuydados suyos, que han nascido

entre alegre esperança y triste oluido.

Vn nueuo espanto, vn nueuo assombro y miedo

me acude y sobresalta en este punto,

sólo por ver que quiero y que no puedo

subir de honor al mas subido punto

al graue Baltasar, que de Toledo

el sobrenombre tiene, aunque barrunto

que de su docta pluma el alto buelo

le ha de subir hasta el impireo cielo.

LIBRO SEXTO

 

Muestra en vn ingenio la experiencia,

que en años verdes y en edad temprana

haze su habitacion ansi la sciencia,

como en la edad madura, antigua y cana.

No entraré con alguno en competencia

que contradiga vna verdad tan llana,

y mas si a caso a sus oydos llega

que lo digo por vos, Lope de Vega.

De pacifica oliua coronado,

ante mi entendimiento se presenta

agora el sacro Betis, indignado,

y de mi inaduertencia se lamenta.

Pide que, en el discurso començado,

de los raros ingenios os de cuenta

que en sus riberas moran, y yo aora

harelo con la voz muy mas sonora.

Mas ¿que hare, que en los primeros passos

que doy descubro mil estrañas cosas,

otros mil nueuos Pindos y Parnasos,

otros coros de hermanas mas hermosas,

con que mis altos brios quedan lassos,

y mas quando, por causas milagrosas,

oygo qualquier sonido seruir de Eco,

quando se nombra el nombre de Pacheco?

Pacheco es este, con quien tiene Febo

y las hermanas tan discretas mias

nueua amistad, discreto trato y nueuo

desde sus tiernos y pequeños dias.

Yo desde entonces hasta agora lleuo

por tan estrañas desusadas vias

su ingenio y sus escriptos, que han llegado

al título de honor mas encumbrado.

En punto estoy donde, por mas que diga

en alabança del diuino Herrera,

será de poco fruto mi fatiga,

aunque le suba hasta la quarta esphera.

LIBRO SEXTO

 

Mas, si soy sospechosa por amiga,

sus obras y su fama verdadera

diran que en sciencias es Hernando solo

del Gange al Nilo, y de vno al otro polo.

De otro Fernando quiero daros cuenta,

que de Cangas se nombra, en quien se admira

el suelo, y por quien viue y se sustenta

la sciencia en quien al sacro lauro aspira.

Si al alto cielo algun ingenio intenta

de leuantar y de poner la mira,

pongala en este solo, y dara al punto

en el mas ingenioso y alto punto.

De don Christoual, cuyo sobrenombre

es de Villaroel, tened creydo

que bien meresce que jamas su nombre

toque las aguas negras del oluido.

Su ingenio admire, su valor assombre,

y el ingenio y valor sea conoscido

por el mayor estremo que descubre

en quanto mira el sol o el suelo encubre.

Los rios de eloquencia que del pecho

del graue antiguo Ciceron manaron;

los que al pueblo de Atenas satisfecho

tuuieron, y a Demostenes honraron;

los ingenios qu’el tiempo ha ya deshecho,

que tanto en los passados se estimaron,

humillense a la sciencia alta y diuina

del maestro Francisco de Medina.

Puedes, famoso Betis, dignamente,

al Mincio, al Arno, al Tybre auentajarte,

y alçar contento la sagrada frente

y en nueuos anchos senos dilatarte,

pues quiso el cielo, que en tu bien consiente,

tal gloria, tal honor, tal fama darte,

qual te la adquiere a tus riberas bellas

Baltasar del Alcaçar, que está en ellas.

LIBRO SEXTO

 

Otro vereys en quien vereys cifrada

del sacro Apolo la mas rara sciencia,

que, en otros mil subjectos derramada,

haze en todos de si graue aparencia.

Mas, en este subjeto mejorada,

assiste en tantos grados de excelencia,

que bien puede Mosquera, el licenciado,

ser como el mesmo Apolo celebrado.

No se desdeña aquel varon prudente,

que de sciencias adorna y enriquesce

su limpio pecho, de mirar la fuente

que en nuestro monte en sabias aguas cresce;

antes, en la sin par clara corriente

tanto la sed mitiga, que floresce

por ello el claro nombre aca en la tierra

del gran doctor Domingo de Bezerra.

Del famoso Espinel cosas diria

que exceden al humano entendimiento,

de aquellas sciencias que en su pecho cria

el diuino de Febo sacro aliento;

mas, pues no puede de la lengua mia

dezir lo menos de lo mas que siento,

no diga mas sino que al cielo aspira,

ora tome la pluma, ora la lira.

Si quereys ver en vna ygual balança

al ruuio Febo y colorado Marte,

procurad de mirar al gran Carrança,

de quien el vno y otro no se parte.

En el vereys, amigas, pluma y lança

con tanta discrecion, destreza y arte,

que la destreza, en partes diuidida,

la tiene a sciencia y arte reduzida.

De Lazaro Luys Iranço, lira

templada hauia de ser mas que la mia,

a cuyo son cantasse el bien que inspira

en el el cielo, y el valor que cria.

LIBRO SEXTO

 

Por las sendas de Marte y Febo aspira

a subir do la humana fantasia

a penas llega, y el, sin duda alguna,

llegará contra el hado y la fortuna.

Baltasar de Escobar, que agora adorna

del Tyber las riberas tan famosas,

y con su larga ausencia desadorna

las del sagrado Betis espaciosas;

fertil ingenio, si por dicha torna

al patrio amado suelo, a sus honrosas

y juueniles sienes les offrezco

el lauro y el honor que yo merezco.

¿Que título, que honor, que palma o lauro

se le deue a Iuan Sanz, que de Zumeta

se nombra, si del indo al roxo mauro

qual su musa no ay otra tan perfecta?

Su fama aqui de nueuo le restauro

con deziros, pastores, quan acepta

será de Apolo qualquier honra y lustre

que a Zumeta hagays que mas le lustre.

Dad a Iuan de las Cueuas el deuido

lugar, quando se offrezca en este assiento,

pastores, pues lo tiene merescido

su dulce musa y raro entendimiento.

Se que sus obras del eterno oluido,

a despecho y pesar del violento

curso del tiempo, librarán su nombre,

quedando con vn claro alto renombre.

Pastores, si le vieredes, honraldo

al famoso varon que os dire aora,

y en graues dulces versos celebraldo,

como a quien tanto en ellos se mejora.

El sobrenombre tiene de Biualdo;

de Adam el nombre, el qual illustra y dora

con su florido ingenio y excelente

la venturosa nuestra edad presente.

LIBRO SEXTO

 

Qual suele estar de variadas flores

adorno y rico el mas florido Mayo,

tal de mil varias sciencias y primores

está el ingenio de don Iuan Aguayo.

Y, aunque mas me detenga en sus loores,

sólo sabre deziros que me ensayo

aora, y que otra vez os dire cosas

tales que las tengays por milagrosas.

De Iuan Gutierrez Rufo el claro nombre

quiero que viua en la immortal memoria,

y que al sabio y al simple admire, assombre

la heroyca que compuso illustre historia.

Dele el sagrado Betis el renombre

que su estilo meresce; denle gloria

los que pueden y saben; dele el cielo

ygual la fama a su encumbrado buelo.

En don Luys de Gongora os offrezco

vn viuo raro ingenio sin segundo;

con sus obras me alegro y enriquezco

no sólo yo, mas todo el ancho mundo.

Y si, por lo que os quiero, algo merezco,

hazed que su saber alto y profundo

en vuestras alabanças siempre viua,

contra el ligero tiempo y muerte esquiua

Ciña el verde laurel, la verde yedra,

y aun la robusta enzina, aquella frente

de Gonzalo Ceruantes Saauedra,

pues la deuen ceñir tan justamente.

Por el la sciencia mas de Apolo medra;

en el Marte nos muestra el brio ardiente

de su furor, con tal razon medido,

que por el es amado y es temido.

Tu, que de Celidon con dulce plectro,

heziste resonar el nombre y fama,

cuyo admirable y bien limado metro

a lauro y triumpho te combida y llama,

LIBRO SEXTO

 

rescibe el mando, la corona y cetro,

Gonzalo Gomez, desta que te ama,

en señal que meresce tu persona

el justo señorio de Elicona.

Tu Dauro de oro conoscido rio,

qual bien agora puedes señalarte,

y con nueua corriente y nueuo brio

al apartado Idaspe auentajarte,

pues Gonzalo Matheo de Berrio

tanto procura con su ingenio honrarte,

que ya tu nombre la parlera fama,

por el, por todo el mundo le derrama.

Texed de verde lauro vna corona,

pastores, para honrar la digna frente

del licenciado Soto Barahona,

varon insigne, sabio y eloquente.

En el el licor sancto de Elicona,

si se perdiera en la sagrada fuente,

se pudiera hallar, ¡o estraño caso!,

como en las altas cumbres de Parnaso.

De la region antartica podria

eternizar ingenios soberanos,

que si riquezas oy sustenta y cria,

tambien entendimientos sobrehumanos.

Mostrarlo puedo en muchos este dia,

y en dos os quiero dar llenas las manos:

vno, de Nueua España y nueuo Apolo;

del Peru el otro: vn sol vnico y solo.

Francisco, el vno, de Terraças, tiene

el nombre aca y alla tan conoscido,

cuya vena caudal nueua Ypocrene

ha dado al patrio venturoso nido.

La mesma gloria al otro ygual le viene,

pues su diuino ingenio ha produzido

en Arequipa eterna primauera,

que este es Diego Martinez de Ribera.

LIBRO SEXTO

 

Aqui, debaxo de felice estrella,

vn resplandor salio tan señalado,

que de su lumbre la menor centella

nombre de oriente al occidente ha dado.

Quando esta luz nascio, nascio con ella

todo el valor; nascio Alonso Picado;

nascio mi hermano y el de Palas junto,

que ambas vimos en el viuo transumpto.

Pues si he de dar la gloria a ti deuida,

gran Alonso de Estrada, oy eres digno

que no se cante assi tan de corrida

tu ser y entendimiento peregrino.

Contigo está la tierra enriquescida

que al Betis mil thesoros da contino,

y aun no da el cambio ygual: que no ay tal paga

que a tan dichosa deuda satisfaga.

Por prenda rara desta tierra illustre,

claro don Iuan, te nos ha dado el cielo,

de Aualos gloria y de Ribera lustre,

honra del proprio y del ageno suelo.

Dichosa España, do por mas de vn lustre

muestra seran tus obras y modelo

de quanto puede dar naturaleza

de ingenio claro y singular nobleza.

El que en la dulce patria esta contento,

las puras aguas de Limar gozando,

la famosa ribera, el fresco viento

con sus diuinos versos alegrando,

venga, y vereys por summa deste cuento,

su heroyco brio y discrecion mirando,

que es Sancho de Ribera en toda parte

Febo Primero, y sin segundo Marte.

Este mesmo famoso insigne valle

vn tiempo al Betis vsurpar solia

vn nueuo Homero, a quien podemos dalle

la corona de ingenio y gallardia.

LIBRO SEXTO

 

Las gracias le cortaron a su talle,

y el cielo en todas lo mejor le embia:

este ya en vuestro Tajo conoscido,

Pedro de Montesdoca es su apellido.

En todo quanto pedira el desseo,

vn Diego illustre de Aguilar admira,

vn aguila real que en buelo veo

alçarse a do llegar ninguno aspira.

Su pluma entre cien mil gana tropheo,

que, ante ella, la mas alta se retira;

su estilo y su valor tan celebrado

Guanuco lo dira, pues lo ha gozado.

Vn Gonçalo Fernandez se me offresce,

gran capitan del esquadron de Apolo,

que oy de Sotomayor ensoberuece

el nombre, con su nombre heroyco y solo.

En verso admira, y en saber floresce

en quanto mira el vno y otro polo,

y, si en la pluma en tanto grado agrada,

no menos es famoso por la espada.

De vn Enrrique Garces, que al piruano

reyno enrriquece, pues con dulce rima,

con subtil, ingeniosa y facil mano,

a la mas ardua empresa en el dio cima,

pues en dulce español al gran toscano

nueuo lenguage ha dado y nueua estima,

¿quien será tal que la mayor le quite,

aunque el mesmo Petrarcha resuscite?

Vn Rodrigo Fernandez de Pineda,

cuya vena immortal, cuya excelente

y rara habilidad gran parte hereda

del licor sacro de la equina fuente,

pues quanto quiere del no se le veda,

pues de tal gloria goza en occidente,

tenga tambien aqui tan larga parte,

qual la merescen oy su ingenio y arte.

LIBRO SEXTO

 

Y tu, que al patrio Betis has tenido

lleno de embidia y, con razon, quexoso

de que otro cielo y otra tierra han sido

testigos de tu canto numeroso,

alegrate, que el nombre esclarescido

tuyo, Iuan de Mestança, generoso,

sin segundo será por todo el suelo

mientras diere su luz el quarto cielo.

Toda la suauidad que en dulce vena

se puede ver, vereys en vno solo,

que al son sabroso de su musa enfrena

la furia al mar, el curso al dios Eolo.

El nombre deste es Baltasar de Orena,

cuya fama del vno al otro polo

corre ligera, y del oriente a ocaso,

por honra verdadera de Parnaso.

Pues de vna fertil y preciosa planta,

de alla traspuesta en el mayor collado

que en toda la Thesalia se leuanta,

planta que ya dichoso fruto ha dado,

callaré yo lo que la fama canta

del illustre don Pedro de Aluarado,

illustre, pero ya no menos claro,

por su diuino ingenio, al mundo raro.

Tu, que con nueua musa extraordinaria,

Cayrasco, cantas del amor el ánimo

y aquella condicion del vulgo varia

donde se oppone al fuerte el pusilanimo;

si a este sitio de la Gran Canaria

vinieres, con ardor viuo y magnanimo

mis pastores offrecen a tus meritos

mil lauros, mil loores benemeritos.

¿Quien es, ¡o anciano Tormes!, el que niega

que no puedes al Nilo auentajarte

si puede sólo el licenciado Vega

mas que Tytiro al Mincio celebrarte?

LIBRO SEXTO

 

Bien se, Damian, que vuestro ingenio llega

do alcança deste honor la mayor parte,

pues se, por muchos años de experiencia,

vuestra tan sin ygual virtud y sciencia.

Aunque el ingenio y la elegancia vuestra,

Francisco Sanchez, se me concediera,

por torpe me juzgara y poco diestra,

si a querer alabaros me pusiera.

Lengua del cielo vnica y maestra

tiene de ser la que por la carrera

de vuestras alabanças se dilate,

que hazerlo humana lengua es disparate.

Las raras cosas y en estilo nueuas

que vn espiritu muestran leuantado,

en cien mil ingeniosas, arduas prueuas,

por sabio conoscido y estimado,

hazen que don Francisco de las Cueuas

por mi sea dignamente celebrado,

en tanto que la fama pregonera

no detuuiere su veloz carrera.

Quisiera rematar mi dulce canto

en tal sazon, pastores, con loaros

vn ingenio que al mundo pone espanto

y que pudiera en estasis robaros.

En el cifro y recojo todo quanto

he mostrado hasta aqui y he de mostraros:

Fray Luys de Leon es el que digo,

a quien yo reuerencio, adoro y sigo.

¿Que modos, que caminos o que vias

de alabar buscaré para qu’el nombre

viua mil siglos de aquel gran Mathias

que de Çuñiga tiene el sobrenombre?

A el se den las alabanças mias,

que, aunque yo soy diuina y el es hombre,

por ser su ingenio, como lo es, diuino,

de mayor honra y alabança es digno.

LIBRO SEXTO

 

Bolued el pressuroso pensamiento

a las riberas de Pisuerga bellas:

vereys que augmentan este rico cuento

claros ingenios con quien se honran ellas.

Ellas no sólo, sino el firmamento,

do luzen las clarificas estrellas,

honrarse puede bien quando consigo

tenga alla los varones que aqui digo.

Vos, Damasio de Frias, podeys sólo

loaros a vos mismo, pues no puede

hazer, aunque os alabe el mesmo Apolo,

que en tan justo loor corto no quede.

Vos soys el cierto y el seguro polo

por quien se guia aquel que le sucede

en el mar de las sciencias buen passaje,

propicio viento y puerto en su viaje.

Andres Sanz de Portillo, tu me embia

aquel aliento con que Febo mueue

tu sabia pluma y alta fantasia,

porque te de el loor que se te deue.

Que no podra la ruda lengua mia,

por mas caminos que aqui tiente y prueue,

hallar alguno assi qual le desseo

para loar lo que en ti siento y veo.

Felicissimo ingenio, que te encumbras

sobre el que mas Apolo ha leuantado,

y con tus claros rayos nos alumbras

y sacas del camino mas errado:

y aunque aora con ella me deslumbras,

y tienes a mi ingenio alborotado,

yo te doy sobre muchos palma y gloria,

pues a mi me la has dado, doctor Soria.

Si vuestras obras son tan estimadas,

famoso Cantoral, en toda parte,

seran mis alabanças escusadas,

si en nueuo modo no os alabo y arte.

LIBRO SEXTO

 

Con las palabras mas calificadas,

con quanto ingenio el cielo en mi reparte,

os admiro y alabo aqui callando,

y llego do llegar no puedo hablando.

Tu, Hieronymo Baca y de Quiñones,

si tanto me he tardado en celebrarte,

mi passado descuydo es bien perdones,

con la enmienda que offrezco de mi parte.

De oy mas en claras vozes y pregones,

en la cubierta y descubierta parte

del ancho mundo, hare con clara llama

luzir tu nombre y estender tu fama.

Tu verde y rico margen, no de nebro,

ni de cypres funesto enriquescido,

claro, abundoso y conoscido Hebro,

sino de lauro y mirto florescido,

aora como puedo le celebro,

celebrando aquel bien qu’an concedido

el cielo a tus riberas, pues en ellas

moran ingenios claros mas que estrellas.

Seran testigo desto dos hermanos,

dos luzeros, dos soles de poesia,

a quien el cielo con abiertas manos

dio quanto ingenio y arte dar podia.

Edad temprana, pensamientos canos,

maduro trato, humilde fantasia,

labran eterna y digna laureola

a Lupercio Leonardo de Argensola.

Con sancta embidia y competencia sancta

parece qu’el menor hermano aspira

a ygualar al mayor, pues se adelanta

y sube do no llega humana mira.

Por esto escribe y mil successos canta

con tan suaue y acordada lira,

que este Bartholome menor meresce

lo que al mayor, Lupercio, se le offresce.

LIBRO SEXTO

 

Si el buen principio y medio da esperança

que el fin ha de ser raro y excelente,

en qualquier caso ya mi ingenio alcança

qu’el tuyo has de encumbrar, Cosme Pariente.

Y assi puedes con cierta confiança

prometer a tu sabia honrosa frente

la corona que tiene merescida

tu claro ingenio, tu inculpable vida.

En soledad, del cielo acompañado,

viues, ¡o gran Morillo!, y alli muestras

que nunca dexan tu christiano lado

otras musas mas sanctas y mas diestras.

De mis hermanas fuyste alimentado,

y aora, en pago dello, nos adiestras

y enseñas a cantar diuinas cosas,

gratas al cielo, al suelo prouechosas.

Turia, tu que otra vez con voz sonora

cantaste de tus hijos la excelencia,

si gustas de escuchar la mia aora,

formada no en embidia o competencia,

oyras quanto tu fama se mejora

con los que yo dire, cuya presencia,

valor, virtud, ingenio, te enriquecen

y sobre el Indo y Gange te engrandecen.

¡O tu, don Iuan Coloma, en cuyo seno

tanta gracia del cielo se ha encerrado,

que a la embidia pusiste en duro freno

y en la fama mil lenguas has criado,

con que del gentil Tajo al fertil Reno

tu nombre y tu valor va leuantado!

Tu, Conde de Elda, en todo tan dichoso,

hazes el Turia mas qu’el Po famoso.

Aquel en cuyo pecho abunda y llueue

siempre vna fuente que es por el diuina,

y a quien el coro de sus lumbres nueue

como a señor con gran razon se inclina,

LIBRO SEXTO

 

a quien vnico nombre se le deue

de la etiope hasta la gente austrina,

don Luys Garceran es sin segundo,

maestre de Montesa y bien del mundo.

Meresce bien en este insigne valle

lugar illustre, assiento conoscido,

aquel a quien la fama quiere dalle

el nombre que su ingenio ha merescido.

Tenga cuydado el cielo de loalle,

pues es del cielo su valor crescido:

el cielo alabe lo que yo no puedo

del sabio don Alonso Rebolledo.

Alças, doctor Falcon, tan alto el buelo,

que al aguila caudal atras te dexas,

pues te remontas con tu ingenio al cielo

y deste valle misero te alexas.

Por esto temo y con razon recelo

que, aunque te alabe, formarás mil quexas

de mi, porque en tu loa noche y dia

no se ocupa la voz y lengua mia.

Si tuuiera, qual tiene la fortuna,

la dulce poesia varia rueda,

ligera y mas mouible que la luna,

que ni estuuo, ni está, ni estara queda,

en ella, sin hazer mudança alguna,

pusiera solo a Micer Artieda,

y el mas alto lugar siempre occupara,

por sciencias, por ingenio y virtud rara.

Todas quantas bien dadas alabanças

diste a raros ingenios, ¡o Gil Polo!,

tu las mereces solo y las alcanças,

tu las alcanças y mereces solo.

Ten ciertas y seguras esperanças

que en este valle vn nueuo mauseolo

te haran estos pastores, do guardadas

tus cenizas seran y celebradas.

LIBRO SEXTO

 

Christoual de Virues, pues se adelanta

tu sciencia y tu valor tan a tus años,

tu mesmo aquel ingenio y virtud canta

con que huyes del mundo los engaños.

Tierna, dichosa y bien nascida planta,

yo hare que en proprios reynos y en estraños

el fruto de tu ingenio leuantado

se conozca, se admire y sea estimado.

Si conforme al ingenio que nos muestra

Siluestre de Espinosa, assi se huuiera

de loar, otra voz mas viua y diestra,

mas tiempo y mas caudal menester fuera.

Mas pues la mia a su intencion adiestra,

yo [le] dare por paga verdadera,

con el bien que del dios de Delo tiene,

el mayor de las aguas de Hypocrene.

Entre estos, como Apolo, venir veo,

hermoseando al mundo con su vista,

al discreto galan Garcia Rome(r)o,

dignissimo de estar en esta lista.

Si la hija del humido Peneo,

de quien ha sido Ouidio choronista,

en campos de Thesalia le hallara,

en el y no en laurel se transformara.

Rompe el silencio y sancto encerramiento,

traspassa el ayre, al cielo se leuanta

de fray Pedro de Huete aquel accento

de su diuina musa, heroyca y sancta.

Del alto suyo raro entendimiento

cantó la fama, ha de cantar y canta,

lleuando, para dar al mundo espanto,

sus obras por testigos de su canto.

Tiempo es ya de llegar al fin postrero,

dando principio a la mayor hazaña que

jamas emprendi, la qual espero

que ha de mouer al blando Apolo a saña,

LIBRO SEXTO

 

pues, con ingenio rustico y grossero,

a dos soles que alumbran vuestra España

—no sólo a España, mas al mundo todo—

pienso loar, aunque me falte el modo.

De Febo la sagrada honrosa sciencia,

la cortesana discrecion madura,

los bien gastados años, la experiencia,

que mil sanos consejos assegura;

la agudeza de ingenio, el aduertencia

en apuntar y en descubrir la escura

dificultad y duda que se offrece,

en estos soles dos sólo floresce.

En ellos vn epilogo, pastores,

del largo canto mio aora hago,

y a ellos endereço los loores

quantos haueys oydo, y no los pago:

que todos los ingenios son deudores

a estos de quien yo me satisfago;

satisfazese dellos todo el suelo,

y aun los admira, porque son del cielo.

Estos quiero que den fin a mi canto,

y a vna nueua admiracion comienço;

y si pensays que en esto me adelanto,

quando os diga quien son, vereys que os venço.

Por ellos hasta el cielo me leuanto,

y sin ellos me corro y me auerguenço:

tal es Laynez, tal es Figueroa,

dignos de eterna y de incessable loa.

No hauia aun bien acabado la hermosa

nimpha los vltimos accentos de su sabroso

canto, quando, tornandose a juntar las llamas,

que diuididas estauan, la cerraron en medio, y

luego poco a poco consumiendose, en breue

espacio desaparecio el ardiente fuego y la dis-

LIBRO SEXTO

 

creta musa delante de los ojos de todos, a

tiempo que ya la clara aurora començaua a

descubrir sus frescas y rosadas mexillas por el

espacioso cielo, dando alegres muestras del ve-

nidero dia. Y luego el venerable Thelesio, pu-

niendose encima de la sepultura de Meliso, y

rodeado de toda la agradable compañia que

alli estaua, prestandole todos vna agradable

atencion y estraño silencio, desta manera co-

menço a dezirles:

—Lo que esta passada noche en este mesmo

lugar y por vuestros mesmos ojos haueys visto,

discretos y gallardos pastores y hermosas pas-

toras, os aura dado a entender quan acepta es

al cielo la loable costumbre que tenemos de

hazer estos anales sacrificios y honrosas obse-

quias por las felices almas de los cuerpos que

por decreto vuestro en este famoso valle te-

ner sepultura merescieron. Digoos esto, amigos

mios, porque de aqui adelante con mas feruor y

diligencia acudays a poner en effecto tan sancta

y famosa obra, pues ya veys de quan raros y

altos espiritus nos ha dado noticia la bella Ca-

liope, que todos son dignos, no sólo de las

vuestras, pero de todas las possibles alabanças.

Y no penseys que es pequeño el gusto que he

rescibido en saber por tan verdadera relacion

quan grande es el número de los diuinos inge-

nios que en nuestra España oy viuen, porque

siempre ha estado y está en opinion de todas

las naciones estrangeras que no son muchos,

sino pocos, los espiritus que en la sciencia de la

LIBRO SEXTO

 

poesia en ella muestran que le tienen leuanta-

do, siendo tan al reues como se parece, pues

cada vno de los que la nimpha ha nombrado al

mas agudo estrangero se auentaja, y darian

claras muestras dello, si en esta nuestra España

se estimasse en tanto la poesia como en otras

prouincias se estima. Y assi, por esta causa, los

insignes y claros ingenios que en ella se auen-

tajan, con la poca estimacion que dellos los

principes y el vulgo hazen, con solos sus enten-

dimientos comunican sus altos y estraños con-

ceptos, sin osar publicarlos al mundo, y tengo

para mi que el cielo deue de ordenarlo desta

manera, porque no meresce el mundo ni el mal

considerado siglo nuestro, gozar de manjares

al alma tan gustosos. Mas porque me parece,

pastores, que el poco sueño desta passada

noche y las largas ceremonias nuestras os ten-

dran algun tanto fatigados y desseosos de re-

poso, será bien que, haziendo lo poco que nos

falta para cumplir nuestro intento, cada vno se

buelua a su cabaña o al aldea, lleuando en

la memoria lo que la musa nos dexa enco-

mendado.

Y, en diziendo esto, se abaxó de la sepultura,

y tornandose a coronar de nueuas y funestas

ramas, tornó a rodear la pira tres vezes, siguien-

dole todos y acompañandole en algunas deuo-

tas oraciones que dezia. Esto acabado, tenien-

dole todos en medio, boluio el graue rostro a

vna y otra parte, y, baxando la cabeça, y mos-

trando agradescido semblante y amorosos ojos,

LIBRO SEXTO

 

se despidio de toda la compañia, la qual, yen-

dose quien por vna y quien por otra parte de

las quatro salidas que aquel sitio tenia, en poco

espacio se deshizo y diuidio toda, quedando

solos los del aldea de Aurelio, y con ellos Tim-

brio, Silerio, Nisida y Blanca, con los famo-

sos pastores Elicio, Tyrsi, Damon, Lauso, Eras-

tro, Daranio, Arsindo y los quatro lastimados,

Orompo, Marsil[i]o, Crysio y Orfenio, con las

pastoras Galatea, Florisa, Silueria y su amiga

Belisa, por quien Marsil[i]o moria. Iuntos, pues,

todos estos, el venerable Aurelio les dixo que

sería bien partirse luego de aquel lugar, para lle-

gar a tiempo de passar la siesta en el arroyo de

las Palmas, pues tan acomodado sitio era para

ello. A todos parecio bien lo que Aurelio dezia,

y luego con reposados passos hazia donde el

dixo se encamiñaron. Mas como la hermosa

vista de la pastora Belisa no dexasse reposar

los espiritus de Marsil[i]o, quisiera el, si pudiera

y le fuera licito, llegarse a ella y dezirle la sin

razon que con el vsaua; mas, por no perder el

decoro que a la honestidad de Belisa se deuia,

estauase el triste mas mudo de lo que hauia

menester su desseo. Los mesmos effectos y ac-

cidentes hazia amor en las almas de los ena-

morados Elicio y Erastro, que cada qual por si

quisiera dezir a Galatea lo que ya ella bien

sabia. A esta sazon dixo Aurelio:

—No me parece bien, pastores, que os mos-

treys tan auaros que no querays corresponder y

pagar lo que deueys a las calandrias y ruyseño-

LIBRO SEXTO

 

les y a los otros pintados paxarillos que por

entre estos arboles con su no aprendida y ma-

rauillosa armonia os van entretiniendo y rego-

zijando; tocad vuestros instrumentos y leuan-

tad vuestras sonoras vozes, y mostraldes que el

arte y destreza vuestra en la musica a la natu-

ral suya se auentaja; y con tal entretenimiento

sentiremos menos la pesadumbre del camino y

los rayos del sol, que ya parece que van ame-

nazando el rigor con que esta siesta han de

herir la tierra.

Poco fue menester para ser Aurelio obede-

cido, porque luego Enastro tocó su çampoña, y

Arsindo su rabel, al son de los quales instru-

mentos, dando todos la mano a Elicio, el co-

menço a cantar desta manera:

ELICIO

Por lo impossible peleo,

y, si quiero retirarme,

ni passo ni senda veo:

que, hasta vencer o acabarme,

tras si me lleua el desseo.

Y aunque se que aqui es forçoso

antes morir que vencer,

quando estoy mas peligroso,

entonces vengo a tener

mayor fe en lo mas dudoso.

El cielo, que me condemna

a no esperar buena andança,

me da siempre a mano llena,

sin las sombras de esperança,

mil certidumbres de pena.

LIBRO SEXTO

 

Mas mi pecho valeroso,

que se abrasa y se resuelue

en viuo fuego amoroso,

en contracambio, le buelue

mayor fe en lo mas dudoso.

Inconstancia, firme duda,

falsa fe, cierto temor,

voluntad de amor desnuda,

nunca turban el amor

que de firme no se muda.

Buele el tiempo pressuroso,

succeda ausencia o desden,

crezca el mal, mengue el reposo,

que yo tendre por mi bien

mayor fe en lo mas dudoso.

 

¿No es conoscida locura

y notable desuario

querer yo lo que ventura

me niega, y el hado mio

y la suerte no assegura?

De todo estoy temeroso;

no ay gusto que me entretenga,

y, en trance tan peligroso,

me haze el amor que tenga

mayor fe en lo mas dudoso.

 

Alcanço de mi dolor

que está en tal término puesto,

que llega donde el amor;

y el imaginar en esto,

tiempla en parte su rigor.

De pobre y menesteroso,

doy a la imaginacion

aliuio tan congoxoso,

porque tenga el coraçon

mayor fe en lo mas dudoso.

LIBRO SEXTO

 

Y mas agora, que vienen

de golpe todos los males;

y, para que mas me penen,

aunque todos son mortales,

en la vida me entretienen.

Mas, en fin, si vn fin hermoso

nuestra vida en honra sube,

el mio me hara famoso,

porque en muerte y vida tuue

mayor fe en lo mas dudoso.

Pareciole a Marsil[i]o que, lo que Elicio hauia

cantado, tan a su proposito hazía, que quiso

seguirle en el mesmo concepto; y assi, sin es-

perar que otro le tomasse la mano, al son de

los mesmos instrumentos, desta manera co-

menço a cantar:

 

MARSIL[I]O

 

¡Quan facil cosa es lleuarse

el viento las esperanças

que pudieron fabricarse

de las vanas confianças

que suelen imaginarse!

Todo concluye y fenece:

las esperanças de amor,

los medios qu’el tiempo offresce;

mas en el buen amador

sola la fe permanece.

Ella en mi tal fuerça alcança,

que, a pesar de aquel desden,

lleno de desconfiança,

siempre me assegura vn bien

que sustenta la esperança.

 

LIBRO SEXTO

 

Y aunqu’el amor desfallece

en el blanco, ayrado pecho

que tanto mis males cresce,

en el mio, a su despecho,

sola la fe permanece.

Sabes, amor, tu, que cobras

tributo de mi fe cierta,

y tanto en cobrarle sobras,

que mi fe nunca fue muerta,

pues se auiua con mis obras.

Y sabes bien que descrece

toda mi gloria y contento

quanto mas tu furia cresce,

y que en mi alma de assiento

sola la fe permanece.

Pero si es cosa notoria,

y no ay poner duda en ella,

que la fe no entra en la gloria,

yo, que no estare sin ella,

¿que triumpho espero o victoria?

Mi sentido desuanece

con el mal que se figura;

todo el bien desaparece;

y, entre tanta desuentura,

sola la fe permanece.

Con vn profundo sospiro dio fin a su canto

el lastimado Marsil[i]o; y luego Erastro, dando

su çampoña, sin mas detenerse, desta manera

començo a cantar:

 

ERASTRO

En el mal que me lastima

y en el bien de mi dolor,

LIBRO SEXTO

 

es mi fe de tanta estima,

que, ni huye del temor,

ni a la esperança se arrima.

No la turba o desconcierta

ver que está mi pena cierta

en su dificil subida,

ni que consumen la vida

fe viua, esperança muerta.

Milagro es este en mi mal;

mas eslo porque mi bien,

si viene, venga a ser tal,

que, entre mil bienes, le den

la palma por principal.

La fama, con lengua experta,

de al mundo noticia cierta

qu’el firme amor se mantiene

en mi pecho, adonde tiene

fe viua, esperança muerta.

Vuestro desden riguroso

y mi humilde merescer,

me tienen tan temeroso,

que, ya que os supe querer,

ni puedo hablaros, ni oso.

Veo de contino abierta

a mi desdicha la puerta,

y que acabo poco a poco,

porque con vos valen poco

fe viua, esperança muerta.

No llega a mi fantasia

vn tan loco desuaneo,

como es pensar que podria

el menor bien que desseo

alcançar por la fe mia.

Podeys, pastora, estar cierta

qu’el alma rendida acierta

a amaros qual mereceys,

LIBRO SEXTO

 

pues siempre en ella hallareys

fe viua, esperança muerta.

Calló Erastro, y luego el ausente Crysio, al

son de los mesmos instrumentos, desta suerte

començo a cantar:

 

CRYSIO

Si a las vezes desespera

del bien la firme afficion,

quien desmaya en la carrera

de la amorosa passion,

¿que fruto o que premio espera?

Yo no se quien se assegura

gloria, gustos y ventura

por vn impetu amoroso,

si en el y en el mas dichoso

no es fe la fe que no dura.

En mil trances ya sabidos

se han visto, y en los de amores,

los soberuios y atreuidos,

al principio vencedores,

y a la fin quedar vencidos.

Sabe el que tiene cordura

que en la firmeza se apura

el triumpho de la batalla,

y sabe que, aunque se halla,

no es fe la fe que no dura.

En el que quisiere amar

no mas de por su contento,

es impossible durar

en su vano pensamiento

la fe que se ha de guardar.

LIBRO SEXTO

 

Si en la mayor desuentura

mi fe tan firme y segura

como en el bien no estuuiera,

yo mismo della dixera:

no es fe la fe que no dura.

El impetu y ligereza

de vn nueuo amador insano,

los llantos y la tristeza,

son nuues que en el verano

se deshazen con presteza.

No es amor el que le apura,

sino apetito y locura,

pues quando quiere, no quiere;

no es amante el que no muere,

no es fe la fe que no dura.

A todos parecio bien la orden que los pasto-

res en sus canciones guardauan, y con desseo

atendian a que Tyrsi o Damon començassen;

mas presto se le cumplio Damon, pues, en aca-

bando Crysio, al son de su mesmo rabel, cantó

desta manera:

 

DAMON

Amarili, ingrata y bella,

¿quien os podra enternecer,

si os vienen a endurescer

las ansias de mi querella

y la fe de mi querer?

¡Bien sabeys, pastora, vos

que, en el amor que mantengo,

a tan alto estremo vengo,

que, despues de la de Dios,

sola es fe la fe que os tengo!

LIBRO SEXTO

 

Y puesto que subo tanto

en amar cosa mortal,

tal bien encierra mi mal,

que al alma por el leuanto

a su patria natural.

Por esto conozco y se

que tal es mi amor tan luengo

como muero y me entretengo,

y que, si en amor ay fe,

sola es fe la fe que os tengo.

Los muchos años gastados

en amorosos seruicios,

del alma los sacrificios,

de mi fe y de mis cuydados

dan manifiestos indicios.

Por esto no os pedire

remedio al mal que sostengo,

y, si a pedirosle vengo,

es, Amarili, porque

sola es fe la fe que os tengo.

En el mar de mi tormenta

jamas he visto bonança,

y aquella alegre esperança

con quien la fe se sustenta,

de la mia no se alcança.

Del amor y de fortuna

me quexo; mas no me vengo,

pues por ellas a tal vengo,

que, sin esperança alguna,

sola es fe la fe que os tengo.

El canto de Damon acabó de confirmar en

Timbrio y en Silerio la buena opinion que del

raro ingenio de los pastores que alli estauan

hauian concebido; y mas quando, a persuasion

de Tyrsi y de Elicio, el ya libre y desdeñoso

LIBRO SEXTO

 

Lauso, al son de la flauta de Arsindo, solto la

voz en semejantes versos:

 

LAVSO

Rompio el desden tus cadenas,

falso amor, y a mi memoria

el mesmo ha buelto la gloria

de la ausencia de tus penas.

Llame mi fe quien quisiere

antojadiza, y no firme,

y en su opinion me confirme

como mas le pareciere.

Diga que presto oluidè,

y que de vn sotil cabello,

que vn soplo pudo rompello,

colgada estaua mi fe.

Digan que fueron fingidos

mis llantos y mis sospiros,

y que del amor los tiros

no passaron mis vestidos.

Que no el ser llamado vano

y mudable me atormenta,

a trueco de ver essenta

mi ceruiz del yugo insano.

Se yo bien quien es Silena

y su condicion estraña,

y que assegura y engaña

su apazible faz serena.

A su estraña grauedad

y a sus baxos bellos ojos,

no es mucho dar los despojos

de qualquiera voluntad.

LIBRO SEXTO

 

Esto en la vista primera;

mas, despues de conoscida,

por no verla, dar la vida,

y mas, si mas se pudiera.

Silena del cielo y mia

muchas vezes la llamaua,

porque tan hermosa estaua,

que del cielo parecia;

mas ahora, sin recelo,

mejor la podre llamar

serena falsa del mar,

que no Silena del cielo.

Con los ojos, con la pluma,

con las veras y los juegos,

de amantes vanos y ciegos

prende innumerable suma.

Siempre es primero el postrero;

mas el mas enamorado

al cabo es tan mal tratado,

quanto querido primero.

¡O quanto mas se estimara

de Silena la hermosura,

si el proceder y cordura

a su belleza ygualara!

No le falta discrecion;

mas empleala tan mal,

que le sirue de dogal

que ahoga su presumpcion.

Y no hablo de corrido,

pues sería apassionado;

pero hablo de engañado

y sin razon offendido.

Ni me ciega la passion,

ni el desseo de su mengua:

 

 

 

LIBRO SEXTO

 

que siempre siguio mi lengua

los terminos de razon.

Sus muchos antojos varios,

su mudable pensamiento,

le bueluen cada momento

los amigos en contrarios.

Y pues ay por tantos modos

enemigos de Silena,

o ella no es toda buena,

o son ellos malos todos.

Acabó Lauso su canto, y, aunque el creyo que

ninguno le entendia, por ignorar el disfraçado

nombre de Silena, mas de tres de los que alli

yuan la conoscieron, y aun se marauillaron que

la modestia de Lauso a offender alguno se es-

tendiesse; principalmente a la disfraçada pasto-

ra, de quien tan enamorado le hauian visto.

Pero en la opinion de Damon, su amigo, quedó

bien disculpado, porque conoscia el término de

Silena y sabia el que con Lauso hauia vsado, y

de lo que no dixo se marauillaua. Acabó, como

se ha dicho, Lauso, y como Galatea estaua in-

formada del estremo de la voz de Nisida, quiso,

por obligarla, cantar ella primero; y por esto,

antes que otro pastor començasse, haziendo se-

ñal a Arsindo que en tañer su flauta procedies-

se, al son della, con su estremada voz, cantó

desta manera:

 

GALATEA

Tanto quanto el amor combida y llama

al alma con sus gustos de aparencia,

LIBRO SEXTO

 

tanto mas huye su mortal dolencia

quien sabe el nombre que le da la fama.

Y el pecho oppuesto a su amorosa llama,

armado de vna honesta resistencia,

poco puede empecerle su inclemencia,

poco su fuego y su rigor le inflama.

Segura está, quien nunca fue querida

ni supo querer bien, de aquella lengua

que en su deshonra se adelgaza y lima;

mas si el querer y el no querer da mengua,

¿en que exercicios passará la vida

la que mas que al viuir la honra estima?

Bien se echó de ver en el canto de Galatea

que respondia al malicioso de Lauso, y que no

estaua mal con las voluntades libres, sino con

las lenguas maliciosas y los animos dañados,

que, en no alcançando lo que quieren, conuier-

ten el amor que vn tiempo mostraron en vn odio

malicioso y detestable, como ella en Lauso ima-

ginaua; pero quiça saliera deste engaño, si la

buena condicion de Lauso conosciera, y la mala

de Silena no ignorara. Luego que Galatea acabó

de cantar, con corteses palabras rogo a Nisida

que lo mesmo hiziesse; la qual, como era tan co-

medida como hermosa, sin hazerse de rogar, al

son de la çampoña de Florisa, cantó desta suerte:

NISIDA

Bien puse yo valor a la defensa

del duro encuentro y amoroso assalto;

LIBRO SEXTO

bien leuanté mi presumpcion en alto

contra el rigor de la notoria offensa.

Mas fue tan reforçada y tan intensa

la bateria, y mi poder tan falto,

que, sin cogerme amor de sobresalto,

me dio a entender su potestad immensa.

Valor, honestidad, recogimiento,

recato, occupacion, esquiuo pecho,

amor con poco premio lo conquista.

Ansi que, para huyr el vencimiento,

consejos jamas fueron de prouecho:

desta verdad testigo soy de vista.

Quando Nisida acabó de cantar y acabó de

admirar a Galatea y a los que escuchado la

hauian, estauan ya bien cerca del lugar adonde

tenian determinado de passar la siesta; pero en

aquel poco espacio le tuuo Belisa para cumplir

lo que Silueria le rogo, que fue que algo can-

tasse; la qual, acompañandola el son de la

flauta de Arsindo, cantó lo que se sigue:

 

BELISA

Libre voluntad essenta,

atended a la razon

que nuestro credito augmenta;

dexad la vana afficion,

engendradora de affrenta.

Que, quando el alma se encarga

de alguna amorosa carga,

a su gusto es qualquier cosa

compusicion venenosa

con xugo de adelfa amarga.

LIBRO SEXTO

 

Por la mayor cantidad

de la riqueza subida

en valor y en calidad,

no es bien dada ni vendida

la preciosa libertad.

¿Pues, quien se pondra a perdella

por vna simple querella

de vn amador porfiado,

si quanto bien ay criado

no se compara con ella?

 

Si es insufrible dolor

tener en prision esquiua

el cuerpo libre de amor,

tener el alma captiua

¿no será pena mayor?

Si será, y aun de tal suerte,

que remedio a mal tan fuerte

no se halla en la paciencia,

en años, valor o sciencia,

porque sólo está en la muerte.

 

Vaya, pues, mi sano intento

lexos deste desuario;

huyga tan falso contento;

rija mi libre aluedrio

a su modo el pensamiento;

mi tierna ceruiz essenta

no permita ni consienta

sobre si el yugo amoroso,

por quien se turba el reposo

y la libertad se ausenta.

 

Al alma del lastimado Marsil[i]o llegaron los

libres versos de la pastora, por la poca espe-

rança que sus palabras prometian de ser mejo-

radas sus obras; pero como era tan firme la fe

LIBRO SEXTO

 

con que la amaua, no pudieron las notorias

muestras de libertad que hauia oydo, hazer que

el no quedasse tan sin ella como hasta enton-

ces estaua. Acabóse en esto el camino de llegar

al arroyo de las Palmas, y, aunque no lleuaran

intencion de passar alli la siesta, en llegando a

el, y en viendo la comodidad del hermoso sitio,

el mismo a no passar adelante les forçara. Lle-

gados, pues, a el, luego el venerable Aurelio

ordenó que todos se sentassen junto al claro y

espejado arroyo, que por entre la menuda yerua

corria, cuyo nascimiento era al pie de vna al-

tissima y antigua palma, que, por no hauer en

todas las riberas de Tajo sino aquella, y otra

que junto a ella estaua, aquel lugar y arroyo

el de las Palmas era llamado; y, despues de

sentados, con mas voluntad y llaneza que de

costosos manjares, de los pastores de Aurelio

fueron seruidos, satisfaziendo la sed con las cla-

ras y frescas aguas que el limpio arroyo les

offrescia; y, en acabando la breue y sabrosa co-

mida, algunos de los pastores se diuidieron y

apartaron a buscar algun apartado y sombrio

lugar donde restaurar pudiessen las no dormi-

das horas de la passada noche; y sólo se queda-

ron solos los de la compañia y aldea de Aurelio,

con Timbrio, Silerio, Nisida y Blanca, Tyrsi y

Damon, a quien les parecio ser mejor gustar

de la buena conuersacion que alli se esperaua,

que de qualquier otro gusto que el sueño offre-

cerles podia. Adiuinada, pues, y casi conoscida

esta su intencion de Aurelio, les dixo:

LIBRO SEXTO

 

—Bien será, señores, que los que aqui esta-

mos, ya que entregarnos al dulce sueño no

hauemos querido, que este tiempo que le hur-

tamos no dexemos de aprouecharle en cosa

que mas de nuestro gusto sea; y la que a mi

me parece que no podra dexar de darnosle, es

que cada qual, como mejor supiere, muestre

aqui la agudeza de su ingenio, proponiendo al-

guna pregunta o enigma, a quien esté obligado

a responder el compañero que a su lado estu-

uiere; pues con este exercicio se grangearán

dos cosas: la vna, passar con menos enfado las

horas que aqui estuuieremos; la otra, no cansar

tanto nuestros oydos con oyr siempre lamenta-

ciones de amor y endechas enamoradas.

Conformaronse todos luego con la voluntad

de Aurelio, y, sin mudarse del lugar do estauan,

el primero que començo a preguntar fue el mes-

mo Aurelio, diziendo desta manera:

 

AVRELIO

¿Qual es aquel poderoso

que, desde oriente a occidente,

es conoscido y famoso?

A vezes, fuerte y valiente;

otras, flaco y temeroso;

quita y pone la salud,

muestra y cubre la virtud

en muchos mas de vna vez,

es mas fuerte en la vejez

que en la alegre jouentud.

 

LIBRO SEXTO

 

 

Mudase en quien no se muda

por estraña preeminencia,

haze temblar al que suda,

y a la mas rara eloquencia

suele tornar torpe y muda;

con differentes medidas

anchas, cortas y estendidas,

mide su ser y su nombre,

y suele tomar renombre

de mil tierras conoscidas.

Sin armas vence al armado,

y es forçoso que le vença,

y, aquel que mas le ha tratado,

mostrando tener verguença,

es el mas desuergonçado.

Y es cosa de marauillla

que, en el campo y en la villa,

a capitan de tal prueua

qualquier hombre se le atreua,

aunque pierda en la renzilla.

Tocó la respuesta desta pregunta al anciano

Arsindo, que junto a Aurelio estaua; y, hauien-

do vn poco considerado lo que significar podia,

al fin le dixo:

—Pareceme, Aurelio, que la edad nuestra

nos fuerça a andar mas enamorados de lo que

significa tu pregunta que no de la mas gallarda

pastora que se nos pueda offrecer, porque, si

no me engaño, el poderoso y conoscido que

dizes es el vino, y en el quadran todos los atri-

butos que le has dado.

—Verdad dizes, Arsindo—respondio Aure-

lio—, y estoy para dezir que me pesa de hauer

propuesto pregunta que con tanta facilidad

LIBRO SEXTO

 

aya sido declarada; mas di tu la tuya, que al

lado tienes quien te la sabra desatar, por mas

añudada que venga.

—Que me plaze—dixo Arsindo.

Luego propuso la siguiente:

 

ARSINDO

¿Quien es quien pierde el color

donde se suele auiuar,

y luego torna a cobrar

otro mas viuo y mejor?

Es pardo en su nascimiento,

y despues negro atezado,

y al cabo, tan colorado,

que su vista da contento.

No guarda fueros ni leyes,

tiene amistad con las llamas,

visita a tiempos las camas

de señores y de reyes.

Muerto, se llama varon,

y viuo, hembra se nombra;

tiene el aspecto de sombra;

de fuego, la condicion.

Era Damon el que al lado de Arsindo estaua,

el qual, a penas hauia acabado Arsindo su pre-

gunta, quando le dixo:

—Pareceme, Arsindo, que no es tan escura

tu demanda como lo que significa, porque, si

mal no estoy en ella, el carbon es por quien

dizes que muerto se llama varon, y encendido

y viuo brasa, que es nombre de hembra, y to-

LIBRO SEXTO

 

das las demas partes le conuienen en todo como

esta; y si quedas con la mesma pena que Au-

relio, por la facilidad con que tu pregunta ha

sido entendida, yo os quiero tener compañía

en ella, pues Tyrsi, a quien toca responderme,

nos hara yguales.

Y luego dixo la suya

DAMON

¿Qual es la dama polida,

asseada y bien compuesta,

temerosa y atreuida,

vergonçosa y deshonesta,

y gustosa y dessabrida?

Si son muchas—porque assombre—,

mudan de muger el nombre

en varon; y es cierta ley,

que va con ellas el rey

y las lleua qualquier hombre.

—Bien es, amigo Damon—dixo luego Tyr-

si—, que salga verdadera tu porfia, y que que-

des con la pena de Aurelio y Arsindo, si alguna

tienen, porque te hago saber que se que lo que

encubre tu pregunta es la carta y el pliego de

cartas.

Concedio Damon lo que Tyrsi dixo, y luego

Tyrsi propuso desta manera:

 

TYRSI

¿Quien es la que es toda ojos

de la cabeça a los pies,

 

LIBRO SEXTO

 

y a vezes, sin su interes,

causa amorosos enojos?

Tambien suele aplacar riñas,

y no le va ni le viene,

y, aunque tantos ojos tiene,

se descubren pocas niñas;
tiene nombre de vn dolor

que se tiene por mortal,

haze bien y haze mal,

enciende y tiempla el amor.

En confusion puso a Elicio la pregunta de

Tyrsi, porque a el tocaua responder a ella, y

casi estuuo por darse, como dizen, por vencido;

pero, a cabo de poco, vino a dezir que era la ce-

losia, y, concediendolo Tyrsi, luego Elicio pre-

guntó lo siguiente:

 

ELICIO

Es muy escura, y es clara;

tiene mil contrariedades;

encubrenos las verdades,

y al cabo nos las declara.

Nasce a vezes de donayre,

otras, de altas fantasias,

y suele engendrar porfias

aunque trate cosas de ayre.

Sabe su nombre qualquiera,

hasta los niños pequeños;

son muchas, y tienen dueños

de differente manera.

No ay vieja que no se abrace

con vna destas señoras;

son de gusto algunas horas:

qual cansa, qual satisfaze.

LIBRO SEXTO

 

 

Sabios ay que se desuelan

por sacarles los sentidos,

y algunos quedan corridos

quanto mas sobre ello velan.

Qual es nescia, qual curiosa,

qual facil, qual intricada,

pero sea o no sea nada,

dezidme que es cosa y cosa.

 

No podia Timbrio atinar con lo que signifi-

caua la pregunta de Elicio, y casi començo a

correrse de ver que mas que otro alguno se tar-

daua en la respuesta; mas ni aun por esso ve-

nia en el sentido della; y tanto se detuuo, que

Galatea, que estaua despues de Nisida, dixo:

—Si vale a romper la orden que está dada, y

puede responder el que primero supiere, yo por

mi digo que se lo que significa la propuesta

enigma, y estoy por declararla, si el señor Tim-

brio me da licencia.

—Por cierto, hermosa Galatea—respondio

Timbrio—, que conozco yo que, assi como a mi

me falta, os sobra a vos ingenio para aclarar ma-

yores difficultades; pero, con todo esso, quiero

que tengays paciencia hasta que Elicio la torne

a dezir, y, si desta vez no la acertare, confirmar-

se ha con mas veras la opinion que de mi in-

genio y del vuestro tengo.

Tornó Elicio a dezir su pregunta, y luego

Timbrio declaró lo que era, diziendo:

—Con lo mesmo que yo pense que tu de-

manda, Elicio, se escurescia, con esso mesmo

me parece que se declara, pues el vltimo verso

LIBRO SEXTO

 

dize que te digan que es cosa y cosa, y assi yo

te respondo a lo que me dizes, y digo que tu

pregunta es el que es cosa y cosa, y no te ma-

rauilles hauerme tardado en la respuesta, por-

que mas me marauillara yo de mi ingenio si

mas presto respondiera, el qual mostrará quien

es en el poco artificio de mi pregunta, que es

esta:

TIMBRIO

¿Quien es el que, a su pesar,

mete sus pies por los ojos,

y, sin causarles enojos,

les haze luego cantar?

El sacarlos es de gusto,

aunque, a vezes, quien los saca,

no sólo su mal no aplaca,

mas cobra mayor disgusto.

 

A Nisida tocaua responder a la pregunta de

Timbrio; mas no fue possible que la adeuinas-

sen ella ni Galatea, que se le seguian; y viendo

Orompo que las pastoras se fatigauan en pen-

sar lo que significaua, les dixo:

—No os canseys, señoras, ni fatigueys vues-

tros entendimientos en la declaracion desta

enigma, porque podria ser que ninguna de vos-

otras en toda su vida huuiesse visto la figura

que la pregunta encubre, y assi no es mucho

que no deys en ella; que si de otra suerte fuera,

bien seguros estauamos de vuestros entendi-

mientos, que, en menos espacio, otras mas diffi-

LIBRO SEXTO

 

cultosas huuierades declarado; y por esto, con

vuestra licencia, quiero yo responder a Timbrio

y dezirle que su demanda significa vn hombre

con grillos, pues quando saca los pies de aque-

llos ojos que el dize, o es para ser libre, o para

lleuarle al suplicio: porque veays, pastoras, si

tenia yo razon de imaginar que quiça ninguna

de vosotras hauia visto en toda su vida carce-

les ni prisiones.

—Yo por mi se dezir—dixo Galatea—que

jamas he visto aprisionado alguno.

Lo mesmo dixeron Nisida y Blanca, y luego

Nisida propuso su pregunta en esta forma:

 

NISIDA

Muerde el fuego, y el bocado

es daño y bien del mordido;

no pierde sangre el herido,

aunque se ve acuchillado;

mas, si es profunda la herida,

y de mano que no acierte,

causa al herido la muerte,

y en tal muerte está su vida.

 

Poco se tardó Galatea en responder a Nisida,

porque luego le dixo:

—Bien se que no me engaño, hermosa Nisi-

da, si digo que a ninguna cosa se puede mejor

atribuyr tu enigma que a las tigeras de despa-

uilar, y a la vela o cirio que despauilan; y si

esto es verdad, como lo es, y quedas satisfecha

LIBRO SEXTO

 

de mi respuesta, escucha ahora la mia, que no

con menos facilidad espero que será declarada

de tu hermana, que yo he hecho la tuya.

Y luego la dixo, que fue esta:

 

GALATEA

Tres hijos que de vna madre

nascieron con ser perfecto,

y de vn hermano era nieto

el vno, y el otro padre;

y estos tres tan sin clemencia

a su madre ma[l]tratauan,

que mil puñadas la dauan,

mostrando en ello su sciencia.

Considerando estaua Blanca lo que podia

significar la enigma de Galatea, quando vieron

atrauessar corriendo, por junto al lugar donde

estauan, dos gallardos pastores, mostrando en

la furia con que corrian que alguna cosa de

importancia les forçaua a mouer los passos con

tanta ligereza, y luego, en el mismo instante,

oyeron vnas dolorosas vozes, como de personas

que socorro pedian; y con este sobresalto, se

leuantaron todos y siguieron el tino donde las

vozes sonauan, y a pocos passos salieron de

aquel deleytoso sitio y dieron sobre la ribera

del fresco Tajo—que por alli cerca mansamente

corria—; y a penas vieron el rio, quando se les

offrecio a la vista la mas estraña cosa que ima-

ginar pudieran, porque vieron dos pastoras, al

parecer, de gentil donayre, que tenian a vn pas-

LIBRO SEXTO

 

tor asido de las faldas del pellico con toda la

fuerça a ellas possible porque el triste no se aho-

gasse, porque tenia(n) ya el medio cuerpo en

el rio y la cabeça debaxo del agua, forcejando

con los pies por desasirse de las pastoras, que

su desesperado intento estoruauan, las quales

ya casi querian soltarle, no pudiendo vencer al

teson de su porfia con las debiles fuerças suyas.

Mas en esto llegaron los dos pastores que co-

rriendo hauian venido, y, asiendo al desespera-

do, le sacaron del agua a tiempo que ya todos

los demas llegauan, espantandose del estraño

espectaculo, y mas lo fueron quando conoscie-

ron que el pastor que queria ahogarse era Ga-

lercio, el hermano de Artidoro, y las pastoras

eran Maurisa, su hermana, y la hermosa Theo-

linda, las quales, como vieron a Galatea y a

Florisa, con lagrimas en los ojos, corrio Theo-

linda a abraçar a Galatea, diziendo:

—¡Ay, Galatea, dulce amiga y señora mia,

cómo ha cumplido esta desdichada la palabra

que te dio de boluer a verte y a dezirte las nue-

uas de su contento!

—De que le tengas, Theolinda—respondio

Galatea—, holgaré yo tanto, quanto te lo asse-

gura la voluntad que de mi para seruirte tienes

conoscida; mas paresceme que no acreditan tus

ojos tus palabras, ni aun ellas me satisfazen

de modo que imagine buen successo de tus

desseos.

En tanto que Galatea con Theolinda esto

passaua, Elicio y Arsindo, con los otros pasto-

LIBRO SEXTO

 

res, hauian desnudado a Galercio, y, al desce-

ñirle el pellico, que, con todo el vestido, mojado

estaua, se le cayo vn papel del seno, el qual

alçó Tyrsi, y abriendole, vio que eran versos, y

por no poderlos leer, por estar mojados, encima

de vna alta rama le puso al rayo del sol para

que se enxugasse. Pusieron a Galercio vn gauan

de Arsindo, y el desdichado moço estaua como

atonito y embelesado, sin hablar palabra algu-

na, aunque Elicio le preguntaua que era la

causa que a tan estraño término le hauia con-

duzido; mas por el respondio su hermana Mau-

risa, diziendo:

—Alçad los ojos, pastores, y vereys quien es

la occasion que al desgraciado de mi herma-

no en tan estraños y desesperados puntos ha

puesto.

Por lo que Maurisa dixo, alçaron los pastores

los ojos, y vieron encima de vna pendiente roca

que sobre el rio caya vna gallarda y dispuesta

pastora, sentada sobre la mesma peña, mirando

con risueño semblante todo lo que los pastores

hazian, la qual fue luego de todos conoscida

por la cruel Gelasia.

—Aquella desamorada, aquella desconoscida

—siguio Maurisa—, es, señores, la enemiga mor-

tal deste desuenturado hermano mio, el qual,

como ya todas estas riberas saben, y vosotras

no ignorays, la ama, la quiere y la adora, y, en

cambio de los continuos seruicios que siempre

le ha hecho, y de las lagrimas que por ella ha

derramado, esta mañana, con el mas esquiuo y

LIBRO SEXTO

 

desamorado desden que jamas en la crueldad

pudiera hallarse, le mandó que de su presencia

se partiesse, y que aora ni nunca jamas a ella

tornasse; y quiso tan de veras mi hermano obe-

decerla, que procuraua quitarse la vida, por es-

cusar la occasion de nunca traspassar su man-

damiento, y si, por dicha, estos pastores tan

presto no llegaran, llegado fuera ya el fin de

mi alegria y el de los dias de mi lastimado

hermano.

En admiracion puso lo que Maurisa dixo a

todos los que la escucharon, y mas admirados

quedaron quando vieron que la cruel Gelasia,

sin mouerse del lugar donde estaua, y sin hazer

cuenta de toda aquella compañia, que los ojos

en ella tenia puestos, con vn estraño donayre y

desdeñoso brio, sacó vn pequeño rabel de su

çurron, y parandosele a templar muy despacio,

a cabo de poco rato, con voz en estremo buena,

començo a cantar desta manera:

 

GELASIA

¿Quien dexará, del verde prado vmbroso

las frescas yeruas y las frescas fuentes?

¿Quien de seguir con passos diligentes

la suelta liebre o jabali cerdoso?

¿Quien, con el son amigo y sonoroso,

no detendra las aues innocentes?

¿Quien, en las horas de la siesta ardientes,

no buscará en las seluas el reposo,

 

LIBRO SEXTO

por seguir los incendios, los temores,

los celos, iras, rabias, muertes, penas

del falso amor, que tanto aflige al mundo?

Del campo son y han sido mis amores;

rosas son y jazmines mis cadenas;

libre nasci, y en libertad me fundo.

Cantando estaua Gelasia, y, en el mouimien-

to y ademan de su rostro, la desamorada condi-

cion suya descubria. Mas apenas huuo llegado

al vitimo verso de su canto, quando se leuantó

con vna estraña ligereza; y como si de alguna

cosa espantable huyera, assi començo a correr

por la peña abaxo, dexando a los pastores ad-

mirados de su condicion y confusos de su corri-

da; mas luego vieron que era la causa della con

ver al enamorado Lenio, que, con tirante passo,

por la mesma peña subia, con intencion de lle-

gar adonde Gelasia estaua; pero no quiso ella

aguardarle, por no faltar de corresponder en vn

solo punto a la crueldad de su proposito. Llegó

el cansado Lenio a lo alto de la peña quando

ya Gelasia estaua al pie della, y viendo que no

detenia el passo, sino que con mas presteza por

la espaciosa campaña le tendia, con fatigado

aliento y lasso espiritu, se sento en el mesmo lu-

gar donde Gelasia hauia estado, y alli començo

con desesperadas razones a maldezir su ventu-

ra y la hora en que alçó la vista a mirar a la

cruel pastora Gelasia; y, en aquel mesmo instan-

te, como arrepentido de lo que dezia, tornaua

a bendezir sus ojos, y a tener por dichosa y

LIBRO SEXTO

 

buena la occasion que en tales terminos le te-

nia; y luego, incitado y mouido de vn furioso

accidente, arrojó lexos de si el cayado, y, des-

nudandose el pellico, le entregó a las aguas del

claro Tajo, que junto al pie de la peña corria,

lo qual visto por los pastores que mirandole es-

tauan, sin duda creyeron que la fuerça de la

enamorada passion le sacaua de juyzio, y assi

Elicio y Erastro començaron a subir la peña

para estoruarle que no hiziesse algun otro des-

atino que le costasse mas caro; y, puesto que

Lenio los vio subir, no hizo otro mouimiento al-

guno sino fue sacar de su çurron su rabel, y

con vn nueuo y estraño reposo se tornó assen-

tar, y buelto el rostro hazia donde su pastora

huya, con voz suaue, y de lagrimas acompaña-

da, començo a cantar desta suerte:

 

LENIO

¿Quien te impele, cruel? ¿Quien te desuia?

¿Quien te retira del amado intento?

¿Quien en tus pies velozes alas cria,

con que corres ligera mas qu’el viento?

¿Porque tienes en poco la fe mia,

y desprecias el alto pensamiento?

¿Por que huyes de mi? ¿Por que me dexas?

¡O mas dura que marmol a mis quexas!.

¿Soy, por ventura, de tan baxo estado

que no merezca ver tus ojos bellos?

¿Soy pobre? ¿Soy auaro? ¿Hasme hallado

en falsedad desde que supe vellos?

 

LIBRO SEXTO

 

La condicion primera no he mudado.

¿No pende del menor de tus cabellos

mi alma? Pues ¿porque de mi te alexas?

¡O mas dura que marmol a mis quexas!

Tome escarmiento tu altiuez sobrada

de ver mi libre voluntad rendida,

mira mi antigua presumpcion trocada

y en amoroso intento conuertida.

Mira que contra amor no puede nada

la mas essenta descuydada vida.

Deten el passo ya. ¿Por que le aquexas?

¡O mas dura que marmol a mis quexas!

Vime qual tu te ves, y aora veo

que como fuy jamas espero verme:

tal me tiene la fuerça del desseo;

tal quiero, que se estrema en no quererme.

Tu has ganado la palma, tu el tropheo

de que amor pueda en su prision tenerme,

tu me rendiste; y tu ¿de mi te quexas?

¡O mas dura que marmol a mis quexas!

En tanto que el lastimado pastor sus doloro-

sas quexas entonaua, estauan los demas pas-

tores reprehendiendo a Galercio su mal propo-

sito, afeandole el dañado intento que hauia

mostrado. Mas el desesperado moço a ninguna

cosa respondia, de que no poco Maurisa se fa-

tigaua, creyendo que, en dexandole solo, hauia

de poner en execucion su mal pensamiento.

En este medio, Galatea y Florisa, apartandose

con Theolinda, le preguntaron que era la cau-

sa de su tornada, y si, por ventura, aula sabido

ya de su Artidoro, a lo qual ella respondio llo-

rando:

LIBRO SEXTO

 

—No se que os diga, amigas y señoras mias,

sino que el cielo quiso que yo hallasse a Arti-

doro, para que enteramente le perdiesse; por-

que abreys de saber que aquella mal conside-

rada y traydora hermana mia, que fue el prin-

cipio de mi desuentura, aquella mesma ha sido

la occasion del fin y remate de mi contento,

porque sabiendo ella, assi como llegamos con

Galercio y Maurisa a su aldea, que Artidoro es-

taua en vna montaña no lexos de alli con su

ganado, sin dezirme nada, se partio a buscarle;

hallóle, y fingiendo ser yo—que para sólo este

daño ordenó el cielo que nos pareciessemos—,

con poca dificultad, le dio a entender que la

pastora que en nuestra aldea le hauia desdeña-

do era vna su hermana que en estremo le pa-

recia. En fin, le conto por suyos todos los passos

que yo por el he dado, y los estremos de dolor

que he padecido; y como las entrañas del pas-

tor estauan tan tiernas y enamoradas, con har-

to menos que la traydora le dixera fuera del

creyda, como la creyo, tan en mi perjuyzio, que,

sin aguardar que la fortuna mezclasse en su

gusto algun nueuo impedimento, luego en el

mesmo instante dio la mano a Leonarda de ser

su legitimo esposo, creyendo que se la daua a

Theolinda. Veys aqui, pastoras, en que ha pa-

rado el fruto de mis lagrimas y sospiros; veys

aqui ya arrancada de rayz toda mi esperança; y,

lo que mas siento, es que aya sido por la mano

que a sustentarla estaua mas obligada. Leonar-

da goza de Artidoro por el medio del falso en-

LIBRO SEXTO

 

gaño que os he contado, y puesto que ya el lo

sabe, aunque deue de hauer sentido la burla,

hala dissimulado, como discreto. Llegaron lue-

go al aldea las nueuas de su casamiento, y con

ellas las del fin de mi alegria; supose tambien

el artificio de mi hermana, la qual dio por dis-

culpa ver que Galercio, a quien tanto ella

amaua, por la pastora Gelasia se perdia, y que

assi le parecio mas facil reduzir a su voluntad

la enamorada de Artidoro, que no la desespera-

da de Galercio; y que, pues los dos eran vno

solo en quanto a la apariencia y gentileza, que

ella se tenia por dichosa y bien afortunada con

la compañia de Artidoro. Con esto se disculpa,

como he dicho, la enemiga de mi gloria. Y assi

yo, por no verla gozar de la que de derecho se

me deuia, dexé el aldea y la presencia de Ar-

tidoro, y, acompañada de las mas tristes imagi-

naciones que imaginarse pueden, venia a da-

ros las nueuas de mi desdicha en compañia de

Maurisa, que ansimesmo viene con intencion

de contaros lo que Grisaldo ha hecho despues

que supo el hurto de Rosaura. Y esta mañana,

al salir del sol, topamos con Galercio, el qual,

con tiernas y enamoradas razones, estaua per-

suadiendo a Gelasia que bien le quisiesse; mas

ella, con el mas estraño desden y esquiueza

que dezirse puede, le mandó que se le quitasse

delante y que no fuesse osado de jamas hallar-

la, y el desdichado pastor, apretado de tan re-

zio mandamiento y de tan estraña crueldad,

quiso cumplirle, haziendo lo que haueys visto.

LIBRO SEXTO

 

Todo esto es lo que por mi ha passado, amigas

mias, despues que de vuestra presencia me

parti. Ved aora si tengo mas que llorar que an-

tes, y si se ha augmentado la occasion para que

vosotras os occupeys en consolarme, si a caso

mi mal recibiesse consuelo.

No dixo mas Theolinda, porque la infinidad

de lagrimas que le vinieron a los ojos, y los sos-

piros que del alma arrancaua, impidieron el

officio a la lengua; y aunque las de Galatea y

Florisa quisieron mostrarse expertas y eloquen-

tes en consolarla, fue de poco effecto su traba-

jo. Y, en el tiempo que entre las pastoras estas

razones passauan, se acabó de enxugar el pa-

pel que Tyrsi a Galercio del seno sacado hauia,

y, desseoso de leerle, le tomó, y vio que desta

manera dezia:

 

GALERCIO A GELASIA

¡Angel de humana figura,

furia con rostro de dama,

fria y encendida llama

donde mi alma se apura!

Escucha las sinrazones,

de tu desamor causadas,

de mi alma trasladadas

en estos tristes renglones.

No escribo por ablandarte,

pues con tu dureza estraña

no valen ruegos ni maña,

ni seruicios tienen parte.

 

LIBRO SEXTO

 

Escribote porque veas

la sinrazon que me hazes,

y quan mal que satisfazes

al valor de que te arreas.

Que alabes la libertad

es muy justo, y razon tienes;

mas mira que la mantienes

sólo con la crueldad,

y no es justo lo que ordenas:

querer, sin ser offendida,

sustentar tu libre vida

con tantas muertes agenas.

No imagines que es deshonra

que te quieran todos bien,

ni que está en vsar desden

depositada tu honra.

Antes, templando el rigor

de los agrauios que hazes,

con poco amor satisfazes

y cobras nombre mejor.

Tu crueldad me da a entender

que las sierras te engendraron,

o que los montes formaron

tu duro, indomable ser:

que en ellos es tu recreo,

y en los paramos y valles,

do no es possible que halles

quien te enamore el desseo.

En vna fresca espessura

vna vez te vi sentada,

y dixe: "Estatua es formada

aquella de piedra dura.,,

Y aunque el mouerte despues

contradixo a mi opinion,

"En fin, en la condicion

—dixe—, mas que estatua es.,,

LIBRO SEXTO

 

 

Y ¡hoxala que estatua fueras

de piedra, que yo esperara

qu’el cielo por mi cambiara

tu ser, y en muger boluieras!

Que Pigmaleon no fue

tanto a la suya rendido,

como yo te soy y he sido,

pastora, y siempre sere.

Con razon, y de derecho,

del mal y bien me das pago:

pena por el mal que hago,

gloria por el bien que he hecho.

En el modo que me tratas

tal verdad es conoscida:

con la vista me das vida,

con la condicion me matas.

Desse pecho que se atreue

a esquiuar de amor los tiros,

el fuego de mis sospiros

deshaga vn poco la nieue.

Concedase al llanto mio,

y al nunca admitir descanso,

que buelua agradable y manso

vn solo punto tu brio.

Bien se que abras de dezir

que me alargo, y yo lo creo;

pero acorta tu el desseo,

y acortaré yo el pedir.

Mas, segun lo que me das

en quantas demandas toco,

a ti te importa muy poco

que pida menos o mas.

Si de tu estraña dureza

pudiera reprehenderte,

y aquella señal ponerte

que muestra nuestra flaqueza,

 

LIBRO SEXTO

 

dixera, viendo tu ser,

y no assi como se enseña:

"Acuerdate que eres peña,

y en peña te has de boluer.„

Mas seas peña o azero,

duro marmol o diamante,

de vn azero soy amante,

a vna peña adoro y quiero.

Si eres angel disfraçado,

o furia, que todo es cierto,

por tal angel viuo muerto,

y por tal furia penado.

 

Mejor le parecieron a Tyrsi los versos de

Galercio que la condicion de Gelasia, y qui-

riendoselos mostrar a Elicio, viole tan mudado

de color y de semblante, que vna imagen de

muerto parescia; llegóse a el, y quando le quiso

preguntar si algun dolor le fatigaua, no fue me-

nester esperar su respuesta para entender la

causa de su pena, porque luego oyo publicar

entre todos los que alli estauan como los dos

pastores que a Galercio socorrieron eran ami-

gos del pastor lusitano con quien el venerable

Aurelio tenia concertado de casar a Galatea,

los quales venian a dezirle cómo de alli a tres

dias el venturoso pastor vendria a su aldea a

concluyr el felicissimo desposorio, y luego vio

Tyrsi que estas nueuas mas nueuos y estraños

accidentes de los causados hauian de causar en

el alma de Elicio; pero, con todo esto, se llegó a

el y le dixo:

—Aora es menester, buen amigo, que se te-

LIBRO SEXTO

 

pas valer de la discrecion que tienes, pues en

el peligro mayor se muestran los coraçones va-

lerosos; y assegurote que no se quien a mi me

assegura que ha de tener mejor fin este nego-

cio de lo que tu piensas. Dissimula y calla, que

si la voluntad de Galatea no gusta de corres-

ponder de todo en todo a la de su padre, tu sa-

tisfaras la tuya, aprouechandote de las nuestras,

y aun de todo el fauor que te puedan offrescer

quantos pastores ay en las riberas deste rio y

en las del manso Henares, el qual fauor yo te

offrezco, que bien imagino que el desseo que

todos han conocido que yo tengo de seruirles,

les obligará a hazer que no salga en vano lo que

aqui te prometo.

Suspenso quedó Elicio viendo el gallardo y

verdadero offrescimiento de Tyrsi, y no supo ni

pudo responderle mas que abraçarle estrecha-

mente y dezirle:

—El cielo te pague, discreto Tyrsi, el consuelo

que me has dado, con el qual, y con la voluntad

de Galatea, que, a lo que creo, no discrepará de

la nuestra, sin duda, entiendo que tan notorio

agrauio como el que se haze a todas estas ribe-

ras en desterrar dellas la rara hermosura de Ga-

latea, no passe adelante.

Y tornandole a abraçar, tornó a su rostro la

color perdida; pero no tornó al de Galatea, a

quien fue oyr la embaxada de los pastores como

si oyera la sentencia de su muerte. Todo lo nota-

ua Elicio, y no lo podia dissimular Erastro, ni me-

nos la discreta Florisa, ni aun fue gustosa la nue-

LIBRO SEXTO

 

ua a ninguno de quantos alli estauan. A esta sa-

zon ya el sol declinaua su acostumbrada carrera,

y assi por esto, como por ver que el enamorado

Lenio auia seguido a Gelasia, y que alli no que-

daua otra cosa que hazer, trayendo a Galercio

y a Maurisa consigo, toda aquella compañía

mouio los passos hazia el aldea, y, al llegar

junto a ella, Elicio y Erastro se quedaron en sus

cabañas, y con ellos Tyrsi, Damon, Orompo,

Crysio, Marsil[i]o, Arsindo y Orfenio se queda-

ron, con otros algunos pastores, y de todos ellos,

con corteses palabras y offrescimientos, se des-

pidieron los venturosos Timbrio, Silerio, Nisida

y Blanca, diziendoles que otro dia se pensauan

partir a la ciudad de Toledo, donde hauia de

ser el fin de su viaje, y abraçando a todos los

que con Elicio quedauan, se fueron con Aurelio,

con el qual yuan Florisa, Theolinda y Maurisa,

y la triste Galatea, tan congoxada y pensatiua,

que, con toda su discrecion, no podia dexar de

dar muestras de estraño descontento; con Da-

ranio se fueron su esposa Silueria y la hermosa

Belisa. Cerró en esto la noche, y pareciole a

Elicio que con ella se le cerrauan todos los ca-

minos de su gusto; y si no fuera por agasajar

con buen semblante a los huespedes que tenia

aquella noche en su cabaña, el la passara tan

mala, que desesperara de ver el dia. La mesma

pena passaua el misero Erastro, aunque con

mas aliuio, porque, sin tener respecto a nadie,

con altas vozes y lastimeras palabras maldezia

su ventura y la acelerada determinacion de

LIBRO SEXTO

 

Aurelio. Estando en esto, ya que los pastores

hauian satisfecho a la hambre con algunos rus-

ticos manjares, y algunos dellos entregadose en

los braços del reposado sueño, llegó a la ca-

baña de Elicio la hermosa Maurisa, y, hallando

a Elicio a la puerta de su cabaña, le apartó y

le dio vn papel, diziendole que era de Galatea,

y que le leyesse luego, que, pues ella a tal hora

le traya, entendiesse que era de importancia lo

que en el deuia de venir. Admirado el pastor de

la venida de Maurisa, y mas de ver en sus ma-

nos papel de su pastora, no pudo sossegar vn

punto hasta leerle; y, entrandose en su cabaña,

a la luz de vna raja de teoso pino, le leyo, y vio

que ansi dezia:

 

GALATEA A ELICIO

"En la apressurada determinacion de mi pa-

dre está la que yo he tomado de escrebirte, y

en la fuerça que me haze la que a mi mesma me

he hecho hasta llegar a este punto. Bien sabes

en el que estoy, y se yo bien que quisiera

verme en otro mejor, para pagarte algo de lo

mucho que conozco que te deuo; mas si el cielo

quiere que yo quede con esta deuda, quexate

del, y no de la voluntad mia. La de mi padre

quisiera mudar, si fuera possible; pero veo que

no lo es, y assi, no lo intento. Si algun remedio

por alla imaginas, como en el no interuengan

ruegos, ponle en effecto, con el miramiento que

LIBRO SEXTO

 

a tu credito deues y a mi honra estás obligado.

El que me dan por esposo y el que me ha de

dar sepultura, viene passado mañana: poco

tiempo te queda para aconsejarte, aunque a mi

me quedará harto para arrepentirme. No digo

mas, sino que Maurisa es fiel y yo desdichada.„

En estraña confusion pusieron a Elicio las ra-

zones de la carta de Galatea, pareciendole cosa

nueua, ansi el escribirle, pues hasta entonces

jamas lo hauia hecho, como el mandarle bus-

car remedio a la sinrazon que se le hazía; mas,

passando por todas estas cosas, sólo paró en

imaginar cómo cumpliria lo que le era manda-

do, aunque en ello auenturasse mil vidas, si

tantas tuuiera. Y no offreciendosele otro algun

remedio sino el que de sus amigos esperaua,

confiado en ellos, se atreuio a responder a Ga-

latea con vna carta que dio a Maurisa, la qual

desta manera dezia:

 

ELICIO A GALATEA

 

"Si las fuerças de mi poder llegaran al desseo

que tengo de seruiros, hermosa Galatea, ni la

que vuestro padre os haze, ni las mayores del

mundo, fueran parte para offenderos; pero,

como quiera que ello sea, vos vereys aora, si la

sinrazon passa adelante, cómo yo no me quedo

atras en hazer vuestro mandamiento por la via

mejor que el caso pidiere. Assegureos esto la

LIBRO SEXTO

 

fe que de mi teneys conoscida, y hazed buen

rostro a la fortuna presente, confiada en la bo-

nança venidera: que el cielo, que os ha mouido

a acordaros de mi y a escriuirme, me dara

valor para mostrar que en algo merezco la

merced que me haueys hecho: que, como sea

obedeceros, ni recelo ni temor seran parte para

que yo no ponga en effecto lo que a vuestro

gusto conuiene y al mio tanto importa. No mas,

pues lo mas que en esto ha de hauer sabreys

de Maurisa, a quien yo he dado cuenta dello; y

si vuestro parecer con el mio no se conforma,

sea yo auisado, porque el tiempo no se passe,

y con el la sazon de nuestra ventura, la qual os

de el cielo como puede, y como vuestro valor meresce.„

Dada esta carta a Maurisa, como está dicho,

le dixo assimesmo cómo el pensaua juntar to-

dos los mas pastores que pudiesse, y que todos

juntos yrian a hablar al padre de Galatea, pi-

diendole por merced señalada fuesse seruido de

no desterrar de aquellos prados la sin par her-

mosura suya; y quando esto no bastasse, pen-

saua poner tales inconuinientes y miedos al

lusitano pastor, que el mesmo dixesse no ser

contento de lo concertado; y quando los ruegos

y astucias no fuessen de prouecho alguno, de-

terminaua vsar la fuerça, y con ella ponerla en

su libertad; y esto con el miramiento de su cre-

dito que se podia esperar de quien tanto la

amaua. Con esta resolucion se fue Maurisa, y

LIBRO SEXTO

 

esta mesma tomaron luego todos los pastores

que con Elicio estauan, a quien el dio cuenta

de sus pensamientos y pidio fauor y consejo en

tan arduo caso. Luego Tyrsi y Damon se offres-

cieron de ser aquellos que al padre de Galatea

hablarian. Lauso, Arsindo y Erastro, con los

quatro amigos Orompo, Marsil[i]o, Crysio y Or-

fenio, prometieron de buscar y juntar para el dia

siguiente sus amigos, y poner en obra con ellos

qualquiera cosa que por Elicio les fuesse man-

dada. En tratar lo que mas al caso conuenia y

en tomar este apuntamiento, se passó lo mas

de aquella noche, y, la mañana venida, todos

los pastores se partieron a cumplir lo que pro-

metido auian, si no fueron Tyrsi y Damon, que

con Elicio se quedaron. Y aquel mesmo dia tor-

nó a venir Maurisa a dezir a Elicio cómo Galatea

estaua determinada de seguir en todo su pare-

cer. Despidiola Elicio con nueuas promessas y

confianças, y con alegre semblante y estraño

alboroço estaua esperando el siguiente dia, por

ver la buena o mala salida que la fortuna daua

a su hecho. Llegó en esto la noche, y, recogien-

dose con Damon y Tyrsi a su cabaña, casi todo

el tiempo della passaron en tantear y aduertir

las dificultades que en aquel negocio podian

succeder, si a caso no mouian a Aurelio las ra-

zones que Tyrsi pensaua dezirle. Mas Elicio, por

dar lugar a los pastores que reposassen, se sa-

lio de su cabaña y se subio en vna verde cuesta

que frontero de ella se leuantaua, y alli, con el

aparejo de la soledad, reboluia en su memoria

LIBRO SEXTO

 

todo lo que por Galatea hauia padecido y lo

que temia padecer, si el cielo a sus intentos no

fauorescia; y sin salir desta imaginacion, al son

de vn blando zefiro que mansamente soplaua,

con voz suaue y baxa, començo a cantar desta

manera:

ELICIO

Si deste heruiente mar y golfo insano,

donde tanto amenaza la tormenta,

libro la vida de tan dura afrenta

y toco el suelo venturoso y sano,

al ayre alçadas vna y otra mano,

con alma humilde y voluntad contenta,

hare que amor conozca, el cielo sienta

qu’el bien les agradezco soberano.

Llamaré venturosos mis sospiros,

mis lagrimas tendre por agradables,

por refrigerio el fuego en que me quemo.

Dire que son de amor los rezios tiros

dulces al alma, al cuerpo saludables,

y que en su bien no ay medio, sino estremo.

 

Quando Elicio acabó su canto, començaua a

descubrirse por las orientales puertas la fresca

aurora con sus hermosas y variadas mexillas,

alegrando el suelo, aljofarando las yeruas y

pintando los prados, cuya desseada venida co-

mençaron luego a saludar las parleras aues con

mil suertes de concertadas cantilenas. Leuan-

tóse en esto Elicio, y tendio los ojos por la es-

LIBRO SEXTO

 

paciosa campaña; descubrio no lexos dos es-

quadras de pastores, los quales, segun le pa-

rescio, hazia su cabaña se encaminauan, como

era la verdad, porque luego conoscio que eran

sus amigos Arsindo y Lauso, con otros que

consigo trayan, y los otros, Orompo, Marsil[i]o,

Crysio y Orfenio, con todos los mas amigos que

juntar pudieron. Conoscidos, pues, de Elicio,

baxó de la cuesta para yr a recebirlos, y, quan-

do ellos llegaron junto de la cabaña, ya estauan

fuera della Tyrsi y Damon, que a buscar a Elicio

yuan. Llegaron en esto todos los pastores, y con

alegre semblante vnos a otros se rescibieron.

Y luego Lauso, boluiendose a Elicio, le dixo:

—En la compañia que traemos puedes ver,

amigo Elicio, si començamos a dar muestras de

querer cumplir la palabra que te dimos; todos

los que aqui vees vienen con desseo de seruir-

te, aunque en ello auenturen las vidas; lo que

falta es que tu no la hagas en lo que mas con-

uiniere.

Elicio, con las mejores razones que supo,

agradescio a Lauso y a los demas la merced que

le hazian, y luego les conto todo lo que con Tyr-

si y Damon estaua concertado de hazerse para

salir bien con aquella empresa. Parecioles bien

a los pastores lo que Elicio dezia, y assi, sin

mas detenerse, hazia el aldea se encaminaron,

yendo delante Tyrsi y Damon, siguiendoles

todos los demas, que hasta veynte pastores se-

rian, los mas gallardos y bien dispuestos que en

todas las riberas de Tajo hallarse pudieran, y

LIBRO SEXTO

 

todos lleuauan intencion de que, si las razo-

nes de Tyrsi no mouian a que Aurelio la

hiziesse en lo que le pedian, de vsar en

su lugar la fuerça, y no consentir que Ga-

latea al forastero pastor se entregasse, de

que yua tan contento Erastro, como si el

buen successo de aquella demanda en solo

su contento de redundar huuiera; porque,

a trueco de no ver a Galatea ausente y des-

contenta, tenia por bien empleado que

Elicio la alcançasse, como lo imaginaua, pues

tanto Galatea le auia de quedar obligada.

El fin deste amoroso cuento y historia, con

los successos de Galercio, Lenio y Gelasia,

Arsindo y Maurisa, Grisaldo, Artandro y Ro-

saura, Marsil[i]o y Belisa, con otras cosas su-

cedidas a los pastores hasta aqui nombrados,

en la segunda parte desta historia se prometen,

la qual, si con apazibles voluntades esta primera

viere rescibida, tendra atreuimiento de salir

con breuedad a ser vista y juzgada de los ojos

y entendimiento de las gentes.

 

FIN